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Se ha marchado Pollini… viene Martha Argerich
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Se ha marchado Pollini… viene Martha Argerich

La muerte del monstruo italiano otorga interés a los conciertos en Madrid y Barcelona de su mayor contrafigura generacional

Foto: La pianista argentina Martha Argerich.
La pianista argentina Martha Argerich.

Impresiona la experiencia de introducirse en la página web del Auditorio Nacional de Música. Aparece como “cancelado” el concierto que Maurizio Pollini tenía comprometido el 3 de abril en el ciclo de la Fundación Scherzo. Cancelado. La primera razón consistió en la indisposición del fabuloso pianista italiano. La segunda razón resultó irreparable. Pollini se nos había muerto a los 82 años. Sabían los allegados que el maestro agonizaba desde hace algunas semanas, pero el contratiempo de la mala salud se revestía con mensajes de normalidad. Por ejemplo, reemplazando el concierto de Madrid con la alternativa formidable de Martha Argerich. Y cambiándose la fecha (1 de abril), aunque la pianista argentina aceptó la sustitución antes de que trascendiera la noticia de la muerte de su colega.

La misma generación. La misma edad. La misma unción de Arturo Benedetti Michelangeli. La misma devoción a Chopin. Los mismos laureles en el Concurso Internacional que honra cada cinco años la memoria del compositor polaco (él lo ganó en 1960, ella en 1965).Y las mayores distancias interpretativas imaginables, más o menos como Pollini y Argerich fueran el yin y el yang de la concepción musical. Cerebral, intelectual, apolíneo el italiano. Instintiva, feroz, dionisiaca, la argentina.

Se explica así la aguerrida militancia de sus respectivos partidarios —y tú, ¿de quién eres?— aunque la rivalidad de los bandos identifica una apasionante dialéctica que se ha malogrado con la desaparición de Maurizio Pollini.

Recuerdo haberlo frecuentado en su casa de Milán. Y haber estado en el estudio doméstico que alojaba su Steinway y sus cajetillas de Marlboro. Pollini era un fumador incorregible de voz grave y de familia intelectual. Padre arquitecto. Idiosincrasia progresista. Compadre de Abbado. Y artífice de conciertos en espacios proletarios, como si la música fuera para Pollini una misión. La ejerció en las mejores salas. Concibió las mejores grabaciones (Beethoven, Chopin, Bartok). Y su féretro terminó en el escenario de la Scala de Milán, la catedral laica de los grandes artistas.

La misma generación. La misma edad. La misma unción de Arturo Benedetti Michelangeli. La misma devoción a Chopin

El mérito de Pollini consistió acaso en acercarse a la música sin edulcorantes ni amaneramientos "romanticoides". Economía de gestos frente a la tiranía de la gestualidad extravagante, difiriendo de los colegas que cierran los ojos y se balancean en la silla como quien navegan en medio de una tempestad. Pollini fue un músico esencial, un antídoto a la pornografía predominante, un intelectual de merecida reputación humanista.

No era un pianista de ver, sino de escuchar que eludía las trampas al uso para "secuestrar" a los espectadores. Nos traía en persona, en carne viva, Chopin y a Debussy. Los tocaba como quien aporta un descubrimiento. Los escrutaba, en su noción nuclear. Pollini era un músico no de otra época, sino un músico atemporal. De otro modo no se explicaría la afluencia de tantos pianistas entre los espectadores. Pianistas estudiantes. Pianistas profesionales. Y pianistas de gloria, como Rubinstein, cuyo veredicto de autoridad del Concurso Chopin dejó boquiabiertos a los restantes premios del jurado: “este muchacho toca mejor que todos nosotros”.

El mérito de Maurizio Pollini consistió acaso en acercarse a la música sin edulcorantes ni amaneramientos "romanticoides"

Se marcha Pollini, viene Martha Argerich. Y no lo hace sola. La maestra porteña compareció el 1 de abril en el Auditorio acompañada del pianista/compatriota Nelson Goerner. El día 4 de abril actuó en Lleida junto al pianista español Pablo Galdo. Y lo hace este martes (9 de abril) en el Palau de la Música de Barcelona a la vera del pianista surcoreano Dong-Hyek Lim. El repertorio del puente aéreo es parecido —obras a cuatro manos de Schubert, Mozart y Rachmaninov—, pero llama la atención la obstinación con que Argerich se resiste a actuar sola en el escenario. Como deseamos sus partidarios. Se diría que Martha Argerich tiene miedo a quedarse en soledad con la música.

placeholder Fotografía del pianista Maurizio Pollini en el Teatro Real. (EFE)
Fotografía del pianista Maurizio Pollini en el Teatro Real. (EFE)

Necesita cómplices para subir al escenario. Y, más en concreto, necesita amigos. La prueba está en que han desaparecido de su agenda los recitales en solitario y han proliferado los happenings de gran vuelo. Prefiere compartir la experiencia sobre la escena, hacer música “con”, compartir, amortiguar. Ya se había manifestado el horror vacui a principio de los ochenta, pero las últimas décadas han sido particularmente radicales en su alejamiento del individualismo. Ha explorado nuevos repertorios, desde el barroco a Messiaen. Se ha involucrado como nunca en la música de cámara. Y ha ejercido de patrocinadora de jóvenes talentos, aunque la melomanía aguarda la oportunidad de verla aparecer sobre el escenario sin cómplices ni aliados. Ella sola. Porque no queda nadie como ella.

Lo demostró en Madrid (y en Lleida). Lo demostrará en Barcelona. No solo impresionando con sus recursos técnicos y virtuosísticos —la agilidad, la articulación, la claridad—, sino sometiéndolos al misterio del embrujo, del magnetismo y de una energía que proviene de las entrañas.

Impresiona la experiencia de introducirse en la página web del Auditorio Nacional de Música. Aparece como “cancelado” el concierto que Maurizio Pollini tenía comprometido el 3 de abril en el ciclo de la Fundación Scherzo. Cancelado. La primera razón consistió en la indisposición del fabuloso pianista italiano. La segunda razón resultó irreparable. Pollini se nos había muerto a los 82 años. Sabían los allegados que el maestro agonizaba desde hace algunas semanas, pero el contratiempo de la mala salud se revestía con mensajes de normalidad. Por ejemplo, reemplazando el concierto de Madrid con la alternativa formidable de Martha Argerich. Y cambiándose la fecha (1 de abril), aunque la pianista argentina aceptó la sustitución antes de que trascendiera la noticia de la muerte de su colega.

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