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La hostia en la boca, el Cristo en las manos y la muerte en los ojos: historia crítica del Ejército español
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entrevista con Francisco Gracia Alonso

La hostia en la boca, el Cristo en las manos y la muerte en los ojos: historia crítica del Ejército español

Entrevista con el historiador Francisco Gracia Alonso, quien acaba de publicar 'Gobernar el caos. Historia crítica del Ejército español' (Desperta Ferro, 2024)

Foto: Los tercios de Flandes. (Augusto Ferrer-Dalmau)
Los tercios de Flandes. (Augusto Ferrer-Dalmau)

Entre los ejércitos profesionales mejor considerados de todos los tiempos se erigen los célebres Tercios españoles, con los que la Monarquía Hispánica levantó su imperio entre los siglos XVI y XVII. Una tropa profesional que vivía con la "hostia en la boca, el Cristo en las manos y la muerte en los ojos". Una muy española, en el concepto del servicio al imperio de los Austrias, pero que no estaba formado exclusivamente por los súbditos del reino, sino también por soldados de otros muchos lugares de Europa.

No eran mercenarios, pero sí una infantería bastante cualificada para la época, cuyo coste de plana mayor de cada tercio "alcanzaría los 194 escudos al mes y costaba, asimismo, 2.254 escudos el mantenimiento de las dos compañías de arcabuceros y 10.550 las diez de piqueros", según explica el historiador Francisco Gracia Alonso en Gobernar el caos. Historia crítica del Ejército español (Desperta Ferro, 2024), en una conversación con El Confidencial.

Era un ejército caro y, a menudo, mal aprovechado; que a pesar de tener éxito en las batallas, tenía en la economía su talón de Aquiles: "Para mantener los mínimos vitales y pagar vicios y distracciones, los ingresos de los soldados debían complementarse con la obtención del botín, única oportunidad de mejora en el nivel de gasto sin caer en las deudas. El complemento obvio era el expolio, ya fuese despojando al enemigo o recurriendo al saqueo, una práctica común en la época que entraba en la lógica y usos de guerra de todos los ejércitos", explica Gracia Alonso, catedrático en la Universidad de Barcelona.

A partir de la Guerra de Sucesión, el ejército comenzó a influir en la vida política y social del país hasta vertebrar directamente al Estado como "árbitro en la sombra" durante casi dos siglos. Y ya en el siglo XIX y XX, entroncando con esa reminiscencia católica de la hostia en la boca y el Cristo en las manos, fue asociándose progresivamente a las posturas conservadoras y de defensa del estado-nación como baluarte de la idea de patria. ¿Ha sido el español un ejército de derechas?

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La propia Guerra Civil lo desmentiría, cuando la sublevación militar contra la II República fue solo respaldada por una mitad de los ejércitos, como explica Gracia: "No es una respuesta unitaria, porque la Guardia Civil o la Guardia de Asalto o ciertas unidades del Ejército combaten o intentan oponerse a la sublevación de otras unidades del Ejército". Pero todo eso cambiaría con la victoria de Franco, prosigue. "Se convierte en un ejército con una ideología basada en los postulados franquistas muy fuerte, muy correosa y muy pétrea, que se mantendrá en buena medida no solo hasta la muerte de Franco, sino a lo largo de toda la transición democrática e incluso después. Es decir, los últimos coletazos son del año 86".

Únicos capaces de gobernar el caos

Gracia se refiere a las últimas intentonas golpistas como la del 85 de De Meer, pero insiste incluso en las actitudes actuales de algunos generales. "Si tienes presente declaraciones más o menos recientes de militares, aún se siguen defendiendo esas ideas de que el Ejército es la única estructura capaz de gobernar el caos que ellos consideran que es la estructura política del Estado".´

Mucho antes de la Guerra Civil, ese "caos" lo resolvieron en 1876 generales como Juan Prim o Francisco Serrano, que derrocaron a la reina Isabel II. Ese mismo ejército fue el que promovió la restauración borbónica tras el intento de la Primera República. Durante esos dos siglos, el gasto en defensa se disparó de forma ineficiente. "Cuando ocurre la derrota de Cuba y Filipinas en 1898 el ejército y la marina consumen el 42% del dinero que el Estado tiene para invertir", según Gracia. Además de haberse convertido ya en el árbitro del devenir político del país, "con una treintena larga de asonadas y pronunciamientos", participan en la represión de los civiles en diferentes momentos, como durante la Semana Trágica en 1906 —y después en la Revolución de Asturias en 1934—.

Foto: Soldados españoles, de maniobras en Letonia. (EFE)

Problemas de presupuesto y sobredimensión, según Gracia, que se trasladarán después de las derrotas de Cuba y Filipinas al Protectorado de Marruecos. "A pesar del gran gasto de la época de la guerra con EEUU no tenía sin embargo los recursos necesarios disponibles, porque aunque parezca paradójico, al mismo tiempo es un ejército que, aunque tenga una gran dotación económica, no está bien preparado, no está bien dotado en armamento y no está bien entrenado porque tiene un problema esencial que es el su macrocefalia: el gran número de oficiales, jefes y generales que existe, el gran número de soldados que se reclutan cada año para mantener a toda una estructura organizativa".

Si hay algo por otra parte que queda claro en Gobernar el caos es la crítica a una forma determinada de abordar la narrativa de los acontecimientos del Ejército que ha consistido en destacar el hecho heroico, lo que ha llevado además según su criterio a un excesivo monumentalismo y a la exaltación de figuras como Blas de Lezo o los Héroes de Baler. "Esa forma de entender la cuestión militar ha sido utilizada en los últimos años por determinadas opciones políticas, e incluso por gobiernos, para volver a estructurar un discurso historiográfico que debe considerarse como superado".

PREGUNTA. ¿No se han producido algunos cambios importante a la hora de narrar los acontecimientos militares?

RESPUESTA. Ha habido cambios, evidentemente, en cuanto a la forma de plantear la historia militar. Pero los cambios no están precisamente orientados hacia un análisis global del hecho militar, sino que se ha intentado explicar los actos puntuales: las batallas, las campañas, los movimientos de tropa, la acción de los generales, etcétera También hay que tener en consideración que el estudio de estos elementos puede ser, si dejamos de parte de lado la parte social y nos centramos únicamente en la acción militar, una forma de análisis heroico o una forma de análisis, como mínimo, crítica.

Durante el periodo de finales del XIX, pero también durante todo el siglo XX e incluso en la actualidad, la forma de narrar el hecho militar ha sido describir la batalla, causas y consecuencias. Tendemos a la historia, a los héroes, a la heroización de los marinos muertos en Trafalgar, en la batalla de Santiago de Cuba o en la derrota de la flota del almirante Cervera. Pero no se entra normalmente en el hecho de reflexionar sobre si verdaderamente era necesario plantear batalla sabiendo que se va a perder.

Foto: Pascua Militar en el Palacio Real de Madrid (EFE/Borja Sánchez-Trillo)

P. En una época en Europa a en la que la guerra ha vuelto a Ucrania y hemos visto cómo es necesaria la implicación de la población en la defensa, ¿tiene sentido replantearse la vuelta del servicio militar obligatorio? ¿Por qué se produjo la profesionalización del Ejército en el 96?

R. Cuando se lleva a cabo la supresión del servicio militar obligatorio en 1996 es muy interesante que fuese el resultado de un pacto entre dos partidos conservadores. Por una parte Aznar, o sea el PP, pero también Convergència i Unió.

P. Pero Aznar lo llevaba ya en el programa…

R. Sí. Pero también fue consecuencia del pacto político que permitió gobernar a Aznar después del triunfo minoritario que tuvo las elecciones del año 96 y fue un pacto político conservador lo que acaba con el sistema obligatorio. Algo que no había hecho la izquierda, que ha estado en el poder desde el 82 hasta el 96 con en el gobierno de Felipe González.

Cuando se lleva a cabo esta supresión, lo que se está buscando es la profesionalización del Ejército, su tecnificación. Ya no se trata de un ejército basado en el concepto de formaciones cerradas, las guardias y una instrucción muy puntual de los reclutas. Lo que importa es la tecnificación, el manejo de una serie de armamentos para los que no sirve la formación que se recibe en el servicio militar obligatorio. Con nueve o 12 meses o con 12 meses de instrucción apenas sirve para que un soldado tenga los conocimientos básicos de cómo maneja un tanque, un dron o cualquier otro tipo de de aparato tecnológicamente avanzado.

P. Más allá del aparato del ejército profesional, muchos países ven la necesidad de vincular e implicar más al ciudadano en la defensa del país, como sucede en Israel por ejemplo. Hoy mismo se ha sabido que en Dinamarca extenderán el servicio militar obligatorio a las mujeres.

R. Normalmente, la vinculación de la población a la defensa siempre se ha movido desde una perspectiva ideológica, desde una forma de entender la propia estructura del Estado. Y eso es un elemento peligroso, porque significa definir para toda la población una forma muy concreta de entender la idea del Estado, es decir, unos principios basados en la nación, la patria, el honor. Ese tipo de cuestiones hoy en día no tienen cabida.

El hecho de cuestionar las inversiones en defensa no es un elemento que vaya en contra de los principios fundamentales sobre los que tiene que organizarse el Estado. Simplemente se trata de saber que el gasto militar tiene que ser el producto de una reflexión profunda, de un debate político en el cual verdaderamente sepamos en qué y cuánto vamos a gastar, cosa que en muchas ocasiones no sabemos porque el gasto está dividido entre diferentes partidas. El gasto militar es muy superior al que aparece reflejado en el Ministerio de Defensa.

Foto: El príncipe Joaquín de Dinamarca realiza el saludo militar durante una ceremonia con motivo del 70 aniversario de la OTAN. (EFE/Claus Bech)

P. ¿No crees que, de alguna forma, el Ejército va estar necesariamente más vinculado a la sociedad en los tiempos que vivimos?

R. ¿Qué objetivos políticos tenemos detrás de esa militarización de la sociedad, esa idea de que hemos de ser copartícipes de la estructura? A ver, copartícipes lo somos ya desde el punto de vista económico. Ahora se nos pide desde el punto de vista ideológico y social. Pero la compra de armamento sale de los impuestos de todos los españoles, con lo cual la sociedad ya está participando, ya está pagando la cuota de la de la militarización.

P. ¿Está bien dimensionado el ejército español?

R. Tenemos un ejército profesional en el cual hay que distinguir entre la tropa, que tiene un recorrido profesional limitado con unos años de caducidad. Y por otra parte tenemos a los suboficiales, en muchos casos también producto de campañas de alistamiento.Y, por último la oficialidad. La oficialidad tiene una mayor configuración ideológica basado en lo que es la propia carrera militar y lo que significa en la formación del pensamiento, que suele tener una base en las tradiciones familiares.

Nosotros nos tenemos que replantear como Estado el modelo de ejército que necesitamos, un ejército evidentemente defensivo. ¿Y de qué tiene que estar dotado? De un tipo de armamento que se ha empleado en la defensa del territorio nacional, pero no un tipo de armamento que esté pensado para ser integrado en un modelo OTAN y rápidamente distribuido o desplazado a otros territorios. Tenemos militares en 15 o 16 misiones internacionales bajo mandato en algunos casos de la Unión Europea y en otros de la OTAN.

Veamos qué tipo de ejército necesitamos en cuanto a su estructura, en cuanto a su dimensión y, sobre todo, en cuanto al gasto que necesita. El gasto militar español en el año 2023 estaba pensado para unos 14.500 millones de euros. Al final se dimensionó hasta los 27.600 millones, en números redondos. No estamos hablando de unas inversiones menores si se compara con otras partidas. Esto muestra también un derroche económico que tampoco tiene una rentabilidad puntual.

Entre los ejércitos profesionales mejor considerados de todos los tiempos se erigen los célebres Tercios españoles, con los que la Monarquía Hispánica levantó su imperio entre los siglos XVI y XVII. Una tropa profesional que vivía con la "hostia en la boca, el Cristo en las manos y la muerte en los ojos". Una muy española, en el concepto del servicio al imperio de los Austrias, pero que no estaba formado exclusivamente por los súbditos del reino, sino también por soldados de otros muchos lugares de Europa.

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