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Esta es Robin Green: primero te puso a bailar la mejor música de los 70 y después creó la mejor serie del mundo
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Esta es Robin Green: primero te puso a bailar la mejor música de los 70 y después creó la mejor serie del mundo

Entró a trabajar en la mítica revista musical 'Rolling Stone' en los 70 y era la única mujer de la redacción. Años después, se reinventó como guionista de 'Los Soprano'. Ahora aparece en España 'La única chica', su vibrante libro de memorias

Foto: La escritora y guionista estadounidense Robin Green. (Cedida)
La escritora y guionista estadounidense Robin Green. (Cedida)

El éxito de Robin Green (Providence, Rhode Island, 1945) siempre se ha basado en estar en el momento y el lugar adecuados. Eso y un trabajo duro han sido las claves de una andadura relatada en sus vibrantes memorias, que ahora aparecen en español. En La única chica (Liburuak, 2023), Green se consagra como primera periodista femenina en la revista Rolling Stone cuando esta dictaba el canon del nuevo periodismo contracultural desde su redacción en la Bahía de San Francisco. Venía de la Marvel, de ser la secretaria de Stan Lee, el creador de Spiderman, Hulk o Iron Man. E iba a convertirse, algunos años más tarde, en guionista y productora de Los Soprano. A esto se le llama haber vivido.

PREGUNTA. La única chica arranca como un viaje a una era dorada del periodismo y de la música. ¿Qué opina del periodismo —incluido el musical— que se hace en la actualidad?

RESPUESTA. Sí, es cierto, los 60 y los 70 fueron una época increíble. Hubo un movimiento juvenil; un gran "nosotros" antibelicista, de confrontar al poder, de odiar a Nixon y después a Reagan. Mira ahora en lo que se ha convertido nuestro país. Respecto al periodismo musical, no leo Rolling Stone desde que me fui de la Bahía a mediados de los 70, pero no creo que la revista tenga mayor tolerancia hacia Trump y los republicanos que yo. En un esfuerzo por estar al día, el otro día vi los Grammys para entender en qué andan mis hijas. La moda y la pirotecnia me dejaron fría —como U2 con su rollo de Las Vegas, rimbombante y pasado de moda—. Los puntos álgidos fueron, por supuesto, Tracy Chapman y Joni Mitchell.

P. En su libro Cómo ser mujer (Anagrama, 2011), la periodista y escritora Caitlin Moran contó su experiencia como única chica en la redacción de otra revista musical, la británica Melody Maker. Ella ofrece un testimonio más amargo e irónico que el suyo, que está lleno de sexo y disfrute. ¿Será por una diferencia cultural entre California y Londres que sus experiencias han sido tan diferentes?

R. No había leído a Caitlin Moran; me he comprado el e-book y me he puesto a leerla inmediatamente [esta entrevista se ha hecho por correo electrónico a lo largo de unos días]. Es una maravilla. Y me ha gustado especialmente recordar cuánto me gustó a mí también La mujer eunuco [best seller feminista de los 70]; cómo escribe sobre el sexo y sobre la experiencia femenina. Volviendo a la pregunta, yo no trabajaba en las oficinas; lo hacía sobre el terreno y en casa, entrando y saliendo, así que no estaba expuesta al mismo sexismo que las chicas en la oficina. Esto era a principios de los 70 y había NI UNA mujer en puestos editoriales en Rolling Stone, aunque eso cambiaría pronto, cuando llegaran chicas jóvenes (muy educadas, viajadas e inteligentes), para trabajar como secretarias y asistentes, eso sí. Caitlin tiene 30 años menos que yo, y yo hubiera pensado que la relación de los hombres con las chicas jóvenes habría sido más suave cuando ella entró a trabajar, aunque apuesto a que una redacción en la Nueva York de esa época sería igual. La California de entonces no creo que fuera muy distinta de Londres, aunque es cierto que en la música había un dominio masculino en ambos lugares. Las lectoras de Rolling Stone eran apenas un 10% y la música, la redacción y la vibra general así lo reflejaban.

P. Dice que "todo el mundo follaba con todo el mundo". ¿Disfrutamos menos hoy?

R. Sí, éramos salvajes. En la Bahía había un rollo de sexo entre todos, amor libre y todo eso. No en plan Hugh Hefner con sus conejitas indefensas y serviles. Las chicas nos sentíamos empoderadas. Un psiquiatra al que acudí antes de entrar en Rolling Stone calificó mi apetito de promiscuidad, pero yo no me veía así. Para mí era una curiosidad sana, un hambre de experiencia, un experimento. En ese momento, era divertido: drogas, música y baile. Hasta que dejó de serlo. Luego todos parecieron seguir adelante, al menos yo lo hice. Desde mi perspectiva, no se ha perdido esa sensación de disfrute.

En la Bahía había un rollo de sexo entre todos, amor libre y todo eso. Las chicas nos sentíamos empoderadas

P. Confesó haber cruzado una línea periodística cuando se acostó con Robert Kennedy Jr., protagonista de un artículo que le habían encargado y que decidió no escribir. ¿Qué barreras habría que romper en el periodismo de hoy? ¿O restaurar?

R. Con aquello de Robert Kennedy Jr., ahora que echo la mirada atrás, creo que simplemente estaba haciendo mi trabajo. Es verdad que nunca me había acostado con el protagonista de mi artículo, pero tampoco había tenido la oportunidad o el deseo de hacerlo. Y ahí estaba él, puesto de drogas, poniéndome a tiro su condición de Kennedy: la cetrería en la pared de su dormitorio en Harvard, la cama de agua, el pequeño busto del padre asesinado en el aparador… Era todo tan exótico y mítico. Vi que mi curiosidad fue recompensada, incluso si eso significaba que al final no escribiría el artículo. (No recuerdo el caso de ningún periodista hombre que se acostara con su protagonista y lo escribiera, aunque probablemente haya sucedido más de un par de veces). Lo que pasó es, simplemente, que, por mi forma de informar, habría tenido que incluir lo que pasó esa noche, porque yo me enorgullecía de describir con precisión mis experiencias.

P. "Bienvenida a Rolling Stone", le dijeron poniéndole una raya de coca delante. ¿Qué le pondría la revista a un nuevo empleado en 2024?

R. No, no fue una raya de bienvenida. No era un protocolo oficial de bienvenida ni nada parecido. Pero con algunos sí. Hoy no sé en qué andan en Rolling Stone. En el poco tiempo que pasé en la oficina de Nueva York, documentando mi libro, había una vibra corporativa, muy lejos de la atmósfera de loft improvisada, salvaje y lanuda de la redacción de San Francisco.

placeholder Portada de 'La única chica', el libro de Robin Green.
Portada de 'La única chica', el libro de Robin Green.

P. Usted venía de Marvel, donde inició su carrera de secretaria del mismísimo Stan Lee. ¿Qué opina de la importancia que han alcanzado los superhéroes de la marca en la cultura popular? ¿Lo esperaba Lee? ¿Y usted?

R. Tengo serias dudas de que Stan Lee esperara que sus creaciones se volvieran tan dominantes en la cultura contemporánea, aunque vivió lo suficiente como para verlo. Yo nunca fui lectora de cómics. El trabajo en Marvel fue lo único que pude conseguir en Nueva York que tuviera algo que ver con lo editorial. No voy a ver películas de superhéroes, y hoy me congratulo de ver cine más basado en la realidad.

P. Mencione sus experiencias musicales favoritas.

R. ¡Ah, las experiencias musicales! Esa es la historia de mi juventud. Desde los 16 años, viendo a Thelonious Monk en primera fila en el Newport Jazz Festival a Janis Joplin con Big Brother and the Holding Company en el Fillmore East, hasta los Stones y Annie Lennox en el Madison Square Garden en mis años Soprano. Y todo lo que hubo entre medias y después: clubes de folk en mi ciudad natal, Neil Young, Leonard Cohen, Jackson Browne teloneando a Linda Ronstadt (¿o era ella la telonera?). He tenido mucha suerte.

Esa es la historia de mi juventud. Desde los 16 años, viendo a Thelonious Monk, a Janis Joplin, hasta los Stones y Annie Lennox

P. ¿Y el trabajo periodístico que más la ha enorgullecido?

R. El artículo sobre Dennis Hopper que me situó en la lista de Diez entrevistas que sacudieron Hollywood: mi nombre al lado del de Truman Capote, Rex Reed y otros. Fue el artículo que llevó a Joan Didion a llamarme desde su casa en Malibú para felicitarme.

P. Menciona mucho a Didion en su libro. ¿Qué significó para usted y cómo la recuerda?

R. La leí antes de conocerla y me encantó su escritura, tan singular y aguda; una voz tan única la suya. Ahí tenías a una mujer periodista haciendo el tipo de trabajo al que yo aspiraba: colocar al lector en una escena para que pudiera experimentar lo que fuera que ella tenía. Cuando finalmente la conocí en una fiesta en su apartamento del Upper East Side, fue tan acogedora y amable, tan frágil y modesta… Ella y su esposo John Donne estaban locos por Los Soprano y no se avergonzaban de decirlo. La última vez que la vi fue en la puerta de un restaurante en el Soho de Nueva York. Ella parecía saber quién era yo y me dijo: "Llámame". Y luego se fue.

P. Robin Green en Israel fue otro de sus encargos más sonados… sin siquiera haberlo escrito. ¿Qué piensa sobre el conflicto Israel-Palestina hoy?

R. Fue para Oui Magazine, una imitación de Playboy, ya fenecida, que me mandó a Israel en 1974, aunque, como despidieron al redactor jefe que me había enviado, nunca la escribí. Mientras estuve allí, pasé una tarde con un joven árabe que se parecía a mi hermano: ojos azules, pelo rubio y rizado, nariz semítica. Me dijo que todo lo que los árabes tenían que hacer era arrodillarse en la arena, como lo habían hecho durante siglos, esperar, y finalmente los judíos e Israel desaparecerían en el mar. "Solo mira el nombre de los cigarrillos que fuman: Tiempo", dijo. [Time es una marca de cigarrillos israelí lanzada en 1965]. Me desconsuela lo que pasó en Israel en octubre. Y me desconsuela el aumento del antisemitismo que la respuesta a aquello ha traído. Veo como las naciones ignoran alegremente los genocidios en otros lugares y me pregunto por qué no hay un clamor pidiendo la rendición de Hamás. Apuesto por la solución de los dos estados. Espero que todos los rehenes sean liberados. Dicho esto, Netanyahu debe irse.

Apuesto por la solución de los dos estados. Espero que todos los rehenes sean liberados. Dicho esto, Netanyahu debe irse

P. No solo vivió usted los últimos días del periodismo contracultural, sino el principio de un nuevo auge televisivo basado en series de ficción de alto nivel. ¿Cómo salió de un mundo para entrar en el otro?

R. Dejé las revistas en 1975 y regresé a la universidad (al Programa de Literatura de Iowa) para empezar desde cero. Me mudé a Los Ángeles en el 78 con la vaga idea de encontrar algún trabajo en el mundo del cine. Trabajé en diversos trabajos temporales, hice algunos trabajos en publicaciones y no fue hasta 1984 cuando me llamó alguien que me ofreció la oportunidad de escribir un guion para una serie que había vendido a la NBC y que duró un año. Luego vinieron otros cinco años más. Y, en 1997, alguien con quien había trabajado por el camino me llamó para escribir Los Soprano. No fue lo que llamarías un éxito de la noche a la mañana.

P. ¿Cambiaron Los Soprano las reglas del juego en la industria de la televisión o ya había algo en el ambiente?

R. En 1998, el creador de Los Soprano, David Chase, me preguntó, tras escribir y filmar los primeros 12 episodios, cómo pensaba que iría la serie. Yo le contesté que o cambiaría la cara de la televisión para siempre o se hundiría como una piedra. Él me contestó, con voz de estar cansado del mundo —o de la televisión—: "Robin, probablemente estará en algún punto intermedio". Al final resultó que yo estaba en lo cierto. Sin duda, ya se habían realizado trabajos innovadores antes, especialmente en HBO, pero nada había explotado como Los Soprano, que fue aclamada por toda la crítica (excepto por un crítico de Florida); nos compararon con Balzac y cosas así. En cuanto al espíritu de la época, estaba pidiendo algo bueno. Pero también te digo que, si la masacre de la escuela de Columbine no hubiera ocurrido en abril de 1999, sino antes de nuestro estreno en enero de ese mismo año, al público estadounidense no le habría hecho ni pizca de gracia la violencia de Los Soprano: posiblemente ni siquiera se hubiera emitido hasta que la cosa se hubiera calmado. Esas son las cosas de la televisión; dependes mucho del zeitgeist. ¿Existía un apetito general por una televisión más sofisticada? ¡Yo diría que sí! Y los puntos de venta fuera del circuito estaban preparados para proporcionarlo.

P. ¿Influyeron de algún modo sus experiencias en los años de Rolling Stone en la escritura de Los Soprano? ¿Cómo le salió tan bien escribir sobre algo tan aparentemente lejano a su vida anterior como la mafia en la Costa Este?

R. Aunque todo lo que le ocurre a un escritor le influye en lo que va a escribir después, no se me ocurre nada específico de Rolling Stone que esté en mi trabajo posterior. Pero lo que sí es cierto es que el mundo mafioso de Los Soprano no estaba muy lejos de mi vida anterior en Providence, ni mucho menos. El jefe de la mafia de Nueva Inglaterra vivía allí y yo era amiga de su hijo, que se convirtió en capo di tutti cuando su padre fue a la cárcel. Así que algo sabía de primera mano sobre la mafia... incluso antes del libro de Puzo y las películas de El Padrino. Además, más tarde en mi vida descubrí que mi propio abuelo, un inmigrante ruso dueño de la casa en la que vivíamos y que vivía en el piso de arriba, había sido un gángster, un contrabandista durante la Prohibición. Algunas de las historias que me contó mi madre sobre esos años aparecieron en Los Soprano.

P. ¿Hay algún personaje de Los Soprano que sienta especialmente suyo, o del que esté específicamente orgullosa?

R. Mi marido (entonces mi compañero de escritura y productor) y yo sentimos profundamente a todos los personajes de la serie. Para escribirlos tienes que convertirte en ellos de alguna manera, meterte en su piel. ¿Quién me divirtió más? Probablemente, Irina, la amante de Tony. Recuerdo recitar sus líneas durante días solo para escuchar su acento ruso: "Me encaaaaantan mis nuevas botas de pony, Tony". Sinceramente, todo fue un trabajo de amor, especialmente ese primer año antes de salir al aire, un trabajo duro, pero muy muy divertido. Todos lo sentimos así.

Yo viví mi vida, me sostuve financieramente de un modo u otro, y el éxito tardó años, tiempo y suerte

P. ¿Algo que cambiaría en alguno de los destinos de algún personaje de la serie?

R. Ni una coma.

P. ¿Cómo era el garito que inspiró el Bada Bing?

R. Era el Satin Dolls, justo al lado de la autopista 17 en Nueva Jersey, una covacha húmeda. Íbamos de vez en cuando. Nunca vimos el club real en acción, pero nuestra versión sí que la he visto en sitios así.

P. ¿Qué consejo le darías a alguien que empieza, que quiere ser periodista? ¿O guionista o productora, como usted?

R. ¿Un consejo? He escrito un libro entero sobre cómo me fue como periodista y escritora y productora de televisión: una plantilla sobre qué hacer o no hacer dependiendo de tu temperamento. Yo viví mi vida, me sostuve financieramente de un modo u otro, y el éxito tardó años, tiempo y suerte. Pero, cuando te llega la oportunidad de demostrar lo que vales, ¡más te vale tener la mercancía!

P. Publicó La única chica en 2018. ¿Quiere actualizar algún dato?

R. He empezado unas nuevas memorias. ¡Ya llevo dos páginas!

El éxito de Robin Green (Providence, Rhode Island, 1945) siempre se ha basado en estar en el momento y el lugar adecuados. Eso y un trabajo duro han sido las claves de una andadura relatada en sus vibrantes memorias, que ahora aparecen en español. En La única chica (Liburuak, 2023), Green se consagra como primera periodista femenina en la revista Rolling Stone cuando esta dictaba el canon del nuevo periodismo contracultural desde su redacción en la Bahía de San Francisco. Venía de la Marvel, de ser la secretaria de Stan Lee, el creador de Spiderman, Hulk o Iron Man. E iba a convertirse, algunos años más tarde, en guionista y productora de Los Soprano. A esto se le llama haber vivido.

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