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Donde dije digo, digo Diego y a ver si me vas a decir que es mentira
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Paula Corroto

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Donde dije digo, digo Diego y a ver si me vas a decir que es mentira

Todo se puede esconder bajo la alfombra durante un determinado tiempo (y tampoco hace falta que sea muy largo), negarlo y dejar que escampe. Y con la IA ya vamos a alucinar

Foto: Leonie Benesch, como la profesora en busca de la verdad en 'La sala de profesores'.
Leonie Benesch, como la profesora en busca de la verdad en 'La sala de profesores'.
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La candidez es tierna, pero la ternura no es sexy, como escuché una vez. Y eso casa mal con estos tiempos amazónicos de rompe y rasga, ponerse el mundo por montera y decir y hacer lo que a uno le dé la gana, que eso sí debe de poner. Pienso eso tras ver la película alemana La sala de profesores, que también está nominada al Oscar como mejor película extranjera. Como la de Bayona, aunque yo creo que es mejor la de los alemanes.

Porque me gusta el conflicto que plantea y el de la nieve, con todas sus florituras de escenografía y efectos especiales (y espaciales) me da más o menos igual. En la cinta alemana tenemos a una profesora, jovencita, cándida, ingenua, tierna, idealista —todas esas cosas que somos alguna vez en la vida y quien no pues qué pena— que está ante su primer año en el cole con una clase de niños de unos 8-10 años. En el centro, que se nota que es público y multicultural, ha habido unos robos recientes y las pesquisas que se hacen, mira tú por dónde, apuntan a niños de origen árabe.

Pero este no es el tema. La cosa avanza cuando esta profesora decide —esto también es un poco feo— poner una cámara escondida en la sala de profesores, un poco de dinero en el bolsillo de su chaqueta y esperar. Al visionar después lo grabado —y no estoy haciendo ningún spoiler, ya que esto da inicio a la peli— descubre que la que roba es la secretaria del colegio y madre (sin padre, o al menos nunca sale) de un niño solitario, pero muy, muy listo. Solo se ve la camisa, pero es la única persona con esa camisa en todo el colegio que puede pasar, además, a esa sala de profesores.

Y ahora sí que comienza el pastel porque cuando la profesora se lo dice e intenta correr un tupido velo sobre el tema, pero intentando que la otra asuma el robo desde el buen rollo, esta niega que haya sido la autora. Lo niega tres y hasta cuatro veces, más que San Pedro. Lo niega aunque se vea en un vídeo que es la mangante. Lo niega aunque todos los profesores e incluso la directora tengan claro que es ella. Y lo niega tanto y se hace tan fuerte detrás de esa negación (y mentira) que lo que va a empezar es un vía crucis hasta de terror para la cándida profesora con padres, profesores y otros alumnos incluidos. Y ahora ya sí pueden verla y quejarse o no de los sistemas educativos, la autoridad paternal, la tiranía de los niños o lo que deseen (que también de eso va la peli).

placeholder Otro momento de 'Sala de profesores'. (A Contracorriente)
Otro momento de 'Sala de profesores'. (A Contracorriente)

Pero para mí el asunto es otro y es que los hechos contantes y sonantes parece que han perdido toda credibilidad. Todo se puede esconder bajo la alfombra durante un determinado tiempo (y tampoco hace falta que sea muy largo), negarlo y dejar que escampe. De hecho, en otro momento de la película uno de los niños —para mí el gran hándicap es que son más listos que el hambre todos, que parecen catedráticos de Yale— le dice a la profesora que lo que se diga de alguien no va a tener mucho recorrido porque en quince días ya se habrá olvidado. Y tiene más razón que cualquier catedrático de filosofía de la razón práctica.

Todo este comentario parte de una ficción, pero los ejemplos recientes que tenemos al respecto son numerosos. Hemos escuchado negar que fuera a haber ley de amnistía, que se pidiera el indulto a Puigdemont, que se hizo todo lo posible por salvar a ancianos durante el covid, pero luego que no se pudo hacer nada… Donde dije digo, digo Diego y a ver si me vas a decir que es mentira.

Foto: Un grupo de personas hace yoga en la playa. (Reuters/Pilar Olivares)
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Por eso, como la mentira campa a sus anchas en este mundo nuestro digital, veloz y desustanciado, las últimas semanas quizá hemos escuchado más de la cuenta desde ámbitos políticos la palabra "verdad". Lo que para cada uno es su verdad, claro, como se decía de forma muy folclórica en los programas vespertinos de Mediaset hasta que los quitaron. Ahora estamos en esa batallita dialéctica, que es otra insustancialidad más.

El propio presidente del Gobierno salió diciendo esa cosa aristotélica de que "la única verdad es la realidad". Y, ay, si el filósofo irlandés George Berkeley, que también era cura, levantara la cabeza y le hiciera mirar algunos discursos hechos antes del 23-J (otra cosa es que dé completamente igual). A mí me gustaba mucho cuando lo estudié. Fue el que dijo (más o menos) que el mundo no está hecho de cosas sino de impresiones. Y que la base del conocimiento era la percepción, lo que se siente, lo cual es muy zen y muy budista. Y que lo que engañan no son los sentidos, sino la mente. Todo esto se lo leí a Juan Arnau. Y que quién te dice a ti que el vaso que yo estoy viendo ahora mismo delante es el mismo vaso que está viendo usted (el concepto de vaso, vaya). Eso le hubiera venido mucho mejor a nuestro presidente. Berkeley te ponía la cabeza bastante loca.

placeholder El filósofo George Berkeley.
El filósofo George Berkeley.

Y más que nos la va a poner la IA. Todos hemos visto los vídeos recientes de Sora, que ahora son perritos y ríos y cosas bonitas, pero usted ponga ahí personajes públicos (o de alguien que conozca) y piense, qué sé yo, en imágenes pornográficas y dé la orden al programita de turno. O piense en amenazas de guerra. Cualquier cosa primaria. Por mucho menos han comenzado grandes conflictos bélicos. Y tenemos asesores políticos… con todo tipo de escrúpulos (o ninguno). Y entonces a ver qué pasa: ¿barra libre para canallas, mentirosos, escépticos y cínicos?

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La película La sala de profesores llega a tener tintes de cinta de terror. Es muy incómoda en algunos momentos. Todo el mundo cree lo que quiere creer, mientras que la profesora, idealista y con un talante humanista (como era Berkeley) solo puede pensar en lo que vio con sus propios ojos (y vieron todos los demás). Qué diferente hubiera sido todo si la secretaria hubiera admitido el robo, si hubiera admitido los hechos reales, y aquí paz y después gloria. Y eso que el vídeo no estaba hecho con IA.

La candidez es tierna, pero la ternura no es sexy, como escuché una vez. Y eso casa mal con estos tiempos amazónicos de rompe y rasga, ponerse el mundo por montera y decir y hacer lo que a uno le dé la gana, que eso sí debe de poner. Pienso eso tras ver la película alemana La sala de profesores, que también está nominada al Oscar como mejor película extranjera. Como la de Bayona, aunque yo creo que es mejor la de los alemanes.

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