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Después de 40 años, solo queda una verdad, y es que 'bitch, she is Madonna'
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Después de 40 años, solo queda una verdad, y es que 'bitch, she is Madonna'

Nunca nadie ha trabajado tanto por un sueño. Nadie ha sido más vibrante, ni mas incansable, más eufórica y fuerte, escandalosa, controvertida, erótica, más Nueva York que Madonna

Foto: Madonna, durante una actuación de 'The Celebration Tour'.
Madonna, durante una actuación de 'The Celebration Tour'.

He conseguido atravesar el desierto. De alguna manera, lo he logrado. No sabía lo perdida que estaba hasta que la encontré. Estaba vencida, incompleta, me habían engañado, estaba triste, tan triste… pero ella me hizo sentir. Sí, me hizo sentir brillante y nueva. ¡LIKE A VIRGIN, como si viera un concierto por primera vez!

Vivimos un momento en el que de lo femenino aún se premia, por delante de todo, la juventud, lo inmediato, lo casi infantil y naíf, lo subversivo, pero siempre dentro de los cánones, y siguiendo unas pautas, no sea que alguien se pueda incomodar; y envejecer es un pecado. Sin ir más lejos, la película más taquillera de este año es Barbie, con su twist reivindicativo, pero siempre de rosa. Por eso, ver a una mujer que no se ha conformado con que le pusieran una etiqueta de caducidad, y ha hecho siempre lo que ha querido sin buscar agradar a todo el mundo, resulta tan empoderante, fresco y una enorme diferencia para la concepción que se puede tener de las artistas femeninas dentro de la industria. Madonna, a sus 65 años —edad en la que a muchos nos gustaría jubilarnos—, ha decidido celebrar encima de los escenarios, y por todo lo alto, sus cuatro décadas de indiscutible reinado en la corte del pop.

Y tú dirás, ¿cómo hemos llegado hasta aquí? ¿No querrá esta mujer quedarse ya tranquilita en casa con su fortuna y la tranquilidad de haber hecho historia más veces de las que un ser humano puede imaginar? Pues bien, a principios de año, Madonna se sentó a la mesa junto a personajes como Judd Apatow, Jack Black, Lil Wayne, Diplo, Kate Berlant, Larry Owens, Meg Stalter, Eric André, Amy Schumer o Bob The Drag Queen, y jugando a verdad o reto le pidió a Schumer que le enseñara cómo le comía el culo a su marido con un panecillo. La cómica no se atrevió, pero después de que Madonna le diera un morreo a Jack Black y la cosa subiera de tono, porque al final si hay algo que le gusta es el sexo, la irreverencia y una buena fiesta, lo que sí que se atrevió fua a retar a la reina del pop a hacer una gira mundial en la que repasara hits de todas sus décadas. Y como el diablo trabaja duro, pero Madonna aún más, anunció su decimotercera gira, que contaría con 78 conciertos a lo largo de 15 países: The Celebration Tour.

Después de retrasar su inicio de julio a octubre, debido a una infección que la mandó a la UCI durante unos meses, el pasado 14 de octubre dio el disparo de salida en Londres, dejando a todos los presentes boquiabiertos. En España la recibimos el 1 y 2 de noviembre en el Palau Sant Jordi con el cartel de entradas agotadas para ambas fechas. Y no es para menos, porque lo que ha hecho vibrar la estadounidense ese recinto, pocos lo han conseguido.

Foto: Madonna y Millán Salcedo en 1992. (RTVE)

Pero empecemos por el principio. Si alguien tiene que abrir en esta ciudad es Arca. No había dudas. Madonna solo se rodea de las mejores, y nadie lo hace como la venezolana con residencia estable en la Ciudad Condal. Un poquito de probar todos los focos habidos y por haber —supongo que si vas con el escenario más grande de tu carrera, 409 metros de superficie entre pasarelas, plataformas y espacio principal—, no te la quieres jugar mientras que suena un set de música club marca blanca. Y con una hora y veinte de retraso, y su público tenso después de silvarla y hacer luces con los móviles, porque no son horas y esta gente se querrá ir a dormir, Bob The Drag Queen dio la salida al show vestida como la mismísima Marie Antoinette. “Every section is the gay section”. El año es 1979, y estamos en la mejor ciudad del mundo. Madonna acababa de llegar con 19 años a Nueva York, la mejor ciudad del mundo, con solo 35 dolares en el bolsillo. A partir de aquí, viene un repaso de cómo Madonna nos ha enseñado how to fuck durante 40 años. Esto no es un concierto, esto es una fiesta.

Ascendiendo de una plataforma, con una aureola plateada, como si de una virgen se tratara, aparece Madonna cantando una versión club de "Nothing Really Matters". El show está en marcha. Con un coro de bailarines, aparece con su segundo look, inspirado en sus inicios en los ochenta, con el que como puede lleva un compresor en su pierna derecha, que claramente no va a impedir que se mueva durante todo el concierto. Mucha cadena, mucha luz, EVERYBODY, muévanse, esto es Nueva York. Mientras se despliegan pantallas laterales verticales, encabeza una parade con "Into The Groove". Desde todos los ángulos, se la puede ver con claridad. ¡WHASSAAAAP BARCELONA! Se zumba una cerveza y nos da la bienvenida a su historia, al show de su vida. “Esta soy yo —señalando a una chica maniquí del escenario—, esta es mi pasado. Lo llevo siempre conmigo. (…) Debemos perdonarnos y vivir con ello, lo bueno, lo malo, lo feo y lo bonito”. Madonna es el triunfo del sueño neoyorquino. Su primer concierto en el CBGB, y ahora estamos ahí con ella. Sola en el escenario y aporreando su guitarra, como toda estrellita del rock desearía, empieza a tocar "Burning Up".

Foto: Madonna se recupera poco a poco. (Instagram/@madonna)

Mientras introduce la idea de un peep show, canta "Open Your Heart," haciendo lo que mejor se le da, de la erótica a las emociones. Cada canción lleva un despliegue de pantallas diferente. Un lugar diferente de la ciudad, una noche distinta, un capítulo de Sex And The City completamente nuevo pero make it punk. Los ritmos funk de "Holiday" empapan el escenario mientras desciendo una gigantesca bola de discoteca. Todo es celebración, que al final de la canción recrea la muerte de uno de los club kids que la acompañan. Lo bueno y lo malo de su historia, ¿recordáis? No podía seguir de otra manera que con "Live To Tell" ascendiendo por los aires entre el público. En las pantallas, imágenes de aquellos que murieron por culpa del sida en esa época. Y con la piel de gallina llegamos a la iglesia. Una iglesia con hombres de torsos desnudos, y máscaras de latex girando en un carrusel. De golpe suena "Unholly", de Sam Smith. La vida realmente es un misterio. Cuando empieza a entonar "Like a Prayer", consigue que todo el mundo se levante de sus asientos, que canten como si se rezara a una autentica santa de la lujuria.

La segunda parte del show da inicio con un interludio en rojo entre "Act of Living For Love" y "The 90’s". De golpe, el escenario es un ring con boxeadores de guantes brillantes. Con un nuevo look, su icónico peinado de Marilyn Monroe, sigue con "Erotica". Su pasado, apareciendo con el histórico corsé de pechos triangulares y ella en camisón corto, descansa unos instantes en una cama de terciopelo. Justo a tiempo para que, mientras suena un remix distorsionado de "Justify My Love", se adentre en la simulación de una orgía. La manera en la que posee su propia sexualidad a los 65 es no solo admirable, sino algo a lo que todos deberíamos aspirar. She give us fever. Y como el patio ya está cachondo como poco, toca llamar a la que podría ser su heredera en lo que a sexualidad explicita en la música se trata. En las pantallas, Tokischa para hacer el remix de "Hung Up On Tokischa". Madonna consiguiendo durante 18 años que no sepamos si en las fiestas está a punto de sonar Abba o tremendo temazo disco. Era de esperar que esta fuera coreada por todo el Sant Jordi. Evidentemente, sus movimientos no son los mismos que hace casi dos décadas en un local de ensayo. Pero aquí no hemos venido a ver una búsqueda fallida de eterna juventud, hemos venido a ver a una mujer que después de tantos años, con experiencia y sin complejos, sigue disfrutando de su sensualidad y de la libre expresión del sexo sin que importen edad, genero o etnia.

En el escenario, un piano de cola negro, y a su teclado, su hija Mercy, para acompañarla con "Bad Girl". Supongo que 2023 es el año de traer a tu hija al escenario. Y como aquí cabemos todas, Estere, su hija pequeña, es la encargada de montar su propio ballroom y dar entrada a "Vogue". Su tercer look sirvió. No hay margen para la mediocridad. En las pantallas, un repaso por los altos y bajos de la cultura ball de Nueva York. Si hubiera querido, podría ser madre de la casa más importante del mundo. En vivo, un autentico runway, en la que no faltó su hija pequeña Estere, puntuando junto a Arca.

placeholder Madonna, en 'The Celebration Tour'.
Madonna, en 'The Celebration Tour'.

Llamas, fuego y de golpe se incendia la parte principal del escenario mientras se recita "The Beast in You" y vemos una recreación propia de una obra de teatro del Medio Oriente. Un poco desconcertante si no tienes presente toda la historia de Madonna. Por suerte, llegó el turno de reabrir el club con "Die Another Day" y un aquelarre con sombreros de cowboy negros se apoderó de toda la pista. Los gritos cuando empieza a sonar la guitarra de "Don’t Tell Me" son ensordecedores. Al final hay algo mid-west en todos nosotros, si no que se lo pregunten a Ken y su obsesión por los caballos. “I wanna sing a song about mothers”. Y con esa tonalidad aún del desierto de USA, interpretó "Mother & Father". Porque al final se puede ser master de la erótica, y no te hace renunciar a tu figura de madre, ni de hija ni al amor por ellas.

Otro sorbito de cerveza, porque ella lo puede ser todo, con todas sus capas, y durante unos minutos hizo un discurso sobre inclusión radical, hospitalidad radical y amar a tu vecino como a ti mismo, como únicas herramientas para cambiar el mundo. Con solo una guitarra, dedicó "I Will Survive" a todos aquellos que alguna vez hayan sufrido por ser distintos. Lo sumamente emocional que logró hacer la canción que tu tío baila borracho en las fiestas de pueblo fue aplastante. Poco a poco, todo el Palau se iluminó con las linternas de los móviles. Todo encadenado con "La Isla Bonita" y "Don’t Cry for Me Argentina".

Foto: Madonna, en una imagen de 2016. (Reuters/Neil Hall)

Ahora sí, nos adentramos en la última parte del concierto después de prácticamente dos hora de show y un repaso visual por las pantallas a toda su historia a través de titulares y declaraciones. ¿A ti te queda aire? Pues por suerte a ella sí. La traca final empezó con "Bedtime Story", donde ella parecía un alien sacado del Renassience Tour encima de un cubo en medio de la pista. Le siguió una versión club 2023 de "Ray of Light", un all time favorite de cualquier fan, mientras ella sobrevolaba en una cabina el público, y "Rain". Momento en el cual realmente el público pudo respirar, porque, claro, Madonna quizás esté entrenada para aguantar todo este despliegue, pero la edad de muchos fans ya no da para tanto. Cuando la fiesta estaba llegando a su final, sacó la artillería pesada haciendo un duelo de sombras entre la figura de Michael Jackson con "Billie Jean" y "Like A Virgin", iconos de ayer, hoy y siempre. Y cerró de la única manera que podía, con todas las Madonnas encima del escenario. Cada bailarín vestido de una rea. En la pantalla acompañando, Nicki Minaj, “Bitch I’m Madonna” después de todo, esa es la única verdad que queda. L-U-V MADONNA.

Nunca nadie ha trabajado tanto por un sueño. Nadie ha sido más vibrante, ni mas incansable, más eufórica y fuerte, escandalosa, controvertida, erótica, más Nueva York que Madonna. Reina de lo disco, lo club, lo ballroom, del mid-west, hasta la Gran Manzana y volver. Y si esto es una despedida, cuando alguien pregunte who’s that girl?, sin ningún tipo de dudas, después de ver un ejercicio magistral tanto a nivel audiovisual como narrativo, todos respondemos: bitch, she is Madonna.

He conseguido atravesar el desierto. De alguna manera, lo he logrado. No sabía lo perdida que estaba hasta que la encontré. Estaba vencida, incompleta, me habían engañado, estaba triste, tan triste… pero ella me hizo sentir. Sí, me hizo sentir brillante y nueva. ¡LIKE A VIRGIN, como si viera un concierto por primera vez!

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