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Tiembla, María Antonieta: la curiosa historia de la guillotina
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TE DEJARÁ EL CABELLO BLANCO

Tiembla, María Antonieta: la curiosa historia de la guillotina

Repasamos algunos hitos históricos y curiosidades de este particular método de ejecución que en sus inicios no nació en Francia, sino en su vecina Inglaterra

Foto: Ejecución de Luis XVI durante la Revolución Francesa. (iStock)
Ejecución de Luis XVI durante la Revolución Francesa. (iStock)

"En solo una noche, su pelo quedó tan blanco como el de una mujer de setenta años". Así contaba Henriette Campan, dama de honor de la célebre María Antonieta, este curioso fenómeno que acabó pasando a la cultura popular como símbolo de ese terror a ser decapitado. En su noche postrera, a la archiduquesa de Austria y reina consorte de Francia y de Navarra se le quedó el cabello completamente blanco a la espera de un destino fatal que le aguardaba y por el que perdería literalmente la cabeza.

A tal punto llegaron las condenas por decapitación que la guillotina ha pasado a ser un símbolo del período histórico de la Revolución Francesa, motivo por el cual lo asociamos a la realeza. En aquellos convulsos años, el poder popular francés se cobró su venganza contra una monarquía que había perdido su legitimación para seguir reinando en el país. Pero al lector le parecerá curioso saber que este curioso método de ejecución no es cosa del pasado cercano, ni mucho menos, en épocas en las que todavía no había democracias y reyes absolutistas en Occidente.

Foto: Fuente: iStock / Elaboración propia.

La última decapitación por guillotina ocurrió la madrugada del 10 de septiembre de 1977 en Marsella. "La noche en la que estaba previsto que se efectuara la sentencia, yo no pude dormir... solo pensaba en que se iba a asesinar a una persona", recordaba en un antiguo artículo de la 'BBC' Nicole Pollak, hija del abogado que estuvo a cargo de la defensa de Hamida Djandoubi, condenado a muerte después de ser declarado culpable de tortura y asesinato. Allí donde nació esta sangrienta práctica, allí murió: la pena de muerte se abolió cuatro años después en Francia, con el gobierno de François Mitterand, y con ella también la guillotina quedó en desuso.

Los pensamientos de Guillotin se afanaban en encontrar un artefacto "cuyo mecanismo cortaría la cabeza en un abrir y cerrar de ojos"

Antes de pasar a recorrer algunos de los hitos históricos de este mecanismo de ejecución, cabe preguntarse por su propia naturaleza. ¿Cómo imaginaríamos el proceso de ser decapitado? ¿Qué se sentiría? ¿Doloroso o indoloro? Estos serían los funestos pensamientos que recorrerían la mente de la ilustre monarca francesa aquella noche en la que su cabello se volvió blanco a causa del terror. Precisamente la guillotina destacaba por ser una fórmula rápida y fácil de acabar con la vida de alguien, y por eso mismo, tenía un sesgo de clase social.

Como señala un interesante artículo de la revista 'National Geographic', los aristócratas estaban exentos de la tortura o el maltrato físico o psíquico, estando estos reservados solo para los reos comunes, ya fuera por pura crueldad o para sonsacar información. A la plebe se le reservaban métodos brutales como la horca, el descuartizamiento o la hoguera (pensemos en Juana de Arco). En cambio, la guillotina estaba visto como una forma de decapitación rápida y aparentemente indolora. Lo que no faltaba en ambas formas de ejecución era el aspecto social: el escarnio en la plaza pública, a ojos de todos.

Cualquier terrateniente que capturara a un ladrón, podía hacer uso de ella. Esta ley siguió vigente durante siglos, sobre todo en Yorkshire

Entonces, llegó la Ilustración para poner un poco de orden, igualdad y compasión (aunque no mucha). Con la publicación de obras como el 'Tratado de la tolerancia' de Voltaire (1763) o 'De los delitos y las penas', de Cesare Beccaria (1764), se empezó a reflexionar sobre la creación de un código penal acorde al derecho natural y que, como tal, fuera igual para todo el mundo. "Los delitos del mismo género se castigarán con el mismo género de pena, sean cuales sean el rango o condición del culpable", afirmó un tal Joseph Ignace Guillotin (¡vaya!) un 10 de octubre de 1789 para establecer esa igualdad a la hora de ajusticiar a los reos.

Evidentemente, no todas las decapitaciones eran iguales. Cuando pensamos en ellas nos viene a la cabeza la guillotina, método que como decíamos era rápido y (casi) indoloro. Pero si te condenaban a perder la cabeza estabas en manos de la habilidad con el sable, hacha o espada del verdugo. ¿Y si no atinaba a la primera? Una muerte lenta y dolorosa por decapitación era casi segura. Y como había mucha gente a la que matar (nótese la ironía), los pensamientos de Guillotin se afanaban en encontrar un artefacto "cuyo mecanismo cortaría la cabeza en un abrir y cerrar de ojos", nunca mejor dicho.

El Halifax Gibbet

Guillotin, como buen científico, tuvo que hacer un trabajo de campo para dar con dicha herramienta de ajusticiamiento. Por ello, miró en los archivos del pasado y encontró algunas pistas de cómo debería ser aquel artilugio capaz de dar muerte en apenas unos segundos y con la rapidez y solvencia digna del mejor verdugo. Seguramente recaló en una pequeña ciudad inglesa llamada Halifax, localizada en el condado de Yorkshire, donde había un instrumento de tortura que servía para arrancar la cabeza a delincuentes.

placeholder Réplica del Halifax Gibbet en la iglesia católica de St. Mary, allí donde ajusticiaban a los ladrones de Halifax. (Wikipedia)
Réplica del Halifax Gibbet en la iglesia católica de St. Mary, allí donde ajusticiaban a los ladrones de Halifax. (Wikipedia)

Este era el Halifax Gibbet, una estructura de madera con una hoja afilada en la parte superior y sostenida por una cuerda. El prisionero condenado tan solo debía colocarse debajo de la cuchilla colgante y el verdugo cortar la cuerda para que la cuchilla cayera sobre el cuello del prisionero, como explica un artículo de 'Destino Infinito'. Por tanto, podemos concluir que la guillotina no fue ni mucho menos de origen francés, sino que venía importada de su vecina Inglaterra.

Lo más curioso es que las condenas a muerte no se administraban desde la corte, sino a título personal. Cualquier terrateniente que capturara a un ladrón, podía hacer uso de ella. Esta ley siguió vigente durante siglos, sobre todo en Yorkshire, donde se calcula que había hasta 94 máquinas de ejecución de propiedad privada. Además, el procedimiento antes de darle la pena capital era bastante cruento. Al ladrón se le exhibía en la plaza mayor del pueblo con cadenas para que todos los ciudadanos le aporrearan, junto al material robado. El día de la ejecución, el condenado era trasladado hasta donde estaba el Halifax Gibbet.

¿Y los verdugos?

Más allá de la historia del instrumento, también cabe reparar en detalles de sus protagonistas. El ejecutado siempre es uno y nunca más se repite por motivos obvios. Pero... ¿Qué hay del verdugo? Y más intrigante aún, ¿a qué se debe que llevara una especie de máscara o pasamontañas como lo ilustran las películas medievales? Lo curioso es que, a pesar de que las decapitaciones tenían un componente de escarnio público, el encargado de llevarlas a cabo era vilipendiado socialmente.

Foto: Página de una de las copias de la Biblia de Gutenberg. Fuente: iStock.

En Francia les obligaban a vivir apartados de la sociedad, incluso se esperaba de ellos que sus hijos solo se llevaran con los hijos de otros verdugos para que más tarde ellos recogieran el testigo de su padre, como cuenta otro artículo de 'Mental Floss'. En Escandinavia, por otro lado, el tratamiento que se les daba a los verdugos era mucho peor: mutilaban las orejas de estos asesinos profesionales o marcaban su rostro para que así no se pudiera borrar la seña de identidad de su trabajo: dar la muerte. Para que luego digan que tu empleo no te define como persona.

"En solo una noche, su pelo quedó tan blanco como el de una mujer de setenta años". Así contaba Henriette Campan, dama de honor de la célebre María Antonieta, este curioso fenómeno que acabó pasando a la cultura popular como símbolo de ese terror a ser decapitado. En su noche postrera, a la archiduquesa de Austria y reina consorte de Francia y de Navarra se le quedó el cabello completamente blanco a la espera de un destino fatal que le aguardaba y por el que perdería literalmente la cabeza.

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