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Isabel Coixet: "Las microagresiones cotidianas son las que nos minan como humanos"
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71.ª EDICIÓN DEL FESTIVAL DE SAN SEBASTIÁN

Isabel Coixet: "Las microagresiones cotidianas son las que nos minan como humanos"

Isabel Coixet compite por la Concha de Oro con 'Un amor', la adaptación de la aplaudidísima novela de Sara Mesa

Foto: Isabel Coixet dirige 'Un amor', la adaptación de la novela de Sara Mesa. (EFE/Marta Pérez)
Isabel Coixet dirige 'Un amor', la adaptación de la novela de Sara Mesa. (EFE/Marta Pérez)

Fue hace 34 años cuando Isabel Coixet estrenó su primera película, Demasiado viejo para morir joven, en la sección New Directors del Festival de San Sebastián. Tres décadas después vuelve a competir, esta vez en Sección Oficial, con la adaptación de la novela Un amor, de Sara Mesa, publicada en 2020 y elegida por varias publicaciones como la mejor novela de aquel año. Coixet, trabajadora estajanovista, no pasa un año sin proyecto: programas en la radio, documentales —el año pasado El techo amarillo pasó también por San Sebastián, pero fuera de concurso, y estuvo nominado al Goya—, series de televisión, largometrajes, cortometrajes... Coixet es, probablemente, la directora española con más proyección internacional: ha pasado por casi todos los grandes festivales —su Mapa de los sonidos de Tokio (2009) compitió por la Palma de Oro en Cannes—, ha dirigido repartos internacionales —desde Juliette Binoche hasta Tim Robbins— y ha rodado en desde las bulliciosas calles de la capital de Japón hasta las estepas nevadas de Noruega.

Y ha sido este martes cuando la catalana ha presentado Un amor en la 71.ª edición del Festival de San Sebastián. Protagonizada por Laia Costa y Hovik Keuchkerian, Un amor nos traslada a La Espera, un pequeño pueblo a las faldas de la montaña riojana. Hasta allí llega Nat (Costa) huyendo de un doloroso pasado como traductora de refugiados. Sin apenas dinero, Nat alquila una casona vieja y destartalada, con un casero siniestro (Luis Bermejo) y un perro con problemas afectivos. Nat se convierte entonces en la nueva atracción para los hombres de la zona: un vidriero inaccesible al desaliento (Hugo Silva), una familia de capitalinos que pasa los fines de semana en el pueblo (Ingrid García-Jonsson y Francesco Carril) y un misterioso hortelano al que apodan El Alemán (Keuchkerian). Coixet se vuelve a postular para ganar el Goya. Y ya van seis.

PREGUNTA. Vuelves a competir en San Sebastián tres décadas después de tu primera película...

RESPUESTA. Tengo siempre la sensación de volver a la casilla número uno, de estar empezando de nuevo, lo que tiene su parte fresca, pero a la vez es un poco… ¿de verdad? El año pasado estuve fuera de concurso con El techo amarillo y, de alguna manera, siempre he estado vinculada al festival, como jurado o apadrinando muchas pelis que han pasado por aquí.

P. No has estrenado todavía Un amor y ya se han anunciado varias películas tuyas en proyecto. ¿No te causa ansiedad?

R.Todas esas cosas de ImdB al final son todo proyectos que… el de Patricia Clarkson ya te digo que no se va a hacer; el de Edgar Ramírez lo dudo mucho. Happy people read and drink coffee tampoco. Son cosas que me ofrecieron, pero a las que yo no he dicho que sí. A algunas he dicho que no. Lo de Elena Ferrante es un proyecto que llevamos moviendo bastante tiempo con una productora italiana, con Penélope Cruz. ¿Se hará o no se hará? Estamos en ello. El de Agnès Martin-Lugand me han mandado el proyecto, pero no me he leído ni el libro. Son cosas que se publican, pero que nadie te llama para chequearlo.

placeholder La localidad riojana de Nalda acogió el rodaje de 'Un amor'. (EFE/Raquel Manzanares)
La localidad riojana de Nalda acogió el rodaje de 'Un amor'. (EFE/Raquel Manzanares)

P. Pero no hay año que no tengas un estreno, ya sea largo, corto o serie...

R. Una cosa buena es que me siguen ofreciendo muchísimas películas. Tengo un agente en Los Ángeles y otro en Francia. Pero de que te ofrezcan a que tú lo leas, lo evalúes, te enamore o no te enamore nada hay un camino. A mí me gusta hacer cosas. Me lo paso bien haciendo el programa de Radio 3 y, sobre todo, tengo una cosa tremenda que es la enfermedad del cine. A mí me gusta mucho rodar. Yo en un rodaje me siento muy bien. Luego todo lo que hay alrededor —la prefase: la financiación; la posfase:la venta— me horroriza. Pero rodando me lo paso muy bien. Pienso que la vida tiene sentido en un rodaje.

P. Has hecho drama, has hecho cine de aventuras, cine de época, hasta terror. Hoy que se tiende a encasillar a directores en uno u otro género, tú has tocado todas las teclas posibles. ¿Necesitas el riesgo de la novedad?

R. Yo busco algo muy sencillo: explicar el mundo. Explicármelo. La verdad es que mi vida está ordenada de una manera en la que los retos salen. Claro, muchas veces hay piscinas en las que me meto porque me parecen un reto. Y luego la piscina está vacía. Me gusta esa aventura. Huyo de las etiquetas. Yo creo que tenía cinco años y ya me jodía que en la bata del colegio pusiese mi nombre, porque además la etiqueta me rozaba en el cuello. Soy alérgica a las etiquetas y a ciertas palabras. Cuando alguien habla de la narrativa o de la agenda, ya quiero vomitar.

Muchas veces hay piscinas en las que me meto porque me parecen un reto. Y luego la piscina está vacía

P. ¿Qué es lo que te atrajo de Un amor tanto como para querer adaptar la novela?

R. Soy una fan absoluta de Sara Mesa. Me gusta lo que escribe, sus temas y me gusta mucho su tono, me gusta mucho su estilo. He leído todas sus novelas con avidez, y recuerdo que Un amor me la leí en una tarde y fue como un puñetazo, de esos como los que te dan los masajistas de shiatsu, que te dan un golpe en el esternón y te quedas bloqueada. Y luego lo volví a leer. Yo no leo las novelas buscando ideas para películas, pero en la segunda lectura empecé a ver la película, empecé a ver las peñas estas en Los Mayos en La Rioja. En la novela ella habla del monte El Glauco, pero yo veía las peñas estas que me habían impresionado bastante. Veía a Laia Costa. Le pasé el libro cuando ella estaba embarazada —quizás no era el momento para leer este libro—, y, aunque la descripción del libro no coincidía con Hovik, vi a Hovik. Lo había visto en la serie de Sorogoyen y me había gustado mucho.

Yo siento que he sido Nat. Que a veces sigo siendo Nat. Esa cosa de outsider que tiene la protagonista. Las cosas que le han pasado a Nat a mí me han pasado en una ciudad. Evidentemente, en un pueblo todo está a flor de piel. Por ejemplo, yo creo que Laia no tiene ni un átomo de Nat, pero también estaba segura de que sabría conseguirlo. Quizá la película mía que más se parece a Un amor sería La vida escrita de las palabras. Porque se habla de lo que esconde lo que decimos y lo que esconde lo que no decimos, que también está muy en la literatura de Sara. Hay un momento en la novela que la protagonista le dice al personaje de Andreas la cosa más imbécil que una mujer le puede decir a un hombre, que es "¿Tú en qué piensas cuando me follas?". Cuando lo dice, en ese mismo momento, sabe que está diciendo una estupidez. Y que la respuesta va a ser dolorosa. Ese es el valor y el peso de las palabras. Y lo que yo creo que le sorprende de Andreas es, justamente, su forma de hablar lineal, clara. Sin dobleces, sin matices, no hay posibilidad al equívoco, eso justamente es lo que le atrae. Para mí el mal es Peter (Hugo Silva), y para mí el mal es el hombre que tiene una mujer con alzhéimer que parece bueno, que la cuida, que la anima, pero que luego le dice a Nat: "Mejor que no te vean con nosotros. Y no es contra ti". A mí esto me lo han dicho, literalmente. Evidentemente, los grandes abusos que ocurren en el mundo a cada segundo, a cada momento y en cada rincón son horribles. Pero esas microagresiones cotidianas son las que nos minan como seres humanos.

placeholder Laia Costa y Hovik Keuchkerian en 'Un amor'. (BTEAM)
Laia Costa y Hovik Keuchkerian en 'Un amor'. (BTEAM)

P. Repites con Laia Costa, que además viene de ganar el Goya a Mejor actriz por Cinco lobitos...

R. A Laia es que la quiero. La conocí hace años cuando estrenó Victoria en el Festival de Berlín. Me tomé una cola con ella y me pareció una caña, me pareció una tipa inteligente con muchas inquietudes, con mucha curiosidad y con muy poca vanidad, lo cual es muy refrescante y muy práctico a la hora de trabajar. Cuando trabajé con ella en Foodie Lover nos lo pasamos muy bien. Y los directores somos muy vagos: cuando ya sabemos que algo va a funcionar, repetimos. Me parece una actriz enorme, me parece que siempre hace las preguntas adecuadas.

P. Hay una escena en particular muy sexual y muy complicada...

R. Ahora se habla mucho de los coach de intimidad. Yo les ofrecí que hubiese en las escenas sexuales, que son muy importantes en la película. Para hacerlas hay que tener primero conversaciones de adultos, conversaciones sobre la especificidad de lo que vamos a hacer, qué es lo que va a grabar la cámara, qué es lo que necesitamos para la trama. Y los actores tienen que preguntar sin tapujos. Tienen que sentirse en confianza para poder decir lo que quieren y lo que no quieren hacer.

Fue hace 34 años cuando Isabel Coixet estrenó su primera película, Demasiado viejo para morir joven, en la sección New Directors del Festival de San Sebastián. Tres décadas después vuelve a competir, esta vez en Sección Oficial, con la adaptación de la novela Un amor, de Sara Mesa, publicada en 2020 y elegida por varias publicaciones como la mejor novela de aquel año. Coixet, trabajadora estajanovista, no pasa un año sin proyecto: programas en la radio, documentales —el año pasado El techo amarillo pasó también por San Sebastián, pero fuera de concurso, y estuvo nominado al Goya—, series de televisión, largometrajes, cortometrajes... Coixet es, probablemente, la directora española con más proyección internacional: ha pasado por casi todos los grandes festivales —su Mapa de los sonidos de Tokio (2009) compitió por la Palma de Oro en Cannes—, ha dirigido repartos internacionales —desde Juliette Binoche hasta Tim Robbins— y ha rodado en desde las bulliciosas calles de la capital de Japón hasta las estepas nevadas de Noruega.

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