Es noticia
De padre preocupado a experto preocupado
  1. Cultura
PREPUBLICACIÓN

De padre preocupado a experto preocupado

El investigador en Estudios Económicos Richard V. Reeves publica 'Hombres' (Deusto), un ensayo que aborda una pregunta urgente: ¿cómo tiene que ser un hombre hoy?

Foto: Dos albañiles en una obra en Valladolid (EFE)
Dos albañiles en una obra en Valladolid (EFE)

Llevo veinticinco años preocupándome por los niños y los hombres. Gajes del oficio si tienes tres hijos varones, hoy ya hombres adultos. George, Bryce, Cameron: os quiero con locura. Por eso, incluso ahora, sigo preocupándome a veces por vosotros. Mi inquietud, no obstante, ha invadido la parcela de mi trabajo diario como investigador en la Institución Brookings, que consiste principalmente en velar por la igualdad de oportunidades o comprobar la falta de éstas. Hasta la fecha, he prestado más atención a las divisiones por clase social y raza. Pero ahora me preocupan cada vez más las brechas de género, y quizá no en el sentido que cabría esperar. He llegado a la conclusión de que cada vez hay más niños y hombres con dificultades en la escuela, en el trabajo y en la familia. Antes me preocupaba por tres muchachos. Ahora me preocupan millones.

Aun así, me ha costado escribir este libro. Han sido tantos los que me lo han desaconsejado que ya he perdido la cuenta. En el actual clima político, poner de relieve los problemas de los niños y los hombres se considera una empresa peligrosa. Un amigo, columnista de un periódico, me dijo: "Si lo puedo evitar, jamás trato este tipo de temas. Todo es muy doloroso". Hay quien sostiene que se trata de una mera distracción de los retos a los que todavía se enfrentan las niñas y las mujeres. No lo veo así. Como defensor de la igualdad de género, pienso mucho en cómo cerrar la brecha salarial entre mujeres y hombres. (Por cada 100 dólares que ganan los hombres, las mujeres obtienen 82.) Como se verá más adelante, creo que las soluciones pasan por una distribución más equitativa del cuidado de los hijos, acompañada de una generosa baja remunerada, tanto para las madres como para los padres. Sin embargo, también me preocupa la disparidad existente respecto de la obtención de títulos universitarios en el sentido contrario, que no es sino un síntoma más de la enorme y creciente brecha de género que existe en la educación. (Por cada 100 licenciaturas otorgadas a mujeres, los hombres obtienen 74.)

placeholder Hombres, de Richard Reeves
Hombres, de Richard Reeves

A este respecto, propongo una reforma sencilla pero radical: que los chicos empiecen a ir a la escuela un año más tarde que las chicas. Dicho de otro modo, rediseñar los puestos de trabajo para que sean más justos con las mujeres y reformar las escuelas para que sean más justas con los chicos.

Creo que podemos mantener estos dos pensamientos al mismo tiempo: podemos ser fervientes defensores de los derechos de la mujer y, a la vez, compasivos con los niños y hombres vulnerables.

Ciertamente, no soy el primero en escribir sobre niños y hombres. Sigo los pasos de Hannah Rosin (The end of men), Andrew Yarrow (Man out), Kay Hymowitz (Manning up), Philip Zimbardo y Nikita Coulombe (Man, interrupted), y Warren Farrell y John Gray (The boy crisis), entre otros. Entonces, ¿por qué escribir este libro, y por qué ahora? Ojalá pudiera decir que hay un único y sencillo motivo. Las razones que me han llevado a escribir este libro son seis.

Propongo una reforma sencilla pero radical: que los chicos empiecen a ir a la escuela un año más tarde que las chicas

Primera: las cosas están peor de lo que pensaba. Había leído algunos titulares sobre chicos con dificultades en la escuela y en el campus, sobre hombres que pierden terreno en el mercado laboral y padres que pierden el contacto con sus hijos. Llegué a pensar que tal vez algunos de ellos eran exagerados. Pero cuanto más profundizaba en el tema, más sombrío se volvía el panorama. La diferencia entre hombres y mujeres en la concesión de títulos universitarios es hoy mayor que a principios de la década de 1970, pero en sentido contrario. Los salarios de la mayoría de los hombres son hoy más bajos que en 1979, mientras que los de las mujeres han aumentado de forma generalizada. Uno de cada cinco padres no vive con sus hijos. Los hombres presentan dos de cada tres "muertes por desesperación", ya sea por suicidio o por sobredosis.

Segunda: los niños y hombres que presentan más dificultades son los que se encuentran en los extremos causados por otras desigualdades, sobre todo la clase social y la raza. Los niños y hombres que más me preocupan son los que están en la parte más baja de la escala económica y social. La mayoría de los hombres no forman parte de la élite, y son menos aún los niños destinados a hacerse un hueco en ella. En 1979, los ingresos semanales del hombre medio estadounidense que había completado su educación con un diploma de secundaria eran, en dólares de hoy, de 1.017 dólares. Ahora cobran un 14 por ciento menos, 881 dólares. La revista The Economist lo expresa del siguiente modo: "El hecho de que los peldaños más altos estén copados por pies masculinos es un escaso consuelo para los hombres de abajo". Los hombres de arriba siguen prosperando, pero los hombres en general no. Sobre todo si son negros. "Ser hombre, pobre y afroamericano [...] es enfrentarse a diario a un racismo profundamente arraigado que existe en todas las instituciones sociales", escribe mi colega Camille Busette. Los hombres negros no sólo se enfrentan al racismo institucional, sino también al racismo de género, además de a la discriminación en el mercado laboral y en el sistema de justicia penal.

placeholder Cadena de montaje de SEAT en Martorell REUTERS/Albert Gea
Cadena de montaje de SEAT en Martorell REUTERS/Albert Gea

Tercera: he advertido claramente que los problemas de los niños y los hombres, más que de naturaleza individual, son estructurales, pero rara vez se tratan como tales. El problema con los hombres se suele enmarcar como un problema de los hombres. Es a los individuos a los que hay que arreglar, a un hombre o un niño cada vez. Este enfoque individualista es erróneo. Los chicos se están quedando rezagados en la escuela y en la universidad porque el sistema educativo está estructurado de un modo tal que los coloca en desventaja. Los hombres tienen dificultades en el mercado laboral porque la economía se aleja de los empleos tradicionalmente masculinos. Y los padres están desplazados porque el papel cultural de proveedor familiar se ha vaciado de contenido. El malestar masculino no es el resultado de un colapso psicológico masivo, sino de profundos desafíos estructurales.

"Cuanto más pienso en lo que los hombres han perdido, un papel útil en la vida pública, una forma de ganarse la vida digna y fiable, el aprecio en el hogar, un trato respetuoso en la cultura —escribe la autora feminista Susan Faludi en su libro de 1999 Stiffed—, más me parece que los hombres de finales del siglo XX están cayendo en un estatus extrañamente similar al que tenían las mujeres a mediados de siglo".

Cuarta: me sorprendió descubrir que muchas de las medidas de política social, entre ellas algunas de las más cacareadas, no ayudan ni a los niños ni a los hombres. La primera que me llamó la atención fue un programa universitario gratuito en Kalamazoo, Míchigan. Según el equipo de evaluación, "las mujeres obtienen grandes beneficios" en términos de finalización de estudios universitarios (casi un 50 por ciento más), "mientras que los hombres no parecen obtener ningún beneficio". Éste es un hallazgo sorprendente. La gratuidad de la universidad no ha tenido ningún efecto en los varones. Resulta que hay docenas de programas que benefician a las mujeres, pero ninguno a los hombres: un plan de tutoría de estudiantes en Fort Worth, Texas; un programa de elección de escuela en Charlotte, Carolina del Norte; un incremento de los ingresos de los trabajadores con salarios bajos en Nueva York, y muchos otros. El sorprendente fracaso de estas medidas a la hora de ayudar a chicos o a hombres queda a menudo eclipsado por un resultado positivo como media, dado el fuerte impacto positivo que estos programas tienen en las chicas o en las mujeres. Aisladamente, la brecha de género podría verse como una peculiaridad de una iniciativa específica. Sin embargo, es un patrón que se repite. Por consiguiente, no sólo son muchos los niños y hombres que tienen dificultades, sino que, además, tienen menos probabilidades de recibir ayuda de las políticas públicas.

"Me parece que los hombres de finales del siglo XX están cayendo en un estatus extrañamente similar al que tenían las mujeres a mediados de siglo"

Quinta: existe un estancamiento político en las cuestiones de sexo y género. Ambas partes se han atrincherado en una posición ideológica que imposibilita un cambio real. Los progresistas se niegan a aceptar que las importantes desigualdades de género pueden darse en ambas direcciones, y enseguida etiquetan los problemas masculinos como síntomas de la "masculinidad tóxica". Los conservadores parecen más sensibles a las luchas de los niños y los hombres, pero sólo en aras de justificar la necesidad de dar marcha atrás y restaurar los roles de género tradicionales. La izquierda les dice a los hombres: "Sé más como tu hermana". La derecha les dice: "Sé más como tu padre". Ninguna de las dos invocaciones es útil. Lo que hace falta es una visión positiva de la masculinidad que sea compatible con la igualdad de género. Como declarado objetor de conciencia en las guerras culturales, espero haber aportado un análisis de la condición de los niños y los hombres que pueda concitar un amplio apoyo.

placeholder Alumnos de Bachillerato preparándose para la prueba de Acceso a la Universidad (EBAU) en Zaragoza (EFE  Javier Cebollada)
Alumnos de Bachillerato preparándose para la prueba de Acceso a la Universidad (EBAU) en Zaragoza (EFE Javier Cebollada)

Sexta: como experto en política, me siento capacitado para ofrecer algunas ideas positivas que permitan abordar estos problemas, en lugar de limitarme a lamentarlos. Ya ha habido suficientes lamentos. En cada una de las tres áreas de educación, trabajo y familia, ofrezco algunas soluciones prácticas, basadas en pruebas, con el fin de ayudar a los niños y hombres que peor lo están pasando. (Probablemente valga la pena decir de antemano que me centro en los retos a los que se enfrentan los hombres cisheterosexuales, que representan alrededor del 95 por ciento de los hombres.) En la primera parte, presento pruebas del malestar masculino, mostrando hasta qué punto muchos niños y hombres tienen dificultades en la escuela y en la universidad (Capítulo 1), en el mercado laboral (Capítulo 2) y en la vida familiar (Capítulo 3). En la segunda parte, destaco la doble desventaja a la que se enfrentan los niños y hombres negros, que sufren un racismo de género (Capítulo 4), así como los niños y hombres que se encuentran en la parte inferior de la escala económica (Capítulo 5). También presento evidencias cada vez más sólidas de que muchas intervenciones políticas no están funcionando bien para los niños y los hombres (Capítulo 6). En la tercera parte, abordo la cuestión de las diferencias entre sexos, argumentando que tanto la naturaleza como la crianza importan (Capítulo 7).

Debemos ayudar a los hombres a adaptarse a los dramáticos cambios de las últimas décadas sin pedirles que dejen de ser hombres

En la cuarta parte, describo nuestro estancamiento político, mostrando cómo, en lugar de afrontar este desafío, los políticos están empeorando las cosas. La izquierda progresista desestima las legítimas preocupaciones que existen en relación con los niños y los hombres y patologiza la masculinidad (Capítulo 8). La derecha populista instrumentaliza el desplazamiento masculino y ofrece falsas promesas envueltas en una nostalgia retrógrada (Capítulo 9). Para los partidistas, o hay una guerra contra las mujeres o una guerra contra los hombres. Elige tu bando. Por último, en la quinta parte, ofrezco algunas soluciones. En concreto, hago propuestas en pro de un sistema educativo favorable a los hombres (Capítulo 10), para ayudarlos a ocupar puestos de trabajo en los crecientes campos de la sanidad, la educación, la administración y la alfabetización, o sectores HEAL22 (Capítulo 11); y para reforzar la paternidad como institución social independiente (Capítulo 12).

"A un hombre nunca se le ocurriría —escribió Simone de Beauvoir—, escribir un libro sobre la peculiar situación del varón humano". Pero eso fue en 1949. Actualmente, la peculiar situación del "varón humano" requiere una atención urgente. Debemos ayudar a los hombres a adaptarse a los dramáticos cambios de las últimas décadas sin pedirles que dejen de ser hombres. Necesitamos una masculinidad prosocial para un mundo posfeminista. Y la necesitamos ya.

Llevo veinticinco años preocupándome por los niños y los hombres. Gajes del oficio si tienes tres hijos varones, hoy ya hombres adultos. George, Bryce, Cameron: os quiero con locura. Por eso, incluso ahora, sigo preocupándome a veces por vosotros. Mi inquietud, no obstante, ha invadido la parcela de mi trabajo diario como investigador en la Institución Brookings, que consiste principalmente en velar por la igualdad de oportunidades o comprobar la falta de éstas. Hasta la fecha, he prestado más atención a las divisiones por clase social y raza. Pero ahora me preocupan cada vez más las brechas de género, y quizá no en el sentido que cabría esperar. He llegado a la conclusión de que cada vez hay más niños y hombres con dificultades en la escuela, en el trabajo y en la familia. Antes me preocupaba por tres muchachos. Ahora me preocupan millones.

Ensayo