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Digas lo que digas, prepárate para la lapidación
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Galo Abrain

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Digas lo que digas, prepárate para la lapidación

Tengo la impresión de que da igual lo que digas, te van a llover pedradas. Rubiales le dio un pico a Hermoso y España debate a la sombra, como los espartanos, porque las opiniones envenenadas tapan el cielo. Y si se quiere sobrevivir, ¡escudo arriba!

Foto: Luis Rubiales anunció en la Asamblea General que no dimite. (EFE/RFEF)
Luis Rubiales anunció en la Asamblea General que no dimite. (EFE/RFEF)
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En 2011 rulaba yo con un grupo de amigos de lo más variopinto. Desde el grandullón tarado, hasta el listillo, pasando por el deportista, el fumeta, el gamer, el facha y el bolchevique. Como digo, de lo más variopinto. Un año, uno de ellos tuvo a bien enrollarse con una chica encantadora. Tantos eran sus encantos que no dudamos en facilitar, todo lo posible, la interacción con su grupo de amigas. Kropotkin hubiese estado orgulloso. Nos prestamos al apoyo mutuo con la caballerosidad de un hippie lanudo puesto hasta las cejas.

Por desgracia nadie olió, porque de joven estas cosas solo las hueles una vez las has vivido, que no todos son tan kropotkianos, y que el encanto dista mucho de ser un atributo adosado a todas las mujeres. De los maromos, mejor ni hablar.

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Al cuarto o quinto encuentro entre ambas tribus, ya planeaba mis huidas con antelación. Otros camaradas también empezaron a planear las suyas. Acabamos por organizarlas juntos. "Si decimos que te ha llamado tu madre, y que te vamos a acompañar, podemos salir de aquí cagando leches. En 20 minutos nos plantamos demasiado lejos para ser vistos".

¿Por qué ese mutis por el foro táctico?, os preguntaréis. Sencillamente, porque de las 5 amigas de la encantadora joven, dos eran unas chismosas criticonas encomendadas, día sí, día también, a mofarse y cagarse en todo. Su egoísmo e hipocresía alcanzaban tales puntos, que dijeras lo que dijeras, si les convenía, estabas en su mirilla. Era un ataque automático a cualquier comentario, con el fin de reafirmar su autoridad. Por supuesto, nadie las ponía en duda. Y si lo hacías, eras doblemente linchado.

Al igual que con la pareja de cizañeras, los instrumentos de comunicación actuales; prensa, pero sobre todo redes, son nidos de chacales donde, te pongas como te pongas, has de estar preparado para oír el silbido de las bombas. Da igual lo que digas, porque te van a lapidar.

La necesidad de decir algo, pase lo que pase, más que un rasgo de los fuertes, es un vicio de los cutres y de los débiles

La carga crítica es, a grandes rasgos, jodida. Jodida porque no es templada y razonable. Es emocional y faltona. Desatada. Agresiva. Domesticada por una diarrea verbal encamada en la incontinencia de la opinión. Por mucho que se trate de ideas irreflexivas y descontextualizadas.

Pienso que la necesidad de decir algo, pase lo que pase, más que un rasgo de los fuertes o los honestos, se encuentra, como la envidia y la codicia, entre los vicios de los cutres y de los débiles. Lo cual no presenta un marco muy positivo de cara a nuestra sociedad, donde muchos de sus habitantes siempre tienen que tener la última palabra. Un alegato impaciente que, precisamente por lo urgente, acaba rociado de frivolidad y bilis.

Hablemos, ya que no se habla casi de otra cosa, del pico de Rubiales a Hermoso. A un lado y al otro, miles de voces no tardaron ni un minuto en abordar el tema, incluso antes de conocerse el conjunto de la situación. Como venía diciendo, todas presas de la impaciencia más ardiente.

Foto: Alexia Putellas y Luis Rubiales tras ganar la semifinal contra Suecia. (EFE/RFEF/Pablo García)

Porque en general, ¡no te quiero decir en Twitter!, las lenguas son demasiado rápidas y juzgonas. Sobrevuelan los hechos preocupándose por lo urgente del panfleto. Luego, si la información los contradice, si te he visto, no me acuerdo. Eso, o la información es una manipulación orquestada, justificando así sus declaraciones espídicas.

Por eso, si Hermoso le quita hierro al asunto del pico, lo hace por presiones por parte de los jefes. ¡JA! Por eso, si Hermoso acaba pidiendo explicaciones y responsabilidades, lo hace porque se la ha forzado a criminalizar lo que para ella, originalmente, era solo un patinazo. ¡JA!

El asunto es sacar las cosas de quicio. Condicionar. Picarse por un pico para picar un minuto de oro. Pero la información, lejos de la impaciencia, acaba escarbando para arriba. Y oxigenada la verdad, se siguen nuevas lapidaciones… Los que defendían a alguien ayer lo llamarán furcia diestra hoy, y a quien criticarán mañana, lo tildarán de poseedor de la razón zurda pasada. Porque en el centro del pensamiento de los vociferantes no reside el buen juicio, sino ellos mismos, y esa satisfacción por el conflicto fluctuante y sin compromiso. El vulgo se parece cada vez más a sus políticos…

No es plato de buen gusto darte de bruces con un baboso, menos aún cuando ese gusano tiene tablas de decisión

¡Ojo!, entiendo al lapidario crónico. Al que vive todo lo que le llega como una lucha donde, antes que estar en el lado bueno de la historia, lo que quiere es que la historia esté de su lado. Así se siente intocable. Conozco esa sensación. Yo también quiero sentirme intocable. No es viable, sin embargo, tener siempre la razón. A veces hay que tragarse las palabras. Aceptar que no se tiene vela en el entierro o que lo mejor es responder sosegadamente y sin aspavientos.

Vale que hacer eso no sabe a caviar de peta zeta. Pero al menos la maldita hemeroteca no te saca los colores con el tiempo, ni te mueres por imbécil. Cosa que acaba por ocurrirle a quien busca el sobreconflicto perpetuo porque es ahí donde se siente nutrido de atención… ¡Ñam! ¡Ñam!

Si me pongo a sacar el dedito acusador, diré que sobredimensionar para lapidar es, por ejemplo, una de las actitudes favoritas de Irene Montero. Volviendo a Hermoso y Rubiales, no creo ser el único que se haya echado las manos a la cabeza si a eso lo llaman violencia sexual. Cuando no, directamente, violación.

Foto: Luis Rubiales en una imagen de archivo. (Getty Images)

Vale que el cariño es como la opinión. Muchas veces conviene metérselo por el culo. Una ironía en este caso, ¿no? Rubiales debía haberse hecho un buen supositorio con su eufórico cariño y, respecto a mi opinión… Bueno, tras hacer con ella una tarta de crema anal (anal creampie en lenguaje profesional), me sale lo siguiente.

Estamos al canto de un duro de integrar puritanismos que no nos pertenecen. Monjiles que se extienden desde censurar pezones femeninos a llamar violación a un pico suelto en un momento de emoción popular desatada. Que el menda sea un cretino, un mamarracho, y que lo de ir regalando morritos a quien no los pide sea una envalentonada bochornosa susceptible de una patada en el culo, no convierte a Rubiales en un villano carne de juicio y talego. Al menos, no por lo del pico (por muchas otras cosas el tío ya debería vestir mono naranja, como se dice en las películas yanquis).

Bien, para los que ya estáis organizando las palabras que violaran como una picota el cuello de mi cabeza, siguiendo esto de la lapidación, insisto en que no legitimo el gesto. No es plato de buen gusto darte de bruces con un baboso, menos aún cuando ese gusano tiene tablas de decisión. El poder más peligroso es aquel que se siente intocable.

En vista de cómo se está liando con el asunto, y que las piedras están volando peligrosamente, vuelvo al pasado

Ahora, si queréis darle una forma correcta a los cargos de vuestro linchamiento, sí me opongo a tildarlo de "violencia sexual". Más que nada, porque cuando saltan las verdaderas agresiones, las violaciones criminales, hay gañanes, valientes hijos de puta, que acaban por restarles importancia o tildándolas de mentira...

Y todo porque nos atragantan con argumentos que sobredimensionan capulladas criticables, pero que no merecen prisión sin condicional, mientras solo se le dedican escasos minutos a las barbaridades inconcebibles que se viven a diario. Hay quien dirá que se debe empezar desde lo mínimo para decapitar lo máximo, pero eso lo dejamos para otro anal creampie.

Foto: Irene Montero (2d) junto a Ione Belarra. (EFE/Chema Moya)

Podría estirarme aquí hablando más de picos y picados. Pero, en vista de cómo se está liando con el asunto, y que las piedras están volando peligrosamente como gaviotas hambrientas en una playa, vuelvo al pasado. Vuelvo a planear mi huida con antelación. A hacer un mutis por el foro táctico frente a tanto apedreador y, quizás, hacer lo que debía haber hecho desde el principio con mi opinión; metérmela por donde me quepa.

Aunque, un último consejo de cara al linchamiento. Lo más válido es siempre, y siempre será, ser honesto con uno mismo. Hacer oídos sordos a los necios, porque la mayor parte de los necios ya lo son…

Y ahora sí, ¡Sayonara, babies!

En 2011 rulaba yo con un grupo de amigos de lo más variopinto. Desde el grandullón tarado, hasta el listillo, pasando por el deportista, el fumeta, el gamer, el facha y el bolchevique. Como digo, de lo más variopinto. Un año, uno de ellos tuvo a bien enrollarse con una chica encantadora. Tantos eran sus encantos que no dudamos en facilitar, todo lo posible, la interacción con su grupo de amigas. Kropotkin hubiese estado orgulloso. Nos prestamos al apoyo mutuo con la caballerosidad de un hippie lanudo puesto hasta las cejas.

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