Este es el hombre al que los yihadistas sueñan con decapitar
Habla mucho, rápido, como si en cualquier momento pudiera aparecer un barbas y hacerlo callar. Apenas deja lugar para la réplica. Llena el escenario de racionalismo
Hasta el jueves pasado, nunca había participado en una charla ante el público en la que estuviera prohibido anunciar el acto, pero Leopoldo Kulesz, quien edita a este autor en Libros del Zorzal, me lo advirtió: "no se menciona que este hombre ha venido a España mientras no haya vuelto sano y salvo a su país". Pues bien, el protagonista ya ha regresado a su tierra, sano y salvo, así que ya puedo contaros.
¿A qué viene prudencia? ¿Por qué tanta discreción? Sencillo: el autor que iba a presentar su libro tiene una diana en la frente. Lo quiere matar gente que ya ha demostrado muchas veces su talento para dar muerte cuando menos se lo espera. No se trata de un disidente iraní, ni un chino rebelde, ni un opositor ruso de Putin. Tampoco un traidor a la mafia calabresa, es un abogado francés.
La embajada de Francia lo ha traído con un despliegue de discreción y seguridad alucinante para dos encuentros con el público: uno junto a Fernando Savater en Madrid y otro conmigo en Barcelona. Los asistentes, el público, han recibido invitación individual. Para acceder al salón de actos todos deben identificarse.
Llego temprano, paso los controles, entro en la sala y lo reconozco. Me acerco a saludarlo, pero entonces seis guardaespaldas franceses se ponen alerta y escudriñadores. No sé si levantar las manos. Los miro con exagerada simpatía, pero solo se relajan cuando se acerca Leopoldo para hacer las presentaciones.
—Juan, este es Richard Malka.
"Por hacer valer su derecho a la blasfemia contra el Islam y cualquier otro símbolo, lleva ocho años con escolta permanente"
¿Y qué ha hecho un tal Richard Malka, te preguntas tú, para merecer tal grado de protección? ¿A qué viene tanto misterio con su viaje a España? Richard Malka es el abogado de la revista Charlie Hebdo. Litigó en el juicio por el atentado y en muchos otros. Por eso, por defender a unos caricaturistas, por hacer valer su derecho a la blasfemia contra el Islam y cualquier otro símbolo, lleva ocho años con escolta permanente. Los ocho años que separan el día de hoy y la masacre en la revista.
Es decir: es un ciudadano francés que no tiene derecho a la libertad de expresión, dado que puede morir por hablar. Va por el mundo hablando de esto. Echo un vistazo al escenario donde vamos a conversar y recuerdo el ataque a Salman Rushdie del 22 de agosto de 2022. Cierta aprehensión: noto que solo por estar a su lado paso a ser yo también objeto de protección y vigilancia. Conversamos de banalidades a los pies del escenario con ayuda de una intérprete.
"¿Te has hecho amigo de alguno de los guardaespaldas?" Responde que sí: esos hombres oyen todas sus conversaciones privadas, están delante si alguien llama por teléfono. Son el superego, la conciencia, una sombra intimidadora. En contraprestación, él también conoce sus vidas. Sabe los nombres de las mujeres que podrían quedar viudas por la defensa de su derecho a la libertad de expresión.
Fernando Savater, con quien presentó ayer en Madrid, conoce también esta amenaza. Durante años vivió con escolta, daba clase en la universidad con guardaespaldas. Entonces los que hoy se presentan a concejales por Bildu todavía no habían encontrado razones suficientes para dejar de matar gente por sus ideas. Al lado de Savater, al lado de Malka, yo no soy más que un advenedizo. Se lo digo también.
Mientras tanto va entrando el público por goteo, uno a uno. El salón de actos se llena, pero en silencio. La gente sabe cómo comportarse ante una víctima del terrorismo. Por fin nos hacen una seña, subimos al escenario con Leopoldo, empezamos a hablar. La democracia se sostiene sobre la libertad de expresión, dice Malka. Y la libertad de expresión —pienso yo— se sostiene sobre los delicados hombros de Richard Malka. Habla mucho, rápido, como si en cualquier momento pudiera aparecer un barbas y hacerlo callar. Apenas deja lugar para la réplica. Llena el escenario de racionalismo.
La democracia se sostiene sobre la libertad de expresión, dice Malka. Y la libertad de expresión —pienso yo— se sostiene sobre sus hombros
Le pregunto: si Voltaire resucitase hoy, ¿quién lo odiaría más en Francia? Y él sabe que digo Voltaire, como podría decir Charlie Hebdo, y responde cómo la libertad de expresión y de criterio se ha quedado sin amigos; cómo la polarización convierte cada derecho en munición de batalla cultural; cómo la izquierda, antaño libertaria en su país, los ha abandonado entre tics de un síndrome de tourette identitario.
La etiqueta "JeSuisCharlie": un pésame de circunstancias, un acto de cobardía bienqueda cuando toda la prensa debía haber publicado al unísono las caricaturas, de modo que los terroristas encontraran un muro de libertad. ¿Quién ganó la batalla? Hoy nadie publica caricaturas del profeta, tampoco Charlie Hebdo.
Medio en broma, le digo que tengo la solución. Quienes creemos en la libertad de expresión de nuestros adversarios antes que la nuestra somos los menos. ¿No tenemos los mimbres para montar una minoría religiosa? Es la única forma de conseguir un poco de respeto. A los islamistas les funciona en Francia y en Europa. La condición de víctimas la han puesto los amigos acribillados de Malka, ya tenemos hasta santos.
En fin, así hablamos un rato. El acto se le hace corto al público, se me hace corto a mí, pero aquí no hay más tiempo. La vida de Richard Malka está regida por un horario estricto como el de las unidades de cuidados intensivos. Sus pasos están siempre programados al minuto, no existe en su vida la posibilidad de improvisación. A las 21 h tenemos que estar sentados a la mesa, cenando.
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De modo que cenamos. En la mesa contigua, los seis agentes. Vigilan los accesos. Hay uno muy mayor, otro que parece un niño. Antes de despedirnos doy un fuerte apretón de manos a cada uno. Si Malka es el máximo defensor de la libertad de expresión en Europa, no me cabe duda de que estos seis hombres, cuyas ideas no conozco, son los defensores del defensor, y eso ya merece todo nuestro respeto.
El libro que traía Malka, por cierto, se llama
Hasta el jueves pasado, nunca había participado en una charla ante el público en la que estuviera prohibido anunciar el acto, pero Leopoldo Kulesz, quien edita a este autor en Libros del Zorzal, me lo advirtió: "no se menciona que este hombre ha venido a España mientras no haya vuelto sano y salvo a su país". Pues bien, el protagonista ya ha regresado a su tierra, sano y salvo, así que ya puedo contaros.
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