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"A mí el Gobierno no me va a decir si puedo llenar mi piscina este verano". Pues igual sí
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"A mí el Gobierno no me va a decir si puedo llenar mi piscina este verano". Pues igual sí

Antonio ha pagado una fortuna por un aguacate, aunque el dolor en el bolsillo le dura poco porque no es de los que le da demasiadas vueltas a según qué cosas

Foto: Ola de calor en Barcelona el pasado julio de 2022. (EFE/Marta Pérez)
Ola de calor en Barcelona el pasado julio de 2022. (EFE/Marta Pérez)
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Antonio tiene preparada la cena de esta noche. Está ya en esa edad en la que evita ir al médico de cabecera porque sabe que suspenderá en algunos de los marcadores de la analítica. Bastante tiene con esquivar los anuncios de televisión en los que le alertan del colesterol malo, del sobrepeso y del colon irritable. Antonio no es nutricionista, pero sabe distinguir entre lo que es saludable y lo que no, así que hoy toca ensalada. Un tomate, un aguacate, aceite y sal. A tope de licopeno y potasio, sus proteínas y su grasa buena.

Antonio ha pagado una fortuna por ese aguacate, aunque el dolor en el bolsillo le dura poco porque no es de los que le da demasiadas vueltas a según qué cosas. Le basta con saber que le gusta, que puede pagarlo y que en su frutería de confianza o en cualquier otro establecimiento del ramo ahí los tiene. Una cena que, además, no le hará sentir culpable con el importe calórico, aunque en el telediario se dediquen, una noche más, a intentar cargarle con la losa de la responsabilidad por casi cualquier desgracia.

Antonio vivía mejor cuando al hablar del planeta y el medio ambiente pensaba solo en la deforestación del Amazonas

"No te escaquees, Antonio, que para cultivar ese aguacate que te estás comiendo ha habido que destinar cinco veces más agua que para otro tipo de cultivo. Y vives en España, sanote. Y encima lo quieres siempre, a tu disposición, como si la temporada durara 12 meses. Antonio, el planeta y tu bolsillo". Algo así es lo que interpreta mientras devora su frugalísima cena. Y le da por pensar.

Está harto. Muy harto. De que le digan lo que tiene que hacer. De que todo sean obligaciones a cambio de una merma de derechos. Vivía mucho mejor cuando al hablar del planeta y el medio ambiente pensaba solo en la deforestación del Amazonas o el deshielo de los polos. Porque todo eso le pilla muy lejos de casa. Vivía mejor cuando cada verano se lamentaba de los incendios, pero "luego todo eso se renueva en cuanto llueve porque es lo que pasa desde que el mundo es mundo". Vivía mejor cuando le podía echar la culpa a cualquiera salvo a él mismo. Los políticos, los jefes, los inútiles en el general entre los que él, por supuesto, rara vez se encuentra.

Empezó a inquietarse cuando se enteró del desastre del Mar Menor. Cuando alguien habló de la "sopa verde" y empezó a ver imágenes de cientos de peces muertos. Porque Murcia no solo es preciosa, sino que es su lugar de vacaciones. Ahí en Guardamar compró hace tiempo una casa para descansar en verano y otras fiestas de guardar. Supo siempre que en esa zona el agua es mucho más templada que la del Atlántico y que hay casas que están construidas según de qué manera y según en qué zonas. Pero es que nadie se fija en esos detalles cuando busca segunda residencia. Aquí sí que importa el dinero, no como con el aguacate.

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Siguió inquietándose el año pasado, porque odia el calor. Durante una excursión en coche, comprobó lo bajito que estaba el nivel de un pantano, pero llegó a la misma conclusión que con los incendios. Ya lloverá, como llovió siempre.

Ese verano contó una ola de calor tras otra, como contó los días que duraron cada una de ellas. Se acuerda de los problemas que tuvo para dormir, lo secos que estaban los parques, las ramas partidas de los árboles, lo que quemaban las aceras a cualquier hora del día. Alguien habló de las cosechas, pero le prestó poca atención. Su único objetivo era hacer trabajar lo menos posible a sus glándulas sudoríparas. De ahí la felicidad al recibir el chorro del aire acondicionado. De ahí también el enfado al ver el recibo a final de mes. A la mierda el medioambiente, el Amazonas y Murcia. Total, si el apocalipsis yo no lo veré.

Ahora Antonio está en un sinvivir. Con un nerviosismo y un cansancio ante el que se resiste con enormes aspavientos. Aunque ha dejado de ver el telediario y de leer el periódico, porque "total, para qué, si para eso están Facebook y el WhatsApp", no le es ajeno el asunto de Doñana y de la sequía. A Doñana no ha ido nunca porque ya hemos dicho que su refugio está en Guardamar del Segura, aunque las fresas de Huelva le parecen un manjar que completaría cualquiera de sus cenas del domingo por la noche.

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Acaba de escuchar que la producción de aceite de oliva este año quizá se reduzca hasta la mitad. Que el tomate, la zanahoria y el arroz incrementarán su precio. Porque ya no es solo la guerra y su inflación. Es que no ha caído una gota este mes de abril, desmintiendo al maldito refrán. Es la sequía, que se resiste a no ser pertinaz. Y no llueve en Doñana ni en Guardamar ni en Aranda de Duero.

Y, de todas estas catastróficas desdichas, a Antonio aún le queda la peor. Es la más reciente y es la gota que colma todos sus vasos. Quiere creer que es un bulo. "No se atreverán, ¿verdad?", se dice a sí mismo y a todo aquel que quiere escucharle. Porque la piscina es un templo sagrado. Ese sitio en el que remoja sus piececillos y se refresca. Ese sitio del que es dueño y señor, donde se mezcla con quien quiere o con nadie. "Si dicen que las municipales están garantizadas, no serán capaces de prohibirme a mí nada", insiste. Empieza a irritarse de tal manera que amenaza con regar todo a su paso y a deshoras. Llenar y vaciar SU piscina más veces de las necesarias como modo de protesta.

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A él nadie le va a amargar otro verano. Ya ha cubierto el cupo de derechos mermados. Se plantea hacerse otra piscina porque lo de menos es más no va con él. En una se bañará los días pares y en la otra los nones. Se alimentará solo de aguacates. Le dirá al mundo que por él se puede ir todo al infierno. Que le importa un carajo el planeta, el medioambiente y también los agricultores de la provincia de Huelva en su conjunto. A él le importa lo suyo, como a todo el mundo.

Paseará desde el mes de mayo con una pancarta que diga: "A mí el Gobierno no me va a decir si puedo o no llenar mi piscina".

Pues igual sí, Antonio. Igual sí.

Antonio tiene preparada la cena de esta noche. Está ya en esa edad en la que evita ir al médico de cabecera porque sabe que suspenderá en algunos de los marcadores de la analítica. Bastante tiene con esquivar los anuncios de televisión en los que le alertan del colesterol malo, del sobrepeso y del colon irritable. Antonio no es nutricionista, pero sabe distinguir entre lo que es saludable y lo que no, así que hoy toca ensalada. Un tomate, un aguacate, aceite y sal. A tope de licopeno y potasio, sus proteínas y su grasa buena.

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