"Compra lo que puedas ahora": un verano funesto diezma la producción de aceite de oliva

"Compra ya que este año no hay cosecha, va a haber escasez y ya verás lo que suben los precios", aconseja Acracia, una vecina de Villanueva del Duque, un pueblo de la comarca cordobesa de los Pedroches. La advertencia da en el clavo: Ignacio ha comprado casi 60 litros de aceite de oliva a la cooperativa local, a repartir entre él y unos amigos.

En esta época del año, los olivos que cubren los campos andaluces deberían estar ya cargaditos de aceitunas, listos para la cosecha entre finales de octubre y principios de diciembre. Este año, sin embargo, "están como desnudos, amarillos, resecos", se lamenta Elías Alamillos, un olivarero cordobés. Pero, sobre todo, vacíos. ¿El culpable? Las altas temperaturas del peor verano registrado en años, que ha quemado las opciones hasta de la planta del secano mediterráneo por excelencia, y pone en riesgo la producción de aceite de oliva en España.

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"En todo el pueblo no hay nada", se hace eco Enrique Jurado, otro olivarero del mismo pueblo. Ha perdido casi el 90% de la cosecha. Los de Alamillos y Jurado son algunos de los casos más extremos de un patrón que se repite en casi toda Andalucía y afecta también al resto del país. A finales de julio, el ministro de Agricultura, Luis Planas, advertía de que “el 50% de la cosecha” de aceituna estaba en peligro. Ahora, en septiembre, asociaciones andaluzas como Asaja Jaén estiman que las pérdidas son “catastróficas”, a la espera de las cifras oficiales de aforo, que ofrecerá la Junta de Andalucía en octubre.

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A una primavera en la que no ha llovido suficiente se unió un verano caluroso, el peor para toda Europa desde que comenzaron los registros en 1979, según un informe publicado este mismo jueves por el Servicio de Cambio Climático Copérnicus (C3S), de la Unión Europea. Las temperaturas de junio-agosto en el continente superaron en 1,34 grados el promedio histórico 1991-2020, con "un récord histórico por un margen sustancial" en agosto.

“Aquí en Córdoba hemos tenido 40 días por encima de los 40 grados”, ejemplifica Jurado. Con los olivos ya sedientos por la escasez de lluvias en primavera y el déficit hídrico en general del país, la primera ola de calor golpeó España en junio-julio, justo cuando salían las primeras aceitunas de las delicadas flores blancas del olivo (las tramas). Quemándolas. “Y sin flor, no hay aceituna”.

Las sucesivas olas de calor —y si las lluvias no mejoran en otoño— han diezmado la producción y hecho saltar las alarmas de una posible escasez de aceite de oliva en las estanterías de los supermercados, aunque no tan a corto plazo como temía Acracia. "Si la comercialización [las ventas, la demanda] sigue igual, puede que nos encontremos una situación en la que no tengamos aceite para abastecer el mercado", asegura Luis Carlos Valero, gerente y portavoz de Asaja Jaén. La campaña de recogida de la aceituna comienza, dependiendo de las variedades, entre la última semana de octubre y mediados de noviembre. Después, se procesará en las almazaras y avanzará hacia su embotellamiento. Hasta entonces, en los supermercados españoles se seguirá vendiendo y consumiendo el aceite de la campaña anterior. El problema, apuntan desde Asaja y algunos de los comercializadores de aceite de oliva consultados, vendrá en 2023.

"En un año de comercialización normal, lo que necesitamos es 1,4 millones de toneladas. Si este año estamos por debajo del millón de toneladas o no llegamos a las 500.000, va a llegar muy justo, muy justo, para el mercado y nos quedamos sin enlace para el año que viene", sostiene Valero. El enlace es ese colchón de aceite de la temporada anterior que cubre los primeros meses de la temporada siguiente. Según Valero, sería una de las pocas veces que se llegue a perder ese enlace, para lo que habría que remontarse hasta la gran sequía de 1995.

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“Yo ya les estoy diciendo a mis clientes que para marzo ya no tendremos aceite”, asegura por su parte Juanjo Lorite Sampedro, un olivarero jiennense que también comercializa una marca de aceite de oliva ecológico. Según estima, habría perdido el 80% y el 60% en sus dos plantaciones de olivos, por lo que si se mantienen los patrones de compras de los años anteriores, ni con el excedente de la cosecha pasada —un año muy bueno— puede esquivar la escasez en febrero-marzo de 2023. "Y eso va a pasarles a otros. En las cooperativas y almazaras de la zona, de la cosecha del año pasado solo queda por vender el 20-15%. Si el año pasado, que fue una buena cosecha, se ha vendido a estas alturas un 80%, cuando llegue el año que viene... Cuando llegue marzo vamos a tener escasez de aceite", elabora el olivarero.

El desplome de la producción se nota, por supuesto, en las embotelladoras, aunque no todos están de acuerdo con que acabemos viendo estanterías vacías en los supermercados, precisamente por la ventaja que da esa buena cosecha de la temporada anterior y las peculiaridades en general del mercado.

Jurado (agricultor): "Aceite en España va a haber seguro. Quizá se exportará menos, y que suban los precios, pero haber, va a haber"

"Aceite en España va a haber seguro. Quizá se exportará menos, y que suban los precios, pero haber, va a haber", sentencia Jurado. En la cooperativa olivarera de Villanueva del Duque (Olivarera de Nuestra Señora de Guía, la virgen local) son de la misma opinión: "Bajará la producción de aceite, quizá tengamos solo para el envasado y tengamos que dejar de vender a granel, como se ha venido haciendo con el excedente otros años".

Pero también depende de cómo se comporte la venta al extranjero. Porque la sequía y el calor han afectado no solo a toda Europa, sino también a otros productores extracomunitarios como Túnez o Marruecos, cuyo presidente de la Asociación Interprofesional del Aceite de Oliva (Interprolive), Rachid Benali, ya ha advertido de que “dados los bajos niveles de reservas subterráneas y las bajas lluvias, la producción de aceite de oliva será muy baja”, en declaraciones recogidas por la prensa local.

Si el que la producción va a verse afectada es un hecho, es más complicado predecir si eso se traducirá en un aumento de los precios. Aunque, según los últimos datos del observatorio del mercado agrícola de la Unión Europea (publicados el 1 de septiembre), los precios del aceite de oliva virgen extra español han subido un 4% en el último mes, un 15% si se comparan con septiembre de 2021 (con cifras similares para el aceite italiano y griego), el mercado es mucho más complejo. Pese a los temores a una inflación estratosférica, los precios del trigo y otros granos, los más afectados por la coyuntura de la invasión rusa de Ucrania, ya han llegado a niveles anteriores al conflicto. Otro tanto con los del petróleo.

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Como en otros mercados, "en el aceite hay muchos que también especulan", afirma Jurado. Al ser un producto menos perecedero, se puede almacenar e intentar así aprovecharse o modificar los precios. En otros años, también con mala producción, el precio tampoco se disparó, por la entrada repentina de mucho producto para una demanda habitual.

Otra peculiaridad que afecta a los precios del aceite de oliva es que los consumidores pueden sustituirlo por otras grasas. Normalmente, el aceite de girasol, una opción más complicada con la guerra de Ucrania —uno de los grandes productores— todavía en curso y pese a la apertura del corredor del mar Negro para el transporte de grano.

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“Pero, claro, si todo el mundo sube [los precios], nosotros también los tendremos que subir, no podríamos quedarnos atrás y por debajo del mercado”, admiten desde la cooperativa cordobesa.

Y más cuando los costes de producción han subido en todo. Aunque el olivo es un cultivo de secano, es también muy sensible. La falta de lluvias o reservas acuíferas —según el Observatorio de la Sequía Global de la UE, el 47% del continente está bajo alerta de sequía— se puede compensar con regadío y nutrir la tierra con abonos, procesos cuyos costes se han visto especialmente afectados por la crisis global fruto de la guerra de Ucrania. Los precios del gasoil se han disparado y la crisis de los fertilizantes se remonta incluso a la pandemia de coronavirus. "Se ha duplicado el precio de todo. Yo he dejado de echar abono en tierra, porque vale carísimo. Nos hemos tenido que comprar con otro compañero una máquina que hace abono foliar [directamente a las hojas, desde arriba], que gasta menos gasoil y menos producto", se lamenta Jurado. "Los gastos generales se multiplican por casi el doble, y este año, con menos cosecha, nosotros vamos a tener que subir los precios sin remedio", concluye Lorite.