La violación múltiple de Badalona, perpetrada por un elefante
Ahora sabemos varias cosas: que uno de los monstruitos tenía antecedentes por agresiones sexuales pese a no haber alcanzado ni la edad para votar; que los más pequeños quedarán impunes porque se salen del Código Penal
Un par de días antes del 8-M se conoció la noticia. A finales del año pasado, en un centro comercial de Badalona, un grupo de menores de entre 13 y 16 años, nacionalidad española, encerraron a una niña de 11 en el baño, la violaron en manada, grabaron todo y anduvieron compartiendo el vídeo por la escuela. La niña, aterrorizada, no denunció, pero cuando los compañeros de instituto de su hermano mayor se burlaron de él diciéndole que tenían un vídeo donde "reventaban" a su hermanita, el chico movilizó a la familia camino de la comisaría. Decenas de chicos y chicas habían visto el vídeo. Ninguno dijo nada.
Ahora sabemos varias cosas: que uno de los monstruitos tenía antecedentes por agresiones sexuales pese a no haber alcanzado ni la edad para votar; que los más pequeños quedarán impunes porque se salen del Código Penal; y por último, que en el barrio de Badalona donde viven víctimas y agresores impera la ley del gueto, es decir, la mafia. El hermano de la víctima está amenazado de muerte por haber denunciado, y la policía da suficiente credibilidad al asunto como para haberle puesto escolta. Conclusión: la familia, originaria de Ghana, se plantea abandonar Badalona.
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Produce pudor comparar desgracias, pero las tripas me claman que esta noticia tiene ingredientes más terribles que la otra violación grupal sucedida en los Sanfermines de Pamplona: la que durante años sacudió las esferas mediática y política española. En esta ocasión la víctima es una niña negra, muy pequeña, y los agresores también son niños. En esta ocasión el vídeo no está restringido en el circuito judicial, sino que ha circulado (y nada hace suponer que no siga circulando) por un centro educativo y vaya a saber usted dónde más. Y por último, en esta ocasión hay un terror mafioso y las víctimas no solo se sienten solas, sino que están en peligro.
Bien. El último tuit con la palabra "Badalona" de la cuenta oficial del Ministerio de Igualdad, raudo ante ciertas agresiones machistas que encajan en su modelo propagandístico, es de 2020. Dice lo siguiente: "Desde la D.G. para la Igualdad de Trato y Diversidad Étnico Racial, denunciamos, ante la Fiscalía de delitos de odio, la presunta detención violenta de una mujer migrante en Badalona. El #racismo y la xenofobia no pueden tener cabida en nuestro país".
Tenemos aquí racismo, tenemos odio, tenemos además una agresión sexual múltiple entre menores y todo ello en un barrio depauperado. Sin embargo, no tenemos tuit. ¿Qué falta? ¿No tiene este caso todos los elementos para una clamorosa campaña institucional? Sí, pero hay que preguntarse, no qué falta, sino qué sobra. Lo que sobra es un virus en el sistema. Un virus paralizante. Y, si usted lee entrelíneas los periódicos estos días, ya lo habrá detectado. El virus es el grupo identitario al que pertenecen los agresores. Un elefante en la habitación.
¿Cuál es el problema aquí? Pues unos niños muy malos, el porno, la complicidad entre machistas...
Siempre que un elefante amenaza la estructura maniquea de la propaganda, toca ignorarlo y lanzar mensajes generales. ¿Cuál es el problema aquí? Pues unos niños muy malos, el porno, la complicidad entre machistas… Y, vale, seguro que influye todo esto, de acuerdo, pero seguimos sin mencionar el elefante. ¿Por qué hace todo el mundo como si no lo viera?
De hecho: ¿cómo es que gente más que habituada a colectivizar la responsabilidad de los crímenes (no mata un hombre, matan los hombres; no viola un pervertido, violan los hombres; no son excepciones o aberraciones, es nuestra cultura y lo tenemos normalizado) se niega esta vez a colectivizar? No es una pregunta retórica: si la familia de la víctima está pensando en irse de Badalona, es porque allí donde habitan hay una responsabilidad colectiva, no solo en el encubrimiento.
Veamos: ¿de modo que un sistema supuestamente atento y comprometido con los desfavorecidos y las víctimas falla, de forma clamorosa, a esas mismas víctimas desfavorecidas porque se ha cruzado en la ecuación un elefante? Pues sí. El elefante es una grave perturbación en el esquema identitario de la propaganda. Seré claro: lo que está pasando en Badalona (no tanto la agresión, como el terror subsiguiente) sí que es un problema con causa colectiva.
¿Hacemos como que no está? Pero luego, cuando salte a los ojos una noticia escabrosa como esta, nada de poner cara de espanto
Pensemos en esos niños de 13 años que violan y graban. Si deshojamos la responsabilidad como una cebolla, salen las capas. Ellos son responsables de sus actos, pero con esas edades, ¿qué han tenido que ver y vivir, en qué atmósfera familiar o barrial, en qué clase de comunidad se han estado criando para perpetrar en un crimen como este? Y luego, ¿cómo ha funcionado el encubrimiento y la amenaza a la familia de la niña? ¿Por qué la policía pone escolta al hermano? ¿Qué es todo eso que se agita tras la bambalina? ¡No es nada! Repito: no es nada. Aquí no hay ningún elefante que ver.
Y así, a base de no mirar, nos aplasta la realidad. ¿Qué realidad? Que en España existen comunidades ajenas al Estado de derecho, segregadas de la ley general y sometidas a su propia ley, con su propio monopolio de la violencia. A veces son esos bloques por donde no pasa la policía porque tienen su propia policía. A veces son centros educativos donde no se puede estudiar, son agresiones a médicos en el ambulatorio, farolas que no se pagan con dinero. ¿Hacemos como que no está? De acuerdo. Pero luego, cuando salte a la superficie algo tan escabroso como esta noticia, nada de poner cara de espanto.
¿Elefante? ¿Qué elefante? ¡Está muy mal, es de muy mal gusto eso de hablar de elefantes!
Nada de plenos extraordinarios en el ayuntamiento de Badalona cuando, de forma sistemática, cobarde y políticamente correcta, el elefante ni se mira, ni se señala, ni se aborda.
Os lo juro: me cabrea. Hace semanas se viralizó el vídeo de una señora que introducía un pañuelo entre las piernas de una chica delante de un montón de viejas en bata. Lo hacía para demostrar y proclamar que a esa jovencita no la había tocado varón, y que, por lo tanto, conservaba su valor de mercado de cara a futuro casamiento. ¿Pasó algo? No. Las mismas aguas que habían hervido de indignación ante los berridos de un grupo de pijos en las ventanas de una residencia se mantuvieron en calma.
¿Elefante? ¿Qué elefante? ¡Está muy mal, es de muy mal gusto eso de hablar de elefantes!
Un par de días antes del 8-M se conoció la noticia. A finales del año pasado, en un centro comercial de Badalona, un grupo de menores de entre 13 y 16 años, nacionalidad española, encerraron a una niña de 11 en el baño, la violaron en manada, grabaron todo y anduvieron compartiendo el vídeo por la escuela. La niña, aterrorizada, no denunció, pero cuando los compañeros de instituto de su hermano mayor se burlaron de él diciéndole que tenían un vídeo donde "reventaban" a su hermanita, el chico movilizó a la familia camino de la comisaría. Decenas de chicos y chicas habían visto el vídeo. Ninguno dijo nada.
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