Es noticia
El Madrid del Ramsés y esas formas de hacer política
  1. Cultura
'TRINCHERA CULTURAL'

El Madrid del Ramsés y esas formas de hacer política

Mucho antes de que Isabel Díaz Ayuso dijera que quiere convertir Madrid en Florida, ya había firmes partidarios de seguir por ese camino

Foto: Foto: EFE/Will Oliver.
Foto: EFE/Will Oliver.

Empecé 2023 mirándome en el espejo de un restaurante de Miami. A mi lado, dos mujeres muy rubias y muy rusas se maquillaban una a la otra. Como eran tan altas sus bolsos me pillaban más cerca que sus rostros, así que me dediqué a escudriñarlos. Carísimos, como caros eran sus zapatos, sus piernas infinitas y la factura del restaurante.

Recuerdo un arroz verde delicioso, pero recuerdo mucho mejor el desfile de personas que pasaron por delante de mi mesa. Seres a las que los dones les han sido muy bien repartidos en detrimento de otras. En una ciudad en la que siempre hace calor, donde ser rico es una obligación si quieres estar vivo, donde enseñarlo todo —el escote y el logo— es inherente a su modo de vida.

* Si no ves correctamente el módulo de suscripción, haz clic aquí

Mucho antes de que Isabel Díaz Ayuso dijera que quiere convertir Madrid en Florida, ya había firmes partidarios de seguir por ese camino. El restaurante Ramsés no es más que una pizca de ese Madrid del que no participo, pero que observo como el que cotillea cuentas en redes sociales con un placer extremo y nada culpable. Es un Madrid algo pretencioso y hortera, donde lo que menos importa es la comida y lo que más el adorno, escenarios ideales para etiquetar en Instagram y donde todo brilla o no será.

Donde el champán, los quilates y el caviar se mezclan con el microblading, el láser y la queratina, que son cosas que suenan a la saga de Star Wars, pero en realidad son tratamientos de estética para estar cañón o al menos intentarlo. Templos plagados de luces de neón y blinis, jardines verticales de plástico donde hasta las sillas y las mantas de las terrazas están patrocinadas. Donde todo suena a onírico o lo pretende. Donde nadie quiere pasar desapercibido. Donde siempre hay música y las carcajadas son ruido. Hay un lugar en el infierno para este bling bling castizo.

Es un Madrid que, como tantos otros, es una declaración de intenciones. Es un Madrid donde ir a cenar a Ramsés es política mientras se habla de política.

De entre todos los lugares de la ciudad, el exdiputado socialista Bernardo Fuentes Curbelo creyó conveniente que la mejor forma de agasajar a esos compañeros y amigos del alma era llevarlos al Congreso de los Diputados, luego a Ramsés y acabar la noche en el club Sombras, donde unas amabilísimas señoras les recibirían con los brazos abiertos a cambio de un fajo de billetes. Este detalle no es menor para Fuentes Curbelo, que se ha escudado en su carácter afectivo para con ellas, dando a entender que él se abraza con cualquiera, lleve o no bragas.

Foto: Ramses cumple 15 años sin bajarse de la cresta de la ola. (Cortesía)

Algún estimado compañero nos afea a los que nos fijamos en este tipo de detalles. Quizá nos llaman clasistas o lo que es muchísimo peor, madrileñocéntricos. Nos critica por esta manía nuestra de hablar de la moral en política, como si fuera lo más importante. Como si fuera lo único importante. Como si estuviera mal que nos parezca mal la corrupción, pero también que España sea el prostíbulo de Europa.

Se mofan también de nuestra querencia al costumbrismo y al sainete, de que señalemos con el dedo algunos de los rasgos de esta ruta de las mordidas. Se trata de cenar donde te vean pero acabar la noche siendo invisible en un chalet de El Viso. Un lugar discreto donde la puerta siempre estaba abierta.

Es una nueva forma de hacer turismo de negocios, distinta de pack que incluye musical en la Gran Vía, las fotos en la limusina rosa chicle en la Puerta del Alcalá, la terraza del hotel Riu en la Plaza de España, la sala de trofeos del Santiago Bernabéu.

Todos son amigos del alma, socios, 'cracks', 'partners'. Son hermanos que comparten a mujeres en bragas

Consiste en convencer al que viene de hacer lo mismo en otro sitio de que en Madrid todo es a lo grande y mejor. Agradar al mordido, que no tendrá que esperar una cola para entrar en ningún sitio. Que podrá sentarse en la silla del hemiciclo donde se sienta el presidente del Gobierno, mirar al techo para buscar las muescas de los disparos del 23F como si fueran las Champions del Madrid, comprobar la cantidad de pelo que tiene el retrato de José Bono. Si pagas, puedes. Entrar donde quieras, los reservados que se te antojen, las mujeres (prostituidas) que se te apetezcan.

En medio, los privilegios, y el dinero público, y un general de la Guardia Civil. En medio, la clase política, la empresarial, los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado. La saga Torrente y la serie Vamos Juan. Tíos y sobrinos, pura meritocracia. Todos son amigos del alma, socios, cracks, partners. Son hermanos que comparten a mujeres en bragas.

En este Madrid que, dicen, quieren convertir en Miami.

Empecé 2023 mirándome en el espejo de un restaurante de Miami. A mi lado, dos mujeres muy rubias y muy rusas se maquillaban una a la otra. Como eran tan altas sus bolsos me pillaban más cerca que sus rostros, así que me dediqué a escudriñarlos. Carísimos, como caros eran sus zapatos, sus piernas infinitas y la factura del restaurante.

Trinchera Cultural
El redactor recomienda