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'Sin novedad en el frente': ¿dará Alemania el campanazo en los Premios Oscar 2023?
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95ª EDICIÓN DE LOS PREMIOS DE HOLLYWOOD

'Sin novedad en el frente': ¿dará Alemania el campanazo en los Premios Oscar 2023?

Un director de series de televisión sin demasiado nombre, Edward Berger, ha sido el encargado de adaptar una de las novelas más representativas de la literatura alemana del siglo XX

Foto: 'Sin novedad en el frente' es la primera producción alemana que opta al Oscar a mejor película. (Netflix)
'Sin novedad en el frente' es la primera producción alemana que opta al Oscar a mejor película. (Netflix)
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La sonrisa de felicidad y orgullo de los jóvenes estudiantes alemanes rápidamente se torna en una mueca de horror. Horror por la sangre, por las vísceras, por la pólvora. Pero, sobre todo, horror por encontrarse en el abismo de la mentira. Les habrían prometido gloria y lo que tenían ante sí era una muerte, probablemente dolorosa, denigrante y anónima. Los uniformes de los soldados muertos se remiendan. Se les quitan las etiquetas. Se entregan a los voluntarios entusiastas, a quienes los próceres de su patria les auguran, como si de yihadistas se trataran, maná, dinero y mujeres y la inmortalidad de sus apellidos, si se aúpan a la cadena de transporte que les lleva, engañados ellos, directos al matadero.

Estamos en 1917 y hacia esa picadora de carne que fue la Primera Guerra Mundial se dirige Paul Bäumer, el protagonista de Sin novedad en el frente, una de las novelas más emblemáticas de la literatura alemana de principios de siglo XX. Al igual que Céline en Viaje al fin de la noche, pero en el bando contrario, Erich Maria Remarque volcó en Sin novedad en el frente —curiosamente se publicaron el mismo año, en 1929— sus experiencias personales como soldado en la Gran Guerra. Ninguno de los dos escatiman en detalles, en piernas mutiladas, en humanidad frente a la barbarie y al cinismo de la homilía política.

Solo un año después, en 1930, el director moldavo-estadounidense Lewis Milestone estrenó la primera adaptación de la novela. Y se llevó dos Oscar. Pero hasta ahora ningún cineasta alemán se había atrevido a llevar a la pantalla las letras de Remarque. Sin pasar por ningún festival medianamente relevante —Palm Springs o Santa Bárbara no cuentan—, el estreno de Sin novedad en el frente en Netflix pasó, al principio, un poco desapercibido. Con un director de series de televisión no muy conocido al frente —hablamos de Edward Berger, realizador de algunos capítulos de The Terror o Deutschland 83— y la marca Netflix detrás, este drama bélico sonaba a una adaptación sin demasiadas ambiciones artísticas. Pero nada más lejos.

Sin novedad en el frente es lo que deberían ser las grandes superproducciones europeas. Nueve nominaciones al Oscar entre ellos el de mejor película— avalan esa ambición del cine clásico con el realismo casi documental que exige la modernidad. Cine clásico con grandes personajes, grandes épicas, grandes debates morales y grandes causas. Un cine que apela al colectivo, a la humanidad entera, con un lenguaje directo y asequible, heredero de las tragedias griegas, con sus héroes, de carne y hueso, con sus dudas y momentos de flaqueza.

placeholder Felix Kammerer es Paul en 'Sin novedad en el frente'. (Netflix)
Felix Kammerer es Paul en 'Sin novedad en el frente'. (Netflix)

Los primeros compases de Sin novedad en el frente ya revelan un guion consciente de la poesía del horror, un director atento al detalle y un diseño de producción apabullante e inmersivo. Los ojos de Paul son nuestros ojos. El olor rancio de la muerte y la putrefacción atraviesan la pantalla. La textura húmeda y viscosa del fango impregna la butaca. Y el realismo con el que describe la vida en las trincheras convierte el filme —si la desbrozamos de la dramaturgia— casi en una crónica histórica. Lástima que la hayamos visto, la mayoría, en la pantalla indigna de un televisor. Porque se merece la sala, la oscuridad, la monumentalidad de un Kinépolis, la tensión compartida de un patio de butacas abarrotado.

Porque la fotografía de James Friend, que ganará el Oscar y, si no, ¡barbarie! merece que las imágenes arrollen, las de Paul atravesando el campo de batalla, entre las ráfagas de las Maschinengewehr y los compañeros que caen, que explotan, que se inmolan para conquistar unos cochinos metros —al final de la guerra, la línea del frente apenas se había movido, mientras que los muertos rondaron los 10 millones—. También sobrecoge la banda sonora de Volker Bertelmann, minimalista, brutal, un leitmotiv de apenas tres notas y el silencio, entre la electrónica y la marcha militar, que arrambla al espectador y lo empuja al vacío existencial. Es el silencio el que suena, casi más que los tambores. Y la caracterización de los soldados alemanes, sus miradas a veces derrotadas y a veces enloquecidas —la pérdida de la inocencia, la animalización—, sus dientes amarronados, los uniformes que ni siquiera servirán de mortaja.

placeholder Otra imagen de 'Sin novedad en el frente'. (Netflix)
Otra imagen de 'Sin novedad en el frente'. (Netflix)

Desde La vida de otros (2006), de Florian Henckel von Donnersmarck, Alemania no ha ganado un Oscar a mejor película extranjera. Nunca una película alemana había estado nominada en tantas categorías. En los premios de la Academia británica, los Bafta, recolectó siete de los 14 premios a los que optaba. Y aunque esta lluvia de candidaturas inaudita pudiera significar que las posibilidades de la cinta son grandes —y seguro que no se va de vacío—, y sea la película del gusto de los académicos más clásicos, la victoria absoluta significaría que Netflix le habrá ganado la partida a los viejos estudios. Han jugado con las cartas del viejo Hollywood; ahora a ver si este firma el armisticio y se deja conquistar.

La sonrisa de felicidad y orgullo de los jóvenes estudiantes alemanes rápidamente se torna en una mueca de horror. Horror por la sangre, por las vísceras, por la pólvora. Pero, sobre todo, horror por encontrarse en el abismo de la mentira. Les habrían prometido gloria y lo que tenían ante sí era una muerte, probablemente dolorosa, denigrante y anónima. Los uniformes de los soldados muertos se remiendan. Se les quitan las etiquetas. Se entregan a los voluntarios entusiastas, a quienes los próceres de su patria les auguran, como si de yihadistas se trataran, maná, dinero y mujeres y la inmortalidad de sus apellidos, si se aúpan a la cadena de transporte que les lleva, engañados ellos, directos al matadero.

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