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Juan Estelrich: historia de un cineasta desconocido y un hombre para todo del Hollywood español
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Juan Estelrich: historia de un cineasta desconocido y un hombre para todo del Hollywood español

Amigo de Azcona, Berlanga y Fernán Gómez, trabajó en las películas de Samuel Bronston en España y dirigió 'El anacoreta', ganadora de un Oso de Plata en la Berlinale

Foto: Juan Estelrich March, en su papel de 'sheriff' en 'Campanadas a medianoche', de Orson Welles. (Demipage)
Juan Estelrich March, en su papel de 'sheriff' en 'Campanadas a medianoche', de Orson Welles. (Demipage)

"En el primer colegio al que fui me preguntaron quién era mi padre y yo dije que no sabía", cuenta el director de cine Juan Estelrich Revesz, hijo de Juan Estelrich March (1927-1993), que en 1976 dirigió 'El anacoreta', una de las películas más icónicas del tardofranquismo, y no volvió a dirigir nunca más. Amigo íntimo de Rafael Azcona, de Luis García Berlanga y de Fernando Fernán Gómez, trabajó en decenas de películas de la factoría Bronston y de Orson Welles, pero también junto a Jess Franco y Luis Buñuel. Sin embargo, es una figura poco conocida a la que ahora reivindica su hijo en el libro 'Juan Estelrich. El eslabón necesario del cine español' (Demipage, 2021), que cuenta con textos de, entre otros, Fernán Gómez, Carlos F. Heredero y Santos Zunzunegui. Estelrich quiso, por un lado, ser director, pero, por otro, también vividor, y Azcona ya le advirtió de que "ser director de cine en España era tan raro como ser torero en Míchigan". De Carmen Sevilla a David Lean, por las fotografías personales de la familia Estelrich transitan todo tipo de artistas e intelectuales; incluso Kirk Douglas colgado bocabajo de un campanario en 'El faro del fin del mundo', rodada en 1970 en Cadaqués.

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Cuentan quienes conocieron a Estelrich que era un hombre grande, de carácter abierto y tan hedonista como pragmático. Su familia pintoresca procedía, por un lado, de la burguesía catalana —su padre fue diputado por Girona de la Lliga Catalana en tiempos de la República y se mezcló con pensadores de la talla intelectual de Josep Pla, Gregorio Marañón y Unamuno—, mientras que la de su esposa, la actriz Marta Revesz, venía de una estirpe de judíos húngaros que se dedicaron a trabajos tan diversos como el doblaje de cine y el espionaje. Estelrich y Revesz se conocieron en el rodaje de 'Amor bajo cero' (1960), donde Estelrich trabajó como 'script'. "Ricardo Blasco, el director, había sido ayudante de ‘La venganza’ (1958) con mi padre, y se lo llevó con él", cuenta Juan Estelrich Revesz a El Confidencial.

"La mano que le abrió la puerta de la industria cinematográfica fue la de Juan Antonio Bardem", puntualiza Héctor Paz Otero en uno de los capítulos del libro. "Estelrich, en unas inacabadas memorias, relata su encuentro a la salida de un partido de fútbol disputado en el Metropolitano, y el paseo de regreso en el que ambos departieron sobre cine. Sea como fuere, la grata impresión que causó en Bardem promovió un consejo y una promesa: el consejo, que abandonara el mundo de las finanzas —Estelrich acababa de regresar de Tánger, donde había ejercido como director de una sucursal del Banco Inmobiliario Mercantil de Marruecos— y se dedicase al cine; la promesa, que en su próxima película lo llamaría para trabajar juntos".

placeholder Juan Estelrich, en 1966, junto a Melina Mercouri en el rodaje de '10:30 de una noche de verano'. (Demipage)
Juan Estelrich, en 1966, junto a Melina Mercouri en el rodaje de '10:30 de una noche de verano'. (Demipage)

Fue, precisamente, en 'La venganza' donde Estelrich trabajó como chico-para-todo, la primera película de su trayectoria, en la que participó en títulos como 'Plácido' (1961), 'El extraño viaje' (1964) y 'Tristana' (1970). "Mi padre era una figura extraña, en el sentido de que conjugó un papel en el cine americano que venía a rodar a España —en el que había grandes técnicos como Gil Parrondo (ganador de dos Oscar a mejor dirección de arte), y ayudantes como López Rodero, pero que eran exclusivamente técnicos—. Pero mi padre también formaba parte del círculo de la cultura y la intelectualidad: sus amigos eran Azcona, Fernán Gómez, Semprún, Buñuel, Welles...", recuerda. Fernán Gómez llegó a ser el padrino de Estelrich Revesz.

Pero ¿por qué solo dirigió una película? "Primero, porque no le gustaba mucho aparecer. Era muy pragmático y le gustaba ganar dinero y vivir bien. Prefería tener dinero a ser director y pasar hambre en casa. Él ganaba mucho más trabajando en las películas americanas que cualquier director español", excusa. "También porque era una persona muy dispersa. Es una cosa de los Estelrich. A mi padre le pasó y a mi abuelo le pasó. Decía Pla en su libro ‘Humanots’, sobre las grandes figuras catalanas de los años 20 al 40, que mi abuelo era una persona muy dispersa. Los Estelrich hacen muchas cosas bien. Mi padre podía hacer producción, dirección, segunda unidad y lo que fuese. Como hacía muy bien la parte de producción, al final le metieron más en ayudantía de dirección y en lo que ahora es un productor ejecutivo y dejó de lado la dirección".

placeholder Estelrich y Fernán Gómez, en 'La vida alrededor', en 1959. (Demipage)
Estelrich y Fernán Gómez, en 'La vida alrededor', en 1959. (Demipage)

Estelrich fue, además, quien puso en contacto a Berlanga y Azcona, la pareja artística más importante del cine español. "En el año 1959, Berlanga acababa de hacer ‘Los jueves milagro’. Había visto ese año una película que le había entusiasmado, que era ‘El pisito’, con guion de Azcona. Pero no le había gustado la manera en que Marco Ferreri la había dirigido. Y fue en ‘Se vende tranvía’, un capítulo de serie dirigido por mi padre, cuando coincidieron escribiendo por primera vez. Desde ahí en adelante hicieron ‘Plácido’ y lo demás es historia".

El libro también dedica páginas a la figura de Fernán Gómez, a quien Estelrich Revesz describe como "un hombre simpático y bastante juerguista". "La juerga nocturna les unió para siempre. Era gruñón cuando le parecía una cosa una tontería. Le gustaba beber y a partir de las cinco ya era más difícil y más gracioso dirigirle". También analiza la relación de Fernán Gómez, un anarquista —en su funeral, se cubrió el féretro con la bandera rojinegra—, pero se relacionó con gente de todo espectro ideológico. "Cuando se habla del franquismo actualmente está muy polarizado, pero ¿quiénes eran los grandes intelectuales y dramaturgos entonces?", pregunta Estelrich Revesz. "Miguel Mihura, Jardiel Poncela, Fernández Flórez, Edgar Neville… Casi todos falangistas. Y Fernán Gómez mama de esa intelectualidad. Una de sus primeras películas como director, ‘El malvado Carabel’ (1956), la escribió Wenceslao Fernández Flórez, y ‘El mundo sigue’ es una adaptación de una novela de Juan Antonio de Zunzunegui, que también era falangista. Decía Fernán Gómez que Zunzunegui, que además había sido procurador a Cortes, era el que mejor contaba el fracaso del franquismo".

Fue de la mano de Azcona como guionista y de Fernán Gómez como protagonista cuando se atrevió a dar el salto a la dirección de largometraje. Basándose en 'La tentación de San Antonio', de Flaubert, y con 13 millones de pesetas de presupuesto —una cantidad muy limitada—, Azcona y Estelrich decidieron limitar la acción de la película a una localización: un cuarto de baño. 'El anacoreta' consiguió el Oso de Plata de Berlín a la mejor interpretación para Fernán Gómez. Con el respaldo del segundo festival de cine más importante del mundo, Estelrich volvió a España con la idea de continuar su carrera como director. Pero el teléfono no sonó y una serie de catastróficas adversidades hicieron que 'El anacoreta' fuese la primera y última película de su filmografía.

placeholder Martine Audó y Fernando Fernán Gómez, en 'El anacoreta'.
Martine Audó y Fernando Fernán Gómez, en 'El anacoreta'.

"Él era gran amigo de Alfredo Matas, el productor, y fue él quien le presentó el guion de ‘Plácido’. Al principio, lo habían pensado producir juntos, pero al final se lo queda Matas con unos socios", explica Estelrich Revesz. "Matas quiere meter a su mujer, Amparo Soler Leal, para hacer el papel de la mujer de Fernán Gómez, que finalmente hace Charo Soriano. Y eso crea un precedente de mal rollo. Como es una coproducción con Francia, también intentó contactar con Sidney Rome, que en ese momento era una actriz muy famosa en Francia. Matas le dijo que había hablado con su representante y que no quería hacerlo. Dos años después, se encuentra con ella en un restaurante y se la presentan. Y ella le dice que nunca le llegó el guion. Ya un segundo enfrentamiento. Y, por último, mi padre quería que la última secuencia fuese en exterior, con la cámara saliendo con una grúa por la ventana hacia la plaza del Conde de Barajas. La película costó 13 millones de pesetas y ese plano solo costaba un millón, y Matas se negó. Al final, la relación entre los dos se deterioró y ya no volvieron a hacer películas juntos".

Tampoco prosperó un encargo que recibió de parte de José Antonio Sáinz de Vicuña, fundador de la productora Impala y presidente de Warner España, que pidió a Azcona y a Estelrich que escribiesen dos películas para él. "En esta época, las películas españolas empiezan a dar dinero y Vicuña y la Warner deciden apostar por hacer más películas españolas de calidad. Reúnen a varios directores para hacer dos o tres películas al año, entre ellos a mi padre. A él y a Azcona les pagan por dos películas, ‘Pintadas’ y ‘Animales domésticos’. Pasan dos años de incertidumbre respecto a si las películas salen adelante, pero, a pesar de haberles pagado, Warner da marcha atrás. Para ellos fue muy duro, porque estuvieron dos años parados. A mi padre le llamó entonces Sancho Gracia para hacerlo socio y embarcarse en ‘Los desastres de la guerra’ (1983), una superproducción sobre la Guerra de Independencia dirigida por Mario Camus, y volvió a centrarse en la producción".

Murió 10 años después, un 10 de agosto de 1993. En su obituario, Manuel Vicent le dedicó estas palabras: "Juan Estelrich resumió su sabiduría cinematográfica al dirigir su única película, 'El anacoreta', y después siguió trabajando en la producción y nunca perdió el aire intelectual, de buena crianza, que le caracterizaba. Le vi por última vez sentado en el café una tarde de final de julio, y en su mirada llena de tristeza aparecía el signo de la derrota, aunque a veces sonreía con una displicencia infinita. Miraba por el ventanal de una forma perdida. Tuvo la elegancia de no dejarse compadecer, de modo que la muerte se ha desprendido sobre él como una fruta natural cuando ya estaba en su punto. Y a los amigos nos ha dejado el recuerdo de su inteligencia, de las risas compartidas, de la travesía de tantas noches pletóricas compartiendo los mismos restos del naufragio. Juan también lo decía: 'Si juegas al póquer borracho, corres el riesgo de que te quiten no solo el dinero, sino también la borrachera'. Mi amigo acaba de beberse el último gin tonic con la Dama, y desde este lado de la tapia levanto mi copa por él".

"En el primer colegio al que fui me preguntaron quién era mi padre y yo dije que no sabía", cuenta el director de cine Juan Estelrich Revesz, hijo de Juan Estelrich March (1927-1993), que en 1976 dirigió 'El anacoreta', una de las películas más icónicas del tardofranquismo, y no volvió a dirigir nunca más. Amigo íntimo de Rafael Azcona, de Luis García Berlanga y de Fernando Fernán Gómez, trabajó en decenas de películas de la factoría Bronston y de Orson Welles, pero también junto a Jess Franco y Luis Buñuel. Sin embargo, es una figura poco conocida a la que ahora reivindica su hijo en el libro 'Juan Estelrich. El eslabón necesario del cine español' (Demipage, 2021), que cuenta con textos de, entre otros, Fernán Gómez, Carlos F. Heredero y Santos Zunzunegui. Estelrich quiso, por un lado, ser director, pero, por otro, también vividor, y Azcona ya le advirtió de que "ser director de cine en España era tan raro como ser torero en Míchigan". De Carmen Sevilla a David Lean, por las fotografías personales de la familia Estelrich transitan todo tipo de artistas e intelectuales; incluso Kirk Douglas colgado bocabajo de un campanario en 'El faro del fin del mundo', rodada en 1970 en Cadaqués.

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