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Bukowski no murió hace 20 años
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el autor más sucio revive en los peores momentos

Bukowski no murió hace 20 años

La pobreza actualiza la poesía de Chinaski en el 20 aniversario de su fallecimiento. El próximo 9 de marzo se cumplen dos décadas desde que murió

Foto: Retrato del escritor Charles Bukowski (Corbis)
Retrato del escritor Charles Bukowski (Corbis)

La pobreza actualiza la poesía de Chinaski en el 20 aniversario de su fallecimiento. El próximo 9 de marzo se cumplen dos décadas desde que murió por leucemia. La transformación de las clases medias en bajas, el empobrecimiento, la mentira, la decepción y la decrepitud de sociedades basura, eleva al mito de la mugre a los cielos. Si es que los había abandonado, porque hizo de la poesía realidad. Su palabra era la palabra de su tiempo y su tiempo le mantiene entre nosotros.

“Leer a Bukowski es útil para recordar algunas cosas, la principal es que la literatura no es negociable. Es lo único que merece la pena si vienes del sitio que viene él –y del que venimos otros-: las clases bajas estadounidenses”, explica el autor Patricio Pron (Rosario, Argentina, 1975), que desnuda al trabajador de la oficina de correos de Los Ángeles.

Pero no se olvida de su estilo de vida putero, callejero y alcohólico: “Viene del infierno de las habitaciones de hotel y los trabajos precarios, y comprende (sólo gracias a la literatura) que nunca saldrá de allí, lo cual es una buena forma de salir de allí. Pero también proviene de la certeza adquirida de que en la literatura barata también hay belleza, y una intensidad que a menudo escasea”.

La intensidad es el don y el mito del escritor cínico. “Buena suerte, viejo amigo/ no resulta fácil,/ estamos pegados a nuestros cojones, y no hay más,/ estamos cautivos de nuestros cojones,/ y yo debería refrenarme un poco/ cuando se trata de mujeres”. Es el poema titulado Le miro los cojones al gato, incluido en el poemario La gente parece flores al fin (Visor). Escribe entonces su testamento literario, a los 70 años. “El whisky acelera el corazón, pero desde luego no ayuda a la mente”, escribe en ese momento. ¿Arrepentido? Nunca “Hay que morir unas cuentas veces antes de poder/ vivir de verdad”.

Todo es poesía, cada objeto perdido de su habitación, la calle por la que pasa, un mendigo, unas cuchillas de afeitar, unas ratas. Todo lo que la poesía había mirado con indignación y superioridad. Bukowski dejó medio centenar de libros, entre poesía y prosa, sin contar con lo que atesora su viuda, que no hace más que abrir el grifo del goteo con inéditos de un autor proteico. Han aparecido casi una decena de volúmenes póstumos desde su muerte.

Su obra proviene de la certeza adquirida de que en la literatura barata también hay belleza, y una intensidad que a menudo escasea

Pron dice que toda su enseñanza se concentra en este poema: “Si lo vas a hacer, hazlo bien y por completo: de otro modo, ni siquiera lo intentes”. La intensidad y la cólera. La literatura sin condiciones, y el eco sobre los escritores más jóvenes de nuestros días: la generación ALT LIT, cuyo vínculo evidente es esa apariencia de descuido. En Hábitat, uno de los ensayos fundacionales de la generación, Walter Mackey, utiliza el concepto #quickshit para diferenciar este modo de escritura inmediato -y en apariencia espontáneo- de los escritores que pulen las formas de sus escritos: “Deja de editar. Deja de revisar”, escribe como recomendación esencial.

Desde luego, no es un debate nuevo, porque Bukowski ejecutó una opción similar. El maestro lo grabó en un poema titulado ¿Así que quieres ser un escritor?: “Si no te sale ardiendo de dentro,/ a pesar de todo,/ no lo hagas./ A no ser que salga espontáneamente de tu corazón/ y de tu mente y de tu boca/ y de tus tripas,/ no lo hagas./ Si tienes que sentarte durante horas/ con la mirada fija en la pantalla del ordenador/ o clavado en tu máquina de escribir/ buscando las palabras,/ no lo hagas./ Si lo haces por dinero o fama,/ no lo hagas./ Si lo haces porque quieres mujeres en tu cama,/ no lo hagas./ Si tienes que sentarte y reescribirlo una y otra vez,/ no lo hagas./ Si te cansa sólo pensar en hacerlo,/ no lo hagas./ Si estás intentando escribir/ como cualquier otro, olvídalo”.

En los ALT LIT no hay belleza, ni cursilería, ni piedad, ni benevolencia… ni poesía. Hay un vómito de vida sin tamizar. La poeta Ana Carrete, de Tijuana, de 28 años, escribe más desencantada que nadie, en los versos de Quiero ver los vigilantes de la playa todo el puto día: “Quiero rascarte la barriga/ y comer donuts contigo/ hasta que engordemos tanto/ que nadie nos quiera/ y no nos quede otra/ que estar enamorados para siempre”.

Esta nueva ola poética y narrativa comparte con el viejo gruñón el desencanto, la ruina y el alcohol. Aburridos. Son críticos, no tienen piedad con los conformistas, ni con los profesionales de la Academia, son precoces e inoportunos. Molestos, pero auténticos.

La literatura de Bukowski es lo más cerca que estaremos nunca de conocer cómo puede ser una literatura de clases bajas, es decir, una literatura desposeída de capital simbólico, pero tampoco rescatada por las clases medias intelectuales

“La literatura de Bukowski es lo más cerca que estaremos nunca de conocer cómo puede ser una literatura de clases bajas, es decir, una literatura desposeída de capital simbólico, pero tampoco rescatada por las clases medias intelectuales. Estas siempre preferirán que los pobres sean buenos, folclóricos y se dejen elevar en términos de conciencia revolucionaria”, por supuesto, Patricio Pron de nuevo. El autor de La vida interior de las plantes de interior (Mondadori) que es difícil no regresar a Bukowski tal y como está el panorama, pero sin banderas ni reivindicaciones, porque sólo la literatura importa y sólo el compromiso que uno tiene con ella.

Karmelo Iribarren (San Sebastián, 1959) es lo más parecido que tuvo jamás Bukowski en Euskadi. Acaba de publicar Diario de K (Renacimiento), no tan lejos del realismo sucio que mostró desde el principio de su trayectoria poética. “La poesía siempre está ahí, para mostrar cómo a dos pasos de la abundancia está la miseria y la depresión”, dice.

Fue lectura de su adolescencia. “Me gusta de él cómo se dirige a los asuntos: de manera desnuda y desgarrada, menos antiretórica de lo que parece. Los suyos eran versos libres y blancos, pero a veces con metáforas muy peculiares, como ramalazos surrealistas”. Destaca su carácter urbano y poco convencional, aunque trate aspectos vulgares.

Quizá sea el héroe de la clase trabajadora. Alguien lo suficientemente inteligente para no creer en nada. “Un asceta del sexo, del alcohol, y de Brahms”, añade Pron. De su estilo le interesan dos cosas: la libertad formal de su poesía y el gesto de fingida espontaneidad de toda su obra. Su estilo era su vida, un destello de ese empeño por encontrar una vida que significara algo, al precio fuera.

El último escritor al que apelamos –se cuentan por antologías, como Resaca/Hank Over (Caballo de Troya)- es Cristina Alcaraz (Málaga, 1990), quien con 17 años lee Poemas de la última noche de la tierra para no olvidarlo más. Bukowski rompía con todas sus lecturas anteriores. “Entendí que la poesía podía hablar de mi época, de mi vida. Mi vida cambió después de leerle y quedó patente en mi primer poemario Turismo de interior.“Siento que me han prometido muchas cosas y veo cómo todo desaparece y falla. Por eso me interesó su verdad”.

La pobreza actualiza la poesía de Chinaski en el 20 aniversario de su fallecimiento. El próximo 9 de marzo se cumplen dos décadas desde que murió por leucemia. La transformación de las clases medias en bajas, el empobrecimiento, la mentira, la decepción y la decrepitud de sociedades basura, eleva al mito de la mugre a los cielos. Si es que los había abandonado, porque hizo de la poesía realidad. Su palabra era la palabra de su tiempo y su tiempo le mantiene entre nosotros.

Poesía Charles Bukowski
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