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Memorias de un héroe: Amílcar Barca
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Cartago se hace mayor

Memorias de un héroe: Amílcar Barca

Uno de los más grandes guerreros cartagineses murió de manera accidental cuando ya era inmortal. Esta es su historia

Foto:  Nepotis excellentium imperatorum vit? (Wikimedia commons)
Nepotis excellentium imperatorum vit? (Wikimedia commons)

Ningún vencido tiene justicia si lo ha de juzgar su vencedor. Francisco de Quevedo.

En aquel tiempo, el mundo se circunscribía al Mare Nostrum. Más allá de las Columnas de Hércules, todo era proceloso, con extraños habitantes, un vacío abismal, con enormes octópodos avizor, esperando a que los marinos incautos u osados cometieran la equivocación de soñar con alguna compensación más allá de Gibraltar. Y luego estaba para rematar la Gran Catarata que todo lo fagocitaba, una enorme mandíbula en medio del océano, de una voracidad increíble, en cuyas fauces las osadas naves que habían cometido la infracción de visitar el océano se dirigían en caída libre hacia un colosal estomago de natural hambriento.

Pero en lo doméstico, en el intramuros, dos potentes imperios, uno estable y sólido al sur con guerreros formidables se enfrentaría en sendas guerras por la hegemonía del comercio marítimo, del prestigio que da el someter al oponente, y de monopolizar los recursos que el adversario maneja; a un emergente imperio que apuntaba maneras y daría a la historia uno de los legados mas sustanciados en creación, arte, obras de ingeniería, etc. Roma se llamaba aquel gigante.

Dos potentes imperios, uno estable y sólido al sur con guerreros formidables, se enfrentaría en sendas guerras por la hegemonía del comercio marítimo

La natural expansión territorial de ambos imperios solo podía acabar con uno de ellos. Dos potentes dinámicas muy ambiciosas en rumbo de colisión.

Las guerras púnicas fueron tres conflictos casi consecutivos de una intensidad inusual que enfrentaron durante más de ciento veinte años a partir del 264 a C. concluyendo hacia el 146 a C. con la absoluta aniquilación de Cartago y la posterior muerte del más famoso general cartaginés (y uno de los más recordados por la historia, Aníbal) en extrañas circunstancias. Aquellas durísimas guerras, implicaron a una miríada de generales de ambos bandos que no solo se dejaron la vida en el envite si no que sabían que la supervivencia de Roma y Cartago estaba en juego.

Amílcar Barca, significa seguidor o sirviente de Melqart, el dios fenicio/púnico, pues no hay que olvidar que los cartagineses eran de procedencia semítica ya que sus orígenes geográficos estaban en Fenicia, pueblo que luego centrifugó sus artes mercantiles por todo el Mediterráneo. La palabra “Barca" es una derivada que significa relámpago, y posiblemente vaya asociada a las tácticas guerrilleras que usó este famosísimo general cartaginés en el periodo correspondiente a la primera guerra púnica. Tenia enloquecidos a los observadores romanos en nuestra península pues con breves y contundentes ataques sorpresa de su caballería númida Mauri (de procedencia mauritana), hacía estragos en las filas del enemigo local, en este caso, los Iberos.

Uno de los grandes éxitos de Amílcar Barca fue el de transformar un estado personalista en una potencia indiscutible

Uno de los grandes éxitos de Amílcar Barca fue el de transformar un estado personalista en una potencia indiscutible. En el primer asalto contra Roma, transformó a Cartago, que pasó de ser una gran potencia naval a un formidable ejercito con un entrenamiento muy avanzado para la época. Fue su hijo, Aníbal el que perpetuó esa osadía que caracterizaba al padre y refinó su retoño retorciendo su imaginación hasta límites extremos. Todavía hoy no se entiende como ante una Roma inerme no remató aquella obra de arte tras cruzar los Alpes y derrotar en Cannas a un formidable ejercito romano.

Durante la Primera Guerra Púnica y tras quince años de lucha encarnizada no solo en el norte de África sino en la Península Ibérica, la guerra se hacía interminable y no se atisbaba un acuerdo de paz. Cartago había estragado a varios ejércitos romanos en el norte de África y también en la península, pero el adversario se caía y se levantaban una y otra vez.

placeholder Ruinas de Cartago
Ruinas de Cartago

En una puesta en escena diabólica en la isla de Sicilia, Amílcar con su proverbial habilidad en la guerra de guerrillas (solo utilizaba la caballería y con los cascos silenciados), sin un ejército cohesionado pues, solo había alcanzado a detraer tropas como para reunir a unos 20.000 hombres, tenía en jaque a los mandos de Roma. El historiador Polibio (el del famoso cifrado) pro romano, lo calificaba como el mejor general cartaginés de la época.

Se dice que la primera Guerra Púnica acabó en el 241 a.C., cuando el almirante cartaginés Hannón, enviado para ayudar a Amílcar fue sorprendido primero pruna durísima tormenta, después por los romanos cuando intentaba recuperarse. Cerca de 50 barcos cartagineses fueron hundidos, más de 10.000 hombres fueron hechos prisioneros. Los cartagineses, con las arcas llenas de okupas telarañas, faltos de recursos, dieron por bueno el resultado. Amílcar firmó la paz y se retiró a un eremitorio en las proximidades de Djerba (isla próxima al Túnez actual) a reflexionar sobre los acontecimientos y a urdir un nuevo plan.

Pero en la res doméstica, las cosas no marchaban bien.

La rebelión de los mercenarios que no habían cobrado sus pagas durante la Primera Guerra Púnica había soliviantado a estos y generado una rebelión domestica de difícil control. Amílcar había llegado a un acuerdo con príncipe númida Naravas para que aportara su formidable caballería de cerca de 5.000 jinetes en apoyo del bando cartaginés; a cambio, matrimoniaba a su bellísima hija que era la sensación de todo Cartago. Sumando los hombres de Naravas y los restos del ejército de cartaginés, ya eran mas de 12.000 soldados y un centenar de elefantes.

Amílcar había llegado a un acuerdo con príncipe númida Naravas para que aportara su formidable caballería de cerca de 5.000 jinetes en apoyo del bando cartaginés

La guerra se convertía en una hoguera de aniquilación con unos índices de brutalidad irracionales. Ambos bandos se habían sumergido en un infierno de atrocidades, caer prisionero era peor que combatir. Mutilaciones a los capturados, elefantes pasando por encima de los prisioneros, en fin, lo de siempre, la barbarie sin límites acompañada de la impunidad.

Pero en un extraño giro copernicano, Roma, repatrió a miles de soldados cartagineses capturados con anterioridad sin exigir nada por ello, un gesto diplomático a la par que infrecuente por elegante, tendente básicamente a distender con voluntad de abrir canales diplomáticos para limar las enormes tensiones que bloqueaban el comercio en el Mediterráneo.

Creo que era el ilustre von Clausewitz el que con su presunto estereotipo de cabeza de teutón decía que: “La guerra no es simplemente un acto político, sino un verdadero instrumento político, una continuación de las relaciones políticas, una gestión de estas por otros medios”. Sumariamente venia a decir que la guerra era la continuación de la economía por otros medios.

Es muy curioso como nuestro libertinaje latino critica a los germanos por un lado mientras por otro los admiramos.

En el 237 a.C. Cartago envió a Amílcar Barca a ampliar el territorio cartaginés hacia el oeste y, por ende, a la costa sur de la Península Ibérica

Pero en estos años, Cartago creció y creció; había perdido sus plataformas en Córcega, Cerdeña y Sicilia y necesitaban perentoriamente ingresos para sostener el nuevo proyecto de estado. España, la proto España estaba al alcance de sus posibilidades. Cartago tenía un control ancestral sobre las antiguas colonias fenicias peninsulares, fuente de abundante riqueza (cobre, plata, cereales).

En el 237 a.C. Cartago envió a Amílcar Barca a ampliar el territorio cartaginés hacia el oeste y, por ende, a la costa sur de la Península Ibérica. Parece ser que ya había habido tratos con los Tartessos en fase temprana y ello facilitó la creación de una base en Gades (Cádiz). Ello supuso un notable incremento del ejercito púnico al incorporar efectivos entrenados y competentes en combate que sumados a los provenientes de la capital norteafricana darían una cifra imponente de 50.000 infantes incluida la famosa caballería númida sumada a un centenar de elefantes. Casi nada. La apuesta de Amílcar Barca por un ejercito de tierra potente estaba dando sus resultados como se vería en el futuro.

Amílcar se ahogó cuando cruzaba el río Vinalopó en medio de una enredada trifulca contra los Iberos. Era el invierno de 229/228 a.C

Pero en medio de un éxito prometedor, cuando todo apuntaba hacia un horizonte de victorias encadenadas, Amílcar se ahogó cuando cruzaba el río Vinalopó en medio de una enredada trifulca contra los Íberos. Era el invierno de 229/228 a.C. Uno de los más grandes guerreros cartagineses murió de manera accidental cuando ya era inmortal.

El principio de incertidumbre siempre tiene un coeficiente caprichoso.

Ningún vencido tiene justicia si lo ha de juzgar su vencedor. Francisco de Quevedo.

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