La historia de un pueblo atrapado en su espejismo

“Hay alguien que quiere la jaula y no los pájaros”.

Anónimo.

Todo empezó tras unas declaraciones premonitorias de William Randolph Hearst al dibujante de cabecera del The New York Journal cuando le dijo "tú haz los dibujos, que yo pondré la guerra". Estaba cantado que el inventor del sensacionalismo más infumable que se ha dado en la prensa estaba bien informado de lo que posteriormente se convertiría en inevitable; la Guerra de Cuba.

Una investigación independiente de un pequeño periódico de Missouri descubriría ya comenzado el conflicto, que Hearst tenía intereses en el sector bananero y azucarero e insinuaba -que no expresaba en términos de certeza -, que el gobierno norteamericano tenía información reservada que no había revelado, para así mantener el casus belli e intervenir militarmente. El periódico en cuestión fue lapidado por la opinión pública, y curiosamente, comprado con celeridad por un intermediario y colega del primero, llamado Joseph Pulitzer, básicamente, para que no se le viera el plumero al manipulador. Vamos, que se juntaron el hambre con las ganas de comer. Esta inveterada afición por crear malos y salvar a la humanidad de sí misma, ha sido la tónica hasta el día de hoy.

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Tras el Tratado de París de 1898, cuya firma se efectuó un gélido y lluvioso día 10 de diciembre, la guerra hispano-estadounidense se dio por concluida. España recibió una compensación de 20 millones de dólares por sus posesiones de Puerto Rico, Filipinas y Guam; y la segunda oferta hecha por los EE. UU. en relación con Cuba, de 230.000.000 de dólares, al no haber sido aceptada en segunda instancia, no se haría efectiva ni se incluiría en el tratado. Aquel colosal imperio de 20.000.000 de km2, quedaba diluido en la historia tras las sublevaciones y posterior pérdida de los virreinatos, hechos, que se produjeron en paralelo a la guerra de la Independencia. Entre Napoleón y sus ansias imperiales y los ingleses financiando sublevaciones en tierras americanas, lo que fuimos en aquella enorme aventura, se quedó en humo.

Puerto Rico, nuestro protagonista de hoy, se hizo con los mimbres del mestizaje. Los pobladores de las Antillas inicialmente fueron aborígenes americanos, probablemente, desplazados de la actual Centroamérica. Por lo que hasta hoy se sabe, nunca desarrollaron la escritura. Por ello, la arqueología fundamentalmente y las ciencias paralelas que cooperan con esta disciplina, tal que la antropología forense y la etnología, han sido determinantes a la hora de resolver los pequeños enigmas que son los que articulan la trazabilidad de ese sumatorio llamado humanidad.

Desde el año 1508 en que fue descubierta por el increíble explorador Juan Ponce de León, la mezcla de taínos, españoles y africanos desplazados de sus tierras de origen, dieron lugar a una mezcla enriquecida por una cultura hedónica y vital, marca de la casa. Al contrario que otros pueblos centroamericanos y caribeños, que han emigrado en masa y han dado portazo a su pasado, los puertorriqueños han hecho gala de su idioma español y de sus tradiciones. En Nueva York, cada año, este pueblo hispanoamericano desfila en junio, cada segundo domingo de ese mes recorriendo la Quinta Avenida, mientras se congregan más de un millón de desplazados por la diáspora. Para esta gigantesca ciudad, este desfile, es el más grande del país, a la par que un símbolo cultural.

Pero claro, el “amigo americano” no es tal, es alguien que solo aprecia la servidumbre silenciosa y sin contestación. La falta de inversiones en esta hermosa isla caribeña, con el tiempo, derivó en una monumental crisis económica. Cerca del 50% de la población puertorriqueña, tras la Segunda Guerra Mundial, se vio obligada a emigrar al continente, pues el paro, la falta de infraestructuras, la carencia de una educación digna de tal nombre y otras milongas; los expulsaron de una miseria rampante. La búsqueda del sueño americano solo era una pesadilla como la de Sísifo. Una arraigada sociedad racista y con las clases muy marcadas, hacían imposible que lo meritorio, el trabajo sacrificado, permitiera prosperar a aquellas gentes hispanohablantes y de una tintura nada "pura".

Por ello, se puede decir, que aquella isla caribeña con apariencia de paraíso terrenal, sin pretender venir de la riqueza, se encontró con los cantos de sirena del Gran Hermano Americano. ¿Qué ocurrió? Pues lo que a los canes que se muerden la cola cuando están aburridos o les pica algún parásito. El segundo caso es el que mejor define la situación.

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Un buen día por arte de magia, con esa peculiar conducta tan carente de empatía, pero sobrada de autoritarismo que caracteriza a los gobiernos de Estados Unidos para con el resto de la humanidad, el Congreso decidió eliminar, porque sí, los incentivos fiscales que promovían las inversiones en el Estado Libre Asociado de Puerto Rico, vamos, una definición ampulosa a la que solo le faltaban unos neones de LED. Tras este varapalo sin alternativas económicas que se preciaran, la entera isla comenzó un periplo por los infiernos. A la luz de los acontecimientos, el gobierno local perdió capacidad de recaudación, los proyectos sociales se recortaron, y la emigración se disparó; aquello devino en un coctel explosivo. Se inició un éxodo masivo que restó otro 22% de población a la ya depauperada isla. Para rematar, la crisis del sistema hipotecario acontecida en el año 2008 generó un círculo vicioso que fue fagocitando la ya endeble economía de la isla. Multitud de pequeños negocios fueron cerrando por efecto dominó debido a la reducción de la demanda con la consiguiente contracción económica. Los sectores de educación y salud fueron tocados de muerte.

En lo tocante a la educación, dos factores fueron determinantes en el empeoramiento de esta. La natalidad, por un lado, había entrado en barrena ante un escenario que no ofrecía posibles, y a esto, había que sumarle una emigración disparada que sustrajo miles de estudiantes al sistema, como consecuencia, el Departamento de Educación acudió al único remedio rentable para las arcas del estado, concentrar a la población estudiantil en un número reducido de escuelas quedándose miles de muchachos sin instrucción por la falta de transportes; el acabose.

"El hartazgo del pueblo de Puerto Rico ante el abandono del Big Brother sacó a la calle a la población en una manifestación sin precedentes"

Pero la calidad de vida de los puertorriqueños no paraba de decrecer mientras la delincuencia campaba a sus anchas alimentada por una situación que propiciaba la desesperación. Nuevamente, el Congreso de Estados Unidos intervino a través del Acta de Control, una medida claramente colonizadora que no se habrían atrevido a ponerla en práctica en ningún otro estado de la federación. Un grupo de siete banqueros habían desterrado cualquier atisbo de autogobierno en Puerto Rico.

El hartazgo del pueblo de Puerto Rico ante el abandono del Big Brother sacó a la calle a la tercera parte de la población isleña en una manifestación sin precedentes ante el exterminio identitario, estructural y la dejadez manifiesta del mal llamado imperio de los sueños. Puerto Rico, a los ojos de los WASP (White Anglo-Saxon Protestants) no cumplía los criterios de selección y admisión del coloso con pies de barro, era sencillamente una colonia dejada de la mano de Dios.

¡Ah! Y no hay que olvidar que Autonomía por Puerto Rico es una dinámica organización amanecida en 2012 cuyo objetivo es su reincorporación a España como comunidad autónoma. Ellos alegan que, así como las Islas Canarias están en territorios africanos, ellos tienen el mismo derecho a ser la 18ª autonomía española. Tienen un 22% de votantes. Cuidadín.

Al final, la historia es siempre pendular.