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¿A los Vikingos les gustaba el cachopo? Sí, y el pulpo, la txistorra, los chopitos, la paella…
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Donde las dan las toman

¿A los Vikingos les gustaba el cachopo? Sí, y el pulpo, la txistorra, los chopitos, la paella…

Las sagas escandinavas hacen alusión a estas tempranas excursiones "en búsqueda del sol y la gastronomía local". Pero ya se sabe, tanto va el cántaro a la fuente...

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“La progresiva degeneración de la especie humana se percibe claramente en que cada vez nos engañan personas con menos talento”.

Charles Darwin.

Entre los siglos IX y X, la Península Ibérica, inmersa en un agotador enfrentamiento entre cristianos y musulmanes, había abandonado a su suerte (en el caso de los primeros) la defensa de sus costas, pues la masa de combatientes se había desplazado hacia los frentes del sur. En esas condiciones, para los depredadores escandinavos, las zonas carentes de vigilancia eran un suculento objetivo. Al igual que asolaron íntegramente poblaciones en la cornisa atlántica e islas británicas, llegando incluso hasta Lisboa; algunos enclaves importantes del litoral de lo que hoy es España, vivieron las letales visitas de estos saqueadores profesionales.

No hay que olvidar que la al Andalus de los Omeyas, ocupaba en esos momentos más de las dos terceras partes de la península, incluyendo lo que hoy es Portugal. Al principio, los vikingos atacaron la costa de Asturias por Gijón (844) para hacer aguada tras una potente tormenta cantábrica, y Pamplona (853) subiendo quizás por el Bidasoa y la parte oeste del Valle del Baztán (otros cronistas dicen que fue por el eje Ebro), en una de las más sonadas hazañas que se hayan visto. Pero entre "palo" y saqueo había que ramonear y para no perder la forma, hicieron lo mismo en Santiago de Compostela, Sevilla, Algeciras, Orihuela, etc. La osadía innata y su inveterada adicción al pillaje fueron los argumentos con los que llegarían con el tiempo, hasta Constantinopla.

Al principio, los vikingos atacaron la costa de Asturias por Gijón y después Pamplona

Todo sea dicho de paso, los ataques a la península salvo en el caso de la captura del rey García Iñiguez y sus hijos, tuvieron nefastas consecuencias para estos impenitentes forajidos. Forajidos, porque habrían tocado todas las teclas de cualquier código penal (actual) que se precie, impenitentes, porque eran inasequibles al desaliento.

Un ejemplo fue el ataque a Sevilla. Pasadas las catorce noches del mes de Muharram (230 de la Hégira y 844 de nuestra era), cuando el otoño se acercaba, una poderosa flota vikinga de ochenta naves y 4.000 hombres, así como quien no quiere la cosa, remontaron alegremente el Guadalquivir. Cuando pasaron por Coria del Rio, no dejaron títere con cabeza, la entera población fue pasada a cuchillo con toda una secuela de actos indescriptibles.

Cuando el otoño se acercaba, una poderosa flota vikinga de ochenta naves y 4.000 hombres, así como quien no quiere la cosa, remontaron alegremente el Guadalquivir

Los cuernos de combate sonaban a tragedia y su fúnebre sonido ascendía lentamente hacia la indefensa ciudad de Sevilla. Sus credenciales eran muy sencillas; llegar, golpear y esfumarse, así era su modus operandi. A eso había que sumarle el ensañamiento con los civiles buscando el eco del terror. Y sí, llegaron a Sevilla y sometieron a la indefensa población a todas las atrocidades imaginables y alguna más. La matanza devino en una orgia de sangre y a unos días, se sumaron otros. Pero esta forma de peste humana se estaba pasando con la diversión y el espectáculo iba a tomar una dirección imprevista.

Finalmente, dos recaudadores a caballo que no estaban presentes el trágico dia de Coria, conseguirían advertir a Abd al ­Rahmán y este obtuvo su desquite. Varios destacamentos de caballería partieron de Carmona y al llegar a la comarca del Aljarafe, la devastación era más que evidente. El silencio entre los jinetes ante el dantesco espectáculo solo era interrumpido por el ruido de los cascos de los caballos. La horda vikinga, que no disponía de cuadrúpedos, se vio sorprendida in fraganti. El envés del infierno estragaría a estos toscos guerreros.

Ibn Rustum, decidió decapitar de forma fulminante a los supervivientes, cerca de un millar serian enterrados vivos con la cabeza al aire

Como colofón, Ibn Rustum, segundo de a bordo del emir omeya, decidió decapitar de forma fulminante a los supervivientes, cerca de un millar serian enterrados vivos con la cabeza al aire mientras la caballería pasaba al galope en repetidas ocasiones sobre este peculiar sembrado. Las palmeras de Sevilla fueron decoradas para la posterior celebración con las cabezas separadas, enviando así un rotundo mensaje a los sevillanos supervivientes; el horror había tocado a su fin. Desde aquellas cuencas vacías los vikingos contemplarían la eternidad con sosiego y el Valhalla más cercano.

La península, sería la horma de su zapato. Cuando los vikingos atacaron Gijón, Ramiro I de Asturias ya había demostrado que era un guaje de armas tomar, la leyenda, quizás algo impregnada en sidra, decía de él que le había arreado un severo castigo a un oso que pasaba por allí. El caso, es que los centinelas de las atalayas costeras iban siguiendo a los vikingos en su deriva hacia el oeste, reportando al rey de los movimientos de la flota.

Cuando los vikingos atacaron Gijón, Ramiro I de Asturias ya había demostrado que era un guaje de armas tomar

Hay que recordar, que el Reino de Asturias en aquel tiempo abarcaba un territorio gigantesco, que no solo integraba lo que hoy es Galicia, sino que en una comparativa con los tempranos sistemas feudales traspirenaicos, estos últimos parecían pequeños tenderetes de feria. La España embrionaria estaba dividida en tres áreas muy definidas; los estados tapón carolingios adosados a los Pirineos, el enorme Califato Omeya y el mencionado reino asturiano. También podíamos incluir para ser justos una minúscula zona en la que los vascos, como es sabido, vivían encapsulados en sus mágicos bosques a la espera de que pululara algún despistado para aplicarle un buen correctivo (Roncesvalles - 778).

Foto: La mezquita de Córdoba en un grabado del siglo XIX. (Getty/Print Collector)
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Ramiro de que los de los cuernos habían desembarcado cerca del faro romano de la Torre de Hércules, y con ganas atrasadas de ajustarles las cuentas, los emboscó en una zona próxima a lo que hoy sería La Coruña, y ahí se despachó a lo grande. Les mermó la enorme flota en setenta naves, con unas bajas presumibles de 2000 combatientes caídos entre los nórdicos. Como consecuencia de la que quizás haya sido la mayor derrota infligida a los normandos en Europa, estos buscaron otros horizontes; y para más humillación, se fueron sin catar el cachopo y Pulpo a Feira.

Hay que destacar que los vikingos no cejaron en su empeño de catar la gastronomia local y sus sabrosas menudencias gastronómicas

Hay que destacar que los vikingos no cejaron en su empeño de catar la gastronomia local y sus sabrosas menudencias gastronómicas; hacia el 968, el gigantesco Gunderedo, primo del monarca Noruego Harald II, ya había fracasado en sus ataques a cántabros y vascos en sendos intentos de hacer aguada y aprovisionarse y, estaba un poco cabreado ante la falta de resultados, por lo tanto se dirigió como antaño otros piratas escandinavos, hacia Galicia a ver si pescaba algo. Y si pescó, pero otro descomunal desastre como el anterior. Es que las gentes de Galicia son muy tranquilas, pero las cosas de comer no se tocan. Los del norte, hartos de recoger varapalos sin cuento, cambiaron de tercio.

A partir del siglo X, esporadicas invasiones dispersas, serían el corolario de aquellas temidas hordas. Todavía, en el año 1030, hubo desembarcos relámpago en la costa levantina y las Baleares, pero ya se sabe que de tanto ir el cántaro a la fuente, acaba roto. Las sagas escandinavas (Sagas de los Reyes – Konungasögur-) hacen alusión a estas tempranas excursiones “en búsqueda del sol y la gastronomía local”.

A la postre, el pez muere por la boca.

“La progresiva degeneración de la especie humana se percibe claramente en que cada vez nos engañan personas con menos talento”.

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