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Cuando Nelson se llevó un susto
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Un cañón con hambre

Cuando Nelson se llevó un susto

Inglaterra en su concepción estratégica, veía las islas Canarias como un reto con fuerte hándicap habida cuenta de la fuerte resistencia que venían demostrando los isleños

Foto: El asedio de Gibraltar, donde participó Antonio Gutiérrez de Otero, por John Singleton Copley
El asedio de Gibraltar, donde participó Antonio Gutiérrez de Otero, por John Singleton Copley

“En breve, la gente será incapaz de pensar o razonar por sí misma. Serán capaces sólo de parlotear las noticias que se les dio la noche anterior.”

Zbigniew Brzezinski.

(Ex consejero de Seguridad Nacional EE. UU.)

El cañón de bronce que hoy duerme sobre una enorme cureña en el Centro de Interpretación del Castillo de San Cristóbal en Tenerife, El Tigre, es una venerada celebridad con nombre propio. Como los cañones de la época no funcionaban solos, tambien hay que rendir homenaje al equipo de artilleros que lo dieron todo en una de las gestas militares más brillantes que se recuerdan, dirigida por un anciano general retirado, en perfecta combinación con la población, entregada a la defensa de la ciudad. Ellos, en un tándem perfectamente conjuntado, rompieron los pronósticos más pesimistas.

Fue el gran almirante Nelson uno de los pocos ingleses que cumplía el precepto del buen caballero, hombre de palabra, la encarnación tópica del 'gentleman'

De eso va la historia de hoy.

No hay peor pesadilla para un soñador, que ver el deterioro de su físico menoscabado por amputaciones sin cuento y tener que asumir que sus expectativas serán hipotecadas para toda la eternidad, ni que del pulcro candor de la inocencia se pueda esperar que la tierra por un acto de voluntad se ponga a girar al revés.

Esto es, lo que la mente del gran almirante Nelson, uno de los pocos ingleses que cumplía el precepto del buen caballero, hombre de palabra, la encarnación tópica del gentleman, la del marino perfecto, talentoso y respetado por propios y ajenos, padeció durante toda su existencia. Pero claro, a veces la percepción es engañosa por las muchas grietas en que se atrinchera obstinadamente la ignorancia. Cuanto más sabemos, cuanto más avanzamos, mas se aleja el horizonte, pero como decía el ilustre Eduardo Galeano (a pesar del sesgo tan poco imparcial de alguna de sus obras), esa línea que funde todos los azules siempre será una referencia que alimente la obstinación del ser humano y su innata curiosidad.

En la céntrica plaza de Trafalgar Square, cerca de Downing Street, la memoria del legendario almirante Nelson pervive en el imaginario del pueblo inglés como el héroe que tantas victorias dio a su bandera

Inglaterra en su concepción estratégica, veía las Islas Canarias como un reto con fuerte hándicap habida cuenta de la fuerte resistencia que venían demostrando los isleños. El infame amante de la reina Isabel I, Drake, finalmente defenestrado, Blake y Jennings, veían las islas como el pastel de cumpleaños de un niño, o como un plato de gourmet. La idea era cortar las rutas trasatlánticas de los navíos españoles hacia América y de paso, instalar sus posaderas. Pero a través de la historia se demostró que conforme su ambición e insistencia se redoblaban, la indigestión de los sucesivos fracasos se fue haciendo de a poco, intolerable, hasta acabar consumiendo bicarbonato a espuertas.

Foto: La batalla de Acentejo por Gumersindo Robayna.

En la céntrica plaza de Trafalgar Square, cerca de Downing Street, la memoria del legendario almirante Nelson pervive en el imaginario del pueblo inglés como el héroe que tantas victorias dio a su bandera. Su brazo derecho amputado, se confunde sutilmente entre los pliegues del uniforme. Es probable que, la evidencia de esta pérdida fuera ligada a algunas incómodas explicaciones escamoteadas hábilmente a la ciudadanía, y ello podría herir la sensibilidad local.

placeholder Horatio Nelson. (Wikimedia commons)
Horatio Nelson. (Wikimedia commons)

Corría el año 1797 cuando un carismático general de nombre Antonio Gutiérrez de Otero, retirado de tanto trasiego vital, reposaba en Tenerife los trabajados surcos de la experiencia. En una modesta casa en las faldas de La Cardonera, con un pequeño huerto esmeradamente cultivado, vivía plácidamente este honorable militar, muy querido por su pueblo por sus iniciativas a favor de la comunidad y por los sucesos que más tarde, lo convertirían en una leyenda icónica.

Al amanecer del dia 21 de julio, el vigía que estaba a cargo de las señales en el Alto de Anaga, dio la alarma. Ocho grandes navíos con una dotación de más de dos mil hombres se acercaban de manera insolente ante lo que se suponía una víctima propiciatoria.

Ocho grandes navíos con una dotación de más de dos mil hombres se acercaban de manera insolente ante lo que se suponía una víctima propiciatoria

En el momento del intento de invasión, 300 soldados profesionales era todo lo que había en la isla. Un destacamento francés, la tripulación de una fragata que les había sido arrebatada por los ingleses en un golpe de mano, sumaban otro centenar. Con un entrenamiento muy breve, a manos de los sargentos, un millar de nativos formarían una milicia local. Antonio Gutiérrez, ya había aplicado un severo correctivo a los ingleses en las Malvinas y algo más tarde, para ponerse en forma, los desalojaría de Menorca, había que evitar a cualquier precio que se instalaran los británicos en una cabeza de puente.

Los isleños, a una, se pusieron a disposición del carismático general. Pero tras varios intentos de desembarco, se gestó el escandaloso desastre inglés, que no vino solo por la unidad entre milicias y uniformados, sino por la suma de desconocimiento de las tablas de mareas, y una terrible sorpresa que aguardaba a estos tragaldabas. Una cadena de atalayas situadas estratégicamente a lo largo del perímetro marino de la isla y una batería de cañones, entre las que estaba situado uno que se nutría ora de balas, ora de botes de metralla envasados en cartón y cera; lo cierto es que iban a ser una pesadilla para Nelson.

Tras varios intentos de desembarco, se gestó el escandaloso desastre inglés

Los artilleros españoles buscaban a cualquier precio el tiro rasante (11º de elevación de la cureña dependiendo de la posición sobre el terreno) que llegaba obviamente más rápido que el tiro con curvatura hábil a su objetivo (45º). Los ingleses si querían atacar con garantías, debían de situarse a menos de 1600 metros de distancia de la costa, fuera de su zona de seguridad (4 km) para poder descargar la artillería naval con cierta precisión. Era evidente que en ocho segundos cualquier artillero con un entrenamiento correcto acabaría dando en el blanco.

placeholder Busto del General Antonio Gutiérrez de Otero y Santayana en Aranda de Duero, Burgos. (Wikimedia commons)
Busto del General Antonio Gutiérrez de Otero y Santayana en Aranda de Duero, Burgos. (Wikimedia commons)

Con gran riesgo, pero amparados por su mayor capacidad de fuego, los ingleses se acercaron a esa distancia para posicionarse de cara al ataque posterior. Pero, la solvencia acreditada de Nelson no había metido en la ecuación dos factores. El primero, la rapidísima organización de las milicias, el segundo, que las baterías estaban orientadas en su mayoría, para barrer las playas en el momento del desembarco.

Frente a Nelson, al que todos recuerda, el general Don Antonio Gutiérrez se perpetúa en el espíritu de los que le recordamos, pero en un discreto busto de una pequeña plaza tinerfeña

De esta manera, botes que tocaban arena, eran barridos horizontalmente con la metralla rasante. Esta táctica hizo estragos entre la marinería inglesa. El almirante Nelson, embarcado en uno de ellos, perdería su brazo derecho en el preciso momento de tocar tierra. El efecto psicológico entre los suyos fue demoledor.

Más de 600 marinos ingleses perecerían en aquel caótico desembarco, las cifras de los caídos españoles no llegaron a la décima parte. El Tigre cumplió con su deber. Es triste que mientras Nelson o su memoria, habitan en una colosal columna de 50 metros de altura y este, es visitado por miles de personas a diario; el general Don Antonio Gutiérrez se perpetúa en el espíritu de los que le recordamos, pero en un discreto busto de una pequeña plaza tinerfeña.

Algo no encaja

“En breve, la gente será incapaz de pensar o razonar por sí misma. Serán capaces sólo de parlotear las noticias que se les dio la noche anterior.”

Historia de España