Infartos en jóvenes, ¿por qué se producen y cómo se pueden evitar?

El infarto de miocardio, comúnmente conocido como ataque al corazón, es una de las principales causas de muerte en España y en muchas otras partes del mundo. La alta incidencia y la mortalidad asociada con esta enfermedad lo convierten en un tema de preocupación prioritaria para la sociedad.

“La palabra infarto indica la muerte del músculo cardiaco por falta de aporte sanguíneo debido a la obstrucción de una arteria coronaria por un trombo. Esta situación se genera tras la rotura de una placa de aterosclerosis (depósito de colesterol y otros lípidos en la pared arterial) en el interior de las arterias coronarias, que son las responsables del aporte de oxígeno y nutrientes al corazón”, explica el doctor Eduardo Alegría, médico especialista de la Unidad de Cardiología del Hospital Ruber Internacional.

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Los infartos se dan con mayor frecuencia en pacientes con factores de riesgo cardiovascular. Uno de los principales es la edad, que asocia mayor riesgo de eventos cardiovasculares. Pero, aunque la mortalidad por infarto en pacientes ingresados menores de 45 años es solo de un 1,2%, mientras que en pacientes mayores es superior al 6%, lo cierto es que las personas jóvenes no están exentas de riesgo.

"Los jóvenes también pueden sufrir un paro cardiaco o un infarto, por lo que el esfuerzo por tener hábitos cardiosaludables debe comenzar desde la edad infantil", explica el especialista. "En los pacientes con antecedentes familiares de infarto precoz (menores de 55 años en varones y de 65 años en mujeres), existe una mayor probabilidad de presentar infartos a edades tempranas. Son pacientes que tienen que completar estudios cardiológicos preventivos, evitar el tabaquismo y el sobrepeso, tener una dieta equilibrada y saludable y, también, practicar ejercicio regularmente".

Una enfermedad silente

Se cree que el depósito de colesterol en las arterias (aterosclerosis), que al final es lo que acaba desembocando en un infarto o en un ictus (entre otras patologías), empieza en torno a los 20 años y va aumentando con el paso del tiempo de manera silente, sin dar ningún síntoma. “En función de nuestros hábitos cardiosaludables (deporte, dieta y mentalidad positiva) y de la herencia genética recibida, tendremos un mayor o menor riesgo de desarrollar aterosclerosis. Cada vez conocemos mejor las bases genéticas de esta enfermedad, favorecida por la alteración de diversos genes, muchos de ellos relacionados con el metabolismo del colesterol”.

Los cambios en el estilo de vida están propiciando un importante aumento de los factores de riesgo cardiovascular, lo que lleva, asegura el doctor Alegría, a que “estemos atendiendo infartos en pacientes más jóvenes por un importante aumento de los factores de riesgo cardiovascular. Vivimos en una sociedad desarrollada, en la cual los malos hábitos alimenticios, el consumo de nicotina y el sedentarismo son muy prevalentes. Debemos guardar tiempo para cuidarnos: descansar, alimentarnos bien, ejercitarnos y equilibrar el tiempo de trabajo con el tiempo dedicado a nuestros familiares, amigos y a nuestras aficiones”.

En cuanto a los factores genéticos o antecedentes familiares, sobre todo si se han producido en estas edades consideradas como tempranas, “es un riesgo importante y sería altamente recomendable que estas personas se sometieran a estudio y revisiones cardiológicas de manera periódica para conocer su riesgo de sufrir un infarto en edades en torno a los 35 o 40 años”.

Esta revisión cardiológica incluye un análisis de sangre en el que los cardiólogos van a buscar también un elemento clave: “Hay que analizar diversos componentes potencialmente dañinos como el colesterol-LDL, la apolipoproteína A y B, la homocisteína y la lipoproteína A”, explica el experto; “si estos valores se encuentran alterados, existe un mayor riesgo de eventos coronarios y hay que intensificar las medidas de prevención cardiovascular”.

La vida después de un infarto

Si tomando todas las precauciones necesarias el infarto sucede, hay una duda que asalta a todos los pacientes: ¿sigo con una vida tranquila, sin sobresaltos, ejercicio pausado o es posible llegar a correr, por ejemplo, una maratón?

“Es verdad que hace muchísimos años”, explica el especialista, “a los pacientes se les recomendaba que después de sufrir un evento coronario estuviesen sentados y tuviesen una vida tranquila. Sin embargo, actualmente hemos pasado a entender que el ejercicio debe ser parte de su tratamiento. El ejercicio físico bien prescrito y personalizado por su especialista proporcionará el beneficio deseado, evitando riesgos. Los programas de rehabilitación cardiaca reducen la mortalidad cardiovascular un 27% tras un infarto agudo de miocardio. En estos programas se incluyen entrenamientos aeróbicos acompañados de ejercicios de fuerza, adaptados a la capacidad de cada paciente. En algunos casos, se alcanzan cargas de entrenamiento muy altas”.

En cualquier caso, y si bien es innegable que la genética influye, es muy importante la prevención, evitar el sedentarismo y los hábitos nocivos para nuestra salud, llevar una alimentación saludable y, sobre todo en el caso de antecedentes familiares cercanos, someternos a controles cardiológicos de forma periódica con un equipo especializado.

*El Confidencial, en colaboración con Quirónsalud, presenta una serie de artículos con información práctica, consejos y recomendaciones para mejorar nuestra salud y bienestar. Si tienes alguna duda sobre esta temática o quieres más información, puedes contactar con el Hospital Ruber Internacional​.