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Un respeto a las bacterias: algunas están salvando tus obras de arte favoritas
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Acabando con la enemistad

Un respeto a las bacterias: algunas están salvando tus obras de arte favoritas

Desde el momento en que surge un cuadro, una escultura o un edificio, surge un escenario de vida, lo será al mismo tiempo que la vida lo va destruyendo, pero la solución está en el problema

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Es decir: "bacteria", y el cuerpo se nos paraliza. No nos gustan, no las consideramos nuestras amigas; de hecho, todo lo contrario: esperamos un futuro sin ellas, queremos hacerlas desaparecer (sabemos lo arduo de la tarea, sino lo imposible) pero lo queremos, lo deseamos: que se mueran, que se extingan, que nos dejen en paz. ¿Pero y si con ellas también nos extinguimos nosotros?

Si se trata de ser egoístas con el entorno que nos rodea, al menos vamos a pensar dos veces: ¿No es precisamente gracias a ellas que estamos aquí? En algún momento, hace mucho, mucho tiempo, dieron paso a la vida en este planeta; y la vida, mucho, mucho después, tomó forma humana. Desde este punto de vista, que no es otro que el punto de vista de la evolución misma, los procariotas son el grupo de organismos más antiguos sobre la Tierra: una única célula que poco a poco fue mutando (porque mutar no es siempre sinónimo de lo peor). Podemos decir, entonces, que son la base de esta torre, porque están ellas estamos nosotros, aunque eso a veces signifique un pulso. ¿Hay que ganar? ¿Hay que perder? Las bacterias responden: hay que convivir.

Foto: Fuente: Wikimedia

A pesar de su relativa simplicidad, los procariotas contemporáneos son los organismos más abundantes del mundo. Y resulta que su enorme presencia no solo sostiene el hilo de nuestra memoria como especie a gran escala, también lo hace pieza a pieza, trazo a trazo. Hay bacterias que degradan nuestro legado, es decir, nuestras obras de arte, pero resulta que solo gracias a otras bacterias, nuestras obras de arte se pueden volver eternas.

Del problema a la solución

Quién podría decir lo contrario: el arte es una parte inherente de la civilización humana, su testimonio mismo. Las reliquias artísticas, desde monumentos de piedra hasta pinturas monumentales, ofrecen importantes vislumbres de la vida de quienes vivieron antes que otros, y así sucesivamente. También son un refugio con consecuencias fatales, como desarrollan desde la American Society for Microbiology.

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Muchos microorganismos se asientan a estatuas, pinturas, edificios, partituras… Al fin y al cabo, son superficies. Así empieza el problema: la combinación de espacio y necesidad de ocuparlo parece convertirse siempre en un desafío, lo vemos a gran escala con nuestra propia ocupación, y sucede lo mismo en el plano diminuto que nuestros ojos no alcanzan a ver. Desde el momento en que surge un cuadro, surge un escenario de vida, lo será al mismo tiempo que la vida lo va destruyendo. Irónico, ¿verdad?

Investigadores como Elisabetta Caselli, de la Universidad de Ferrara, han dado con una solución: que aquello que dañe también repare. Y así, han hecho funcionar la lógica de las bacterias hacia el sentido opuesto del esperado. Ahora existen microbios especializados en arreglar de todo, desde frescos centenarios hasta pinturas al óleo y enormes paredes de catedrales. Se encargan de limpiarlos y restaurarlos en una especie de cadena que los mantiene en las mejores condiciones posibles.

Las bacterias "beneficiosas"

Caselli, microbióloga enfocada hasta ahora en cómo los microbios contaminan entornos más amplios como los hospitales, ya había descubierto por ejemplo que en entornos clínicos, algunas cepas de bacterias "beneficiosas" superan a sus contrapartes desagradables. En 2018, trasladó esa misma lógica como hipótesis para el caso del arte.

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Utilizar bacterias en el contexto de una restauración puede parecer contraproducente e incluso muy arriesgado. Basta mirar las paredes de la catedral de Velha en Coimbra, en Portugal, cada vez más carcomidas por un misterioso hongo negro. Uno de tantos ejemplos. Sin embargo, mientras tanto, en la Basílica de San Lorenzo en Florencia (Italia) está ocurriendo lo contrario.

Se trata de uno de los principales lugares de culto de la ciudad italiana. Aunque tiene el título de basílica menor, alberga obras y otras construcciones de artistas de renombre como Miguel Ángel, Verrocchio, Donatello y Filippo Lippi. Como explicaba Ángela Giuffrida en 2022 en The Guardian, entre estas obras se encuentran las tumbas de los Médici donde yacen los cuerpos de varios miembros de la mismísima familia Médici. Esculpidas por Miguel Ángel, estas tumbas habían sido dañadas por la decoloración y otras manchas durante varios siglos. La razón radica en la descomposición de los cuerpos, así como en el uso de molduras de yeso para las reproducciones.

Ejemplos también en España

Durante décadas, los conservadores han hecho todo lo posible para restaurar el mármol, recurriendo a soluciones que no lo estaban siendo como tal. De pronto, la respuesta estaba en el propio problema. Probaron a arreglarlo con una especie en particular: Serratia ficaria (SH7), conocida por alimentarse de grasa y fosfato.

Lo que hicieron exactamente fue recubrir las estatuas de las tumbas de los Médici con un gel a base de la bacteria SH7

Como explicaba Jason Horowitz en The New York Times en 2021, lo que hicieron exactamente fue recubrir las estatuas con un gel a base de SH7. ¿El resultado? Una restauración casi perfecta. La bacteria en cuestión fue seleccionada entre mil cepas por su eficacia contra la descomposición y su inocuidad tanto para las esculturas como para el medio ambiente.

placeholder Imagen al microscopio de la Serratia marcescens. (Wikimedia)
Imagen al microscopio de la Serratia marcescens. (Wikimedia)

Aún más cerca, restauradores de la Universidad Politécnica de Valencia ya habían llevado a cabo algo similar en 2013 limpiando frescos que habían sufrido los caprichos del tiempo utilizando un gel que contenía bacterias del género Pseudomonas. En este caso, tienen la propiedad de descontaminar lugares afectados por la contaminación por hidrocarburos. Los restauradores recubrieron los frescos y los dejaron actuar durante solo una hora y media antes de limpiarlos y luego secarlos, con un resultado increíble. La bacteria simplemente había eliminado cuatro siglos de inmundicia.

Estos trabajos dan muestra de la necesidad de reconducir nuestra convivencia en el mundo con otros seres vivos que lo pueblan. A medida que aprendamos más sobre los microbios que colonizan el arte, estaremos mejor equipados para luchar contra los perjudiciales, pero también para amistarnos con aquellos que plantean, como poco, un futuro (salvando el pasado).

Es decir: "bacteria", y el cuerpo se nos paraliza. No nos gustan, no las consideramos nuestras amigas; de hecho, todo lo contrario: esperamos un futuro sin ellas, queremos hacerlas desaparecer (sabemos lo arduo de la tarea, sino lo imposible) pero lo queremos, lo deseamos: que se mueran, que se extingan, que nos dejen en paz. ¿Pero y si con ellas también nos extinguimos nosotros?

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