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¿Qué altura tendrían todos los gérmenes y bacterias del mundo si se apilaran?
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Cuidado con ellas

¿Qué altura tendrían todos los gérmenes y bacterias del mundo si se apilaran?

Es decir, al mismo tiempo que nuestro mundo, existe otro mucho más reducido y, sin embargo, mucho, muchísimo, más infinito. Aunque no lo veamos

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Estamos rodeados de bacterias. Muchas de ellas, de hecho, atraviesan diariamente nuestro organismo, pero a pesar de ello se nos olvidan, hasta que nos hacen enfermar o nos toca limpiar nuestra casa. Tan diminutas, escapan constantemente de nuestro pensamiento, necesitamos verlas o, al menos, sentirlas, y es entonces cuando nos llevamos las manos a la cabeza: la idea de convivir con millones de bichos no es, desde luego, agradable, y corremos, huimos, de ella.

Después de barrer, parece que lo conseguimos. Ya no están, pero siguen estando. Lo mismo cuando dejamos atrás, por ejemplo, un resfriado. ¿Qué pasaría si, de pronto, pudiéramos verlas con claridad? Claro que para eso tendrían que juntarse miles y miles de ellas. ¿Pero y si lo hicieran? ¿Si todas las bacterias del mundo se apilaran unas sobre otras, cuánto medirían? Resulta que existe una respuesta.

Foto: La 'Noche estrellada' de Van Gogh, pintada sobre el agua

Antes de que te caigas de la silla (esperamos que estés sentado), empezamos por conocer cuántas células individuales hay. Entre bacterias y arqueas (otro tipo de microbio unicelular), es posible que su número supere la increíble cifra de 10 elevado a 30 células individuales. En una sola cifra, esto es: 1.0000000000.0000000000 0000000000. Tal vez nunca hayas visto un número tan grande, mucho menos para hablar de algo tan pequeño.

Si envolvieran la Vía Láctea

Aunque la mayoría tiene alrededor de un micrómetro de largo (0,001 mm), es un número tan colosal que, colocado de extremo a extremo, atención, se extendería por… ¡10 mil millones de años luz! Claramente, tan imposible resulta a nuestros ojos humanos contemplarlas a simple vista de forma individual como si todas se unieran.

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De hecho, este hilo bacteriano sería difícil de ver, como apunta Luis Villazón desde Science Focus, porque un micrómetro es unas 75 veces más delgado que un cabello humano. No obstante, Villazón señala que si envolvieras el hilo alrededor de la Vía Láctea, la rodearía más de 20.000 veces, creando una cinta de unos 2 cm de ancho que, entonces sí, podría captar suficiente luz para ser visible al ojo de las personas.

Estadísticas como esta muestran lo malos que somos visualizando cantidades grandes y pequeñas. Diez mil millones de años luz es una longitud insondable, pero si metiéramos todas las bacterias en un cubo (y no colapsara por su propio peso) solo tendría unos 10 km de cada lado, lo que parece mucho más manejable.

El mundo bacteriano

Resulta que hasta el 80% de todas esas bacterias que habitan el mundo con nosotros (y que ya lo hacían mucho antes que nosotros) se encuentran en biopelículas en rocas, en el suelo, en agua estancada y en prácticamente todos los demás hábitats, incluidos la boca y los intestinos.

Dichas biopelículas tienen unos cientos de bacterias de espesor y pueden contener bacterias, arqueas y hongos de varias especies que se unen dando forma a una especie de ciudad microscópica. Es decir, al mismo tiempo que nuestro mundo existe otro mucho, muchísimo más reducido y, sin embargo, mucho, muchísimo más infinito. Aunque no lo veamos.

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A partir de ahora, es posible que te acuerdes algo más de ellas también cada vez que limpies tu casa. En la baba roja, negra o marrón que a veces aparece en el cabezal de la ducha, o debajo del borde del váter o en la rejilla del fregadero de la cocina puedes ver sus "ciudades" o biopelículas bacterianas. Solo ahí habrá decenas de millones de bacterias.

Estamos rodeados de bacterias. Muchas de ellas, de hecho, atraviesan diariamente nuestro organismo, pero a pesar de ello se nos olvidan, hasta que nos hacen enfermar o nos toca limpiar nuestra casa. Tan diminutas, escapan constantemente de nuestro pensamiento, necesitamos verlas o, al menos, sentirlas, y es entonces cuando nos llevamos las manos a la cabeza: la idea de convivir con millones de bichos no es, desde luego, agradable, y corremos, huimos, de ella.

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