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Tu hijo también piensa que estudiar Filología es una "estupidez"
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Tu hijo también piensa que estudiar Filología es una "estupidez"

Los comentarios en redes reflejan que los jóvenes consideran cursar letras como una pérdida de tiempo, pero es el resultado de repetir determinados mensajes una y otra vez

Foto: Foto: Europa Press/Jorge Peteiro.
Foto: Europa Press/Jorge Peteiro.
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La cara del profesor transita en cuestión de segundos por la sorpresa, la consternación y, finalmente, la resignación. “¡Yo no me voy a dedicar a ser filóloga hispánica aunque me encanta, porque sé que es una estupidez, porque voy a estar de cocinera en un bar de carretera!”. El vídeo, sacado del programa de Movistar+ El instituto, tiene casi un millón de reproducciones y ha saltado a otras redes sociales. La mayoría de comentarios de los usuarios están de acuerdo con la estudiante de cuarto de ESO que manifiesta con vehemencia su decisión, ante las tímidas réplicas del profesor.

“Saben más de la vida los chavales que el profesor”; “se lo ha explicado la alumna al profesor”, y “la cultura no me da dinero JAKSJAKA” son los tres comentarios con más me gusta de una red social en la cual el 28% de los usuarios tiene menos de 18 años. Como rezaba el cartel que lo acompañaba, “solo han dicho facts”. Es decir, hechos. Verdades como puños. Lo irónico quizá no sea que el programa tenga ya casi siete años de antigüedad (fue estrenado en otoño de 2016), sino que a pesar de ello sintoniza con uno de los debates recurrentes que han vuelto una vez más a la actualidad educativa.

El pasado mes, The New Yorker publicaba un reportaje sobre la caída en picado de las matriculaciones en estudios de letras que ha reabierto el debate en las universidades americanas. El medio se centraba en grandes centros como Harvard y la Arizona State University para mostrar cómo, por ejemplo, en la primera, el número de estudiantes que pensaban licenciarse en una carrera de letras había pasado del 20% en 2012 a un 7% en 2022. Uno de los profesores consultados en el artículo comparaba su situación con estar “a bordo del Titanic”.

Esta misma semana, el español Diego E. Barros, del Departamento de Lengua en la Universidad de Saint Xavier en Chicago (Illinois), denunciaba que el centro tenía planes para la eliminación de los programas de Lengua, Español, Historia y Sociología. Algo que, matizaba, no era exclusivo de su universidad, sino “parte de un terremoto que está sacudiendo a las universidades americanas, a sus programas de Humanidades especialmente, a lo largo de todo el país”.

Aunque considera que el artículo-bomba de The New Yorker “peca de catastrofista”, está de acuerdo en señalar que gran parte de la destrucción de estas carreras ha sido “provocada”, como consecuencia de una serie de factores ideológicos (la reacción antiprogresista tras la guerra de Vietnam), económicos (la progresiva desinversión en la universidad tras la crisis de 2008, unida a la deuda galopante) y políticos (las guerras culturales) que pueden provocar que, aunque esté muy lejos, los ecos de esa tormenta perfecta vayan llegando poco a poco a España.

“Con mis colegas, siempre bromeamos con que el covid ha permitido a nuestros administradores terminar lo que empezaron a hacer durante la crisis de 2008”, explica desde su despacho en la ciudad estadounidense. La eliminación de cursos en las universidades americanas se escuda en los criterios de bajos niveles de matriculación y demanda de esas clases.

Algo matizable a un nivel general, dada la heterogeneidad de la universidad americana, como explicaba la profesora Sarah Blackwood, de la Universidad de Pace, en un artículo en el que desvela que la demanda de su Departamento de Lengua ha aumentado en la universidad privada del estado de Nueva York más de un 40% durante los últimos dos años, lo cual no quiere decir que las humanidades no estén en riesgo. La docente afirma en su columna que quienes dan en el clavo son los alumnos, que son los que “explican claramente el problema fundamental: las universidades no valoran las humanidades”.

"Hace más de 40 años, ya se escuchaba que estudiar humanidades no sirve de nada"

Es una constante en el mundo académico estadounidense, explica Barros, donde se han ido esquinando por distintos intereses, que han provocado que sean las carreras por donde se empieza a recortar. “Dicen que los chavales no quieren estudiar humanidades, pero lo que olvidan es que estos estudios sirven no solo a unos grados en concreto, sino a la universidad en general”, explica. Por ejemplo, añade, centros tan reputados como Stanford o la Universidad de Chicago obligan a cursar al menos dos asignaturas de Literatura Comparada: “Cuidado con el discurso de que las humanidades no sirven a los estudiantes”.

“El vídeo es un despropósito, pero es el resultado de implementar y de repetir ese discurso neoliberal que dice por un lado que hay que estudiar algo que te dé un trabajo y, por otro, que el sistema educativo no te prepara para el mercado laboral”, añade. “En primer lugar, no sabemos qué trabajo va a haber mañana, y en segundo lugar, eso nunca ha sido el objetivo de la universidad”. Más allá de los datos, concluye, “si llevas décadas diciéndoles a los chavales, a sus padres y a sus abuelos que estudiar determinadas cosas no sirve para absolutamente nada porque no te va a garantizar trabajo, es normal que terminen pensando así”.

Una vieja discusión

El discurso de la inutilidad de las humanidades es un viejo tema en España, como recuerda Jesús Zamora Bonilla, decano de la Facultad de Filosofía de la UNED y autor de La nada nadea (Deusto), que puede presumir, como Barros, de haberse ganado la vida con esos estudios: “Yo estudié el bachillerato en el Instituto Santamarca entre 1977 y 1981, hace más de 40 años, y justo a continuación la carrera de Filosofía, y ya entonces escuchaba continuamente la matraca de que ‘estudiar humanidades no sirve para nada’, de que es ir de cabeza al paro y de que el sistema educativo debería centrarse en 'enseñanzas prácticas y útiles”.

placeholder La Universidad de Harvard. (Reuters/Brian Snyder)
La Universidad de Harvard. (Reuters/Brian Snyder)

“Es cierto que desde la crisis financiera de 2008 ha habido, sobre todo en países anglosajones, intentos de reducir los costes de las universidades, y los departamentos de letras han podido ser más a menudo que otros las víctimas de esos recortes”, valora. “Pero, aunque haya podido pasar con algunas universidades y departamentos, no tengo la impresión de que el número agregado de estudiantes de humanidades haya disminuido, ni siquiera en esos países, con lo que seguramente quienes querían estudiar Filosofía, Historia o Filología han terminado haciéndolo en otras universidades, en vez de en aquellas cuyos departamentos cerraban”.

Esta cuestión también preocupa a Francisco Esteban Bara, profesor del Departamento de Teoría e Historia de la Educación de la Universitat de Barcelona, que en su día publicó La universidad light (Planeta), en el que analizaba la realidad educativa superior de nuestro país, y que acaba de publicar Universitarios. Lo que son y lo que dicen ser (Ediciones Encuentro), en el que defiende que es necesario que la universidad “siga cumpliendo con su misión imperecedera y eterna”.

"Los problemas de la empleabilidad no los puede solucionar la universidad"

Es la misión de la que habla a propósito del vídeo. “Me inquieta más otra tendencia que es de mayor calado, sustenta y nutre a la que aparece en el TikTok, el pensar que la formación universitaria debe ser garantía de empleabilidad”, responde. “¿Desde cuándo? ¿A son de qué la universidad debe garantizar empleos concretos? Los problemas de la empleabilidad no los puede solucionar la universidad, por lo menos no solo ella, y sabe mal que haya planes de estudios, especialmente de humanidades, que desde hace años tengan puesta encima la espada de Damocles, que tengan que justificarse y defender su razón de ser a partir de los índices de empleabilidad de sus graduados”.

Hace unos años, un informe de la CRUE proponía “limitar la oferta de titulaciones, y de plazas en las mismas, en aquellas enseñanzas que registren una baja inserción laboral o baja calidad de la inserción, aunque parece difícil que las universidades tomen la decisión en lugar de los estudiantes”. El texto citaba específicamente las Artes y Humanidades, “que sufren —como se ha señalado— una baja tasa de inserción laboral y calidad en el empleo”.

placeholder Foto: EFE/Fernando Villar.
Foto: EFE/Fernando Villar.

“Siempre se recorta por lo más inútil en un sentido posmoderno, por lo que no vende”, valora Esteban Bara. “Sin embargo, nos llenamos la boca hablando del pensamiento crítico en la formación universitaria o cosas parecidas, y eso pasa por la formación humanística y cultural, es decir, por lo que menos cotiza en el mercado, pero que tiene un valor humano y humanizador incalculable”.

Quién quiere acabar con las humanidades

En una columna publicada en El País en 2016, Zamora Bonilla matizaba algunos de los argumentos que suelen esgrimirse para defender las humanidades. Por ejemplo, el utilizado en el vídeo de Movistar+ por el profesor, que como recurso desesperado preguntaba qué pasaba con la cultura a su respondona alumna.

"En los ocho años que he sido decano, el número de estudiantes ha aumentado"

Para el filósofo, no se trata ni de que sea un pilar de la democracia, ni de que las humanidades contribuyan a nuestra realización como personas, ni de que propicien una ciudadanía más crítica, ni de que el Estado deba crear más empleos para los titulados en humanidades. El veterano decano considera que igual que es un tópico afirmar que dicha formación no tiene reflejo en la empleabilidad, también lo es que el mercado y el capitalismo “intentan reducir el peso de las humanidades para eliminar el pensamiento crítico y convertirnos a todos en simples consumidores y trabajadores sumisos, o algo así”.

Desde su posición privilegiada, apenas ha visto cambios: “En el caso de España, mi experiencia es más bien la contraria: en los ocho años que he sido decano de la Facultad de Filosofía de la UNED, el número de estudiantes lo que ha hecho ha sido aumentar, y aunque en los primeros años de la crisis económica se redujeron las plantillas de profesorado porque no se cubrían las jubilaciones, en estos últimos cursos hemos podido recuperarnos, en buena parte gracias a las nuevas contrataciones. Ahora incluso nos cuesta encontrar buenos profesores jóvenes para cubrir algunas de las nuevas plazas, porque todas las universidades están contratándolos y nos los quitan de las manos”.

Foto: Periodista de televisión, en Reino Unido. (Reuters)

“Lo que me asombra es que ambos discursos sigan vigentes, cuando la realidad no hace más que desmentirlos por completo a los dos igual”, concluye. “La verdad pura y dura es que el peso de las materias humanísticas en la enseñanza secundaria no ha disminuido prácticamente nada, que el porcentaje de la población total que obtiene grados universitarios en humanidades es mayor ahora que hace medio siglo y que las tasas de paro de estos graduados no son sustancialmente mayores en nuestros días que lo que podían ser en mi juventud, ni tampoco son tan elevadas, en comparación con las de la media de los graduados universitarios, como para que sea ni remotamente verdad eso de que si estudias Filología terminarás de camarero”.

La cara del profesor transita en cuestión de segundos por la sorpresa, la consternación y, finalmente, la resignación. “¡Yo no me voy a dedicar a ser filóloga hispánica aunque me encanta, porque sé que es una estupidez, porque voy a estar de cocinera en un bar de carretera!”. El vídeo, sacado del programa de Movistar+ El instituto, tiene casi un millón de reproducciones y ha saltado a otras redes sociales. La mayoría de comentarios de los usuarios están de acuerdo con la estudiante de cuarto de ESO que manifiesta con vehemencia su decisión, ante las tímidas réplicas del profesor.

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