Un relato distópico sobre por qué no puedes ser una persona soltera y feliz
¿Vivimos una gran conspiración aceptada por todos que nos urge a emparejarnos? En el Día del Soltero, repasamos un mundo que está hecho para estar acompañado
Vivimos en una distopía amorosa. Lo que nos faltaba a estas alturas. Una de las mayores conspiraciones de nuestra época, aceptada comúnmente por todos, es la que versa sobre el imperativo categórico de encontrar el amor o, lo que es lo mismo, tener eso que llamamos "pareja". La inmensa mayoría de nosotros nacemos en una familia que solo se compone de dos individuos. Desde pequeños fuimos bombardeados con películas y productos culturales que hablan al "tú". Y ese "tú" viene a ser un desamor, un amor pasional y verdadero, un amor imposible o inalcanzable, un amor platónico... Pero, en todo caso, amor hacia alguien.
La mejor película que ilustra esta distopía amorosa por la que cada uno se ve obligado a encontrar esa "media naranja" es Langosta (2015) de Yorgos Lanthimos. Como en nuestro mundo, a los personajes de esta ficción se les apremia a que se emparejen, solo que de una forma mucho más violenta. Aquellos que no la tienen son llevados a un hotel en el que disponen de un plazo para encontrarla; en caso contrario, serán convertidos en animales, quedando a merced de las condiciones naturales y los cazadores. Despojados de toda humanidad, hay un grupo de solteros que se organiza en el bosque contra este sistema totalitario del amor. El protagonista terminará uniéndose a ellos y descubrirá, con pesar, que la opresión que antes soportaba de la mano de aquellos que pretendían buscarle pareja a toda costa no era muy diferente a la que se le somete en este club de solteros politizados.
"No es tanto el anhelo de vivir en pareja, sino la propia estructura de las ciudades, las casas y las formas de vida: se viven mejor entre dos"
Al menos, desde hace unos años, este grupo social cuenta con su San Valentín particular, un día para conmemorar el hecho de no tener a alguien especial a su lado. Cada 11 de noviembre se celebra el Día del Soltero, aunque el peso cultural no está nada a la par con el que tiene el Día de los Enamorados. Sin embargo, como hay que hacer caja con todo, hasta de la mala fortuna que representa el hecho de no tener pareja en un mundo de emparejados, esta efeméride de la soltería está cogiendo más fuerza año tras año, o al menos eso nos dice el mercado.
Empresas del comercio tecnológico como Aliexpress o Ebay anuncian el Single Day con multitud de ofertas que sirven de prolegómeno para la fiebre consumista que está por venir cuando arranque el Black Friday y hasta el fin de las navidades. Llegó la hora de derrochar, y los solteros, a pesar de no ser tan rentables para el sistema económico como las parejas, no pueden quedarse atrás. "Vale que sí, que si el Corte Inglés, que sí, capitalismo sin fin... ¿Quién no se lo curra una vez por San Valentín?", recitaba el cantante Rubén Pozo. Gastar, si es por amor, sabe mejor. En ese caso... ¿qué mejor regalo que el que se hace uno mismo (a fin de cuentas acertar está garantizado) por amor propio o para celebrar su insignificancia en un mundo de emparejados?
El Día del Soltero este año cae en viernes y eso está mal. Debería ser un domingo. A fin de cuentas, este es el día de la semana en el que más se nota la falta de pareja. Si tienes la suerte de disfrutar de una vida social sólida y amplia, el viernes por la noche o el sábado disfrutarás de tu soltería si te lo sabes montar bien (guiño, guiño). Pero el domingo es probable que toda esa gente con la que estuviste durante la semana se recluya, optando por la posición horizontal durante todo lo que queda de fin de semana: pizza, manta y peli. Eso, o en su defecto, la versión vertical en caso de no estar muy cansados que se resume en paseo por el parque o el centro comercial. Entonces, aparecerá en tu cabeza la frase tan recurrente del "es tiempo para mí". Pero, en realidad, nada podrá aliviar la amarga sensación que ilustra tan bien la distopía de Lanthimos en tus propias carnes: el mundo está pensado para vivir acompañado.
No más tiempo "para ti"
No solo desde el punto de vista emocional, sino sobre todo económico. Como es obvio, desde la adquisición de una vivienda a los productos más básicos, la cuenta bancaria de alguien estará más saneada si vive en pareja. "No existen tantos packs de comida individuales en los supermercados, el consumo está pensado para dos o más, sobre todo si quieres pillar ofertas", admite Paula Álvarez, sexóloga y pedagoga española, a este diario. "Y en el plano de la vivienda, la única forma de sobrevivir económicamente es compartiendo gastos. El alquiler se está encareciendo tanto que muchos ya no pueden ni compartir un piso, sino una habitación. Y claro, no vas a dormir en el mismo lecho con un amigo o un desconocido".
"No podemos vivir en comunidad porque las rutinas nos lo impiden, entonces nos vemos obligados a enfocar nuestras necesidades afectivas en una sola persona"
Por tanto, el primer sesgo que nos empuja a vivir emparejados es el material, pero no solo desde el punto de vista del consumo o del ahorro, sino también de nuestra forma de vida, anclada al trabajo y delimitada por este. "No es tanto el anhelo de vivir en pareja, sino la propia estructura de las ciudades, las casas y las formas de vida", prosigue Álvarez. "No podemos vivir en comunidad porque las rutinas nos lo impiden, entonces nos vemos obligados a enfocar nuestras necesidades afectivas en una sola persona debido a que no tenemos tiempo material para construir relaciones sólidas y cuidadas con muchas más otras personas. Lo sano sería no tener que elegir. Si te echas una pareja, no vas a tener tiempo para cultivar otras áreas de tu vida, como las amistades o tus aficiones personales por esa falta de tiempo. Y luego, claro, cuando llega la separación, es muy difícil retomar todo eso que estaba al margen porque no has podido, no porque no hayas querido".
El vividor y la vieja de los gatos
Si ya es difícil esquivar el sesgo material, los de género y edad tampoco se quedan cortos. Todos, evidentemente, están relacionados, pero la soltería se sufre mucho más, de puertas para afuera, si eres mujer y superas la treintena. "Comprarse una casa, no salir tanto con amigos y vivir más en pareja, la posibilidad de casarse o tener hijos... ¿por qué yo no?", comenta por su parte Ángela Aznárez, psicóloga y sexóloga malagueña, quien corrobora que "hay muchísimas más mujeres que acuden a terapia una vez pasados los treinta que hombres" por estas razones. Tal vez porque ser soltero está más asociado al hedonismo y ser soltera, como recalca la psicóloga, "a ser la vieja de los gatos" o definidas por dichos populares como "quedarse para vestir santos", que alude a una profesión típica y tradicionalmente femenina bastante sexista con un trasfondo religioso un tanto turbio.
"Llegadas a una edad, ellas ya no pueden alcanzar unos estándares de juventud y belleza. Es como si hubieran perdido la oportunidad"
Otro punto conflictivo en cuanto a géneros es el hecho de disfrutar de la sexualidad estando solo, cuya única forma posible es a través de la masturbación. "A los hombres se les ha dado más permiso para disfrutar del autoplacer y que no se les juzgue por ello. En cambio, si eres mujer y haces el más mínimo comentario sobre ello, aparece el morbo o la sorpresa", prosigue Aznárez. Los prejuicios sobre la masturbación son solo la punta del iceberg de un problema que, como añade Álvarez por su parte, tiene también una base material. "Al estar tradicionalmente relegadas a los cuidados del marido o de los hijos, y a la vez tener que desempeñarse en el mundo laboral, muchas mujeres acuden a consulta psicológica o sexológica sin haber podido disfrutar de su sexualidad de manera individual. No han tenido tiempo para investigar en su propio cuerpo y hallar placer".
Solteros de repente y en edad tardía
Vale, volvamos a nuestra distopía amorosa. Muchos acaban cediendo pronto a ese imperativo por emparejarse; seguro que conoces a más de una pareja de muy largo recorrido, es decir, en la que ambos se conocieron, pongamos, desde el instituto. Pero la vida es caprichosa, y a veces el amor se acaba, y... De pronto, un día se levantan y se han quedado solteros. Hablamos de los divorciados, los cuales entran por la puerta grande de la soltería. Afortunadamente, nadie les va a convertir en animales para luego ser cazados, aunque llegar a cierta edad y verte en esas condiciones tiene que ser un tanto difícil. Sobre todo si eres mujer.
"Él tiene muchas más probabilidades de acabar con una mujer menor y más atractiva que ella", afirma Álvarez. "Llegadas a una edad, ya no pueden alcanzar unos estándares de juventud y belleza. Es como si hubieran perdido la oportunidad de agarrarse a un hombre. Al menos en el imaginario colectivo, es inconcebible que una mujer mayor vaya a cazar a un mejor ejemplar, algo que en el hombre está muy asumido". Por ello, si has vivido un divorcio de cerca de un matrimonio con hijos, no es improbable que hayas oído más de una vez palabras de ánimo hacia el hombre tales como: "No pasa nada, estás en la flor de la vida, puedes conocer a otra". En cambio, ese ánimo en la mujer se suele traducir en un "ahora es tiempo de centrarte en tus hijos y salir adelante".
Siempre quedarán los amigos y las amigas
Claro que, en esta distopía de emparejamientos, solo nos hemos referido a las personas cisgénero con orientación heterosexual. ¿Se vive la soltería de manera diferente en otro tipo de orientaciones sexuales? "Partimos de la base de que no hay gais o lesbianas incel", observa muy a propósito Álvarez, en referencia al lado más radical y misógino de la soltería masculina heterosexual. "En este tipo de orientaciones, la soltería se vive diferente", agregan, puntualizando que los hombres homosexuales sufren el prejuicio de demasiado promiscuos como para enamorarse, algo que sucede al contrario con las mujeres lesbianas. "Dentro de la comunidad gay, me consta que existe el apelativo de boyero a esa clase de soltero que tiende a pillarse enseguida. Esto es generalizar bastante, pero es cierto: los solteros homosexuales disfrutan mucho sexualmente de su soltería, lo cual pasa luego factura a aquellos que buscan un vínculo emocional más sólido".
Para concluir, cabe preguntarse si todavía está por inventar algún modelo relacional híbrido entre la soltería y la pareja. A fin de cuentas, esto puede existir en aquellos individuos que apuestan por relaciones abiertas (el lado más cercano a la soltería de vivir la pareja) o el poliamor (el lado más cercano a la pareja de vivir la soltería). Podríamos decir que también están aquellos que mantienen una serie de vínculos estrechos e íntimos partiendo del hecho de que no van a perdurar demasiado.
Sin ir más lejos, en los últimos años ha entrado muy de lleno el término 'situantionship' que sirve para designar esa especie de amor líquido entre amigos que saben que lo suyo es momentáneo pero por ello no van a evitar disfrutarlo como si fuera a ser para siempre. Esta zona gris entre la amistad y la pareja tiene mucha fuerza dentro de la generación Z, lo que quiere decir que las relaciones humanas están en continuo cambio y proceso de transformación. Sea como sea, lo más difícil para todos, independientemente de su género u orientación sexual, es salir de los tipos de afectos y preceptos que nos vienen dados por defecto, aquellos con los que nos educan y que caracterizan esa sociedad distópica que hemos analizado. Monogamia, poligamia, crianza compartida... estos son otros temas que estudiar más a fondo. Pero lo que está claro es que, como decía el poema de Raymond Carver, a modo de epitafio, en su último libro, titulado Un sendero nuevo a la cascada:
¿Y conseguiste lo que
querías de esta vida?
Lo conseguí.
¿Y qué querías?
Considerarme amado, sentirme
amado en la tierra.
Vivimos en una distopía amorosa. Lo que nos faltaba a estas alturas. Una de las mayores conspiraciones de nuestra época, aceptada comúnmente por todos, es la que versa sobre el imperativo categórico de encontrar el amor o, lo que es lo mismo, tener eso que llamamos "pareja". La inmensa mayoría de nosotros nacemos en una familia que solo se compone de dos individuos. Desde pequeños fuimos bombardeados con películas y productos culturales que hablan al "tú". Y ese "tú" viene a ser un desamor, un amor pasional y verdadero, un amor imposible o inalcanzable, un amor platónico... Pero, en todo caso, amor hacia alguien.