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'El paraíso de las solteras': las mujeres que compraron sus propias islas para disfrutar juntas
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¿Una habitación propia? Una isla entera

'El paraíso de las solteras': las mujeres que compraron sus propias islas para disfrutar juntas

Para la década de 1920, una veintena de mujeres jóvenes convivían durante largas jornadas de paseos y contemplación en la bahía del lago Huron

Foto: Fuente: Rare Books, Special Collections and Preservation Department (University of Rochester)
Fuente: Rare Books, Special Collections and Preservation Department (University of Rochester)

"Que te cuenten las abejas que se pierden sin panal" que dice Maria Arnal, porque "solo pido ir sin correa a pasear", en palabras de Rigoberta Bandini. Resulta que, más allá de nuestras ganas y las canciones, más allá de la posibilidad futura, algo así ya existió en el pasado, antes incluso de que lo reivindicara Virginia Woolf por escrito. ¿Una habitación propia? No, una casa entera, una isla entera, muchas islas juntas.

Paseos en barca, caminatas, pícnics… De eso habla el movimiento del 'cottagecore', de eso habla un deseo actual que ya lo era, al menos, hace un siglo, y no sabemos si mucho antes. Por ahora, lo que ha podido encontrar un equipo del área de investigación de la Universidad de Rochester nos sitúa en el transcurso del fin del siglo XIX e inicio del siglo XX, en las palabras de May Bragdon, en las imágenes a las que dio forma, narró y retrató como un cuaderno de campo que describe una vida personal con la ilusión social de muchas hasta nuestros días.

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Fuente: Rare Books, Special Collections and Preservation Department (University of Rochester)

Las "nuevas mujeres"

May Bragdon era taquígrafa y secretaria, residente en Rochester, Nueva York, donde había crecido junto a su familia, pero era, sobre todo, escritora y fotógrafa. No trabajaba de ello, componía su día a día en base a ello, dentro y fuera del trabajo su afán por documentar era su carta de presentación. Aquel tipo de carta que, precisamente, catalogarían con el término de "nuevas mujeres". Una nueva mujer, eso sería, si eso quería decir buscarse a sí misma en el espacio.

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Fuente: Rare Books, Special Collections and Preservation Department (University of Rochester)

Educadas, independientes y libres de las convenciones victorianas, aseguran algunos libros de historia, aquellas mujeres como Bragdon tuvieron primero en común el rasgo de la distinción de clase. Aquello que Woolf repite una y otra vez en su libro, el poder permitir salir de las limitaciones que en el contexto la amoldaban a su género gracias a que contaba con el dinero para hacerlo. Y entonces lo hizo, lo hicieron: Bragdon fue una de las primeras en comprarse una isla, luego extendió la voz y muchas otras mujeres acudieron a por la suya, un trocito de tierra en las que liberarse, una autonomía que les ofreció nuevas formas de autonomías, horizontes futuros que en la actualidad siguen contemplándose. Aquel grupo de mujeres, eso sí, construyó una comunidad local que dejó un legado duradero.

¿El lugar? Al otro la frontera, en la bahía del lago Huron (Canadá), donde se encuentra el archipiélago de agua dulce más grande del mundo, como explica Anya Jabour en 'Atlas Obscura', "una masa de pequeñas islas salpicadas de pinos barridos por el viento que se aferran obstinadamente a las grietas del granito erosionado". Un paisaje abierto de naturaleza vida en el que se asentaron "con faldas largas y grandes sombreros".

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Fuente: Rare Books, Special Collections and Preservation Department (University of Rochester)

¿Una habitación propia? Una isla entera

Si bien es cierto que casi todo lo que se guarda de aquellos días y aquellas mujeres es gracias a los escritos de Bragdon, fue Helen Alling Davis quien "abrió el camino para establecer este paraíso para las mujeres solteras", como denomina Jabour. En 1902, Alling, profesora de gimnasia, se hospedó por primera vez en el Hotel Bellevue en Pointe au Baril. Tenía 31 años, cuando impresionada por toda la belleza natural en la que, de repente, se vio envuelta, no dudó ante la oportunidad con la que se topó: era posible comprar una isla por menos de 10 dólares.

Davis y su hermana Charlotte eran miembros de un club social para mujeres solteras creado en Rochester, 'The Perfect Little Ladies', como se llamaban a sí mismas. Como profesionales bien educadas y autosuficientes, desafiaron los roles de género convencionales, celebraron la amistad femenina y eligieron permanecer solteras de por vida. En el verano de 1903, las hermanas ya acudían con asiduidad a su propia isla a pasar los días, y no tardaron en invitar a sus amigas.

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Fuente: Rare Books, Special Collections and Preservation Department (University of Rochester)

Entre todas organizaban cenas y bailes de disfraces, espectáculos teatrales, leían y escribían poemas y canciones, festejaban su condición de mujer, soltera, desobediente y rebelde, todas y cada una de las aristas de la mujer "nueva". Como explica Lyndsey Jenkins, "desafiaron las definiciones convencionales de ‘feminidad adecuada’ al evitar el matrimonio y la maternidad y, en cambio, continuar con la educación superior y las carreras profesionales. En lugar de priorizar el decoro femenino y los deberes familiares, enfatizaron la compañía femenina y las actividades divertidas, incluso desafiaron los roles de género convencionales mediante el travestismo", trascendiendo las posibilidades puramente estéticas pero también las emocionales. Todo aquello que habían iniciado bajo la mirada de la ciudad, continuaron explorándolo fuera y, sorpresa, era mucho mejor.

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Fuente: Rare Books, Special Collections and Preservation Department (University of Rochester)

"Tan feliz y tan lejos del alboroto"

Al planazo empezaron a sumarse más y más mujeres. La apertura de otro hotel en la misma zona, en 1906, creó más oportunidades. Las mujeres llegaban en verano junto a sus familias sin saber que encontrarían una nueva. "Para la década de 1920, al menos veinte mujeres solteras, la mayoría de ellas secretarias, vendedoras o maestras de escuela de entre veinte y treinta años, eran ya visitantes habituales de Georgian Bay".

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Fuente: Rare Books, Special Collections and Preservation Department (University of Rochester)
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Fuente: Rare Books, Special Collections and Preservation Department (University of Rochester)

De muchas de ellas habla Bragdon entre las páginas de sus diez diarios ahora registrados y catalogados gracias a un proyecto de la Universidad de Rochester. De no ser por sus cientos de escritos, desde notas personas hasta correspondencia y otros diarios que recogen su vida entre 1893 a 1914 junto a fotografías, recortes, cuadernos fenológicos, la trayectoria que estas mujeres marcaron habría quedado como un deseo perdido. "¡Me sentí tan feliz y lejos del alboroto y las molestias!", repetía una y otra vez Bragdon.

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Fuente: Rare Books, Special Collections and Preservation Department (University of Rochester)

El término "Nueva Mujer" había sido utilizado por primera vez por la escritora Sarah Grand en su artículo 'The New Aspect of the Woman Question', publicado en marzo de 1894. Con esta nueva expresión trataba de describir en primera persona la insatisfacción que sentía con el ideal de feminidad victoriano, como una crítica surgida de en un ejercicio de contemplación, porque de eso se trataba: Grand había mirado hacia el paisaje social que la rodeaba, había visto a mujeres haciendo lo que moralmente les habían prohibido hacer, tal vez precisamente contemplan, observar, captar sus movimientos y en aquel reflejo percató su furia, en la ilusión por adentrarse en la novedad. Más adelante, el escritor Henry James lo recuperó para hablar del aumento de mujeres con acceso a estudio y carreras profesionales, cada vez eran más y la novedad menos lo era menos.

De la imagen al símbolo

Podían ser una actriz o una trabajadora de fábrica, una activista sufragista o una "flapper", una "Gibson Girl" o una asistenta del hogar, como escribe María Leache en 'Vein Magazine' Cada uno de los significados que configuran esta concepción moderna de la feminidad se superponen, permitiendo que las mujeres pudiesen moldear su propia versión, adoptando algunas características y renunciando a otras.

Si fueron la industrialización, el consumismo y la cultura de masas los tres vértices de la imagen de las mujeres como Bragdon y sus compañeras, la voluntad compartida por deshacerse de aquellas las configuró como un símbolo al que seguimos acudiendo en busca de sentido.

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Fuente: Rare Books, Special Collections and Preservation Department (University of Rochester)

Ninguna de las mujeres del club se identificó como lesbiana. No obstante, Brandon dejó escritas algunas posibilidades, porque se entendían como solteras, y esa era su etiqueta más usada. "Evitaron intencionalmente el romance heterosexual, y entonces supieron trascender más allá, dialogar con la idea de género, jugar con él como jugaban a las cartas, quererse sin las cartas que el sistema guardaba para sus emociones. Así, dice Jenkins, las "pequeñas damas perfectas" pudieron ser "pequeñas damas lesbianas y perfectas".

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Fuente: Rare Books, Special Collections and Preservation Department (University of Rochester)

Más de un siglo después, las historia de unas amigas que compraron sus propias islas se presenta como un inmenso trabajo de recuperación digitalizado, la certeza impresa online. En el mismo espacio en el que ahora habitan las ideas cotidianas de unas cuantas mujeres acomodadas que pudieron elegir y, no sin ser criticadas por ello, eligieron aquellos paseos y excursiones inspiradoras, su particular interés por un escenario campestre, inevitablemente marcado por las costumbres de una visión burguesa de lo rural como retiro, una misma intensión se ha mantenido suspendida mientras se promueve una visión más crítica de acercarse a ese espacio propio: la naturaleza como parte de un plan conjunto ya no es plan B sino A.

Con Twitter e Instagram como diarios, las nuevas generaciones de mujeres jóvenes asisten hoy a una dimensión similar a la de las mujeres del lago Huron: "a diferencia de las conocidas ahora como 'trad wifes' (en esencia, mamás blogueras que abogan o presentan el retorno a roles de género regresivos), el 'cottagecore' ofrecería una visión de la felicidad doméstica sin la servidumbre del marco tradicional binario", escribía en marzo de 2020 Isabel Slone en el New York Times. Estamos justo ahí, en el horizonte al que ellas miraban, nos separan las montañas y el tiempo, pero hay algo en su relato que atraviesa todo eso, hasta donde estamos.

"Que te cuenten las abejas que se pierden sin panal" que dice Maria Arnal, porque "solo pido ir sin correa a pasear", en palabras de Rigoberta Bandini. Resulta que, más allá de nuestras ganas y las canciones, más allá de la posibilidad futura, algo así ya existió en el pasado, antes incluso de que lo reivindicara Virginia Woolf por escrito. ¿Una habitación propia? No, una casa entera, una isla entera, muchas islas juntas.

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