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Seis años de diferencia entre casados y solteros: por qué tener pareja alarga la vida
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Seis años de diferencia entre casados y solteros: por qué tener pareja alarga la vida

La esperanza de vida a los 45 años de las mujeres casadas es 2,3 años superior a la de quienes no lo están. Y para los hombres, la cifra es incluso mayor, de 5,7 años. ¿Protección o selección?

Foto: Foto: Getty/John Moore.
Foto: Getty/John Moore.
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“Los cretinos no se casan; los idiotas no se casan; los vagabundos ociosos se juntan, pero rara vez se casan. Los criminales por nacimiento y educación no se casan en gran medida... Los hijos de familias que han sido afligidas por la locura probablemente no son buscados en matrimonio con tanta frecuencia como los demás, y varias enfermedades hereditarias presentan prácticamente alguna barrera para el matrimonio. Lo bello, lo bueno y lo saludable se atraen mutuamente”.

La frase es del epidemiólogo inglés William Farr, que ya en 1858 escribió sobre 'La influencia del matrimonio en la mortalidad de los franceses'. Y desde el siglo XIX, Miguel Requena, catedrático de Sociología en la UNED, trajo estas viejas declaraciones a su charla en las jornadas sobre los censos organizadas hace una semana por el Instituto Nacional de Estadística (INE) y el Consejo Superior de Investigadores Científicas (CSIC).

Foto: Una pareja se besa en la playa de La Barceloneta, en Barcelona, en mayo de 2020. (Getty/David Ramos)

Aunque basta con ver las formas de Farr para entender que eran otros tiempos, algunas cosas no han cambiado tanto: vivir en pareja sigue siendo un seguro de longevidad. La literatura científica sobre este fenómeno es amplísima, pero el análisis de datos del censo español ha permitido arrojar luz sobre las causas. ¿Por qué los emparejados viven más?

Los datos del último gran censo, el de 2011, reflejan que la esperanza de vida a los 45 años de las mujeres casadas es 2,3 años superior a la de quienes no lo están (un 6% más). Para los hombres, la cifra es incluso mayor: 5,7 años (un 18% más). Pero esos números, advierte Requena, están afectados por el sesgo de que las mujeres tienen, en general, mayor esperanza de vida. Además, no son útiles para medir bien los efectos de selección por vivir emparejado, ya que tienen en cuenta el estado civil y no si se está en pareja sin estar casado.

Para explicar por qué el emparejamiento alarga la vida, siempre se han apuntado dos causas: selección y protección. Una reciente investigación de Requena y del profesor emérito de sociología en la Universidad Complutense de Madrid David Reher, publicada en 'Social Science & Medicine', arroja novedades sobre cómo han funcionado estos efectos en la población española. Los investigadores solicitaron al INE los datos necesarios para poder vincular las muertes registradas por la estadística de movimiento natural de la población con el último gran censo español, el de 2011.

La situación sentimental “está muy bien recogida” en el censo, explica Requena, por lo que ambos sociólogos han podido ir más allá del estado civil, una categoría que va quedando cada vez más obsoleta, para determinar cómo afecta el emparejamiento a la mortalidad.

"Los que se mueren antes porque tienen alguna característica que les ha impedido casarse, al principio se mueren mucho más"

Al principio, cuando se tiene entre 45 y 50 años, el factor de selección, abruptamente definido por Farr hace más de un siglo y medio, es el más determinante. “Los que se mueren antes porque tienen alguna característica que les ha impedido casarse, al principio se mueren mucho más”, explica Requena sobre la selección. Pero a medida que estos no emparejados cumplen años, el efecto se invierte. “De esos, los que consiguen sobrevivir, aguantan más”.

"En edades más avanzadas, el resultado que hemos encontrado en el que la pena de muerte se invierte por completo está probablemente relacionado con el hecho de que los hombres y mujeres sin pareja que alcanzan edades relativamente altas son supervivientes por definición. Los que están destinados a morir ya lo han hecho mucho antes y, por lo tanto, este subgrupo de población es ahora seleccionado ('de facto') por personas con mejor salud inicial", puede leerse en la publicación. Además, la selección es más determinante en las mujeres, especialmente antes de los 65 años. "El efecto más fuerte entre las mujeres adultas puede estar relacionado, al menos en parte, con unas exigencias físicas relativamente mayores para el matrimonio entre las mujeres que entre los hombres", reza el artículo.

Foto: Uno, dos, tres. (iStock)

Mientras que la influencia de la selección varía mucho dependiendo de la edad, la protección proporcionada por la pareja tiene una dinámica más constante, aunque disminuye algo con el paso del tiempo. Para conseguir diferenciar cómo afectan estas dos variables, los investigadores compararon a los viudos o separados, por un lado, y a los emparejados por otro. Así, pudieron medir el peso de la protección entre los que en algún momento han estado seleccionados para estar en pareja, pero han perdido este factor. Por otra parte, estudiaron a los emparejados, viudos o separados frente a los nunca casados para estimar la fuerza de la selección.

“Habrá algunos del grupo que no se habrán casado porque no han querido, pero el grueso te hace pensar en el sentido de la regularidad que es que, al final, los que no se han casado se mueren sistemáticamente más hasta esas edades finales”, advierte Requena. “Estudiamos probabilidades, pero siempre hay un sesgo”, añade.

Más factores: renta, el trabajo y hogar

Son muchas las variables que afectan a las probabilidades de vivir menos años, y aquellas relacionadas con la salud o los hábitos de vida son las que tienen mayor peso, al margen de que se tenga o no pareja. De hecho, la salud es determinante en el proceso de selección para el emparejamiento analizado antes: de forma general, las personas enfermas tienen menos probabilidades de estar en pareja. El Instituto de Estadística y Cartografía de Andalucía (IECA) publica sus 'Estadísticas longitudinales de supervivencia y longevidad', que permiten ver cómo estas otras circunstancias tienen mayor o menor peso en la mortalidad.

Estudiando a la población andaluza, se confirma también el efecto del emparejamiento analizado por Requena y Reher. Entre los 40 y los 64 años, la tasa de mortalidad de los solteros es un 70% superior a la de los casados. Y más elevada es aún la de los separados o divorciados. Esto cambia cuando se miran los datos de los mayores de 65, donde los viudos tienen mayor tasa de mortalidad, mientras que los separados tienen la más baja. Estos cambios de tendencia a partir de la edad son similares a los observados por Requena y Reher en su análisis sobre el peso de la selección a lo largo del tiempo. "Las viudas y los viudos de edad muy avanzada también parecen estar abocados a tasas de mortalidad relativamente más altas", afirman en su investigación.

Pero, además, el IECA incluye otras cuestiones como el nivel de estudios, la tenencia o no de vivienda e incluso de segunda vivienda, el tamaño de las casas, el empleo o los desplazamientos para ir al trabajo, entre otras. Del análisis de esos datos se extrae que, además del estado civil, las variables que más correlacionan con el nivel de renta son las más decisivas, especialmente a partir de los 65 años.

Muchas de estas variables, al final, tienen una fuerte correlación con el nivel de renta. Entre las medidas de hacinamiento, una es la cantidad de metros cuadrados por persona. Los datos del IECA muestran que las tasas de mortalidad a partir de los 65 son ligeramente más elevadas cuando se cuenta con menos espacio. Pero hay más diferencias si se miran los datos de régimen de tenencia de la vivienda o de posesión de una segunda casa. Los que tienen vivienda en propiedad o cuentan con una segunda residencia son más longevos.

Esta relación con la renta es plausible también cuando se analizan las diferencias según el grupo ocupacional. Los agricultores y constructores presentan tasas de mortalidad mayores a partir de los 40. Y los directivos, técnicos, administrativos y trabajadores cualificados tienen tasas más bajas que los trabajadores no cualificados o los operadores de máquinas.

El análisis de estas y otras variables puede tener, siguiendo a Requena y Reher, "importantes implicaciones para la política". A su juicio, a medida que el envejecimiento de la población sigue su curso, "lo ideal sería que, en el futuro, la política estuviera en condiciones de contribuir a los efectos positivos del emparejamiento y de intervenir allí donde la probabilidad de vulnerabilidad es mayor".

“Los cretinos no se casan; los idiotas no se casan; los vagabundos ociosos se juntan, pero rara vez se casan. Los criminales por nacimiento y educación no se casan en gran medida... Los hijos de familias que han sido afligidas por la locura probablemente no son buscados en matrimonio con tanta frecuencia como los demás, y varias enfermedades hereditarias presentan prácticamente alguna barrera para el matrimonio. Lo bello, lo bueno y lo saludable se atraen mutuamente”.

Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) Esperanza de vida Relaciones de pareja
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