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El antojo de la distracción: ¿ver la televisión te da más hambre?
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El antojo de la distracción: ¿ver la televisión te da más hambre?

En la actualidad, los servicios de transmisión que reproducen cada episodio de una serie automáticamente, algunos espectadores ni siquiera queman las pocas calorías que se necesitan para acoger el mando

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El televisor y la comida parecen ir de la mano. En la cultura popular que este dispositivo ha ido generando desde que se adentró en prácticamente todas las casas del mundo, la opción de consumir su contenido conlleva consumir, también, alimentos. Un consumo de dos caras, paralelo, que incluso ha amoldado nuestros horarios.

Nos atiborramos de nuestro programa favorito, de la nueva serie o de la publicidad constante, nos atiborramos igualmente de snacks, refrescos, golosinas o helado. También desayunamos o almorzamos o cenamos con los ojos fijos en la pantalla.

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Tanto es así que, en la actualidad, gracias a los servicios de transmisión que reproducen cada episodio de una serie de televisión automáticamente, algunos espectadores ni siquiera queman las pocas calorías que se necesitan para acoger el mando. Pero, ¿es la pereza lo que nos mantiene masticando, o hay algo más? ¿Es posible que la sola experiencia de ver la televisión pueda estimular nuestro apetito?

Un consumo pasivo

Según recogen Jake Rossen en Mental Floss, la televisión no es tanto un estimulante del apetito, sino más bien una distracción de este. "Cuando vemos la televisión, nos concentramos en el programa, lo que significa que prestamos menos atención a las señales neurológicas y gastronómicas que nos dicen que nos estamos llenando. En lugar de tomar nota de cómo comemos, nos dedicamos a un consumo un tanto pasivo".

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Una razón para que esta vinculación se dé tan frecuentemente podría ser que ver demasiadas noticias, entretenimiento y publicidad envía mensajes contradictorios sobre la comida, y esto se vuelve frecuente. Por ejemplo, mientras que desde el telediario pueden animarnos a comer más fruta, un anuncio minutos después puede lanzarnos con grandes herramientas visuales de persuasión, un producto de bollería industrial. En otras palabras, es posible que busquemos algo rápido para saciarnos no porque tengamos hambre, sino porque hemos llegado a identificar la televisión con comer.

En 2015, un estudio publicado en The International Journal of Communication and Health realizó una encuesta a 591 estudiantes universitarios de la Universidad de Houston, en Estados Unidos. A través de sus respuestas, mostró que cuanto más veían la televisión los jóvenes, más meriendas consumían. Dicho estudio también encontró evidencia de que ver más televisión estaba asociado con una visión "fatalista" de la ingesta de alimentos saludables y un conocimiento nutricional deficiente.

Dirigir la atención a la comida

Dos años antes, en 2013, un estudio publicado por la revista Appetite analizó a un grupo de 80 personas. A la mitad de ellas se les dijo que vieran un programa de cocina y a la otra mitad se les dijo que vieran un documental sobre la naturaleza. Ambos grupos recibieron cantidades iguales de dulces cubiertos de chocolate, tortitas de queso y zanahorias. Los investigadores descubrieron que los espectadores del programa de cocina, y sus persistentes primeros planos de comidas deliciosas, tendían a comer más dulces cubiertos de chocolate que los espectadores del programa sobre la naturaleza.

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Esto, por el momento, nos advierte que comer lejos del televisor puede fomentar una alimentación más consciente, dirigiendo la atención a la comida que tenemos frente a nosotros. Solo de esta forma podemos detectar señales de saciedad.

El televisor y la comida parecen ir de la mano. En la cultura popular que este dispositivo ha ido generando desde que se adentró en prácticamente todas las casas del mundo, la opción de consumir su contenido conlleva consumir, también, alimentos. Un consumo de dos caras, paralelo, que incluso ha amoldado nuestros horarios.

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