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El accidente que quizá no ocurrió: al límite por un puñado de seguidores
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El accidente que quizá no ocurrió: al límite por un puñado de seguidores

Una influencer de Nashville ha sido acusada de fingir una caída con su moto. Todo apunta a que se trata de una campaña de publicidad

Foto: Fuente: @tifforelie, Instagram.
Fuente: @tifforelie, Instagram.

Los influencer son esas personas con millones de seguidores y vidas envidiables a los que podemos observar continuamente en redes anunciando sus marcas, fotografiándose con las poses más imposibles en Tailandia o comiendo comida sana y verde. Mucha gente los admira, compra sus productos e incluso decide imitar sus estilos de vida, un negocio que, aparentemente, genera millones.

La cara B, sin embargo, es un poco más oscura. De vez en cuando escuchamos sobre una muerte por conseguir el selfie perfecto, un like más o mayor número de suscriptores. Son historias reales y trágicas, pero lo que quizá no hemos escuchado tanto en este mundo voyeur 2.0 que hemos creado es que alguien finja un accidente para conseguir seguidores. No solo eso, sino que lo represente como si de una performance se tratara.

Accidente perfecto

Para aclararnos, la chica se llama Tiffany Mitchell y vive en Nashville, como tantas otras personas en este planeta se considera influencer. Hace poco tuvo un percance, iba conduciendo su moto cuando calculó mal una curva y se salió de la carretera. Poco puede haber en un accidente hermoso o digno de retratar, quizá piense el lector, pero no fue así como lo vio ella: las únicas heridas que sufrió fueron unas pequeñas manchas de grasa en el brazo, la escena estaba bañada en una luz suave perfecta para ser fotografiada y, de manera muy apropiada, un chico guapo se encontraba presente para ayudar a Mitchell. ¿Quién podría resistirse a inmortalizar un momento así?

La gente cree que fingí el accidente pero he compartido historias de mi vida real desde que comencé con esta cuenta

Cuando documentó por primera vez el golpe, el pasado 31 de julio, sus seguidores enseguida simpatizaron con ella, según informa 'The Guardian'. Sin embargo, comenzaron a surgir algunas dudas naturales: ¿por qué sus lesiones eran tan leves? ¿Por qué le quitaron el casco de inmediato cuando el protocolo dicta que no debe hacerse hasta que llegue el personal médico? ¿Por qué alguien se había ocupado de fotografiar tan feliz momento? Y, aún más inquietante, ¿por qué había una botella de Smartwater colocada en una de las instantáneas? ¿Quizá el accidente había sido orquestado?

Tampoco hace falta ser un genio para sumar dos y dos, sin embargo, MItchell lo niega rotundamente. En un artículo publicado el lunes, le dijo a 'Buzzfeed' que "nunca convertiría una historia personal tan importante en una campaña de marca". La polémica ha sido tan grande que ha tenido que aclararlo (en una foto suya de Instagram en la que sale subida en su moto, como no podía ser de otra forma): "La gente ha estado burlándose de la publicación que compartí o acusándome de haber organizado el accidente para llamar la atención o promocionar productos. He compartido historias de mi vida real desde que comencé con esta cuenta, me abrí sobre mi aborto espontáneo y mi divorcio, la ansiedad que padezco o la pérdida de mi pareja en un accidente de moto hace tres años. Elegí usar Instagram como una herramienta para sanarme y conectar con otros".

En los primeros tiempos de las redes sociales, los influencers cumplían el papel de antifamosos, eran auténticos, las marcas los querían

A pesar de que, debido a la polémica, ha borrado las fotos, asegura que sufrió el accidente de verdad y que fue un amigo suyo, fotógrafo profesional, el que hizo las fotos. "Cuando las vi me sentí muy emocionada y decidí compartirlas". Sin caer en lo perverso que es retratar cada momento de tu vida, hasta los más íntimos, como puede ser un accidente o una enfermedad, hasta el punto de que pueda existir debate sobre si lo que ha hecho Mitchell es real o fingido, lo cierto es que la imagen del influencer en los últimos años ha cambiado mucho.

Foto: No todos los usuarios se meten en el agua para hacerse el selfie (Foto: Instagram)

En los primeros tiempos de las redes sociales, los influencers cumplían el papel de antifamosos, eran auténticos, las marcas los querían porque esta autenticidad vende y es más probable que vayas a comprar algo si te lo recomienda alguien de confianza. Sin embargo, con el paso del tiempo, la desilusión ha ido incrementándose, pues parecen perpetuar la idea de que nuestras vidas deben ser perfectas. Tan perfectas que, incluso si visitas Chernobyl, puedes desnudarte a pesar de la radioactividad y acercarte a los animales salvajes que han crecido en la zona.

Incluso hay influencers que, pese a no tener ningún patrocinio, fingen que sí promocionan marcas justo para que las que no lo hacen se fijen en ellos. Todo es perversamente enrevesado y en el fondo, si Mitchell ha fingido o no su accidente en realidad no importa nada. Lo que quizá es más relevante es el hecho de que vivimos tan continuamente bombardeados de anuncios que hasta un aparente accidente de moto nos hace activar la alarma. Los influencers mienten tanto acerca de lo fantásticas que son sus vidas (incluso cuando sufren accidentes de moto todo es precioso, como un decorado de película) que, como con Pedro y el lobo, nunca podemos saber si es verdad lo que nos cuentan. Y ahora, quizá quieras beber un buen sorbo de agua de Smartwater.

Los influencer son esas personas con millones de seguidores y vidas envidiables a los que podemos observar continuamente en redes anunciando sus marcas, fotografiándose con las poses más imposibles en Tailandia o comiendo comida sana y verde. Mucha gente los admira, compra sus productos e incluso decide imitar sus estilos de vida, un negocio que, aparentemente, genera millones.

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