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Dos años de la 'Draghi put': el discurso que hizo ricos a los que creyeron en su palabra
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SEGUNDO ANIVERSARIO DE SU HISTÓRICO DISCURSO

Dos años de la 'Draghi put': el discurso que hizo ricos a los que creyeron en su palabra

Un puñado de palabras... y miles de millones de euros de beneficios. Las pronunció el presidente del BCE. Y muy bien, por cierto, porque salvaron al euro

Foto: El presidente del BCE, Mario Draghi
El presidente del BCE, Mario Draghi

El poder de la palabra. Lo usó con toda la potencia posible el presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, desde uno de los púlpitos más adecuados para ello: la City londinense. Fue hace justo dos años, el 26 de julio de 2012. "Dentro de nuestro mandato, estamos preparados para hacer lo que sea necesario para salvar el euro. Y créanme, será suficiente", afirmó. Un compromiso histórico, la defensa más contundente que se había hecho del euro desde su nacimiento oficial en 1999.

El efecto fue inmediato. Y duradero. Dos años después, la esencia de ese mensaje aún pervive. Con hechos, porque el BCE no solo complementó esas palabras con hechos en 2012, sino que todavía lo sigue haciendo, y con los efectos registrados desde entonces. Sobre todo en los mercados, que tenían ante sí la Draghi put, es decir, la garantía de que el BCE estaba dispuesto a barrer el mercado. Aquel discurso es, sin duda, el más rentable jamás pronunciado por un banquero central. Aquel puñado de palabras se ha traducido en miles de millones de beneficios en los mercados para aquellos inversores que calibraran bien la envergadura del compromiso adquirido por el banquero italiano.

Lo demuestra el euro. De estar contestado, de tener su futuro en entredicho, puesto que en julio de 2012 lo que estaba en duda era su continuidad, ahora su futuro aparece más despejado. Como muestra, la evolución de su tipo de cambio contra el dólar. Los 1,216 dólares del 25 de julio de 2012 han pasado a los 1,343 dólares actuales, y eso que en los tres últimos meses se ha depreciado casi un 4%, desde los 1,399 dólares a los que se estiró a comienzos de mayo.

Pero afianzar al euro no era el único propósito de Draghi. Explícitamente, también declaró otro objetivo en aquel histórico discurso de Londres: reducir las primas de riesgo que estaban pagando algunos de los europaíses, entre los que figuraba España. "Como la ampliación del tamaño de estas primas de riesgo soberanas obstaculiza el funcionamiento del canal del transmisión de la política monetaria, están dentro de nuestro mandato", aseguró. Fue el modo en el que se las arregló para traerlas a su terreno y adoptar medidas que ayudaran a relajarlas.

Principalmente una: el programa de Operaciones Monetarias de Compraventa, más conocido por sus siglas en inglés, OMT. Anticipado en agosto y puesto en marcha en septiembre de 2012, fue su jugada maestra, el dique con el que contuvo las aguas revueltas de la deuda periférica. Las cifras así lo ratifican. Si el rendimiento del bono español se movió los días 24 y 25 de julio de hace dos años por encima del 7% e incluso tocó el 7,75%, ahora se encuentra en mínimos históricos -nominales, que no reales- en el 2,5%. Y la prima de riesgo, que mide la diferencia entre la rentabilidad de los bonos españoles y alemanes a una década, se ha estrechado desde los 650 puntos básicos a los que llegó a escalar justo antes del discurso de Draghi hasta los 136 puntos básicos actuales.

Si el rendimiento ha descendido ha sido gracias a las compras, puesto que la rentabilidad baja cuando sube el precio de los títulos. En el caso de los bonos españoles a 10 años, las compras se han impuesto en 18 de los 23 meses completados desde entonces; agrupando el comportamiento por trimestres, las compras se han impuesto en los ocho últimos, los que han transcurrido desde el discurso de Draghi.

Pero España no ha sido la excepción. La rentabilidad de los bonos italianos ha bajado del 6,4 al 2,7%; la de los títulos portugueses, del 11 al 3,6%; y la de los bonos griegos, del 26,5 al 5,9%. Y lo mismo ha ocurrido con las primas de riesgo. La italiana, que superaba en julio de 2012 los 500 puntos, se mueve ahora en torno a los 150; la portuguesa se ha moderado de los 1.000 a los 250 puntos; y la griega, de superar los 2.500 puntos se ha relajado hasta los 480.

Aunque el premio gordo se lo han llevado las bolsas. Principalmente las periféricas. Y el Ibex 35 español sobresale como el más favorecido de los principales indicadores de la Eurozona. De los 6.000 puntos en los que se movía antes de escuchar las palabras de Draghi ha saltado hasta los casi 11.000 puntos actuales. Por el camino, una revalorización del 82%. ¿Cuánto es eso en dinero? Algo más de 265.000 millones de euros, puesto que, según los datos recogidos por Bloomberg, la capitalización del índice español ha pasado de poco más de 300.000 a los 567.000 millones actuales.

Solo la bolsa griega, con subidas superiores al 80% desde julio de 2012, se mueve en los mismos registros que el Ibex. En los restantes casos, aunque las escaladas también son espectaculares, no alcanzan esas cotas. La bolsa italiana ha remontado un 70%; la portuguesa, un 53%; la alemana, en torno a un 50%; y la francesa, algo más de un 40%.

Pero ni siquiera Draghi es todopoderoso. Ha protegido el futuro del euro, reducido las primas de riesgo, aliviado a la Europa periférica y reabierto los canales de financiación mayorista para las empresas y los bancos de esos países y nutrido las carteras de los inversores. Hasta ha ayudado a dejar atrás la recesión en la Eurozona. Sin embargo, la recuperación aún es anémica, el fantasma de la deflación -caída general de los precios- sobrevuela la región y el crédito todavía es escaso para las familias y las empresas de los países periféricos.

Todo ello redunda en que aquel compromiso aún siga vigente. Dos años después, Draghi continúa encadenado a la promesa de "hacer lo que sea necesario" y a la apuesta de que "será suficiente". O lo que es lo mismo: pese a lo avanzado, la reacción todavía no es suficiente y requiere su actuación.

Lo volvió a demostrar el 5 de junio. Ese día no solo estrujó los tipos de interés oficiales para situarlos en el mínimo histórico del 0,15%, sino que convocó otra ronda de financiación barata a largo plazo para los bancos con la condición de que destinen ese dinero a reactivar el crédito al sector privado. Esta iniciativa, conocida por las siglas TLTRO, dispondrá inicialmente de 400.000 millones de euros, pero el propio Draghi ha adelantado ya que podrá ampliarse hasta el billón de euros.

No contento con eso, aún fue más alla. Anticipó que el BCE está trabajando en el diseño de un plan de compra de activos en el mercado. Es decir, en la versión europea del quantitative easing (QE) llevado a cabo en Estados Unidos o Reino Unido. Sería su último recurso. El epílogo de un discurso para el recuerdo.

El poder de la palabra. Lo usó con toda la potencia posible el presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, desde uno de los púlpitos más adecuados para ello: la City londinense. Fue hace justo dos años, el 26 de julio de 2012. "Dentro de nuestro mandato, estamos preparados para hacer lo que sea necesario para salvar el euro. Y créanme, será suficiente", afirmó. Un compromiso histórico, la defensa más contundente que se había hecho del euro desde su nacimiento oficial en 1999.

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