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El Ibex ante el 20-D: temor a un Gobierno débil y terror a un cambio generacional
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los empresarios se muestran desconfiados

El Ibex ante el 20-D: temor a un Gobierno débil y terror a un cambio generacional

Los grandes empresarios ya no temen la secesión de Cataluña ni a Podemos. Ahora la preocupación reside en el cambio generacional que se puede operar en España a partir del próximo 20-D

Foto: Ilustración: Raúl Arias.
Ilustración: Raúl Arias.

La sombra de Ciudadanos se ha extendido sobre la marca de Podemos en un eclipse político que permitió a las grandes empresas españolas un primer respiro de alivio ante la amenaza de una involución económica en la España de la recuperación. Pero no hay bien que por mal no venga, y el flamante liderato del nuevo partido emergente ha derivado en muy serias contraindicaciones que tienen a la aristocracia del Ibex pendiente de un hilo ante lo que se barrunta como una legislatura muy compleja para la estabilidad del próximo Gobierno que surja de las urnas el 20 de diciembre.

El denominado 'nuevo pacto de La Moncloa' en el que la formación de Albert Rivera debería actuar como bisagra de alguno de los dos partidos incumbentes había sido asumido como un mal menor que, al menos, permitía espantar para siempre la amenaza de radicalización inoculada por la tropa de Pablo Iglesias. A los empresarios de alcurnia les da igual que gobiernen el PP o el PSOE, pero lo que no cabía en las previsiones era que el convidado de piedra estuviera en condiciones de actuar como tercero en discordia dispuesto a fumigar con naftalina todas las polillas que carcomen la estructura institucional del Estado y sus aledaños.

La segunda transición que enarbola el político catalán supone toda una declaración de guerra contra los actuales inquilinos del poder fáctico, probablemente el que con más eficacia y antigüedad ejerce el mando y control en la vida económica del país. No en vano, la media de los presidentes del Ibex se acerca en España a los 64 años, uno menos de la edad de jubilación oficial. Para todos ellos, el discurso de Rivera, a diferencia del arquetipo que definió la reforma política de Adolfo Suárez, no se traduce en olvidar el pasado, sino en recordar las cuentas pendientes para girar las facturas al cobro y patrocinar la incorporación de nuevos y más íntimos deudos en los órganos de gobierno de las más emblemáticas entidades del país.

Los grandes jefes de las empresas cotizadas están en edad de jubilación y la abdicación del rey Juan Carlos pone en evidencia su fecha de caducidad profesional

Nada tiene de extraña la desafección con que algunos de los más ilustres dirigentes empresariales han tratado al presidente de Ciudadanos durante la antesala de la actual campaña electoral. Lo poco agrada y lo mucho, además de cansar, puede resultar peligroso para la integridad de los que encarnan el índice más selectivo de la bolsa española. De ahí que los primeros espadas de las grandes corporaciones hayan mantenido las distancias con un político de nueva hornada que irrumpe como principal amenaza para esa vieja guardia corporativa acechada desde hace tiempo por los vientos de cambio instaurados en España.

Desde la abdicación del rey Juan Carlos, la clase dirigente de nuestro país tiene fecha de caducidad, y poco importa que los estatutos de las sociedades cotizadas hagan mutis por el foro ante las reclamaciones de los inversores internacionales que apuestan por fijar una edad de retiro obligatorio a los grandes prebostes del Ibex. La comisión general de codificación que asesora al Ministerio de Justicia estuvo a punto allá por 2001 de proponer una regulación que establecía la edad máxima de 70 años para el ejercicio de la presidencia en las empresas bursátiles. Una medida dirigida con la intención de jubilar a Emilio Botín, pero que el presidente del Banco Santander consiguió frenar en seco moviéndose como solo él sabía hacerlo entre las bambalinas del Gobierno que entonces presidía José María Aznar.

El celebérrimo banquero tenía por aquellas fechas 67 años y se mantuvo al frente de la entidad cántabra hasta el final de sus días. Botín murió con las botas puestas en septiembre de 2014, dejando un hueco repentino que Rodrigo Echenique se encargó de cubrir a toda prisa con la designación de Ana Botín. El actualvicepresidente del primer grupo financiero de España hizo valer su condición de albacea para acallar cualquier conjetura en los mercados y espantar de paso a los eventuales pretendientes que pudieran haber depositado alguna vana ilusión en el testamento del fallecido patriarca.

El caso del Banco Santander ilustra en realidad un ejemplo de lo que no debería ocurrir con el resto de grandes corporaciones españolas, que aún tienen pendiente de aprobación esa asignatura crucial de buengobierno consistente en disponer y presentar públicamente un plan de sucesión en lo más alto y granado de sus cúpulas ejecutivas. Una práctica que alimenta como si fuera el pan nuestro de cada día a la mayor parte de las grandes multinacionales del mundo mundial, mucho más preocupadas por demostrar que la transparencia no es un valor con el que se pueda negociar a efectos de inventario o por razones de interés oportunista.

El doble lenguaje de la tarjeta de visita

En España,los líderes empresariales ejercen su jerarquía como si fueran a vivir toda la vida, sin testamento ni herederos que puedan ser claramente identificados por los inversores. Los sucesores se presumen en la nebulosa de unos organigramas planteados con el doble lenguaje de una tarjeta de visita que traduce la función del consejero delegado por lo que en términos anglosajones se define como un mero director general de operaciones. Los primeros ejecutivos son los presidentes y sus segundos de a bordo no deberían hacerse muchas ilusiones de subir en el escalafón, no vaya a ser que un traspiétermine por dar al traste con toda su carrera profesional.

A día de hoy, las posibilidades de que Carlos Torres releve a Francisco González parecen tan remotas como las que pudiera albergar su antecesor, Ángel Cano, cuando hasta hace unosmeses ocupaba el cargo de consejero delegado en el BBVA. Peor lo tiene Francisco Martínez Córcoles, investido hace año y medio con el título honorífico de número dos en Iberdrola pero a quien Ignacio Sánchez Galán ni siquiera ha introducido aún en el consejo de administración de la compañía eléctrica. Más considerado ha sido César Alierta con su consejero delegado, José María Álvarez-Pallete, que ha visto despejado de rivales el camino que conduce a la cumbre de Telefónica,si es que algún día su jefe decide jubilarse.

Una situación parecida se produce en La Caixa, donde el nombre de IsidreFainé se antoja eterno tanto en la Fundación como en el propio banco filial cotizado en bolsa. Por lo menos hasta que la Comisión Europea no imponga una incompatibilidad que obligaría al actual presidente plenipotenciario de la primera entidad financiera de Cataluña a buscar acomodo en alguno de los aposentos que ofrece el amplio grupo industrial de Criteria. La joya de la corona es Gas Natural, y no son pocos los observadores que sitúan a Fainé como el relevo de Salvador Gabarró, un cambio que frustraría, por otra parte, el plan de sucesión natural en favor del actual consejero delegado, Rafael Villaseca.

El síndrome de Juan Palomo puede desvanecerse en el Ibex si Rajoy gana por la mínima y se ve obligado a poner las barbas en remojo a lo largo de la legislatura

Salvo raras excepciones, comoRepsol, donde Josu Jon Imaz tomó hace poco la alternativa de manos de Antonio Brufau, los todopoderosos gestores empresariales prefieren torear en solitario y con los subalternos alejados de las verdaderas decisiones de poder. El síndrome de Juan Palomo trasciende por las plantas nobles de los grandes buques insignia atracados al puerto del Ibex, y solo la presión externa ha doblegado si acaso en parte la resistencia de los que han venido manejando algunas empresas bursátiles como si estuvieran en la Francia de Luis XIV. Es el caso de Juan Miguel Villar Mir,que ha legado la presidencia de OHL en su hijo, o de Florentino Pérez, que a este paso no va a tener más remedio que cumplir su promesa de nombrar consejero delegado de ACS a Marcelino Fernández Verdes.

La situación política y el clima social derivado del 20-D van a cambiar muchos de los hábitos y procedimientos de gestión dentro de la actividad económica. El cheque en blanco para dirigir el país se ha terminado y el marco de alianzas que se barrunta a partir de 2016 otorgará primacía a los llamados valores generacionales. El PP, como máximo favorito en las encuestas, va a necesitar algo más que simples apoyos parlamentarios para recuperar la confianza de los ciudadanos con minúscula, que en definitiva es la que cuenta para perdurar con una acción política a medio y largo plazo.

Si el actual inquilino de Moncloa sale el domingo trastabillado de las elecciones con una victoria pírrica, no tendrá más remedio que invocar al sentido de Estado y dar un paso lateral en la Presidencia del Gobierno antes de que termine la próxima legislatura. Será el momento de comprobar las aspiraciones reales y verdaderos poderes de Soraya Sáenz de Santamaría, pero también del resto de delfines que esperan impacientes su momento en la retaguardia de las grandes sociedades cotizadas. Cuando Rajoy ponga sus barbas a pelar…

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La sombra de Ciudadanos se ha extendido sobre la marca de Podemos en un eclipse político que permitió a las grandes empresas españolas un primer respiro de alivio ante la amenaza de una involución económica en la España de la recuperación. Pero no hay bien que por mal no venga, y el flamante liderato del nuevo partido emergente ha derivado en muy serias contraindicaciones que tienen a la aristocracia del Ibex pendiente de un hilo ante lo que se barrunta como una legislatura muy compleja para la estabilidad del próximo Gobierno que surja de las urnas el 20 de diciembre.

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