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Una cerveza es como un trozo de pizza: lo que engordan las bebidas alcohólicas
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Una cerveza es como un trozo de pizza: lo que engordan las bebidas alcohólicas

La buena fama de la cerveza o de la copa de vino con la comida suele hacernos pasar por alto una incontestable realidad, y es que el alcohol engorda, y bastante

Foto: A veces nos preguntamos, entre copa y copa de vino, de dónde han salido esos kilos de más. (iStock)
A veces nos preguntamos, entre copa y copa de vino, de dónde han salido esos kilos de más. (iStock)

Una copita de vino al día es muy buena, no cabe duda de ello (y si la hay, no se alarmen, pronto aparecerá otro estudio promocionando sus cualidades positivas). Sin embargo, la buena fama de la cerveza o de la copa de vino con la comida suele hacernos pasar por alto una incontestable realidad, y es que el alcohol engorda, y bastante. No tan sólo el dorado líquido –íntimamente ligado con la célebre barriga cervecera–, sino también el whisky, el vino, la ginebra y otras bebidas de mayor o menos graduación.

Con el objetivo de elaborar una guía para no perdernos en el proceloso mundo del alcohol, el entrenador personal Lucas James ha elaborado en su página web un listado con las calorías que cada alimento y bebida tiene. Quizá el dato más revelador de todos ellos es el que asegura que el bebedor medio de vino consume 2.000 calorías al mes, nada menos que un equivalente de 141 helados al año. El quid de la cuestión se encuentra en aquello que James considera “bebedor medio”, y que no se trata del vasito que muchos consideraríamos que se encuentran en la media, sino en dos vasos diarios para los hombres y uno para las mujeres.

En concreto, la equivalencia de su vaso es de 5 onzas para el vino (14 centilitros), 12 onzas para la cerveza (unos 35 centilitros, es decir, alrededor de un tercio), y unas 1,5 onzas para las bebidas espirituosas (4 centilitros, un chupito pequeño). La equivalencia es clara, y cuanta mayor sea la graduación de la bebida, más calorías aportará. Sin embargo, debemos tener en cuenta que tendemos a beber una mayor cantidad de bebida de baja graduación precisamente por eso mismo, por lo que a la larga, pueden llegar a engordar más que otras como el whiskey o el ron, que suelen consumirse en mucha menor cantidad.

Dos más uno son cuatro

La cuenta que realiza el entrenador es la siguiente. Si cada gramo de alcohol contiene 7 calorías (7,07 exactamente según la Food and Drug Administration americana), nos movemos en unas cifras similares a las de la grasa (9 kilocalorías por gramo) y por encima de los carbohidratos y proteínas (4 kilocalorías). No es únicamente el alcohol en sí lo que nos proporciona más calorías de las que deberíamos permitirnos si queremos perder peso, sino también, el azúcar que se añade a muchos combinados o la relajación alimenticia asociada con el consumo de alcohol.

James plantea unas equivalencias significativas, aunque quizá controvertidas: una copa rebajada con Coca-Cola equivale a una magdalena de arándanos, una piña colada tiene las mismas calorías que un donut, tomar 50 mililitros de licor equivale a comerse dos salchichas, una pinta de cerveza es semejante a tomarse un trozo de pizza y una margarita, a una hamburguesa. La diferencia es, ante todo, cognitiva: debido a su fama y a su mera presentación visual, pensamos que un trozo de carne sangrante tiene que aportar más calorías a la fuerza que un líquido, encima, de colores claros y sabor suave.

El entrenador propone una serie de sencillas soluciones para evitar el engorde alcohólico. Por ejemplo, asegurarse de que se ha comido lo suficiente antes de empezar a beber –puesto que ello evitará que abusemos del alcohol al sentirnos llenos y que picoteemos aún más–, beber agua entre bebidas alcohólicas –para evitar que nos excedamos con los espirituosos– o preparar algo saludable para cuando volvamos de madrugada y sintamos la tentación de asaltar la nevera.

Las estimaciones de James son, no obstante, matizables. No todos los vinos tienen el mismo contenido alcohólico, sino que dependen de su ABV (alcohol by volume). Para averiguar la cantidad de alcohol en una bebida suele utilizarse la conocida como ecuación de Gastineau, y que es la siguiente:

Gramos de etanol = Grados de la bebida alcohólica x (ml. de bebida consumida x 0,80) / 100

Así, por ejemplo, podemos calcular cuántos gramos de etanol aporta un tercio de cerveza nacional. Dado que sus grados alcohólicos suelen rondar los 5,5, si bebemos un tercio (330 mililitros), podemos llegar a la conclusión de que 5,5 x (330 x 0,80) / 100 equivalen a 14,52 gramos, que, al multiplicarse por 7, arroja 101,64 calorías. A ellas hay que añadir otros componentes como el lúpulo o la cáscara de cebada que hacen aumentar la cantidad total a unas 150 calorías por botella, la cifra popularmente aceptada. En el caso de las cervezas sin alcohol, dicha cifra descendería hasta las 50 calorías.

Una copita de vino al día es muy buena, no cabe duda de ello (y si la hay, no se alarmen, pronto aparecerá otro estudio promocionando sus cualidades positivas). Sin embargo, la buena fama de la cerveza o de la copa de vino con la comida suele hacernos pasar por alto una incontestable realidad, y es que el alcohol engorda, y bastante. No tan sólo el dorado líquido –íntimamente ligado con la célebre barriga cervecera–, sino también el whisky, el vino, la ginebra y otras bebidas de mayor o menos graduación.

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