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Las cinco trampas mentales para no adelgazar que nos ponemos a diario
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CÓMO TE ENGAÑAS PARA NO PERDER PESO

Las cinco trampas mentales para no adelgazar que nos ponemos a diario

Cuando nos planteamos perder peso aparecen en nuestro camino numerosos obstáculos: tenemos hambre todo el rato, nos da envidia la gente que nos rodea, nos resulta

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Las cinco trampas mentales para no adelgazar que nos ponemos a diario

Cuando nos planteamos perder peso aparecen en nuestro camino numerosos obstáculos: tenemos hambre todo el rato, nos da envidia la gente que nos rodea, nos resulta aburrido practicar ejercicio… Pero los escollos más difíciles de superar son los que nos ponemos nosotros mismos, en forma de excusas para no tomarnos en serio nuestro plan de adelgazamiento. Muchas veces no lo hacemos de forma consciente, sino como un resorte defensivo, que nos permite minimizar nuestro fracaso.

Este proceso se conoce en el mundo de la psicología como self-handicapping, literalmente “autodiscapacitación” que, tal como lo definieron Edward E. Jones y Steven Berglas en 1978, consiste en evitar esfuerzos con la esperanza de eludir un posible fracaso y el consiguiente daño en la autoestima. Este mecanismo llevado al terreno de la alimentación nos lleva a inventar excusas que justifiquen nuestro comportamiento y nos eviten sentirnos culpables. Mucha gente se siente incapaz de adelgazar porque cree que come bien y hace ejercicio, y aún así no ve resultados, pero lo más probable es que ni esté comiendo bien, ni esté haciendo tanto ejercicio.

Mentirnos a nosotros mismos sobre nuestros hábitos alimenticios hace que, por mucho esfuerzo que hagamos, no logremos adelgazar. Estas son las cinco mentiras más comunes. Afirmaciones que no son más que excusas y están ocultando comportamientos perniciosos que nos impiden adelgazar.

1. “No bebo demasiado. Lo normal”

En España, cuando los médicos de atención primaria preguntan a sus pacientes cuánto beben están acostumbrados a escuchar contestaciones que rozan lo patológico: “Nada, lo normal. Un carajillo en el desayuno, el vermut del aperitivo, el vino de la comida, la copa de después y unas cervezas por la noche”. Otros, los más jóvenes, suelen decir que sólo beben “lo normal”, en fin de semana. Pero unos y otros suelen encajar en la categoría de bebedores compulsivos, aquellos que beben más de cuatro o cinco copas en menos de dos horas.

No es ningún secreto que el alcohol es lo que más engorda y reducir su consumo de forma radical es imperativo para adelgazar. No sólo aporta muchísimas calorías, y ningún nutriente, además hace que incurramos en hábitos poco saludables. Si nos emborrachamos los fines de semana tenemos tendencia a comer peor, no sólo porque caemos en las peligrosas tapas de antes de las copas, sino también porque al día siguiente no nos vamos a preocupar por comer de forma saludable, y es muy probable que acabemos metiendo en el horno una pizza congelada o llamando a un restaurante chino. Es difícil dejar el alcohol cuando forma parte indisoluble de nuestra actividad social, pero es necesario recortar su consumo si queremos adelgazar de forma eficiente.

2. “Como de forma saludable la mayor parte del tiempo, pero no adelgazo”

Esta es una de las frases más habituales de las personas con sobrepeso que piensan que pueden adelgazar haciendo pequeños cambios en sus hábitos alimenticios. Y no irían desencaminados si los cambios no fueran en realidad una fachada que oculta el verdadero problema. Lo más habitual es que la persona que pronuncia esta frase no esté comiendo de forma verdaderamente saludable, porque de lo contrario acabaría adelgazando.

Para no incurrir en engaños de este tipo hay una solución muy sencilla: agarrarse a una dieta estricta que establezca qué debemos comer cada día. Así no tendremos excusas, ni malentendidos. Si contamos con alguien que nos asesore, mejor que mejor, y este papel puede cumplirlo perfectamente nuestro médico de cabecera.

3. “Sólo como cuando tengo hambre y paro cuando estoy lleno”

Esta afirmación sería positiva si fuera cierta, pero no suele serlo. Aunque creamos comer cuando tenemos hambre no siempre es así. En muchas ocasiones comemos por aburrimiento o ansiedad, lo que se conoce como “hambre emocional”, o por compromiso, “hambre social”. Si queremos adelgazar de forma efectiva debemos cortar este tipo de hábitos por lo sano.

La mejor manera de ser consciente de lo que comemos y saber que realmente estamos alimentándonos cuando tenemos hambre, es llevar al corriente un diario de calorías, en el que apuntemos qué comemos realmente en cada momento del día. Una vez hecho esto nos daremos cuenta de que no sólo comemos cuando tenemos hambre, y saberlo nos hará acabar con los hábitos que nos impiden adelgazar.

4. “Hago cinco pequeñas comidas al día”.

Los nutricionistas suelen recomendar repartir la ingesta de alimentos a lo largo del día, añadiendo un tentempié de media mañana y una merienda a las tres grandes comidas de la  jornada. Pero hay quien se toma este consejo como no debería. El problema, claro está, reside en la percepción de cada uno sobre lo que significa “pequeña comida”.

Lo importante es estar informado, y saber qué debemos comer en cada una de las comidas: cuánto es realmente poco y cuánto es demasiado. Repartir las calorías que ingerimos a lo largo de toda la jornada es positivo, pero si comemos más a menudo tendremos que comer menos en cada ocasión. Si no, simplemente, estaremos comiendo más, y así es imposible adelgazar.

5. “Puedo comer más porque estoy haciendo ejercicio”

Cuando nos apuntamos a un gimnasio creemos que podemos ser menos estrictos con lo que comemos. La realidad es que si consumimos más calorías de las que gastamos haciendo ejercicio el cuerpo seguirá acumulándolas y ganaremos peso en vez de perderlo. Máxime cuando la mayoría de las personas que empiezan a hacer ejercicio no lo practican a diario.

Para perder peso de forma eficaz hay que combinar dieta y ejercicio. Una estrategia que puede ser útil de cara a motivarnos en el cumplimiento de ambos objetivos es diseñar dietas distintas para los días que hacemos ejercicio y los que no, añadiendo comidas más apetecibles (sin pasarse) en los días que vamos al gimnasio. Eso hará que tengamos una motivación para hacer deporte, sin que cambie demasiado nuestro plan de dieta, que seguirá tal como estaba los días que no hagamos ejercicio. 

Cuando nos planteamos perder peso aparecen en nuestro camino numerosos obstáculos: tenemos hambre todo el rato, nos da envidia la gente que nos rodea, nos resulta aburrido practicar ejercicio… Pero los escollos más difíciles de superar son los que nos ponemos nosotros mismos, en forma de excusas para no tomarnos en serio nuestro plan de adelgazamiento. Muchas veces no lo hacemos de forma consciente, sino como un resorte defensivo, que nos permite minimizar nuestro fracaso.