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Ni compra ni alquiler. Lo ma´s barato es construir tu propio edificio de vecinos
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EL AUGE DE LOS MODELOS NO ESPECULATIVOS

Ni compra ni alquiler. Lo ma´s barato es construir tu propio edificio de vecinos

Lo que un día pareció una locura ya es una realidad en Barcelona o Madrid. Tras estas dos iniciativas pioneras, otros 50 proyectos de autopromoción colectiva en toda España están en desarrollo

Foto: Algunas de las iniciativas que ya están en Madrid y Barcelona. (Montaje: EC)
Algunas de las iniciativas que ya están en Madrid y Barcelona. (Montaje: EC)

Un día de invierno de 2012, un grupo de vecinos del barrio de Sants de Barcelona comenzaron a elucubrar con la posibilidad de construir su propio edificio para irse a vivir juntos. Sería una construcción, además, muy diferente de todas las que se estaban levantando en la ciudad. Sería de madera en lugar de hormigón. Estaría llena de zonas compartidas en lugar de esos compartimentos estancos que tanto fomentan el aislamiento. En definitiva, sería una amable plaza de pueblo de los años cuarenta en mitad de la implacable metrópolis.

Primero fue un sueño, luego una locura que poco a poco emergió del suelo y por fin, el 8 de diciembre de 2018, se convirtió en la realidad en que entraron a vivir. Hoy llevan casi un año en La Borda, el primer edificio de España levantado bajo el principio de cooperativa de cesión de uso. Las casas no son propiedad del arquitecto Ernest Garriga, vecino de La Borda y arquitecto de Lacol, despacho que ha diseñado el edificio y sus vecinos, pero son su hogar igualmente.

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"Cuando todo esto empezó, no teníamos referentes en el Estado español y empezamos a mirar hacia Dinamarca, Alemania o Uruguay, sitios donde las cooperativas de vivienda con cesión de uso están más desarrolladas", recuerda Garriga a El Confidencial.

El alcalde por entonces era Xavier Trías, de CiU, un partido 'a priori' no demasiado partidario de este tipo de experimentos. Garriga y el resto de miembros de la cooperativa Lacol propusieron al ayuntamiento aprovechar unas naves de principios del siglo XX en el polígono de Can Batlló, pero el consistorio se lo negó dado que no se podía hacer un cambio en el uso urbanístico.

placeholder El edificio La Borda, en Can Batllò, Barcelona. (Lacol)
El edificio La Borda, en Can Batllò, Barcelona. (Lacol)

Sin embargo, en aquella zona había también unos solares para edificar que estaban destinados a viviendas de protección oficial, ahí fue cuando a ambas partes se les iluminó la bombilla. “En el fondo, el modelo les interesó porque para ellos era un 'win-win", razona Garriga. "Cedían un solar sin tener que hacer la inversión de construir las viviendas".

En 2014, su sueño comenzó a tomar forma, aunque tuvieron que hacerlo todo desde cero. Aunque ya existían las cooperativas de vivienda, el concepto de que la propia cooperativa no sus inquilinos fuera la propietaria de los apartamentos resultaba una novedad y por tanto un desafío. Paralelamente, comenzaron a decidir quiénes formarían parte de aquella promoción o qué aspecto tendría.

"Fue un proyecto difícil de acabar, son proyectos complejos", explica el arquitecto. "En nuestro caso, hicimos bastante autopromoción en el sentido de que no teníamos una constructora sino que íbamos contratando por separado para tener menores costes de obra".

Sus cálculos iniciales eran invertir unos 15.000 euros por vivienda (cantidad variable en función de las personas que tuviera), pero la cantidad subió hasta los 18.000 euros. A partir de ahí, cada vivienda paga en La Borda unos 450 euros al mes por un piso de 65 metros cuadrados. La cuota sirve para devolver el crédito que pidieron para construir el edificio y el mantenimiento del mismo, y lo sorprendente es que será una cantidad invariable en el tiempo. "Seguirán siendo 450 euros dentro de 20 años", dice Garriga.

El plan posterior, una vez devuelto el crédito, es disponer de ahorros para ayudar a sufragar otros proyectos de cooperativa de vivienda. Mientras tanto, les ayudan con sus conocimientos adquiridos y así están logrando recortar cada vez más los plazos para levantar desde cero uno de estos bloques de vecinos cooperativos. Ahora, Lacol está trabajando con La Balma, otra cooperativa del barrio de Poblenou que comenzó sus actividades en 2017 y planea irse a vivir a su nuevo edificio en el plazo de un año.

placeholder Una de las reuniones de los futuros integrantes de La Borda. (Lacol)
Una de las reuniones de los futuros integrantes de La Borda. (Lacol)

Sin duda, la entrada en escena de Ada Colau como alcaldesa supuso un aldabonazo para este tipo de iniciativas: en 2016, el Ayuntamiento de Barcelona sacó a concurso siete solares para cesión de uso, de los que cinco están actualmente en desarrollo. En cada caso, los grupos se encargaban de unirse y competir entre ellos por cada solar.

Sí, todo parece muy sencillo cuando a uno le regalan el solar. Por eso, Barcelona es la pionera en España en fomentar modelos no especulativos de acceso a la vivienda, pero tampoco es un caso aislado. Hoy en día, hay en toda España unos 50 proyectos en construcción, la gran mayoría han tenido que pedir un crédito para pagar el solar y construir el edificio. Aon así, afirman que salen ganando con respecto a los modelos tradicionales en lo económico, en lo ambiental y en lo social.

Entre 450 y 700 euros al mes

En la calle González Feito, en el barrio madrileño de Usera, hay ahora mismo dos cooperativas levantando sus respectivos edificios. No se parecen en nada.

En el número 13 está el Residencial Montarto. Es un edificio de viviendas tradicional, de nueva construcción. La promotora usa el sistema de cooperativa para abaratar los costes de construcción (de hecho, anuncia pisos desde 100.000 euros), pero esencialmente nada cambia, una empresa construye el edificio y cada particular se compra su piso, ya sea para vivir o para especular con él.

placeholder Aspecto del edificio Entrepatios, a primeros de octubre. (A. V.)
Aspecto del edificio Entrepatios, a primeros de octubre. (A. V.)

En el número 19, sin embargo, la vista es muy diferente. Para empezar, el bloque de viviendas no tiene un solo ladrillo. Los 17 vecinos de la cooperativa Entrepatios lo han decidido todo, desde el uso de la madera certificada por FSC y el aluminio a la instalación de un doble sistema de cañerías para reutilizar la lluvia o las aguas grises —las que proceden de la ducha o el lavabo— en las cisternas del WC. También escogieron tener un gran espacio en la terraza y otro en la planta baja, además de compartir las lavadoras o internet.

"En Madrid, es la primera, no hay ninguna parecida a esta", dice a El Confidencial Luis González Reyes, uno de los vecinos que se mudarán a Entrepatios en los próximos meses. "La casa estará terminada en febrero, luego falta el trámite administrativo de la licencia de primera ocupación, por lo que lo normal es que en verano estemos viviendo ahí".

Yo no necesito una vivienda en propiedad, necesito un lugar para vivir

Su filosofía, como la de todos los involucrados en cooperativas de este tipo, es "yo no necesito una vivienda en propiedad, necesito un lugar para vivir".

Su historia es parecida a la de La Borda, aunque en este caso no contaban con un Gobierno municipal dispuesto a regalar el suelo. La solución pasó por comprar un solar entre varios. "En nuestra promoción, lo que hicimos fue comprar el suelo entre los que estábamos en la cooperativa, lo que supuso una inversión de 50.000 euros por familia", explica González Reyes. "Eso es un capital social dentro de la cooperativa, así que en el momento en que nos vayamos o muramos, se nos retornará, bien a nosotros o a nuestros herederos o herederas".

placeholder El solar adquirido por la cooperativa Entrepatios en Las Carolinas, Usera, Madrid.
El solar adquirido por la cooperativa Entrepatios en Las Carolinas, Usera, Madrid.

Cada cooperativa es un mundo. Aunque tanto en La Borda como en Entrepatios priman factores ecológicos y sociales, cada cual ha diseñado una estrategia. A diferencia de la barcelonesa, en la madrileña plantean en primera instancia una mensualidad algo mayor, de alrededor de 700 euros, hasta que el préstamo sea devuelto y, una vez eso ocurra, "lo que planteamos es un derecho de uso muy bajo".

Los gastos de climatización serán previsiblemente bajos gracias a que han instalado un estándar de vivienda pasiva. "No tendremos el sello PassivHaus porque tendríamos que pagarlo, pero nos hemos movido empleando sus criterios, lo cual significa que en invierno nunca tendremos que poner la calefacción y en verano tendremos una temperatura confortable", dice el futuro inquilino.

Como sucede con La Borda, la experiencia les ha servido para hacer pedagogía y que otros les sigan, aprovechando su experiencia para acortar los plazos. Actualmente, Entrepatios tiene en marcha una segunda promoción en el barrio de Vallecas. "Está teniendo un proceso mucho más rápido que la nuestra, cuando tuvimos que cuajar la idea, hacer estatutos, poner en marcha herramientas…", detalla González Reyes. "También están surgiendo desafíos nuevos, como que las entidades de banca ética se están pensando seguir financiando proyectos de este tipo, algo absolutamente absurdo desde nuestro punto de vista".

Además de estas dos promociones, existen en la capital otras tres en distintos grados de desarrollo.

¿Qué está pasando?

Los primeros en romper esa dicotomía asfixiante de 'comprar o alquilar' fueron los clarividentes yayos. Lo que se ha bautizado con el anglicismo 'senior cohousing' no es otra cosa que una apuesta por viviendas donde los mayores puedan vivir estrechando lazos entre ellos, huyendo de la soledad y promoviendo una vejez más activa. Al no tenerla alquilada ni comprada, uno no tiene que preocuparse sobre qué ocurrirá tras el día M.

El centro Trabensol, en Torremocha del Jarama (Madrid), fue de los primeros en dar a conocer esta fórmula, que permitía a los mayores una alternativa más deseable a la residencia pública o privada. Un sitio donde pueden mantener su independencia y al mismo tiempo participar en actividades con el resto de residentes. Otros municipios madrileños, como Rivas, también están apostando por la fórmula y cediendo suelo municipal para este tipo de iniciativas.

placeholder Vista parcial del huerto y de las viviendas. (Trabensol)
Vista parcial del huerto y de las viviendas. (Trabensol)

Pero las cooperativas de vivienda ya han trascendido la tercera edad gracias a ejemplos como los arriba señalados, más transversales y enfocados a familias jóvenes o de mediana edad.

Para José García Montalvo, catedrático de Economía, profesor de la Universitat Pompeu Fabra y recientemente nuevo premio Rei Jaume I, todo este auge de la autopromoción cooperativa se debe a varios factores, entre ellos, la rigidez de las promociones tradicionales de pisos para un público que cada vez demanda casas más a medida y alineadas con sus valores sociales o ecológicos.

placeholder Maqueta del edificio Entrepatios. (A. V.)
Maqueta del edificio Entrepatios. (A. V.)

"Recuerdo que cuando se hacían cálculos del 'stock' de viviendas sin vender tras estallar la crisis financiera, los cálculos simplistas daban más 'stock' que el existente justamente por las viviendas en autopromoción", explica el economista a este periódico. "La autopromoción permite ajustar mucho mejor las características de la vivienda y el edificio al completo a tus gustos, necesidades o valores".

Es muy difícil juntar a 20 personas y que decidan cómo van a hacer su edificio, pero cuando existen ya tantos precedentes y estos insisten en dar conferencias, promocionar manuales y explicar paso a paso cómo lo lograron, el escalón de dificultad desciende a niveles tolerables. Además, explica García Montalvo, "cuando el beneficio industrial de la actividad promotora es muy elevado, por ejemplo en expansiones con alta presión de la demanda, puede salir a cuenta en términos de ahorro en el coste final". "Para un promotor estándar, es más difícil arriesgarse con promociones muy singulares, puesto que puede haber una demanda limitada y esto afectar a los precios", subraya.

Súmenle a eso subidas en los alquileres, precios de compra casi inaccesibles en el centro de las ciudades y, al mismo tiempo, un montón de solares vacíos.

"No estamos inventando nada nuevo sino volviendo a lo que los pueblos o los barrios de ciudad tenían en los años treinta, cuarenta y cincuenta..."

Otros lo ven como una reacción a un sistema enloquecido y obcecado en conducir a los ciudadanos a endeudarse en adquirir un piso donde vivirán incrementalmente más aislados, lejos de sus amigos y familia, días dedicados a trabajar para pagar el apartamento donde pasarán las noches en silencio entregados a Netflix, etcétera.

Cuando Garriga y sus compañeros empezaron a organizar las primeras reuniones para la cooperativa, algunos acudían por lo ecológico, otros por lo económico y otros por lo comunitario. "No son solo espacios para compartir con amigos sino también de ayuda mutua: si tienes críos, pueden estar todos pasando la tarde juntos haciendo los deberes o gente mayor echando una mano a gente joven, da vidilla a todos", explica el arquitecto. "No estamos inventando nada nuevo sino volviendo a lo que los pueblos o los barrios de ciudad tenían en los años treinta, cuarenta, cincuenta... Antes de que el coche y otras cosas nos llevaran a la individualización total".

Un día de invierno de 2012, un grupo de vecinos del barrio de Sants de Barcelona comenzaron a elucubrar con la posibilidad de construir su propio edificio para irse a vivir juntos. Sería una construcción, además, muy diferente de todas las que se estaban levantando en la ciudad. Sería de madera en lugar de hormigón. Estaría llena de zonas compartidas en lugar de esos compartimentos estancos que tanto fomentan el aislamiento. En definitiva, sería una amable plaza de pueblo de los años cuarenta en mitad de la implacable metrópolis.

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