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La tele ha dejado de ser el centro del hogar, pero tus padres la tienen siempre puesta
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LA GRAN BRECHA GENERACIONAL

La tele ha dejado de ser el centro del hogar, pero tus padres la tienen siempre puesta

La distancia entre las generaciones mayores que se criaron con un televisor y los jóvenes es cada vez mayor: unos la consumen sin parar y otros ni siquiera se plantean comprar una

Foto: El gran desaparecido. (Foto: iStock)
El gran desaparecido. (Foto: iStock)
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"No tengo televisión. Me mudé hace años a un piso compartido y nunca tuvimos, porque nuestros gustos audiovisuales eran muy distintos. Como solo veíamos ‘streaming’, preferíamos verlo por separado en un ordenador, ‘tablet’ o proyector. No veíamos muy adecuado molestar con la televisión encendida en el salón. Me acostumbré a no tener y ahora vivo sola y no tengo, no veo nunca la televisión. Creo que ha influido que mis padres ven bastante la televisión, la tienen de fondo siempre encendida y hay un punto en el que me parece una matraca insoportable". (Mujer periodista de 34 años)

Entre todas las fronteras que separan generacionalmente a unos españoles de otros, quizá no haya ninguna más elocuente, aunque invisible, que la relación que mantienen con la televisión. Ya no solo en cuanto a su nivel de consumo, sino al papel que el aparato juega en su vida. Si entra en casa de una familia mayor de 70 años, es muy probable que encuentre que el televisor pasa todo el día encendido. Si lo hace en el hogar de un ‘centennial’ o de los llamados ‘dinkies’ (parejas con dobles ingresos y sin hijos), ya no solo es prácticamente imposible que vea un televisor encendido, sino que quizá ni siquiera existe.

Eso no quiere decir que los televisores hayan desaparecido de nuestras vidas, pero sí que ocupan otro espacio secundario. Según los datos de AIMC, el 'Marco general de los medios en España', el número de hogares con un televisor ha descendido ligeramente desde el año 2005, cuando su penetración era de un 99,6% (es decir, casi absoluta), hasta el 98,6% del año pasado. La clave quizás es dónde se encuentran esos televisores, como señala David Fuentefría, profesor del Área de Comunicación Audiovisual y Publicidad de la Universidad de La Laguna, que señala la paradoja de que en su casa "hay una en el salón, otra en la habitación de mi hijo de 17 años y otra en el dormitorio".

El 'Anuario de audiencias 2021' de Kantar señala que más de la mitad de los hogares españoles tiene dos o más televisores, pero los niveles de consumo han descendido tras el paréntesis de la pandemia a los niveles del año 2000, con 213 minutos diarios de tele. Lejos queda ya el año 2012, en el que la media se encontraba en 246 minutos, casi media hora más. Como recuerda Sergio Rodríguez, profesor de la Universidad de Barcelona y autor de ‘El rol de la televisión en los hogares españoles’, "la televisión ha perdido relevancia, pero sigue teniendo su importancia, especialmente en lo que respecta a mensajes publicitarios".

En 2003, los que más tele veían tenían entre 15 y 19 años; hoy son de los que menos

"El consumo entre las personas mayores es estable, pero entre los menores ha perdido su importancia", añade. En el año 2003, los adolescentes de entre 15 y 19 años eran los que más televisión veían, un 99%. Dos décadas más tarde, son la segunda franja de edad que menos la ve, con una penetración del 73,9%, solo superados por aquellos que tienen entre 20 y 24 años. Los niveles de consumo de televisión han descendido entre todas las edades, menos entre los más mayores.

Algunos ni siquiera tienen televisión, y si la tienen, es por tener dónde proyectar ‘streaming’ o videojuegos. "Yo la tengo, pero no funciona la antena, solo la utilizo para ver Netflix", añade otra treintañera. En la mayor parte de casos, no se plantean ver la tele normal, que pasa apagada la mayor parte del tiempo que están en casa. "Hay dos teorías, la de los que aseguran que no la ven en absoluto y los que piensan que la siguen viendo, pero lo hacen a su manera", añade Fuentefría. "Estos no están sujetos a los rituales de la televisión, es decir, no se van a quedar un viernes por la noche en casa viendo un programa, pero siguen viendo ‘Operación Triunfo’ o ‘La Voz’, ajustan el modelo y el modo en que quieren verlo a su conveniencia".

Chimenea, radio, televisión, átomos

"En casa la tenemos todo el día puesta, pero nunca nos hemos planteado por qué. Hace compañía mientras estás con otras cosas, y así te enteras de lo que pasa. No molesta, porque no le haces ni caso. Es un poco el sustituto de la radio, cuando era pequeña la teníamos siempre encendida mientras hacíamos las cosas de casa y mi tía cantaba las canciones que ponían". (Profesora jubilada de 68 años)

Más allá del consumo, lo que está claro es que el rol de la televisión ha cambiado. A las personas de cierta edad, que se criaron con ella, les resulta parte esencial tanto del mobiliario del hogar como un acompañamiento de fondo, muchas veces como alivio de una soledad no deseada, mientras que para muchos jóvenes el ruido del fondo del televisor es inaguantable. De hecho, el televisor es uno de los elementos centrales en las salas comunes de residencias de ancianos u hospitales como medio de entretenimiento y distracción.

"Ahora ese acompañamiento ha cambiado, la ventana al mundo se abre a través del móvil", explica Rodríguez. "Es algo más individual, porque el móvil es tu contenido exclusivo, pero si pones la tele, abres esa ventana a todo el mundo". El televisor emitiendo continuamente desde la localización privilegiada del hogar está empezando a pasar a mejor vida en favor de una atomización de la experiencia en la cual cada miembro de la familia decide lo que quiere ver sin tener que someterse a la disciplina del resto. Ya no hay programas familiares, como suelen lamentar los viejos presentadores, sino programas mucho más segmentados para audiencias muy concretas.

"Los mayores siguen pegados a un medio que vieron nacer, incluso a mí, que tengo 50 años, me gusta repetir el ritual", insiste Fuentefría, que añora la vieja ritualidad que concedía la televisión y que hacía que, por ejemplo, su familia diese los buenos días y las buenas noches a Matías Prats cuando aparecía en televisión. En su opinión, eso ha provocado que se ganen algunas cosas y se pierdan otras. Entre las que se han ganado, la posibilidad de crear un catálogo virtual mucho más completo que el que habían tenido a disposición otras generaciones.

Entre las que se han perdido, "tener que buscar otros momentos de convivencia y prácticamente tener que obligar a los chavales a coincidir en momentos como la cena". En ‘Distraídos’, Thibaut Deleval hablaba de la pérdida de la experiencia común de la televisión como herramienta de transmisión cultural y de valores de padres a hijos. "La imagen que tengo en la cabeza es la de unos topos que cavan y encuentran cada uno por su lado un dado enterrado en el suelo", explicaba. "Uno ve un punto, el otro dos puntos, el otro tres. Lo que han visto es completamente real, pero si no se juntan para comentarlo, nunca sabrán que han visto un dado. Eso pasa con un telediario, una película o una serie".

Un hogar diferente

"Hasta que no me has preguntado, no me he dado cuenta de que cuando me mudé cambié el lugar que ocupaba la televisión. El anterior dueño la tenía puesta en el centro del salón, pero yo la mandé a un rincón, en un ambiente mucho más reducido, y dejé en el centro la mesa del comedor con el reproductor de música. La televisión es solo una parte más de la habitación, y ya no la más importante". (Ingeniero de 34 años)

"Antes, la televisión era un símbolo de estatus, ahora raramente lo es"

Los salones siempre han tenido un centro de gravedad. En uno de los episodios de ‘La casa del terror’, de ‘Los Simpson’, Marge recriminaba a Bart y Lisa que no debían mirar el fuego porque era "muy violento", trazando un irónico paralelismo entre la chimenea tradicional y el televisor moderno. Durante décadas, el centro del hogar lo ocupaba la radio. Hoy este centro está siendo sustituido por otros elementos, como señala la periodista de 34 años: "En el lugar del televisor hay muebles, una mesa de estudio, estanterías…".

"Antiguamente, los salones los planteábamos alrededor de la tele, era el tótem", recuerda Rodríguez, que trabajó durante varios años para la compañía Sony. "Era el referente: tener una tele Triniton era un símbolo de estatus, eso pasó a la historia cuando llegó Samsung. Pero el hecho de que el 99% de los hogares siga teniendo es significativo". Como añade Fuentefría, tampoco es sencillo trazar una división generacional entre los que tienen televisor y los que no, porque puede haber jóvenes compañeros de piso que le den valor a tener un buen dispositivo para jugar a videojuegos.

Como señalaba la investigación de Rodríguez, depende enormemente de la tipología del hogar. Según sus datos, en el 58% de los hogares de dos o más personas, se disfruta de forma más o menos habitual de la televisión en común. Un porcentaje aún apreciable que provoca que la televisión no vaya a desaparecer pronto de los hogares, sino que tan solo se verá obligada a relativizar su rol, como ya ha ocurrido con la pantalla de cine. "El aparato es una puerta", añade el investigador. "La puedes utilizar para ver televisión, videojuegos, internet, es una pantalla más, no como televisión, sino como un proyector". "De lo que estoy seguro es de que la televisión, tal y como la conocimos, no desaparecerá hasta que desaparezcamos los hijos o los nietos de esas abuelas que tienen todo el día la televisión puesta", concluye Fuentefría.

"No tengo televisión. Me mudé hace años a un piso compartido y nunca tuvimos, porque nuestros gustos audiovisuales eran muy distintos. Como solo veíamos ‘streaming’, preferíamos verlo por separado en un ordenador, ‘tablet’ o proyector. No veíamos muy adecuado molestar con la televisión encendida en el salón. Me acostumbré a no tener y ahora vivo sola y no tengo, no veo nunca la televisión. Creo que ha influido que mis padres ven bastante la televisión, la tienen de fondo siempre encendida y hay un punto en el que me parece una matraca insoportable". (Mujer periodista de 34 años)

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