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El peligro del agua embotellada: contiene más microplásticos que la del grifo
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El peligro del agua embotellada: contiene más microplásticos que la del grifo

Investigadores españoles analizan las marcas de agua más vendidas y encuentran partículas en cantidades muy pequeñas, pero mucho mayores que las de la red de abastecimiento

Foto: Botellas de agua. (EFE/Brais Lorenzo)
Botellas de agua. (EFE/Brais Lorenzo)
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Localizar la presencia de microplásticos y evaluar su impacto en la salud y el medio ambiente se ha convertido en una prioridad científica. El mundo está lleno de plásticos que se descomponen y llegan a todas partes, pero aún no conocemos bien el fenómeno ni las consecuencias. La red de investigación Enviroplanet, formada por varios grupos de investigación españoles especializados en el estudio de este tipo de contaminación, publicó hace un año un estudio que advertía de que el agua del grifo de varias ciudades españolas los contenía en las partículas. Desde entonces, la pregunta estaba en el aire: ¿qué pasa con el agua embotellada? Ya tenemos la respuesta.

La revista Scientific Reports, del grupo Nature, publica ahora un nuevo artículo de la Universidad de Alcalá y de la Universidad Autónoma de Madrid que confirma que el agua embotellada que se vende en España también contiene microplásticos. Las cantidades son muy pequeñas, pero en comparación con el agua del grifo hay bastantes más fragmentos en número y en masa total. En concreto, la cifra es de 0,7 partículas microplásticas por litro y hasta 1,7 de partículas no plásticas de origen artificial. La masa media total es de un microgramo por litro, lo que multiplica casi por 100 lo que aparecía en la red de abastecimiento.

Foto: Foto: Europa Press/María José López.

La Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) se encargó de suministrar las botellas para este estudio, seleccionando las cinco empresas con mayores ventas en España dentro del segmento de los envases de plástico de litro y medio. Los investigadores procesaron un total de 45 libros de cada marca. Entre ellas encontraron pocas diferencias. “En términos generales tienen cantidades y composiciones parecidas, destacando el poliéster del que están hechas las botellas, y el polietileno, del que están hechos los tapones”, explica en declaraciones a El Confidencial Roberto Rosal, catedrático de Ingeniería Química en la Universidad de Alcalá y coordinador del trabajo. También destacan las fibras, probablemente, de origen textil; así como otras cantidades de microplásticos muy diversos.

Para los investigadores, la principal hipótesis está clara. El agua embotellada en plástico “está muy expuesta a la contaminación por pequeños fragmentos del propio material del que están hechas las botellas”, comenta el experto. No obstante, llama la atención que esos diminutos trozos de material aparezcan incluso en estas botellas nuevas, recién adquiridas en el supermercado; de manera que, en teoría, no deberían haber sufrido golpes ni deterioro de ningún tipo. “Es posible que el propio sistema de embotellado o manipulación de las botellas durante su llenado favorezca que se generen esos pequeños fragmentos”, apunta. En cualquier caso, si las botellas nuevas contienen microplásticos en su interior, es fácil deducir que una botella de plástico usada genera aún más problemas de este tipo. “Si sometes la botella a estrés, la reutilizas varias veces o la doblas, genera pequeños fragmentos, está descrito en la literatura científica”, recuerda el investigador, “cuanto más la maltrates, más fragmentos suelta”.

placeholder Agua embotellada, en un bar. (EFE)
Agua embotellada, en un bar. (EFE)

Los microplásticos ya están tan diseminados en la naturaleza que los científicos no descartan que los propios manantiales estén aportando una pequeña parte los materiales encontrados. Sin embargo, consideran que en ningún caso serían cantidades tan elevadas, sobre todo porque la diferencia con el agua que sale del grifo es muy notable, a pesar de que los embalses y los ríos, donde se realizan las captaciones hacia las plantas de potabilización, están mucho más expuestos a la contaminación. En el caso de las botellas, las aguas proceden directamente del propio manantial, así que lo más probable es que la incorporación de los microplásticos se produzca durante el proceso de envasado.

Un problema de tamaño

La definición de microplástico tiene su origen en el mar, donde habitualmente se toman muestras de fragmentos bastante grandes, por eso llega hasta los cinco milímetros. En el límite inferior que suelen medir los científicos está la micra (una milésima parte de un milímetro), el tamaño de una bacteria. Por debajo, ya se consideran nanoplásticos. “Las diferencias son enormes, entre el microplástico más pequeño y el más grande existe la misma diferencia de tamaño que entre una hormiga y una ballena azul”, comenta Rosal en referencia al animal más grande del planeta, que llega hasta los 24 metros de longitud, pero un nanoplástico apenas sería, en esa comparación, “una célula de la ballena azul”.

placeholder Botellas de plástico. (EFE)
Botellas de plástico. (EFE)

No obstante, “no hay técnicas que puedan medir la cantidad de nanoplásticos de una forma fiable, las partículas más pequeñas que vemos tienen unas 10 micras, para tamaños más pequeños las metodologías aún están en desarrollo y dan resultados bastante aleatorios”, explica el investigador de la Universidad de Alcalá. De hecho, la mayoría de los fragmentos de plástico localizados en este estudio, a través de métodos de espectroscopía​, varían entre unas pocas decenas y las 100 micras. De esta manera, “podemos estar seguros de que son plásticos, de que están bien medidos y podemos hacer la conversión de tamaño a masa”.

Esto significa que en las muestras de agua debe haber nanoplásticos que los científicos no son capaces de identificar, aunque sean cantidades ínfimas. En cualquier caso, hay que tener en cuenta que los plásticos más pequeños proceden de la fermentación de otros más grandes. Por eso, conociendo la cantidad de los fragmentos que sí se pueden medir, se puede hacer una extrapolación de cuál sería la masa de otros más pequeños.

placeholder Hay microplásticos de muy diversos tamaños. (EFE)
Hay microplásticos de muy diversos tamaños. (EFE)

Después de investigar los microplásticos en el agua del grifo y en la embotellada, este grupo de científicos se ha centrado en el estudio de las fibras, un tipo de contaminación que está menos estudiado. “No es solo plástico, tenemos también muchas procedentes de materiales naturales, como celulosa regenerada o celulosa natural sometida a procesos industriales, con una serie de aditivos como los colorantes, algo que nos rodea tanto o más que el plástico y que siempre aparece junto a él. Asimismo, también están trabajando en bioplásticos: “Aunque sean ecofriendly algunos tienen sus problemas, por ejemplo, más toxicidad aguda que los convencionales”, comenta.

Contra el alarmismo de los estudios defectuosos

En los últimos tiempos, están apareciendo estudios que localizan microplásticos en diferentes tejidos del cuerpo humano, algo que parece coherente con los resultados de este estudio sobre las aguas. Por ejemplo, Toxicological Sciences publicó la semana pasada que una investigación había localizado microplásticos en los testículos de hombres y perros. La misma revista alertaba hace unos meses de su hallazgo en placentas. Hace unos meses, la prestigiosa PNAS también publicaba que la leche materna los contenía.

placeholder Leche materna. (EFE)
Leche materna. (EFE)

Sin embargo, Rosal cree que no hay que caer en el alarmismo y, de hecho, pone en duda la calidad de estas investigaciones. “Me sorprenden mucho algunos de los estudios que están saliendo”, reconoce. “¿Cómo se puede publicar que los microplásticos llegan a los testículos o a la leche materna sin explicar cómo han acabado ahí?”, se pregunta. El catedrático de Ingeniería Química aclara que “es imposible internalizar una partícula de ese tamaño”. El epitelio intestinal, en el aparato digestivo, que “es la principal vía de entrada al cuerpo”, en conexión con los vasos sanguíneos, “no permite pasar nada de más de una o dos micras”, un tamaño que entra dentro de la categoría de los que no se pueden medir con fiabilidad a través de los métodos espectroscópicos.

Según el experto de la Universidad de Alcalá, es esperable que haya cierta penetración de nanoplásticos en nuestro cuerpo, tanto a través del epitelio intestinal como de los pulmones, pero serían cantidades muy pequeñas y no cuantificables, así que tiene una clara explicación para la proliferación de los estudios alarmistas que los encuentran por todo el organismo humano: “Con seguridad, se trata de muestras contaminadas”, afirma.

Foto: Microplásticos sobre un dedo. (iStock)

Además, habla por experiencia propia. Su grupo de investigación trató de analizar tejido pulmonar sobrante de trasplantes, precisamente, en busca de microplásticos. “Le pedíamos a los cirujanos que hicieran un lavado para evitar que la muestra que nos enviaran estuviera contaminada, pero es imposible, en cuanto haces algo que no esté en un ambiente absolutamente controlado, se contamina porque el plástico y las fibras están por todas partes”, asegura.

De hecho, los plásticos diminutos, invisibles al ojo humano, están tan presentes en la atmósfera que, si dejamos un vaso con agua al aire, sin cubrir, durante los minutos habituales que dura una comida, al final tendríamos en esa agua tantos microplásticos como los que han localizado en estas muestras de agua embotellada. Ese ejemplo sirve para enviar un doble mensaje: el plástico nos rodea por todas partes y, al mismo tiempo, no vale la pena alarmarse en exceso por ello.

Localizar la presencia de microplásticos y evaluar su impacto en la salud y el medio ambiente se ha convertido en una prioridad científica. El mundo está lleno de plásticos que se descomponen y llegan a todas partes, pero aún no conocemos bien el fenómeno ni las consecuencias. La red de investigación Enviroplanet, formada por varios grupos de investigación españoles especializados en el estudio de este tipo de contaminación, publicó hace un año un estudio que advertía de que el agua del grifo de varias ciudades españolas los contenía en las partículas. Desde entonces, la pregunta estaba en el aire: ¿qué pasa con el agua embotellada? Ya tenemos la respuesta.

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