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Descubren un virus desconocido hasta ahora en una lechuza muerta en Extremadura
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CRECE LA 'VIROSFERA'

Descubren un virus desconocido hasta ahora en una lechuza muerta en Extremadura

Investigadores encuentran un nuevo virus, al que han denominado BoBV-1, en un ave muerta: similar a otro patógeno que afecta a los canarios, no parece afectar al ser humano

Foto: Lechuza.
Lechuza.
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Vigilar las enfermedades emergentes, tanto animales como humanas, se ha convertido en una prioridad. En ello nos va la salud y la economía, y las amenazas cada vez son mayores. Un ejemplo es el virus del Nilo Occidental, que en los últimos años parece estar cada vez más presente en España, afectando a caballos y personas, entre otros. Por eso, en el Centro de Investigación en Sanidad Animal del Instituto Nacional de Investigación y Tecnología Agraria y Alimentaria (INIA-CSIC) le siguen la pista y no es raro que analicen casos sospechosos en otros animales. Pero ¿qué pasa si los análisis dan negativo?

Eso es lo que ocurrió con una lechuza común (Tyto alba) localizada muerta en Extremadura. En su momento, Miguel Ángel Jiménez Clavero, virólogo e investigador de este centro, analizó esta ave, que tenía signos neurológicos compatibles con una infección viral. A través de PCR se descartaron tanto el virus del Nilo Occidental como otras enfermedades habituales, así que podría haberse quedado sin diagnosticar, pero los científicos no se dieron por vencidos y probaron una nueva técnica para determinar qué microorganismo era el responsable. El sorprendente resultado acaba de salir a luz en la revista Veterinary Microbiology: los investigadores describen un virus hasta ahora desconocido.

Foto: Estudian virus transmitido por garrapatas. (EFE)

El artículo explica que, en las muestras del sistema nervioso central de aquel ejemplar de lechuza, los científicos hallaron un nuevo virus que han denominado BoBV-1 (siglas del inglés barn owl bornavirus 1 o bornavirus 1 de la lechuza común). Este microorganismo pertenece a la especie Orthobornavirus serini, que afecta a aves paseriformes, principalmente a los canarios. Es el cuarto virus de este tipo y el primero hallado en un ave de presa. Por eso, los expertos creen que no debería tener ninguna repercusión para la salud humana, pero habrá que seguir investigando.

Las pistas y la técnica

¿Cómo se descubre algo que ni siquiera sabes que existe? Cuando existe una sospecha concreta, se puede confirmar o descartar el diagnóstico a través de una PCR específica para ese virus. En este caso, había motivos para pensar en el que provoca la fiebre del Nilo Occidental, porque “se mantiene en la naturaleza gracias a determinados tipos de aves que son sus reservorios naturales”, explica Jiménez Clavero en declaraciones a El Confidencial, aunque son los mosquitos los que lo transmiten a los caballos y al ser humano. Además, la lechuza fue localizada por biólogos de la Universidad de Extremadura y esta comunidad es uno de los lugares de expansión de esta patología. Sin embargo, “salió negativo y decidimos apostar por una nueva herramienta” para tratar de encontrar el patógeno responsable.

placeholder De izquierda a derecha, Jovita Fernández Pinero, Elisa Pérez Ramírez, Miguel Ángel Jiménez Clavero, Maiken Worsoe Roenstierne, Cristina Cano Gómez y Francisco Llorente. (Cedida)
De izquierda a derecha, Jovita Fernández Pinero, Elisa Pérez Ramírez, Miguel Ángel Jiménez Clavero, Maiken Worsoe Roenstierne, Cristina Cano Gómez y Francisco Llorente. (Cedida)

Esa nueva herramienta, basada en la tecnología de microarrays, es un microchip en el que se fijan miles de secuencias génicas y, al entrar en contacto con una muestra de ADN o ARN, permite realizar la identificación. En este caso, fue diseñado por el Statens Serum Institut de Dinamarca a partir de las secuencias de 3.000 virus recogidas en la base de datos GenBank. Esta técnica permite hacer una búsqueda “no dirigida”, es decir, que es capaz de identificar a cualquiera de esos microorganismos si están presentes en una muestra. El resultado no fue plenamente satisfactorio, porque el virus de la lechuza no era ninguno de los conocidos. Sin embargo, este análisis dejó una pista fundamental: se parecía en un 83% al bornavirus canario 2 (CnBV-2), suficiente para dejar huella en el chip danés.

Así, “localizamos ese virus en GenBank y extrajimos su secuencia completa”, comenta el investigador del INIA-CSIC. A partir de ahí, “fuimos capaces de amplificar y secuenciar todo el genoma de este nuevo virus, diseñando sondas específicas; y una vez completado, lo comparamos con los demás bornavirus”. De esta manera, en el artículo de Veterinary Microbiology, los autores han podido dibujar todo el árbol filogenético de este nuevo patógeno y su historia evolutiva. Con respecto a otros bornavirus, la coincidencia genómica ronda el 70%.

placeholder Lechuzas. (EFE)
Lechuzas. (EFE)

Relevancia para la salud y el medio ambiente

A los autores del trabajo les llama la atención que BoBV-1 se haya localizado en una lechuza común teniendo en cuenta que los otros cuatro virus de la especie Orthobornavirus serini afectan a paseriformes como los canarios. Por eso, creen que es muy probable que la lechuza extremeña no sea más que un “hospedador accidental”, es decir, que este animal se contagiara a través de una de sus presas o por alguna otra vía desconocida. Sin embargo, es imposible saberlo con seguridad sin más investigación.

También será necesario realizar más estudios para saber si, más allá de las aves, puede tener alguna incidencia para otros animales o para el ser humano. Lo más probable es que no, dadas sus características, pero “la familia de bornavirus se descubrió hace, relativamente, poco tiempo”, comenta Jiménez Clavero, y dos de las especies descritas afectan a mamíferos, en concreto, a musarañas y ardillas. De hecho, en 2019 se registró en Alemania la muerte de una niña de once años y la revista The Lancet publicó en 2020 una revisión de muestras cerebrales de personas fallecidas por encefalitis aguda en el país germano en la que se pudieron identificar hasta ocho casos relacionados con uno de estos virus, el BoDV-1, en la década anterior.

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Musaraña. (EFE)

“Los bornavirus que afectan a las aves, por lo que sabemos hasta ahora, solo afectan a las aves”, explica el investigador del INIA-CSIC, “no se conoce ningún caso de transmisión al hombre ni a otros mamíferos”. Sin embargo, esto no le resta relevancia a este tipo de estudios en el ámbito de la salud pública y, desde luego, tampoco en el aspecto veterinario. “Si una lechuza puede morir por esta infección, es posible que estos virus pasen de unas aves a otras, incluidas las domésticas”, advierte.

Buscando virus

Desde el punto de vista científico, la investigación deja otras lecciones muy interesantes relacionadas con el descubrimiento del nuevo virus. Según Jiménez Clavero, el microchip panvírico que han usado ha demostrado su utilidad en este campo. Su equipo de investigación había colaborado anteriormente con los científicos daneses que lo desarrollaron, pero este uso para detectar secuencias parecidas a virus desconocidos y, a partir de ahí, describir un nuevo patógeno, resulta bastante novedoso.

Foto: Así es el ataque del 'virus vampiro' (Universidad de Maryland)

Después, “la secuenciación que hemos hecho ha sido convencional, pero ahora mismo se está imponiendo la tecnología de secuenciación masiva”, que permite identificar cualquier secuencia presente en una muestra, pero que lo hace de una manera “completamente ciega”. En ese sentido, hay muchas posibilidades de encontrar material genético de microorganismos que no han sido descritos nunca, pero “¿con qué los vas a comparar si no sabes lo que son?”, reflexiona. Por eso, cree que, en realidad, resulta “más complejo de analizar y lleva mucho más tiempo”.

En cualquier caso, el conocimiento sobre la virosfera o conjunto de virus del planeta ha cambiado mucho en los últimos tiempos. “Hace 20 años teníamos una idea del mundo de los virus muy distinta, en los libros de virología encontrabas 200 o 300 descritos”, explica. Hoy en día ya se han secuenciado miles y estimar cuántos hay en realidad es todo un reto que, por ahora, resulta imposible de abordar. ¿Un millón? ¿100 millones? “La mayoría no tienen relevancia para nuestra salud, así que, si no fuera por las nuevas técnicas, ni siquiera nos daríamos cuenta de que existen”, afirma.

Vigilar las enfermedades emergentes, tanto animales como humanas, se ha convertido en una prioridad. En ello nos va la salud y la economía, y las amenazas cada vez son mayores. Un ejemplo es el virus del Nilo Occidental, que en los últimos años parece estar cada vez más presente en España, afectando a caballos y personas, entre otros. Por eso, en el Centro de Investigación en Sanidad Animal del Instituto Nacional de Investigación y Tecnología Agraria y Alimentaria (INIA-CSIC) le siguen la pista y no es raro que analicen casos sospechosos en otros animales. Pero ¿qué pasa si los análisis dan negativo?

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