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'Sálvame' vuelve a medir la inteligencia de sus colaboradores: ahora hablemos de estos test
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PARA TALEB: "ESTAFA ANTICIENTÍFICA"

'Sálvame' vuelve a medir la inteligencia de sus colaboradores: ahora hablemos de estos test

Durante mucho tiempo, los test de inteligencia o el concepto de cociente intelectual fueron usados en entornos académicos o laborales. Hoy ha quedado para la cultura pop. Por suerte

Foto: El plató y los colaboradores de 'Sálvame'. (Mediaset)
El plató y los colaboradores de 'Sálvame'. (Mediaset)

Aramís Fuster, Jimmy Jiménez Arnau, Kiko Hernández, Ylenia o Kiko Matamoros tienen en común una vida amorosa trepidante o una afición desmedida a los realities pero, sobre todo, que todos forman parte del Parnaso intelectual de Sálvame: aquellos colaboradores que han obtenido más de 130 puntos en el test de inteligencia del programa. En muchas ocasiones han sido calificados como "genios".

El buque insignia de Telecinco comenzó hace casi diez años a medir el cociente intelectual de sus tertulianos basándose en una prueba elaborada por Irene López Assor, más conocida como "la psicóloga de Sálvame". Para un programa conocido por su autarquía —es decir, generar ellos mismos todo el contenido que necesitan para alimentarse— es una estrategia brillante, capaz de generar horas y horas de televisión. Como ocurrió recientemente con Pipi Estrada, con cada nuevo test juegan a adivinar el resultado, mantienen la tensión y finalmente sorprenden al espectador.

Pero colateralmente, todo esto ha acabado situando los test de inteligencia en el que, para muchos psicólogos, es el único lugar en que tienen sentido hoy en día: un programa de entretenimiento, el epicentro de la sociedad del espectáculo.

No siempre ha sido así. El cociente intelectual o CI —resultado de la división entre la edad mental y la edad cronológica multiplicado por 100— ha sido durante décadas un indicador de la inteligencia general que se ha empleado en la academia, en entornos laborales, educativos, a la hora de evaluar a personas con discapacidad e incluso para estudiar la relación entre inteligencia y criminalidad. En los años 90, algunos estudios señalaron que existía una correlación y que personas con un CI menor a 90 eran más propensas a delinquir.

Aunque los primeros test de inteligencia aparecieron hace más de un siglo, fue justo hace una generación cuando la ciencia del CI tuvo su último momento álgido. Fue entonces cuando el investigador neozelandés James Flynn publicó los resultados de sus investigaciones, donde apuntaba que la inteligencia en muchas partes del mundo había crecido entre 1938 y 2008 en torno a dos o tres puntos de CI por década, un fenómeno bautizado como Efecto Flynn. Muchos psicólogos, y otro tipo de científicos sociales, como los economistas, trataron de descubrir por qué. ¿Era debido a la mejora de las condiciones materiales, a la reducción de la pobreza o al aumento de la educación?

placeholder No podíamos no incluir una foto de Pipi Estrada en un artículo así. (Telecinco)
No podíamos no incluir una foto de Pipi Estrada en un artículo así. (Telecinco)

Antes de llegar a una conclusión definitiva, se diagnosticó que este efecto se había detenido y ojo, comenzaba a caer... pese a que la pobreza sigue decreciendo. ¿Cuál es el problema ahora, demasiada educación o internet nos está haciendo más tontos? Fue alrededor de este momento cuando las voces críticas comenzaron a elevar el tono. ¿Y si el problema es que la inteligencia es algo demasiado complejo como para ser medido? Y aunque fuera posible, ¿cómo estar seguros de si estamos usando las herramientas correctas para hacerlo?

"Los avances en neurociencia de los últimos años no solo han demostrado que este tipo de test son inexactos y sesgados", explica Marta Silvera Roig, investigadora en ciencias cognitivas en la Universidad Complutense de Madrid, "si aún no podemos definir inteligencia, ¿cómo vamos a medirla?".

Sin embargo, los defensores de este tipo de test o, en general, de su capacidad para medir la inteligencia de un ser humano a través de unas cuantas preguntas siguen publicando, inasequibles al desaliento. En 2018, investigadores daneses asociaron tener un bajo CI con malos resultados académicos y laborales, según un estudio poblacional publicado en la revista Intelligence para el que se usaron los resultados de más de un millón de varones entre 1968 y 2016. También ha habido resultados en sentido contrario: un alto cociente intelectual sería, de acuerdo con estudios de hace unos años como este, un predictor fiable del éxito académico, laboral y económico. ¡Incluso de la longevidad! Si eres más inteligente vivirás más, venían a decir los autores.

El zambombazo de Taleb

El debate en torno a los test que miden la inteligencia lleva produciéndose desde hace décadas, pero se mantuvo confinado al entorno académico y, más concretamente, al de los psicólogos. Sin embargo, en 2019 se habló mucho de nuevo de este tema. Nassim Taleb, conocido por su libro El Cisne Negro, puso todas sus habilidades matemáticas y estadísticas en desenmascarar el cociente intelectual, al que definió como "mayormente una estafa pseudocientífica" en este ensayo.

El cociente intelectual, en inglés IQ, "es una prueba obsoleta destinada a medir la capacidad mental", escribe Taleb, "pero de hecho mide principalmente la falta extrema de inteligencia (dificultades de aprendizaje), así como, en menor medida (con mucho ruido), una forma de inteligencia despojada de efectos de segundo orden —cómo de bueno es alguien para tomar algún tipo de exámenes diseñados por nerds poco sofisticados".

"Es una prueba obsoleta destinada a medir la capacidad mental, pero de hecho mide principalmente la falta extrema de inteligencia"

Además de los fallos matemáticos que Taleb encuentra en estos test y sus resultados, el pensador libanés-estadounidense encuentra que el uso de los mismos acarrea muchos otros problemas, como que iluminan a algunos racistas a asegurar que hay poblaciones con menor CI que otras, que sirven para que algunos partidarios de la eugenesia saquen conclusiones basándose en estudios realizados con gemelos, que son una medida inmoral que puede meter a la gente en "cajas" para el resto de sus vidas y, sobre todo, que no existe ninguna asociación estadística entre el cociente intelectual y la riqueza.

Taleb se ceba también con los miembros de Mensa. La asociación que se define como de superdotados, que deben hacer un test de inteligencia al solicitar su ingreso. Solo aquellos que obtengan un cociente intelectual que los sitúe dentro del 2% superior de la población española podrán optar al privilegio de engrosar sus filas. Además de pagar la cuota que en España es de 39 euros al año, claro. En nuestro país, Mensa cuenta con miembros como la escritora Lucia Etxebarria, el cómico Miki Nadal y varios profesores universitarios o ingenieros, un gremio bastante representado en esta asociación.

placeholder Lucía Etxebarría y Karmele Marchante. (Mediaset España)
Lucía Etxebarría y Karmele Marchante. (Mediaset España)

Para Taleb, los miembros de Mensa son "perdedores con alto 'CI' con sandalias Birkenstock", y aunque resulte hiriente, no le falta razón en una cosa: ¿cómo alguien con tan altas capacidades intelectuales, consciente de la elevada complejidad de la tarea de medir la inteligencia, se presta a entrar en un club que selecciona a sus miembros con un simple test?

Quizá simplemente disfrutan de la compañía de almas afines, entre las que ahora sabemos que podrían estar también Ylenia o Aramís, pero no nos desviemos del tema. Para los interesados en los detalles estadísticos más hardcore de estos test o la falibilidad de la ciencia de la inteligencia, hay por ahí artículos muy detallados.

¿Sirven para algo entonces?

"En la práctica no es algo que empleemos", dice el psicólogo Nahuel Álvarez, para quien los testeos de inteligencia tienen su utilidad, pero circunscrita a un ámbito muy específico de su profesión. "El coeficiente intelectual se puede utilizar, por ejemplo, en una hipótesis diagnóstica de un trastorno de espectro autista", explica. "Se hacen testeos de inteligencia, pero para descartar que esté asociado a otro tipo de trastornos: si aparece una deficiencia intelectual, cambia el diagnóstico, de ahí la importancia de cuantificar".

Es decir, se testea más bien la inteligencia en sí, para descartar otras patologías, pero no para ver si el individuo tiene 98 o 117 de CI. "Ese es un número que por sí mismo no dice absolutamente nada", añade Álvarez.

"La escuela del coeficiente intelectual como un superpoder está instalada y sigue vigente"

Para este argentino, miembro del colectivo Psicólogos Migrantes y que ejerce desde Palma de Mallorca, "esta escuela del coeficiente intelectual como un superpoder sigue vigente, y para nada, lo único que arroja es que esa persona que tomó el examen ha podido superar con creces las consignas que se le han solicitado, no ha habido oportunidad de contrastar esa información que sale del test con situaciones de la vida cotidiana, en familia o académica". O como suele decirse, lo único que miden los test de inteligencia es tu capacidad para hacer test de inteligencia.

"Ha habido un auge histórico en el que se ha puesto el foco sobre la inteligencia, y entiendo que en algún momento haya sido importante por haber sido la única forma de medir el desempeño cognitivo", continúa Álvarez, "pero hoy en día son un montón de otras cosas las que sabemos que operan en una persona —el elemento emocional, laboral, familiar, contextual— como para considerar exclusivamente el cociente intelectual".

Eso sí, este psicólogo discrepa de Taleb en que los test de inteligencia y el concepto de cociente intelectual sean pseudociencia. "Serían antagonistas, porque la palabra pseudociencia está dedicada a lo oscuro, a lo que está fuera y los test de inteligencia actualmente son algo que se inserta dentro de la línea oficial, en la rama que ahora mismo se enseña en las universidades españolas que es la cognitivo-conductual", indica Álvarez, muy crítico, como se aprecia, con el hecho de que otras líneas de la psicología no coexistan al mismo nivel. "Cuando son estudiantes se les enseña que es importante que aprendan a testear la inteligencia, ¿entonces qué vamos a esperar de esos psicólogos cuando se inserten en el mercado profesional, si es lo que han aprendido?".

Aramís Fuster, Jimmy Jiménez Arnau, Kiko Hernández, Ylenia o Kiko Matamoros tienen en común una vida amorosa trepidante o una afición desmedida a los realities pero, sobre todo, que todos forman parte del Parnaso intelectual de Sálvame: aquellos colaboradores que han obtenido más de 130 puntos en el test de inteligencia del programa. En muchas ocasiones han sido calificados como "genios".

Test inteligencia Sálvame
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