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Sagitario A*, el agujero negro en el centro de la Vía Láctea del que aún hay datos por descubrir
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Sagitario A*, el agujero negro en el centro de la Vía Láctea del que aún hay datos por descubrir

Investigadores anunciarán hoy "una información sin precedentes" del agujero negro situado en el corazón de la Vía Láctea, con un comportamiento particular distinto al de otros agujeros supermasivos

Foto: Sagitario A*, el agujero negro supermasivo del centro de la Vía Láctea (NASA)
Sagitario A*, el agujero negro supermasivo del centro de la Vía Láctea (NASA)

La mayoría de las galaxias albergan en su corazón un agujero negro supermasivo, que cuentan con el poder de influir "en su entorno más próximo o en la evolución de las galaxias", en sintonía con lo que explican desde el Instituto de Astrofísica de Andalucía (IAA), organismo dependiente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). En el caso de la Vía Láctea, este agujero negro fue bautizado con el nombre de Sagitario A*, cuenta con una masa de unos cuatro millones de soles y está situado a 26.000 años luz de la Tierra. Fue en 1974, como así recuerda la NASA, cuando los astrofísicos estadounidenses Bruce Balick y Robert Brown, que tenían puestas sus miras en el centro "relativamente tranquilo" de la Vía Láctea, descubrieron este agujero negro supermasivo al detectar "una fuente de radio compacta y variable" en "el patio trasero cósmico" de la Tierra.

Como se encontraba dentro de una fuente de radio más grande y extensa que ya era conocida como Sagitario A, se decidió bautizarlo con la denominación Sagitario A*, un nombre que se pronuncia como "Sagitario-A-estrella". Este agujero negro supermasivo —en sintonía con lo que concretan desde el CSIC, los agujeros negros se pueden considerar prácticamente "objetos invisibles" al absorber "todo lo que está a su alrededor, incluida la luz", aunque se pueden detectar no obstante "sus efectos debido al intenso campo gravitatorio que generan"— lleva estudiándose durante décadas y no deja de ser, a día de hoy, un gran desconocido pues un agujero negro es un objeto tan masivo y tan compacto a la vez que ni siquiera la luz puede escapar a su "exorbitante gravedad". Más si cabe si vienen acompañados del apellido "supermasivos", que hace referencia al hecho de que tienen masas de un millón o incluso de mil millones de masas solares.

Foto: Por primera vez se ha podido ver lo que hay en el lado más alejado del agujero negro. (Reuters)

Desde los años 70, el astrónomo británico Martin Rees teorizó sobre la posibilidad de que en los centros de algunas galaxias hubiera núcleos "increíblemente activos", que brillaran con la intensidad de 30 mil millones de soles, "titilando de manera inestable en todas las longitudes de onda" y expulsando poderosos chorros de partículas cargadas hacia el espacio. En definitiva, estos "disturbios" se trataban de agujeros negros devorando materia.

¿Qué se sabe del Sagitario A*?

Durante varias décadas, astrofísicos han observado el comportamiento del agujero negro supermasivo por la enorme velocidad, de hasta 1.400 kilómetros por segundo, con la que se mueven el gas y las estrellas que se arremolinan alrededor del centro de la Vía Láctea y que fue la primera pista por la que los expertos en la materia empezaron a detectar que "algo pequeño, pero masivo" podría encontrarse oculto en el centro de la galaxia. Solamente con los rayos X se podía contar con la suficiente evidencia científica para garantizar la existencia de un agujero negro. Fue finalmente el Observatorio de rayos X Chandra el organismo que, en julio de 1999, localizó una fuente de rayos X que coincidía con Sagitario A*, aunque en un principio la intensidad de los rayos X observados se quedaba en una quinta parte de la prevista, por lo que se consideraba raro que pudiese coincidir con un núcleo activo al no ser tan brillante.

Observaciones posteriores dieron con una posible respuesta a esta discrepancia, que podría estar justificada por el hecho de que hace 10.000 años habría explotado muy cerca de Sagitario A* una supernova. "Los gases que se expandieron rápidamente barrieron mucho del gas y el polvo interestelar, impidiendo que el material local cayera dentro del agujero negro supermasivo de la Vía Láctea y dejándolo, por lo tanto, 'hambriento'", explican desde la NASA. De ahí el que se emitieran menos rayos-X por la disminución de la cantidad de material cayendo dentro del Sagitario A* y que se detectaran en 2001 variaciones repentinas de su brillo al liberar energía que se correspondía, por ejemplo, con un trozo de masa de un cometa o un asteroide.

El Sagitario A* cuenta con "propiedades diferentes" a la de otros agujeros negros supermasivos, por lo que su emisión es más débil

En 2020, los investigadores Roger Penrose, Reinhard Genzel y Andrea Ghez fueron galardonados con el Premio Nobel de Física por sus estudios del Sagitario A* y por demostrar que se trataba, efectivamente, de un agujero negro supermasivo. No obstante, estas investigaciones mostraban también las "propiedades diferentes" que tiene este agujero negro" con respecto a otros supermasivos. "Su emisión es más débil y su capacidad para convertir materia en energía es hasta cientos de veces menor que en otros agujeros negros más masivos", definen desde el IAA. Además, "aún no hay pruebas claras de que tenga un chorro o un flujo de material" que emerja de ambos polos a altísima velocidad, como ocurre en las galaxias activas más brillantes.

Hace tan solo unos meses, un trabajo de investigación liderado por el propio IAA desveló que el agujero negro Sagitario A* tiene una estructura intrínseca "casi circular", lo que implicaría que el eje de rotación del flujo está casi apuntando hacia nosotros, aunque cabe también la posibilidad de que la energía dominante del agujero negro proceda de un chorro. En 2012, un grupo internacional de astrónomos liderado por Andrea Ghez de la Universidad de California, en Los Ángeles, halló la estrella más próxima a Sagitario A*, la S0-102, que gira alrededor del agujero negro cada 11,5 años.

La mayoría de las galaxias albergan en su corazón un agujero negro supermasivo, que cuentan con el poder de influir "en su entorno más próximo o en la evolución de las galaxias", en sintonía con lo que explican desde el Instituto de Astrofísica de Andalucía (IAA), organismo dependiente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). En el caso de la Vía Láctea, este agujero negro fue bautizado con el nombre de Sagitario A*, cuenta con una masa de unos cuatro millones de soles y está situado a 26.000 años luz de la Tierra. Fue en 1974, como así recuerda la NASA, cuando los astrofísicos estadounidenses Bruce Balick y Robert Brown, que tenían puestas sus miras en el centro "relativamente tranquilo" de la Vía Láctea, descubrieron este agujero negro supermasivo al detectar "una fuente de radio compacta y variable" en "el patio trasero cósmico" de la Tierra.

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