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El material radiactivo del polvo del Sáhara: el proyecto que averiguará qué estás respirando
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El material radiactivo del polvo del Sáhara: el proyecto que averiguará qué estás respirando

Aprovechando la inusual calima y la guerra de Ucrania, investigadores que trabajaban en Chernóbil se proponen analizar la radiactividad del polvo procedente de África

Foto: Germán Orizaola. (Cedida)
Germán Orizaola. (Cedida)

Germán Orizaola tendría que estar preparando su próximo viaje a Chernóbil. En los últimos años, este científico del Instituto Mixto de Investigación en Biodiversidad (IMIB, centro del CSIC, la Universidad de Oviedo y el Principado de Asturias) ha estudiado cómo, a pesar de la radiactividad, la vida se recupera en los alrededores de la central ucraniana que sufrió el mayor desastre nuclear de la historia. Ahora teme que la guerra le impida volver en mucho tiempo. En cambio, desde la península Ibérica ha podido observar estos días otro fenómeno, con mucha menor trascendencia, aunque también muy inusual, que más de uno ha incluido en la lista de sucesos apocalípticos que nos sobresaltan en los últimos tiempos: el polvo del Sáhara que ha invadido la atmósfera y se ha depositado en nuestras calles. El extraño evento meteorológico ha hecho que surja un nuevo proyecto científico exprés que ya ha movilizado a decenas de personas por toda España a partir de una idea: ¿y si analizamos la radiactividad del material que nos ha traído la calima?

La propuesta, que en realidad se le ocurrió a su colega francés Olivier Evrard, investigador del Laboratorio de Ciencias del Clima y el Ambiente (LSCE, por sus siglas francesas), saltó a Twitter en la mañana de este jueves: “¿Quieres ayudar en un proyecto científico para examinar el contenido de trazas de material radiactivo en el polvo sahariano de estos últimos días?”, preguntaba Orizaola a sus seguidores. En pocas horas, más de un centenar de personas ya le había prometido participar. Solo tenían que recoger 10 gramos del polvo caído en una bolsa pequeña de cierre zip y enviarlos a la Universidad de Oviedo, indicando la localidad y la fecha. Un singular proyecto de ciencia ciudadana está en marcha, pero ¿qué pretende? ¿Tenemos que preocuparnos por lo que nos ha caído del cielo y hemos respirado esta semana?

Foto: La Alhambra de Granada con el cielo cubierto con la intensa calima. (EFE)

“Algunas personas me lo han preguntado”, reconoce en conversación con Teknautas. No es de extrañar, porque en la cultura popular el concepto de radiactividad nos remite, precisamente, a Chernóbil y a problemas graves de salud. Sin embargo, “este polvo no es especialmente radiactivo”, o más bien, “lo es tanto como cualquier otra superficie”. Porque en realidad “todo es radiactivo, nosotros lo somos y hay niveles de radiación en mi oficina y en todas partes”, afirma. Es lo que se conoce como radiactividad natural y, en ese sentido, el polvo sahariano contiene partículas radiactivas como cualquier otro suelo del mundo.

Una oportunidad única

Entonces, ¿dónde está el interés en estudiarlo? Los investigadores quieren usar esas partículas como marcadores. “El proyecto nos va a indicar cómo se depositan los componentes de este polvo en un fenómeno como este”, comenta el científico. En una analogía con otras ciencias, sería algo muy parecido a lo que hacen los arqueólogos con la datación basada en el isótopo radioactivo carbono-14, que les permite determinar la edad de los fósiles. A través de medidores extraordinariamente precisos, como los que usan los investigadores franceses con los que colabora, se puede comprobar cómo varía el contenido de ciertos elementos, especialmente el plutonio y el cesio, a medida que la gigantesca nube va avanzando en el tiempo y en el espacio. “Se supone que ciertos materiales se van a depositar en áreas más cercanas al origen”, explica. La dinámica de estas mediciones, mostrada en un futuro mapa, podría revelar incluso una procedencia aproximada de los materiales, es decir, dónde se ha levantado el polvo que ha acabado por formar esa capa sobre tu coche.

Este tipo de información será de utilidad para muchas ciencias, incluida la meteorología, pero sobre todo supone una oportunidad única para analizar ciertos fenómenos que generalmente se producen en otras escalas del tiempo y del espacio. “Este ha sido un fenómeno especialmente grande. Estamos hablando de millones de toneladas de suelo que se está moviendo desde el norte de África al sur y al oeste de Europa”, destaca Orizaola. Los datos servirán para tener una nueva visión de las dinámicas de transporte del suelo, de la sedimentación o de la aportación de nuevos minerales a la tierra. “Es un cambio que puede añadir compuestos, aunque localmente no sea muy significativo”, añade.

placeholder Polvo del Sáhara. (EFE)
Polvo del Sáhara. (EFE)

De hecho, hay estudios que relacionan la calima con un aporte de nutrientes significativo, pero especialmente en el mar. Elementos como el nitrógeno, el fósforo o el hierro, transportados por el polvo del desierto, tienen un impacto muy positivo en los océanos, sobre todo para el crecimiento de las algas, que a su vez actúan como sumidero de carbono de la atmósfera. No obstante, el polvo del Sáhara también puede tener el efecto contrario, como han demostrado investigadores de la Universidad de Granada que analizaron durante 10 años las lagunas de Sierra Nevada. Según explicaron en un artículo publicado en 'Scientific Reports' en 2018, el incremento de las calimas provocó un aumento de nutrientes que provocó el declive de las algas mixotróficas, especies clave en la red trófica de estos ecosistemas acuáticos.

¿Viaja algún peligro por el aire?

¿Nos puede llegar algún peligro inesperado por el aire? ¿Podría salir en los resultados del proyecto de Orizaola? El documental francés 'Uranio maldito', emitido recientemente y aún disponible en RTVE, sigue el rastro del uranio desde las minas de Níger hasta su procesamiento en Francia, ya que se utiliza como combustible de las centrales nucleares. Uno de los aspectos que denuncia es la existencia de enormes montículos de residuos de este mineral en pleno desierto y junto a la ciudad nigeriana de Arlit. “El polvo que arrastra el viento del Sáhara se deposita en la ciudad, incluso en el interior de las casas”, relatan los autores. Según comprobaron realizando mediciones, los niveles de contaminación radiactiva a los que se ve expuesta la población superan los de la zona de exclusión de Chernóbil. Sin embargo, por mucha nube de polvo que nos haya llegado en estos días, los expertos descartan que este tipo de explotaciones tenga la más mínima incidencia a miles de kilómetros.

De hecho, en opinión de Orizaola, este proyecto puede tener un efecto muy positivo para la divulgación científica en cuestiones tan espinosas como la radiactividad: “Es sorprendente, pura ciencia ciudadana a través de Twitter que ha tenido una respuesta extraordinaria, un buen uso de las redes sociales que nos ha permitido montar un muestreo en una mañana”. La lástima es que la recogida de muestra es fugaz y apenas se puede prolongar más, porque la lluvia y el viento ya están acabando con la pureza del polvo depositado. En cualquier caso, gracias a su propia participación, los ciudadanos conocerán un poco mejor estos temas. “Aunque concluyamos que en este polvo hay partículas radiactivas, las hay en cualquier sitio y no tiene mayor relevancia. Radiación hay en todos los sitios y, aunque nosotros venimos del estudio de la contaminación radiactiva, en este caso vamos a utilizar ese conocimiento para otras cosas”, explica.

placeholder Calima en Andalucía. (EFE)
Calima en Andalucía. (EFE)

Según el investigador de la Universidad de Oviedo, estudiar la radiactividad natural es importante y se realiza de forma rutinaria en suelos y alimentos. De hecho, en España (especialmente en el oeste de la Península) es una cuestión importante por culpa del radón, un gas que en zonas graníticas llega a tener niveles destacados y que es necesario monitorizar, puesto que emite partículas radiactivas que pueden generar problemas de salud, sobre todo en sótanos o primeras plantas mal ventiladas. De hecho, la exposición a largo plazo se relaciona con el cáncer de pulmón.

Volver a Chernóbil

No obstante, la radiación natural poco tiene que ver con la contaminación radiactiva que Orizaola estudiaba en Ucrania. “En Chernóbil trabajo... Bueno, no sé si decir que trabajaba... Viendo los efectos del accidente y sobre todo los procesos de renaturalización de la zona, que se ha convertido en una reserva de fauna salvaje espectacular. Contra lo que mucha gente piensa y con la bajada de los niveles de radiación desde que ocurrió el accidente hace 36 años, Chernóbil es uno de los mayores refugios de fauna. Mantiene una diversidad espectacular, muy diferente a lo que se pensaba que ocurriría en 1986”, afirma.

El tamaño de la zona de exclusión es la mitad de la Comunidad de Madrid y no vive nadie. “Es un lugar fantástico, único en el mundo. A pesar de que tiene contaminación radiactiva, los procesos naturales ocurren en ausencia de humanos, así que tiene la mayor densidad de Europa de lobos, bisontes europeos y linces boreales”, comenta. Su próxima investigación, un proyecto piloto con caballos salvajes de Przewalski, tendrá que ser aplazada. Mientras, se conformará con recibir muestras de polvo del desierto.

Germán Orizaola tendría que estar preparando su próximo viaje a Chernóbil. En los últimos años, este científico del Instituto Mixto de Investigación en Biodiversidad (IMIB, centro del CSIC, la Universidad de Oviedo y el Principado de Asturias) ha estudiado cómo, a pesar de la radiactividad, la vida se recupera en los alrededores de la central ucraniana que sufrió el mayor desastre nuclear de la historia. Ahora teme que la guerra le impida volver en mucho tiempo. En cambio, desde la península Ibérica ha podido observar estos días otro fenómeno, con mucha menor trascendencia, aunque también muy inusual, que más de uno ha incluido en la lista de sucesos apocalípticos que nos sobresaltan en los últimos tiempos: el polvo del Sáhara que ha invadido la atmósfera y se ha depositado en nuestras calles. El extraño evento meteorológico ha hecho que surja un nuevo proyecto científico exprés que ya ha movilizado a decenas de personas por toda España a partir de una idea: ¿y si analizamos la radiactividad del material que nos ha traído la calima?

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