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El frío mata más que el calor, pero España no tiene ningún plan
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OTRO DURO INVIERNO

El frío mata más que el calor, pero España no tiene ningún plan

Aunque las cifras de fallecidos por olas de frío y de calor son semejantes, sí existen planes para luchar contra estas últimas. ¿Por qué?

Foto: Paso del temporal Filomena en Toledo. (EFE/Ángeles Visdómine)
Paso del temporal Filomena en Toledo. (EFE/Ángeles Visdómine)

Si a usted le parece que hace un frío que pela, no está solo. Ni siquiera los expertos, tirando de memoria, recuerdan unas temperaturas tan bajas como las del pasado noviembre. Castilla y León ha vivido un noviembre un grado y medio más frío que su media histórica, Galicia su noviembre más frío en 20 años, el Pirineo en 10 y Murcia, en ocho. No estamos solos. Suecia se acaba de enfrentar a su temperatura más baja en diciembre desde hace 35 años.

Aunque no dispongamos de los datos exactos, esto probablemente se haya traducido en un aumento en el número de muertes. El frío puede matar más que el calor, como lleva tiempo recordando Julio Díaz, científico titular en la Escuela Nacional de Sanidad del Instituto de Salud Carlos III: las olas de frío causan un número semejante de muertes a las olas de calor, pero para luchar contra estas hay un plan que no existe contra el frío. Alrededor de 1.046 muertes al año por frío frente a 1.312 por calor, según sus investigaciones.

Durante una ola de frío, hay más muertes al día (3,48) que durante una de calor (3)

Lo recuerda un estudio publicado en ‘Environment International’, que analiza el impacto de las olas de frío y de calor en España durante la primera década del siglo XXI. “Los días de bajas temperaturas han atraído mucho menos la atención que los de altas temperaturas, aunque su impacto en la mortalidad es comparable”, explica el trabajo. “Puede deberse al hecho de que su influencia en la mortalidad es menos pronunciada y más a largo plazo”.

El estudio no solo recogía los datos anteriormente citados (1.312 frente a 1.046), sino el factor clave: las muertes diarias durante una ola de frío son más elevadas que durante una ola de calor. Concretamente, 3,48 muertes al día por frío frente a tres por calor. Como explica Díaz a partir de uno de sus trabajos más recientes, publicado en ‘Environmental Sciences Europe’, la relación entre temperatura y mortalidad tiene forma de V (es decir, cuanto más frío y más calor haga, más aumentan las muertes). Esta V tiene un brazo mucho más largo en las temperaturas frías que en las cálidas.

En otras palabras, cada aumento de un grado en la temperatura dispara mucho más la mortalidad, pero el brazo del frío es más alargado. Menos evidente. Madrid y Barcelona son dos de las ciudades donde más muertes por calor y frío se producen, pero los datos también son altos en localidades con climas templados como Málaga, Sevilla y Badajoz, lo que se debe al elevado riesgo atribuible al frío en dichas localidades. Son lugares menos preparados para las olas heladas que otros lugares más fríos.

¿Por qué?

La lógica parecería dictar que ante unos números similares, la actuación de las autoridades públicas debería ser igual. Que no sea así muestra las particularidades del frío y del calor, y la influencia que uno y otro tienen en la salud. El efecto del calor en la salud es mucho más evidente: uno no puede olvidar que está sudando. “El impacto del calor es más agudo”, recuerda Díaz. “La mortalidad aumenta inmediatamente, en la primera semana”. La relación entre calor y muerte es mucho más evidente, por ejemplo, en los golpes de calor.

"Las muertes no aumentan de forma brusca después de una ola de frío"

No ocurre lo mismo con el frío, que actúa de manera mucho más sutil en el tiempo, como ocurre con el covid. Es decir, de manera diferida, como es propio de las enfermedades infecciosas (como la neumonía o los coronavirus). Es decir, al menos a una semana vista, lo que dificulta la posibilidad de establecer una relación de causa y efecto. “Después de una ola de frío, las muertes no aumentan de forma brusca como ocurre con el calor, sino que lo hacen a partir de la semana. Los ingresos empiezan a notarse entre una semana y dos semanas después. Por eso es difícil ver esa relación entre la bajada brusca de las temperaturas y ese pico de ingresos”.

Ojos que no ven, corazón que no siente, salvo que uno se fije detalladamente en los datos. Tan solo algunas regiones han comenzado a diseñar planes para evitarlo. Díaz cita el caso de la Comunidad de Madrid, que en 2017 presentó por primera vez el Plan de Vigilancia y Control de los Efectos del Frío en la Salud, que está activo entre el 1 de diciembre y el 31 de marzo de cada año. Por el contrario, durante la última década sí se han puesto en marcha distintos planes a nivel nacional para reducir el impacto de las olas de calor. Y su efecto es palpable, como los propios investigadores han demostrado.

placeholder Un día frío. (EFE/Brágimo)
Un día frío. (EFE/Brágimo)

Hay que hacer un poco de historia para entender por qué. La ola de calor de 2003 fue especialmente devastadora en toda Europa, con temperaturas que superaron los 45 grados en algunas zonas de Badajoz o Jerez de la Frontera. Aunque es difícil dar un número exacto, el exceso de mortalidad durante ese verano fue en España de 12.919 personas, un 15,2% más respecto al verano anterior. La tragedia sirvió para poner en marcha el Plan Nacional de Actuaciones Preventivas de los Efectos del Exceso de Temperaturas sobre la Salud.

“Desde que comenzó en 2004, se ha pasado de un aumento de la mortalidad de un 14% por cada grado a un 2%”, recuerda Díaz. “También se han producido mejoras socioeconómicas, sanitarias, de infraestructuras… Pero a lo mejor algo tiene que ver con el plan de prevención, así que ¿por qué no hacemos lo mismo con el frío?”, se pregunta. Sin embargo, el propio investigador matiza que es mucho más difícil actuar sobre este que sobre el calor, una vez más, por el silencio con el que trabajan las enfermedades infecciosas.

"No es tener aire acondicionado o calefacción, sino poder permitirse ponerlo"

Lo que sí tienen en común frío y calor es el impacto sobre los niveles socioeconómicos más bajos de la sociedad. “Lo que explica la diferencia entre barrios es el nivel de renta: la pobreza energética”, añade. No hace falta irse a este año, con los precios de la energía disparados, para identificar que una mala vivienda es un predictor de la posibilidad de morir de frío (o calor). Por ello es importante intervenir, por ejemplo, sobre las condiciones socioeconómicas o rehabilitando los edificios más antiguos. “No es tanto tener calefacción o aire acondicionado como poder ponerlo: Carabanchel y Vallecas son los barrios donde tiene más impacto y también los más pobres”.

No, las olas de frío no están desapareciendo

Otro mito del que conviene olvidarse: el cambio climático no parece estar haciendo desaparecer las olas de frío ni tampoco se está produciendo ninguna clase de compensación entre el aumento de muertes por calor y un hipotético descenso de muertes por frío. “Todo el mundo piensa que las olas de frío van a desaparecer, pero no es así”, recuerda Díaz.

Foto: Las provincias con mayores temperaturas medias son las más preparadas. (EFE)

Lo que solemos olvidar cuando hablamos de que las olas de frío desaparecerán, explica el científico, es que la temperatura de mínima mortalidad cambia con el tiempo. Por eso, es más probable que sea al revés: que el cambio climático nos acostumbre a vivir con más calor y, por lo tanto, se note más el impacto de las olas de frío. “Lo que vemos es que la temperatura de mínima mortalidad se desplaza, por lo que a medida que me adapto al calor, me 'desadapto' al frío”, explica. Por ejemplo, es posible que hace unos años la ola de frío comenzase a los dos grados bajo cero y ahora comience a los 0,6, cuando tiene impacto sobre la salud.

“Se acabará imponiendo que haya un plan nacional contra el frío”, concluye Díaz. “¿Cuándo? No lo sé, pero es verdad que cada vez se hace más caso a estudios como los nuestros”. Un hipotético plan debería centrarse en las diferencias entre regiones, porque, como explica el científico, “no tiene sentido hacerlo para toda España; el del calor está hecho para cada provincia y por cada zona isoclimática”. Cada año que pasa sin un plan más ambicioso es un año con decenas o centenares de muertes que tal vez se podrían haber evitado.

Si a usted le parece que hace un frío que pela, no está solo. Ni siquiera los expertos, tirando de memoria, recuerdan unas temperaturas tan bajas como las del pasado noviembre. Castilla y León ha vivido un noviembre un grado y medio más frío que su media histórica, Galicia su noviembre más frío en 20 años, el Pirineo en 10 y Murcia, en ocho. No estamos solos. Suecia se acaba de enfrentar a su temperatura más baja en diciembre desde hace 35 años.

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