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¿'Smart war'? La tecnología que te va a cambiar la vida ya transformó el campo de batalla
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¿'Smart war'? La tecnología que te va a cambiar la vida ya transformó el campo de batalla

Estos dos años de invasión rusa en Ucrania han reescrito los manuales de guerra con la llegada de disrupciones tecnológicas

Foto: Soldado ucraniano operando un dron. (EFE/Oleg Petrasyuk)
Soldado ucraniano operando un dron. (EFE/Oleg Petrasyuk)

La guerra es un fenómeno en constante transformación. Pero, dos años después de la invasión rusa de Ucrania, algunas novedades que se han incorporado a los campos de batalla suponen un salto tecnológico disruptivo, un camino de no retorno que obligará a transformar las fuerzas armadas occidentales de arriba abajo. Ucrania se ha convertido así en el campo de pruebas que anticipa una era de uso de drones de usar y tirar, cada vez más baratos, usados de forma masiva y conectados a redes de mando y control, donde la inteligencia artificial participa en la toma de decisiones. Ucrania es el enorme laboratorio de la guerra por venir.

Pero antes de entrar de lleno en la tecnología, es necesario hacer un apunte industrial.

El conflicto en Ucrania, en su presente fase invernal, se ha convertido en una guerra de desgaste donde gana el que más equipo militar pone en el campo de batalla. Los alemanes llamaban a este tipo de enfrentamiento "guerra de material" (Materialschlacht). Y esto supone toda una novedad tras décadas de debate sobre el impacto de las tecnologías de la información y comunicación en las fuerzas armadas. Lo que en el Pentágono se llamó la "revolución de los asuntos militares" en los años noventa.

El motor de la innovación militar en Estados Unidos había sido compensar el desequilibrio número respecto a las fuerzas del Pacto de Varsovia. La solución, cómo no, pasaba por la aplicación del ingenio e inventiva. Desde entonces el debate sobre el futuro de la guerra se vio impregnado de esa visión optimista tan estadounidense de que no hay desafío que no pueda ser resuelto mediante la aplicación de tecnología punta.

Ahora, vuelven a la mesa conceptos como "base industrial", que parecían haber pasado de moda en esa penúltima fase histórica que conocemos como la globalización. En un mundo donde el mayor valor añadido se encuentra en el diseño de los productos y el prestigio de las marcas, la búsqueda de los máximos beneficios llevó a externalizar la producción en países periféricos. Las fábricas parecían cosa de países pobres. La pandemia ya sirvió de toque de atención sobre la fragilidad de las cadenas logísticas y de suministro. En un mundo occidental donde ya se venía hablando de reindustrialización, la guerra de Ucrania ha servido para recordar una lección aprendida repetidamente y siempre olvidada: en las guerras se consumen montañas de munición.

Da igual buscar en las lecciones aprendidas por los británicos en las islas Malvinas (1982), los indios en el glaciar de Kargil (1999) o los israelíes en el sur del Líbano (2006). Todos cuentan lo mismo. Todos se vieron sorprendidos por la intente cantidad de proyectiles de artillería consumidos. En esta guerra hemos visto las prisas de los aliados de Ucrania por comprar proyectiles de artillería en países como Pakistán o Corea del Sur mientras se comprometían a ampliar sus cadenas de producción. Este impasse sin duda va a cambiar la manera en que Occidente entiende la soberanía estratégica. No solo se trata de contar con tecnología propia, sino una base industrial sólida que puede ponerse al servicio de la guerra.

Foto: Proyectiles de artillería de 55 mm. (Reuters/Brendan McDermid)

Drones comerciales (y letales)

Durante la guerra de Ucrania hemos visto diferentes sistemas de armas convertidos prácticamente en fenómenos pop. El misil anticarro estadounidense Javelin inspiró la iconografía Santa Javelin. Mientras que el dron turco Bayraktar TB2 fue motivo de una canción que se hizo bastante popular al comienzo de la guerra. Y la puntualidad con la que los lanzacohetes M142 Himars salían de sus escondites por la noche para atacar las posiciones rusas llevó a hacer chistes sobre un nuevo momento del día: "Las Himars en punto".

Distintas armas lograron captar el imaginario colectivo en diferentes episodios de la guerra. Pero no hemos visto ninguna "bala de plata". Precisamente, la falta de esa solución mágica y la escasez de recursos llevó a los combatientes ucranianos a emplear cualquier medio a su alcance. Y ahí entraron las tecnologías comerciales de uso civil fácilmente modificables. Si la guerra de Ucrania pasará a la historia por el empleo masivo de drones, un capítulo muy especial lo ocupan los drones comerciales letalizados.

El primer caso documentado de un pequeño dron comercial en un conflicto armado tuvo lugar en el verano de 2014, cuando el Estado Islámico empleó un cuadracóptero de origen chino DJI para reconocer una base militar de Al Tabqa en Siria. No pasó tiempo hasta que a alguien se le ocurrió colocarle una carga explosiva para convertir al dron en un aparato kamikaze listo para hacer misiones sin retorno. Una evolución paralela fue crear piezas con impresoras 3D para modificar los drones, junto a distintos tipos de granadas que se convirtieran en proyectiles de caída libre.

Aquellas experiencias de Oriente Medio fueron replicadas en Ucrania a una escala sin precedentes. Cada componente de los pequeños cuadracópteros ha sido modificado. Hélices más ligeras y menos ruidosas. Sistemas de radiocontrol con más alcance y mayor resistencia a las contramedidas electrónicas. Mejores baterías para una mayor autonomía y lograr mayor alcance. No hay hecho de armas en la guerra de Ucrania donde no veamos la labor de drones vigilando el campo de batalla desde el cielo. Y la modificación de diseños pensados para levantar cámaras de vídeo profesional ha llevado a la creación de drones kamikaze dotados de la cabeza de guerra de lanzagranadas RPG.

Foto: Una imagen fija de un vídeo, difundido por el Ministerio de Defensa ruso, muestra disparos hacia lo que dijo ser el barco ucraniano no tripulado que atacó al buque de guerra ruso Priazovye en el mar Negro. (Reuters/Ministerio de Defensa ruso)

En España, uno de los pioneros en el estudio de la amenaza de los drones comerciales letalizados es Juan Luis Chulilla, socio fundador de Red Team Shield, quien ha podido entrevistar a expertos ucranianos implicados en la fabricación y operación de estos drones. El experto nos anticipa que el siguiente paso que veremos en esta guerra es la aparición de drones con sistemas de guía terminal autónoma, esto es, capaces de seleccionar blancos de forma autónoma. Serán, por tanto, más resistentes a las contramedidas electrónicas porque no necesitan recibir instrucciones de un piloto.

La carrera tecnológica de los drones comerciales letalizados tiene dos características importantes. La primera es que ha partido de una ingente cantidad de información disponible de forma abierta en internet y emplea componentes relativamente económicos que se adquieren en portales chinos. Esto supone que cualquiera con la motivación, los conocimientos básicos e ingenio puede seguir los pasos de la carrera tecnológica vista en Ucrania.

La segunda cuestión es que ya hemos visto el resultado de que la modificación y empleo de drones con tecnología comercial inspira a ambos lados del campo de batalla. En el bando ruso también se emplean este tipo de drones con efectividad. Y, en una guerra de desgaste, se compensa la vulnerabilidad de drones construidos con mentalidad de usar y tirar con su capacidad de fabricación en serie de forma masiva.

Te cambia la vida y la guerra

El pasado mes de noviembre, el ahora cesado general Valerii Zaluzhnyi decía en una entrevista para la publicación británica The Economist que, en las condiciones actuales, la guerra de maniobra se ha vuelto imposible por la proliferación de drones de vigilancia en el campo de batalla. Imposible disfrutar del factor sorpresa y aplicar el principio de concentración de fuerzas. Cualquier movimiento de blindados hacia la línea de contacto es detectado antes de que arrancara la ofensiva y cualquier acumulación inusual de fuerzas en un punto resulta difícil de esconder.

La guerra de Ucrania es ahora mismo un ensayo de algunas de las formas de guerra anticipadas en los documentos del Pentágono durante la última década. Para enfrentar al desafío de China en el Indo-Pacífico se optó por el camino inverso al seguido en la vieja Guerra Fría. En vez de contrarrestar la cantidad de fuerzas del enemigo con sistemas cada vez más caros y avanzados, la perspectiva estadounidense actual es emplear sistemas baratos de producción en serie con una particularidad. Estarán interconectados masivamente para compartir información, detectar fuerzas enemigas y señalar blancos tomando decisiones cada vez más autónomas.

El siguiente paso de desplegar grandes cantidades de drones con tecnología comercial es interconectarlos e incorporar inteligencia artificial en el análisis de la información. Algunos pasos ya se están dando en Ucrania.

Foto: Alex Karp, de Palantir, en Feindef 2023. (Sergio Beleña)

La occidentalización del ejército ucraniano ha pasado por la descentralización de la toma de decisiones, cediendo responsabilidades e iniciativa a escalafones más bajos de la jerarquía militar. Un caso significativo es el empleo de la aplicación Arta para gestionar las peticiones de fuego de artillero. La prensa lo ha llamado "el Uber de la artillería". Se trata de una carta digital, un sistema de información geográfica (GIS), donde las unidades que detectan una posición enemiga la geolocalizan y el dato queda a disposición del resto de unidades conectadas, repartiéndose rápidamente la misión de batirla con fuego de artillería.

Dominar el campo de batalla

La carrera tecnológica —del desarrollo de drones con tecnología comercial al de aplicaciones como Arta— ha puesto de relieve la abundancia de talento entre los programadores e ingenieros ucranianos, atrayendo el interés de Silicon Valley. Google, por ejemplo, ha creado un fondo para startups ucranianas. Y entre el desfile de líderes de empresas tecnológicas estadounidenses destaca Alex Karp, el consejero delegado de Palantir.

Karp llegó a Kiev en junio de 2022 con el bagaje de haber vendido software de análisis de inteligencia para la CIA, el FBI y varios servicios de inteligencia. Y, sobre todo, de ser una empresa pionera en el empleo de inteligencia artificial en el campo del análisis de inteligencia. Desde entonces se ha establecido una relación estrecha entre Palantir y las fuerzas ucranianas para las que la empresa ha desarrollado productos que integran la información proveniente de diversas fuentes, desde drones a satélite. Los servicios de Palantir no han sido remunerados pero la empresa está obteniendo a cambio algo que le proporcionará una ventaja competitiva frente a sus rivales comerciales: montañas de datos reales de una guerra real con los que entrenar a sus sistemas de inteligencia artificial.

Foto: Sistema Cervus. (TRC)
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La guerra de Ucrania es la primera guerra terrestre convencional de alta intensidad en suelo europeo desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Todavía es demasiado pronto para saber si es la antesala de una nueva era de guerras convencionales o pasará a la historia como un conflicto estadísticamente anómalo, como lo fue la campaña de liberación de Kuwait en 1991 en la llamada Operación Tormenta del Desierto. Aquella guerra atrajo la atención mundial y proporcionó contenido a los medios de comunicación durante meses. Consagró a la cadena de noticias CNN y generó una catarata de literatura bélica que alimentó a una nueva hornada de aficionados a los temas militares. Pero no se repitió.

El fin de la Guerra Fría llevó a una era de guerras posmodernas en países excomunistas y subsaharianos, con señores de la guerra, tráfico de armas, matanzas étnicas y una comunidad internacional perpleja incapaz de imponer orden. Ucrania podría también ser un caso único con pocas lecciones para el futuro del orden mundial. Pero, al igual que aquella Guerra del Golfo, es un enorme laboratorio sobre el futuro de la guerra y un escaparate de las tecnologías que dominarán los campos de batalla.

La guerra es un fenómeno en constante transformación. Pero, dos años después de la invasión rusa de Ucrania, algunas novedades que se han incorporado a los campos de batalla suponen un salto tecnológico disruptivo, un camino de no retorno que obligará a transformar las fuerzas armadas occidentales de arriba abajo. Ucrania se ha convertido así en el campo de pruebas que anticipa una era de uso de drones de usar y tirar, cada vez más baratos, usados de forma masiva y conectados a redes de mando y control, donde la inteligencia artificial participa en la toma de decisiones. Ucrania es el enorme laboratorio de la guerra por venir.

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