Es noticia
El nuevo iPhone de la clase media es un aspirador 'pijo' de casi 800 euros
  1. Tecnología
VIAJE AL CORAZÓN DE SU IMPERIO

El nuevo iPhone de la clase media es un aspirador 'pijo' de casi 800 euros

En una industria, la de los electrodomésticos, que ha virado al 'low cost', hay una empresa que nada contra corriente desde hace décadas. Viajamos al corazón de Dyson para entender las claves del aspirador más conocido del mundo

Foto: Vista de uno de los motores de Dyson, claves para su éxito según sus creadores.
Vista de uno de los motores de Dyson, claves para su éxito según sus creadores.

Cuando un electrodoméstico falla, la mayoría de personas opta por llamar al servicio técnico o al seguro antes de afrontar una derrama doméstica. A nadie se le ocurre ponerse a hacer un análisis forense por su cuenta y riesgo para saber qué tripa se le ha roto al aparato en cuestión. Mejor dicho, a casi nadie. A James Dyson se le pasó por la cabeza y lo hizo. Cosas de ser ingeniero y uno de los inventores de mayor éxito, al menos desde el punto de vista comercial, de lo que llevamos de siglo en Europa.

La máquina que decidió desmontar era una Hoover Junior. En aquella época, a finales de los setenta, era algo así como el Ferrari de las aspiradoras. No había otra con más potencia. Todo iba sobre ruedas hasta que el cacharro se empezó a ahogar. Perdía capacidad de succión. En el peritaje, decidió romper la bolsa y descubrió que los poros se habían obstruido. "Era un fallo tremendamente básico, pero muy rentable para los fabricantes. Obligaba a estar comprando repuestos todo el rato", explica en su biografía el empresario británico. Según sus cálculos, el gremio ingresaba unos 500 millones de libras de la época cada año por esto.

Foto: Vista del accesorio que hará que tu Dyson aspire pero también friegue. Foto: Cedida.

Ahí empezó una obsesión por acabar con las bolsas de los aspiradores, fundamental para entender su figura, así como la empresa que montó y bautizó con su apellido. Una compañía que varias décadas después de esa anécdota ha conseguido convertir un electrodoméstico de batalla en algo icónico, en un objeto de deseo por el que muchos están dispuestos a gastarse más de 800 euros. Todo en una industria, la de los electrodomésticos, que debido al made in China inició hace años un aparente viaje sin retorno al low cost. Salvando las distancias, Dyson ha conseguido convertir un aspirador pijo en el nuevo iPhone de la clase media.

placeholder James Dyson, junto a la reina Isabel II. (Reuters)
James Dyson, junto a la reina Isabel II. (Reuters)

Ese aspirador sin cables y sin bolsa sigue siendo la viga maestra de una multinacional que ha cambiado radicalmente desde sus orígenes. Ahora se dedica a muchas más cosas. En todo este tiempo, James Dyson se ha convertido probablemente en la persona más odiada por los fabricantes de toallitas de papel, con quienes mantuvo una guerra bastante sucia a golpe de paper científico una vez empezó a vender e instalar sus secadores de manos en baños públicos de todo el mundo. Ventiladores, purificadores de aire o iluminación de diseño son algunos de los palos que han ido tocando en los últimos años.

También andan enredados con el negocio del cabello, donde sus secadores, planchas y accesorios para el pelo se han convertido en una lucrativa actividad para la multinacional. Ahora se han metido en el negocio del audio con sus primeros auriculares e incluso se atrevieron a hacer su propio coche eléctrico, un impresionante SUV que nació con la intención de eclipsar, incluso, a Tesla. Cuando lo tenían a punto de caramelo, recogieron cable. Simplemente, no salían las cuentas.

¿Qué hace Dyson en Singapur?

En todos estos años, por cambiar, ha cambiado hasta su bandera. Aunque los productos se siguen ideando en el campus que la compañía tiene en la localidad de Malmesbury (sur de Inglaterra), el cuartel general está en Singapur, al igual que la mayor parte de su músculo productivo. Allí trasladó la sede en 2019, en una mudanza muy comentada y discutida en los medios.

La decisión pilló por sorpresa a muchos, ya que Dyson, que llegó a ser la mayor fortuna del país, tomó siempre partido por desconectarse de la UE. La polémica estaba servida. No tardaron en reprocharle eso de ser un brexiter de pata negra pero llevarse de buenas a primeras el corazón de su imperio a la otra punta del mundo. Los críticos señalaban que era un asunto meramente financiero y que lo que buscaba el magnate era una menor carga impositiva.

Es cierto que el país asiático, una de las economías más liberales del mundo, ha activado un plan de subsidios para atraer empresas de corte tecnológico. Pero, más allá del beneficio fiscal, la compañía defiende que concurren otros factores, como el estar más cerca de sus mercados clave y que presentan mayor crecimiento. También jugó un papel clave la posibilidad de acceder al número suficiente de ingenieros y otros especialistas, ya que en Asia abundan más que en Europa. Sea como sea, la discusión en torno a este asunto se ha apagado.

placeholder Vista de la Sant James Power Station.
Vista de la Sant James Power Station.

Como toda multinacional, la compañía mantiene una estructura repartida en varias ubicaciones en todo el mundo. El propio Dyson pasa largas temporadas entre Reino Unido y Singapur, donde tiene un lujoso ático de 43 millones de libras, según la prensa. El teletrabajo y la colaboración en diferentes husos horarios son la norma, por tanto, para muchos equipos y proyectos. A pesar de ello, una vista a la base de operaciones del país asiático ayuda a obtener una completa fotografía de la compañía y de las claves de su éxito.

Teknautas fue uno de los dos medios españoles que fueron invitados a la presentación internacional de las novedades que tuvo lugar hace semanas. Aprovechando la ocasión, este periódico pudo conocer las interioridades de lo que se podría definir como parque temático para los obsesos de la limpieza.

Un aspirador convertido en icono

El corazón de DysonLand es la Sant James Power Station. Se trata de un edificio histórico que albergó la primera planta eléctrica de la ciudad-estado, levantada en 1926. Ese uso se abandonó en 1970 y antes de albergar a sus actuales inquilinos sirvió también como macrodiscoteca. Allí han levantado una de esas oficinas modernas llenas de espacios diáfanos, materiales nobles y techos altos que Silicon Valley puso de moda. Nada más entrar a ese lugar, hay un hall de la fama con los grandes éxitos de la compañía. Pero también sus fracasos comerciales más sonados, como la lavadora de Dyson o el mencionado automóvil. Toda una declaración de intenciones.

Las paredes están llenas de ilustraciones y diagramas. También hay lemas motivacionales. Enfrente de una sala llena de impresoras 3D donde se crean conceptos de nuevas piezas, se recuerda que Dyson gastó un lustro creando más de 5.100 prototipos hasta tener su primer modelo comercial. La tecnología ciclónica no fue una idea original suya. La conoció en un aserradero, donde la utilizaban para absorber fácilmente el serrín. Lo que él logró es adaptarlo a un formato doméstico y mejorarla ha sido una de sus grandes obsesiones.

placeholder Detalle del actual diseño de la Dyson. (M. McLoughlin)
Detalle del actual diseño de la Dyson. (M. McLoughlin)

Aspirador ciclónico. El término es grandilocuente. Suena como si te estuviesen prometiendo que algo así como un tornado va a venir a recoger toda la porquería acumulada en casa. El término es contundente, pero cuando se juega a esto también se corre el riesgo de parecer una de esas palabras huecas que los departamentos de marketing afilan para adornar un producto. Para demostrar que no era un farol, Dyson tomó una decisión polémica en el diseño del aparato: el depósito donde se recoge la porquería tenía que ser transparente.

A priori, eso iba en dirección contraria de un producto que tenía que transmitir pulcritud y limpieza. El movimiento fue muy discutido. ¿Quién quería ver la suciedad? Que se viera era para el británico una prueba factual de que su tecnología funcionaba. Los grandes fabricantes rechazaron la idea. Solo una empresa japonesa se la compró y pudo comercializar un modelo llamado G-Force en el año 1983. A 2.000 dólares la unidad. Por aquel entonces, el cable era todavía necesario. A pesar del alto precio, ganó lo suficiente como para poder lanzar su propia marca, algo que logró en 1993, con la DC01.

placeholder La DC07, lanzada en 2001, un modelo que todavía funcionaba con cable. (M.M.)
La DC07, lanzada en 2001, un modelo que todavía funcionaba con cable. (M.M.)

Esa idea de transparencia se ha mantenido en el tiempo. "Nos quedamos con aquella idea porque vimos que la gente entendía que nuestra tecnología realmente funcionaba. No solo lo entienden, lo ven", analiza Charlie Park, vicepresidente de Dyson y máximo responsable del negocio de aspiradoras. "Esa es una de las razones por las que nuestro aspirador se ha convertido en algo icónico. Pero si lo vemos de forma general, lo que estamos haciendo es buscar soluciones a problemas de la gente y enseñándoles que lo hacemos"

Es más, eso de visibilizar el polvo, incluso, ha inspirado otras de sus innovaciones, como ese láser en el cabezal para iluminar el suelo y ver si realmente la limpieza está terminada o no. Una de las cosas que puede chirriar también es que un producto de ese precio esté hecho, en gran medida, de piezas de plástico. Algo inevitable si se quiere hacer un electrodoméstico manejable para todos los públicos.

Nada se deja al azar y todo tiene un motivo más allá de lo aparente. Ni los colores. El gris se mantiene como seña de identidad desde los orígenes de Dyson. Pero el resto de colores que se van añadiendo tiene una función concreta, tal y como nos explican en el laboratorio donde se dedican a experimentar y trabajar con los diferentes acabados. Por ejemplo, el color rojo indica las partes con las que se puede interactuar. Los rodillos con la función del láser están rematados en amarillo y los nuevos accesorios para fregar, en azul turquesa.

El secreto está en el motor

Si algo han logrado en Dyson, al igual que en Apple, es que sus productos sean reconocibles a simple vista. Una identidad visual que, en ambos casos, ha sido imitada y versionada por muchos de sus competidores. Pero más allá del diseño, si hay algo clave para sus aspiradores han sido los motores digitales. Componentes que son íntegramente diseñados y fabricados por la empresa, que invierte millones cada año para hacerlos evolucionar y llevarlos a nuevas cotas. Todas estas piezas salen de dos plantas gemelas, una situada en Malasia y otra a las afueras de Singapur, que este periódico ha tenido ocasión de visitar.

A simple vista parece un edificio de oficinas. Tras subir varias plantas en ascensor y moverse por un laberinto de pasillos se accede a una enorme e inmaculada sala con una línea de producción completamente automatizada. Solo hacen falta cuatro personas para hacer funcionar una maquinaria que produce más de 20 millones de motores cada año. En los días de más faena puede crear hasta 75.000 de estas piezas. Aunque hay un supervisor humano, el verdadero capataz es una torre de control robotizada que puede tomar por sí misma decisiones de aumentar o reducir la velocidad de la cadena de montaje para evitar cuellos de botella.

placeholder Vista de la línea de producción en Singapur.
Vista de la línea de producción en Singapur.

¿Qué narices es un motor digital? Se trata de un motor que Dyson creó como alternativa a los motores de corriente alterna. "Es la principal razón por la que pude dejar de hacer aspiradores con cable", suele repetir el fundador de la empresa.

Estos componentes consiguen ser mucho más ligeros al sustituir el clásico mecanismo por pulsos digitales. La desventaja inicial era que eran menos potentes, pero han ido salvando esas diferencias gracias a un complejo diseño que incluye, entre otras cosas, un sensor magnético que impide que los rotores pierdan eficiencia cuando giran a toda velocidad.

"Nuestros motores son la razón por la que hemos podido dejar de hacer aspiradores con cable"

Para hacerse una idea de la rápida evolución que han conseguido basta con decir que el motor digital V2, lanzado en 2009; conseguía 104.000 revoluciones por minuto y una potencia de 220W. El último modelo, presentado este mismo mes, consigue 135.000 revoluciones por minuto y 245AW. "Sin los motores digitales, avanzar hasta este punto hubiese resultado imposible. Son claves para nosotros", asegura Hengky Wirawan, uno de los ingenieros responsables de la planta de Singapur, mientras sujeta una de estas piezas. Este experto detalla algunos de los retos que han tenido que afrontar. Por ejemplo, tuvieron que sustituir el eje de acero por uno de cerámica, material que soporta hasta 1.600 grados, para soportar y disipar el aumento de temperatura.

Estos motores no solo se utilizan en sus aspiradoras de mano, sino que también mueven y dan vida a sus robots aspiradores o los secadores de la compañía. En otros productos el reto no es tanto la potencia, como el tamaño. Es el caso de los Dyson Zone, esos auriculares de lujo que incluyen un sistema para filtrar el aire que respira el usuario. Esta ocasión han tenido que diseñar un minimotor que fuese capaz de entrar en el auricular y fuese capaz de dar vida a un purificador de estas características.

placeholder Vista del motor de los Dyson Zone en una diminuta pastilla de resina. (M.M.)
Vista del motor de los Dyson Zone en una diminuta pastilla de resina. (M.M.)

La fábrica de Dyson es el eslabón más importante de una larga cadena que incluye pruebas inimaginables para el común de los mortales. Hay todo tipo de salas de pruebas. Desde una cámara anecoica donde se comprueba el ruido real que hacen, por ejemplo, sus purificadores hasta una suerte de mecanismo que, gracias a una luz, es capaz de detectar si el flujo de aire impacta en el cabello como es debido o hay que crear un accesorio para dirigirlo mejor.

Una enorme habitación con paredes y suelo de metal permite controlar la temperatura y la humedad y así comprobar cómo sus creaciones muestras de pelo de todo el mundo. En otra estancia, se prueba el rendimiento de las aspiradoras con polvo traído expresamente de Alemania y decenas de productos de otros tantos países. A veces incluso, tienen que traer el mismo producto de dos mercados diferentes porque hay diferencias. ¿Sabían que unos conocidos cereales con forma circular no miden lo mismo en Estados Unidos que en Reino Unido? El que firma estas líneas tampoco. Hasta ahora.

En uno de los laboratorios se puede ver un enorme brazo robótico capaz de identificar un osito de peluche, cogerlo y manipularlo con una delicadeza extraordinaria. Una delicadeza que también aplica a unos platos. Este es un pequeño aperitivo de la próxima gran revolución que la empresa de origen británico tiene en mente: robótica doméstica. Para ello ha anunciado un ambicioso plan de 3.200 millones de euros y la contratación de 2.000 expertos en la materia. El objetivo es que todo esto sea una realidad comercial en 2030.

placeholder Prueba para comprobar el flujo de aire de uno de los nuevos purificadores. (M.M.)
Prueba para comprobar el flujo de aire de uno de los nuevos purificadores. (M.M.)

A más corto plazo, la compañía tiene otro gran reto: el de sus baterías. Para ello acaba de anunciar la construcción de una fábrica dedicada a este fin en Singapur. La nueva instalación ocupará el espacio equivalente a 56 campos de baloncesto. Se enmarca dentro de un plan de 3.000 millones de euros para abrir centros de desarrollo en el sudeste asiático y seguir con su consolidación en la región.

Aquí hay que rescatar el proyecto fallido del Dyson Car. Si para algo sirvió esa aventura fue para experimentar con las baterías de estado sólido, una tecnología que reemplaza el electrolito líquido para reducir el peso, pero también para ganar densidad energética. Sin entrar en demasiados vericuetos técnicos, esto se traduce en mayor autonomía. Según la compañía, su automóvil era capaz de rozar los 1.000 kilómetros con una sola carga. Ahora pretenden llevar este conocimiento a sus productos de consumo.

La estrategia de la patente

Los motores digitales de Dyson están protegidos por más de 250 patentes. Algo que ayuda a entender otra de las señas de identidad de la compañía, que cada año gasta millones de euros tanto en registros intelectuales como en tribunales, todo con el fin de proteger sus desarrollos o para denunciar prácticas ilícitas o poco éticas por sus competidores. En este sentido, los choques más sonados los ha protagonizado con la surcoreana Samsung, con quien se ha visto varias veces en los tribunales. También se las ha visto con otras firmas de la talla de Bosch o Siemens.

placeholder Vista del laboratorio donde ensayan con muestras de pelo. (M.M.)
Vista del laboratorio donde ensayan con muestras de pelo. (M.M.)

El propio Dyson defendió esta política en una entrevista con este periódico. Sostenía que la legislación no protege suficientemente "a los creadores". Lamentaba que en algunas ocasiones, algunos de sus inventos, como un innovador ventilador sin aspas, solo tardó tres semanas en ser clonado y vendido en las tiendas. Esa situación, sostiene Dyson, puede acabar por desincentivar a muchas empresas que invierten gran parte de sus beneficios en I+D.

Preguntando en aquella ocasión sí podríamos ver a su empresa subiéndose al carro del low cost, fue tajante: esa no es su liga. "Nosotros no tenemos estrategia de precio. No diseñamos pensando en el precio. Diseñamos pensando en que sea el mejor producto para el usuario. Ese es nuestro criterio. Otros lo hacen pensando en el coste, nosotros no queremos fabricar así".

"Otros fabrican pensando en el precio, nosotros no queremos hacerlo así"

Ese principio parece escrito en piedra. Su nuevo tope de gama, el Dyson Gen5, una aspiradora que alcanza 280W de potencia, tiene en el mercado estadounidense un precio de 949 dólares y hay configuraciones que superan los 1.000 dólares. Todavía no hay precio para España, pero la anterior generación, en algunas configuraciones, ronda los 800 euros. Dyson no se ha quedado sola en esta pelea. La filosofía parece haber calado en otras empresas como Samsung o LG, que han lanzado en nuestro país propuestas similares en una horquilla de precios pareja.

"De la misma manera que nosotros podemos hacer prototipos de manera mucho más rápida a lo que hacía James en su día, nuestros competidores tienen la posibilidad de copiar la tecnología mucho más rápido", comenta Charlie Park a El Confidencial cuando se le pregunta por esto. "Tenemos un importante equipo legal para proteger propiedad intelectual, pero no nos podemos quedar solo ahí, tenemos que seguir moviéndonos más rápido que otras empresas para mantener el ritmo de innovación". Los aspiradores de mano siguen siendo el producto más conocido, pero hace tiempo, como decíamos, que la compañía ha metido mano a otras categorías. En secadores, por ejemplo, han conseguido hacerse un importante hueco. No ha ocurrido de igual forma con los robots aspiradores, un segmento donde vuelven a intentarlo con un nuevo modelo premium para un mercado orientado al precio. La pregunta es inevitable: ¿no es hacerse la competencia a ellos mismos? "Son públicos y problemas diferentes. Cada producto tiene su espacio", comenta uno de los portavoces de la compañía sobre este asunto. Cuando se le pregunta cómo convencer al cliente de que se gaste dos o tres veces más de lo que le costaría una Roomba china, explica que esto va de "expectativas" y que la compañía está en transmitir las ventajas de una inversión así en lo que se refiere "a resultado y profundidad de la limpieza" así como otros aspectos como "durabilidad" y "vida útil".

placeholder Vista del nuevo robot aspirador de Dyson. (M.M.)
Vista del nuevo robot aspirador de Dyson. (M.M.)

"Si no hubiese mercado, no veríamos a tantos competidores en la pelea", comenta Neus Soler, tutora del Grado en Investigación y Técnicas de Mercado de la Universitat Oberta de Cataluña (UOC). Aunque no modifiquen su estrategia de precio, esta experta señala que sí que se han notado cambios en otros aspectos como la comunicación. "Apple también atravesó ese reto y tuvieron que invertir más en anunciarse, transmitiendo esos mensajes de innovación, de calidad de producto, de durabilidad. Todo ello le ayuda a convertirse también en algo aspiracional y salvar la barrera del precio".

Soler apunta a que a día de hoy Dyson enfrenta un escenario más competido que cuando la compra se hacía en un lugar como El Corte Inglés donde el vendedor hacía de prescriptor. "En este sentido, en un mercado donde hasta un supermercado como el Lidl te puede vender tecnología, ellos están intentando colocar el mensaje en la durabilidad, en la vida útil del aparato… Son cosas que el usuario si no se las recuerdan no las tiene siempre en cuenta y encajan muy bien en el momento actual, donde tendencias como la economía circular o la lucha contra la obsolescencia programada han cogido fuerza".

Cuando un electrodoméstico falla, la mayoría de personas opta por llamar al servicio técnico o al seguro antes de afrontar una derrama doméstica. A nadie se le ocurre ponerse a hacer un análisis forense por su cuenta y riesgo para saber qué tripa se le ha roto al aparato en cuestión. Mejor dicho, a casi nadie. A James Dyson se le pasó por la cabeza y lo hizo. Cosas de ser ingeniero y uno de los inventores de mayor éxito, al menos desde el punto de vista comercial, de lo que llevamos de siglo en Europa.

Electrónica
El redactor recomienda