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¿Adiós a los megaportaaviones? Las marinas de 'segunda' se enfrentan a su gran dilema
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Qué nos dice el caso de Corea del Sur

¿Adiós a los megaportaaviones? Las marinas de 'segunda' se enfrentan a su gran dilema

Salvo China y EEUU, las grandes potencias navales, el resto de países se dirimen entre más portaviones o más submarinos. Corea del Sur acaba de optar por los segundos. ¿Qué harán el resto?

Foto: El portaaviones USS Carl Vinson reaprovisionándose en el mar desde el USNS Yukon. (US Navy)
El portaaviones USS Carl Vinson reaprovisionándose en el mar desde el USNS Yukon. (US Navy)
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Muchas de las marinas de guerra del mundo se enfrentan a un gran dilema, dónde poner los cada vez más escasos recursos. El problema es muy diferente entre las armadas de 'primera división', que hoy por hoy solo son las de Estados Unidos y China, y las del resto. Para las primeras, el debate es cuantitativo. ¿Pocas unidades grandes o muchas más pequeñas? Para los de 'segunda' división, la cosa es diferente. No hablamos de número, sino de tipo, tamaño y características. El debate surge cuando toca decidir entre construir un portaaviones o dedicar el dinero a fragatas o submarinos.

Es un debate intenso y polémico donde los haya, porque no hay una solución obvia y va a ser muy difícil saber si se toma la decisión acertada. Es evidente que aquí pesan —y mucho— aspectos cruciales como son las directrices en materia estratégica, es decir, cuál es la posición que toma un país respecto a su defensa, cuáles son sus intereses y cuáles sus enemigos potenciales.

Foto: El avión de ataque ruso Sukhoi Su-34. (Reuters/Maxim Shemetov)

Por otro lado, la situación de cada país en el mapa, sus vecinos, sus costas, sus islas, etc., condicionan los planteamientos estratégicos. Sería muy dramático el hecho de tener que renunciar, por ejemplo, a la defensa de islas o territorios y esto influye en los planteamientos defensivos y, por tanto, en los medios con los que se dota a las fuerzas armadas.

Si nos fijamos en las grandes armadas, la US Navy ya ha pasado por debates de este estilo. Es normal, aunque en su caso tienen clara cuál es su estrategia de defensa. Estados Unidos basa su concepto defensivo no en una defensa territorial, sino en una proyección de su fuerza que, digamos, aleje los problemas de sus fronteras. Por ello, siempre va a contar con un número elevado de grandes portaaviones, que desde hace años se ha establecido en no menos de diez unidades.

placeholder El Dokdo en navegación. (US Navy)
El Dokdo en navegación. (US Navy)

Esta cifra les permite mantener de forma permanente un despliegue de tres o cuatro unidades, tener otras dos listas para entrar en acción de manera inmediata y el resto en mantenimientos programados. Ahora, por ejemplo, están desplegados dos portaaviones en el Mediterráneo —por la guerra en Ucrania— y otro en el Pacífico. A estos, además, se unen sus grandes buques LHD más los LHA, todos ellos de más de 44.000 toneladas y equipados con aviones F-35B y una unidad de Marines.

Para la US Navy hoy el verdadero reto es contrarrestar a una marina china que, en algunos aspectos, ya les supera. Su dilema no es cambiar portaaviones por escoltas, sino decidir si prefieren grandes buques para combate de superficie, como sus actuales cruceros clase "Ticonderoga" o destructores clase "Arleigh Burke", pero en número limitado, o un grupo más numeroso de fragatas de escolta de menor tamaño. En cualquier caso y para envidia del resto, es casi más una decisión estratégica que económica.

El caso chino es diferente, o lo era hasta ahora. La República Popular había orientado su estrategia defensiva a un control de su territorio y aguas territoriales. Por eso y también por la falta de experiencia, conocimiento y capacidad industrial, había renunciado a tener portaaviones. Sus pretensiones —entonces— no eran las de proyectar su poder lejos de sus costas. Por ello, destructores, fragatas, infinitud de lanchas y patrulleros, más una importante flota de submarinos convencionales, había sido suficiente.

placeholder Un F-35B del US Marine Corps en pruebas sobre la cubierta del Izumo en 2021. (JMSDF)
Un F-35B del US Marine Corps en pruebas sobre la cubierta del Izumo en 2021. (JMSDF)

Sin embargo, a la vez que la Unión Soviética desaparecía y la estrella rusa no terminaba de brillar, las pretensiones chinas cambiaron y sus intereses lejos de sus fronteras son cada vez más importantes. En el continente africano, por ejemplo, la presencia china ha pasado en poco tiempo de ser reducida a casi predominante, con bases e instalaciones portuarias en muchos países.

Esto cambia radicalmente su concepto defensivo y por eso, por su necesidad de proyección, se han embarcado en un gran programa de construcción naval con el que ya disponen de dos portaaviones STOBAR —con aviones de despegue corto y recuperación con cables de frenado— más un tercero en avanzado estado de construcción del tipo CATOBAR, es decir, similar a los norteamericanos con catapultas electromagnéticas y cables de frenado. A esto se une su programa de buques LHD y grandes destructores. Los chinos también parece que tienen muy claro dónde quieren llegar y lo que tienen que hacer para ello, pero contando, eso sí, con unos envidiables e ingentes recursos.

El caso coreano

Corea del Sur se toma la defensa muy en serio y le presta mucha atención. En 2022 la cifra que han destinado a sus fuerzas armadas es de 41.000 millones de dólares, más del doble de lo que España dedicará a ese mismo capítulo cuando se alcance —si se alcanza— la mágica cifra del 2% del PIB. Con este pulmón financiero, no es de extrañar que desde 2018 estén llevando a cabo un ambicioso plan de modernización. Este plan incluía un importante capítulo para su defensa aérea y antiaérea.

También contempla ambiciosos planes para sus fuerzas navales, realizando un enorme esfuerzo encaminado a dotarse de nuevos buques y nuevas capacidades. Ya disponen de una buena flota de superficie, con tres destructores de 11.000 toneladas, dotados de sistema AEGIS y más armados incluso que sus equivalentes norteamericanos, los "Arleigh Burke" en los que se inspiran. A pesar de esto, deseaban disponer de mayores capacidades aeronavales.

La armada coreana utiliza desde hace años dos buques con cubierta de vuelo. Son los de la clase "Dokdo", unos navíos de 19.500 toneladas —el español Juan Carlos I desplaza 26.000— y con casi 200 metros de eslora. Su diseño corresponde con el de un LHD y por ello incorpora un dique inundable en su interior, al igual que otros LHD como es el Juan Carlos I.

placeholder Submarino coreano KSS-III-Dosan-Ahn-Changho. (RoK Navy)
Submarino coreano KSS-III-Dosan-Ahn-Changho. (RoK Navy)

Como es sabido, este país asiático está comprometido con el F-35 y desde hace unos seis o siete años se viene especulando con la posibilidad de que estos buques embarcaran F-35B de despegue vertical. Sería posible, pero el buque requeriría numerosas modificaciones, entre ellas una reforma completa de la sección de proa de su cubierta de vuelo, para hacerla más cuadrada y funcional y permitir aprovechar al máximo el espacio para operaciones aéreas.

Todos estos planes quedaron aparcados cuando, a finales de la década de 2010, se empezó a hablar de un plan para construir un nuevo buque donde, a diferencia de los "Dokdo", orientados a guerra anfibia, las operaciones aéreas fueran lo primordial. Se llamó programa LPX-II y el diseño correspondía al de un LHD de 30.000 toneladas de desplazamiento. Este plan, sin embargo, derivó en otro más ambicioso aún denominado CVX, un verdadero portaaviones.

El CVX se anunció oficialmente en 2020 y su construcción debía comenzar en 2023. Su desplazamiento iba a ser de 45.000 toneladas, con 263 metros de largo, rampa 'ski jump' y una configuración con dos islas separadas, diseño inspirado en los portaaviones británicos. Por descontado que lo previsto era operar con entre 16 y 20 F-35B más helicópteros antisubmarinos o de transporte.

placeholder Submarino español S-81. (Navantia)
Submarino español S-81. (Navantia)

La cuestión es que, al conocerse el presupuesto de defensa para 2023, de 'tan solo' 42.500 millones de dólares, resulta que falta la partida dedicada al inicio de la construcción del CVX. Esto es relevante y hay quien especula que se trata de un retraso y que al igual que otros muchos programas, este también sufre un retraso. Pero la explicación puede estar en otro lado.

Corea del Norte ha desarrollado —o eso parece— una importante capacidad nuclear basada en misiles balísticos. Ha hecho pruebas y sus medios oficiales se han hecho eco a bombo y platillo. Ante esta amenaza creciente, es posible que Corea piense que un proyecto tan exigente en recursos como es un gran portaaviones, detraería demasiados fondos de otros capítulos y se apunta que un posible destino del dinero, si se cancela definitivamente el portaaviones, iría a reforzar su ya imponente flota de submarinos.

Esta hipótesis encaja con el programa en curso de nuevos submarinos de la clase "Dosan Ahn Changho", de los que ya hay uno en servicio y otros dos iniciados. Son unos submarinos grandes, con casi 3.800 toneladas de desplazamiento en inmersión. Aunque son del tipo SSK o convencionales, es decir, con propulsión diésel-eléctrica, disponen de planta AIP que les proporcionaría propulsión independiente del aire. Entre sus capacidades, la de lanzar 6 misiles balísticos SLBM Hyunmoo 4-4, con un alcance de 500 kilómetros. El programa no se para aquí y contempla nuevas versiones de submarinos, más avanzadas y con más capacidades hasta completar nueve unidades.

¿Y los demás?

En cualquier caso, este giro coreano estaría justificado por la amenaza nuclear de su vecino del norte. Es más sencillo y disuasorio contrarrestar una fuerza de misiles balísticos terrestres —que se pueden localizar y atacar— con otra basada en submarinos, muy difíciles de detectar y atacar. Sin embargo, este cambio de portaaviones por submarinos no sería exportable a otras situaciones o países.

Japón, por ejemplo, tiene claro que sus intereses estratégicos no se pueden ceñir a una defensa costera y han apostado por una fuerza aeronaval importante, con dos portaaviones dotados de F-35B. Lo han hecho, además, sin renunciar a una flota submarina potente y avanzada. Italia podría ser otro ejemplo. Los transalpinos han conseguido un buen equilibrio entre capacidades aeronavales, unidades de superficie y submarinos. En ambos casos estos gobiernos han sido conscientes de la disuasión que supone tener capacidad aeronaval, en el primero creándola y en el segundo manteniéndola.

Para otros casos, como el de España, la necesidad de una flota potente de submarinos es evidente y es muy posible que los cuatro previstos de la clase "S-80" sean tan solo una cifra 'de mínimos'. Pero a la vez es más que deseable mantener una capacidad aeronaval adecuada, apropiada para un escenario en el que hay miles de kilómetros de costa y dos archipiélagos que defender. Para España, un debate similar al coreano entre portaviones —léase capacidad aeronaval— o submarinos, sería algo estéril. Hacen falta ambos.

Muchas de las marinas de guerra del mundo se enfrentan a un gran dilema, dónde poner los cada vez más escasos recursos. El problema es muy diferente entre las armadas de 'primera división', que hoy por hoy solo son las de Estados Unidos y China, y las del resto. Para las primeras, el debate es cuantitativo. ¿Pocas unidades grandes o muchas más pequeñas? Para los de 'segunda' división, la cosa es diferente. No hablamos de número, sino de tipo, tamaño y características. El debate surge cuando toca decidir entre construir un portaaviones o dedicar el dinero a fragatas o submarinos.

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