Un día en Madrid con Lime, el patinete eléctrico de alquiler: esto está (muy) verde
Los patinetes eléctricos son el último grito en el mundo del transporte compartido con Lime como compañía de referencia. Pero su viabilidad en la capital está más que en entredicho.
Vale, tengo que confesarlo antes de meternos en el ajo: soy bastante fan de los servicios de transporte compartido. En mi móvil tengo un apartado dedicado especialmente a las ‘apps’ que ya funcionan en Madrid y voy añadiendo, religiosamente, las que van apareciendo. Uso eCooltra, Emov, Zity, Muving, BiciMAD, Movoo, Wibble... y hasta me gané un premio con Car2Go cuando lanzaron su servicio en la capital (¡Qué tiempos aquellos!). Pero nunca había probado los patinetes eléctricos compartidos, y la verdad que me han dejado bastante frío.
Podría hablar de que Lime (una startup financiada por Google y Uber) me ha decepcionado con su servicio, pero eso significaría que tenía grandes expectativas antes de encender el patinete, y no es cierto. Desde que estos servicios nacieran en California, allá por el verano de 2017, la polémica les ha acompañado por diversos motivos y su llegada a Madrid, con un Ayuntamiento hostil y un aterrizaje algo accidentado (los pagos desorbitados para los ‘juicers’ incluidos), todo invitaba a no emocionarse demasiado. La verdad es que viniendo con tantas piedras en la mochila casi podríamos hablar de que la experiencia es más satisfactoria de lo que uno se podía imaginar, y deja un hueco -pequeño- a la esperanza.
Pero bueno, vamos al grano. Mi primer encuentro con Lime se da a las 9 de la mañana del martes 21 de agosto. En Madrid estamos "en familia", que dirían los clásicos, y hace buen tiempo, por lo que tras registrarme en la aplicación me dispongo a dar con uno de estos vehículos. A pesar de las fechas, para encontrar uno de estos patinetes, que, recordemos, se mueven por toda la almendra central de la capital, debo irme al centro. Vamos, que la mayoría descansan entre la Plaza de España, Sol y Gran Vía. Es un fastidio para los que no tenemos la suerte de vivir en esa zona, pero hoy da un poco igual pues toca probar uno de estos artilugios. Así que cojo el metro y decido parar en la siempre transitada Plaza de Callao.
Este punto neurálgico de la ciudad me recibe con cuatro de estos patinetes de Lime con sus característicos colores: verde, blanco y negro. Tres de ellos están, más o menos, bien aparcados junto a la boca del Metro, el cuarto lo vemos casi en la mitad de la plaza, rigido, bien asentado pero estorbando el paso a cualquiera. Podríamos ir a por otro, pero, obviamente, el último atrae mucho más.
Pagos y facilidad en la conducción
Los patinetes no se pueden reservar, como sí ocurre con motos y coches. Así que, para coger uno primero hay que cazar el vehículo, y, al tenerlo en nuestras manos, abrir la ‘app’ de Lime. Clicamos en ‘Escanea y móntate’, pillamos el código QR que hay en el manillar y empezamos nuestro viaje. El proceso (si encuentras rápido el vehículo) es sencillo y cuenta hasta con una pequeña sintonía que sale del propio patín y te da la bienvenida. ¿Lo peor? Que partes ya con un euro, o un dólar (como el resto del servicio, la ‘app’ en nuestro país también está bastante verde), menos en tu bolsillo.
Los precios de Lime por minuto de uso están entre los más competitivos si lo comparamos con coches y motos. Te cobran 15 céntimos por cada 60 segundos, frente a los más de 20 que suelen quitarte los otros servicios, pero hay un punto bastante oscuro: te obligan a pagar un euro por iniciar la marcha. En trayectos largos es posible que ese euro no se note demasiado y se iguale con las otras tarifas, pero en servicios cortos, que serán los más habituales (moverte por el centro de Madrid con uno de estos vehículos no te llevará más de 15 minutos) esa cantidad pesa bastante.
Como no queremos perder más dinero a lo tonto, cogemos nuestro patinete y empezamos a ver sus puntos fuertes. Es extremadamente estable, se monta muy fácil, reacciona relativamente rápido al acelerador (para carecer de reprise) y coge velocidad sin demasiado problema. Su motor no es el de una bici o una moto, pero la sensación del Lime-S es de seguridad y rapidez. Ni siquiera tienes que estar en forma para poder usarlo, aunque eso sí, si no mides demasiado el manillar puede venirte un poco alto y su dureza hace que en suelos irregulares te tiemblen hasta las pestañas.
¿Lo peor? La normativa
Una vez iniciada la marcha, lo más intuitivo es conducirlo por la acera. Es robusto y fuerte, puede que demasiado (de ahí el temblor), pero sigue siendo demasiado frágil para pegarte con coches y motos. El problema es que, al menos de momento, en Madrid es imposible saber por dónde debes circular. Ni siquiera se sabe si puedes conducirlo, y eso mina, y mucho, el disfrute.
Puede que muchos de los usuarios de Lime no lo sepan, pero el Ayuntamiento de la capital está en guerra contra estos vehículos. Tanto, que en la nueva normativa de movilidad (que está a la espera de ser votada) expulsa prácticamente a estos artilugios cada vez más populares del centro. No los quieren ver ni en pintura, sin embargo esto choca con la llegada de Lime y con los consejos de uso que dan en la 'app'. Un cruce de indicaciones que deja loco al usuario.
He de decir que en los 20 minutos, aproximados, que usé este vehículo por el centro en ningún momento se me advirtió que estuviese moviéndome por donde no debía, pero es cierto que la mera posibilidad de que te pueda ocurrir hace que vayas con muchas más precauciones. De momento, y hasta que se apruebe finalmente el nuevo reglamento, puedes ir por la acera, eso sí, sin superar la velocidad de un peatón.
El caos es tal que hace que te lo pienses dos veces antes de coger uno de estos vehículos. Está bastante claro que la supervivencia del servicio pasa por conseguir que el Consistorio aclare su situación.
¿Triunfará en Madrid?
Con todos estos puntos en contra y un servicio más verde que su logo, aún es pronto para saber cómo evolucionará Lime. Ni siquiera hay datos de cuánta gente lo está usando a día de hoy en Madrid, aunque si echas un ojo al mapa, el movimiento de los patinetes es continuo durante el día.
La experiencia es divertida y el patinete es un vehículo facilísimo de utilizar e incluso de aparcar (yo lo deje junto a una fila de motos y apenas ocupa espacio), pero su futuro dependerá de cómo se adecue el servicio a las nuevas normativas y, por supuesto, de si pueden optimizar sus precios. Es muy difícil defender a un patín por encima de una bici o una moto si el primero es más caro que los otros dos.
Vale, tengo que confesarlo antes de meternos en el ajo: soy bastante fan de los servicios de transporte compartido. En mi móvil tengo un apartado dedicado especialmente a las ‘apps’ que ya funcionan en Madrid y voy añadiendo, religiosamente, las que van apareciendo. Uso eCooltra, Emov, Zity, Muving, BiciMAD, Movoo, Wibble... y hasta me gané un premio con Car2Go cuando lanzaron su servicio en la capital (¡Qué tiempos aquellos!). Pero nunca había probado los patinetes eléctricos compartidos, y la verdad que me han dejado bastante frío.
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