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"Nunca es agradable que te mate tu hija": la boda roja de la familia Le Pen
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Los trapos sucios se lavan en la tele

"Nunca es agradable que te mate tu hija": la boda roja de la familia Le Pen

La carrera de Marine Le Pen está marcada por los choques con su padre y su sobrina por el liderazgo de la extrema derecha francesa. Puñaladas traperas constantes. ¿Diferencias políticas o cuentas familiares pendientes?

Foto: Marine y Marion Le Pen. (Reuters)
Marine y Marion Le Pen. (Reuters)
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Dado que la bestia negra de la derecha populista es mayo del 68, con sus llamadas a la revolución y a la destrucción de instituciones burguesas como la familia y el matrimonio, no deja de tener gracia que (quizá) nadie haya hecho tanto por destruir el concepto de familia nuclear en Occidente como la familia Le Pen.

En efecto, que la extrema derecha 'mainstream' pionera (el Frente Nacional ya triunfaba en Francia cuando Vox aún no existía en España) sea el reducto de una de las familias más disfuncionales de Europa tiene su aquel. Los Le Pen son sinónimo de cuernos, amantes, hijos extramatrimoniales, puñaladas traperas y parricidios truculentos, pero nada de eso les ha impedido controlar la derecha radical francesa desde hace 50 años.

Cuando Marine Le Pen asegura que su partido no es el lobo extremista de antaño, sino una plataforma transversal que apela también al votante progresista, quizás esté pensando que nada nos acerca más a las costumbres del otro que una buena trifulca familiar, y, en eso, los Le Pen son los reyes.

placeholder Jean-Marie Le Pen con su biografía en 2018. (Reuters)
Jean-Marie Le Pen con su biografía en 2018. (Reuters)

Medio siglo después de que Jean-Marie Le Pen se convirtiera en presidente del Frente Nacional, su hija Marine le disputa la presidencia de Francia (este domingo) a Emmanuel Macron. Mientras, Marion Maréchal Le Pen, nieta de Jean-Marie y sobrina de Marine, se postula como vicepresidenta de Reconquista, nueva derecha radical liderada por Éric Zemmour, cuarto en la primera vuelta electoral con un 7,1% de los votos.

Jean-Marie y Marion están a tortas con Marine desde hace varios años. Hay diferencias políticas reseñables entre ellos: los (exitosos) intentos de Marine de blanquear al movimiento, ensanchar su base electoral/social, lanzar guiños obreristas y asumir conquistas progresistas como el aborto han chocado con las agendas conservadoras y ‘guerraculturales' de Jean-Marie y Marion.

No obstante, más allá de las discrepancias ideológicas, el psicodrama familiar también ha alimentado las rupturas. O la arena política como escenario elegido por los Le Pen para ajustar las cuentas familiares (recelos, envidias, odios sarracenos) ante toda Francia.

Foto: Guillermo Fernández-Vázquez. (Foto cedida)

Miedo y asesinato

Las relaciones emocionales entre Jean-Marie y Marine nunca han sido estrechas. "Nunca se comportó como un padre. Jamás llegaré a liberarme del miedo hacia él", contó Marine en sus memorias. O la figura del padre ausente, pero también temido.

¿Y su madre? Pierrette Lalanne también tenía agenda propia: en 1984, se lio con el biógrafo de Jean-Marie, el periodista de la alta sociedad Jean Moulard. Lalanne ‘celebró’ después su ruptura con el clan Le Pen en la portada de 'Playboy'.

placeholder Pierrette Lalanne, matriarca del clan Le Pen, en 'Playboy'.
Pierrette Lalanne, matriarca del clan Le Pen, en 'Playboy'.

La rivalidad entre Jean-Marie y Marine suele expresarse en términos melodramáticos: la desgarrada lucha de poder entre un padre y una hija. Pero daría también para un vodevil de Louis de Funès con sinopsis clásica: un viejo patriarca conservador decide jubilarse (a regañadientes) y poner el negocio familiar en manos de su hija pequeña (sí, al prohombre quizá le hubiera gustado dejárselo a su hijo varón, pero solo tiene tres hijas, ¡qué le vamos a hacer!). Pero, ¡ay!, cinco minutos después de pasar el testigo a su hija, el viejo empieza a hablar mal de ella en privado, sabotea su gestión de todas las maneras posibles y acaba tarifando con ella hasta romper la familia en mil pedazos. Bienvenidos a lepenlandia.

En 2011, como quien entrega las llaves de la charcutería familiar, Jean-Marie entregó el partido a su hija. No fue un acto tardío de amor filial, sino un reconocimiento de sus debilidades: a los 82 años, al prohombre se le había pasado el arroz, era más un lastre que un activo, venía de perder un millón de votos en las presidenciales de 2007, donde se quedó en 3,8 millones de electores.

Pese a que su hija convirtió al partido en un cohete que pulverizó los resultados de su padre (6,4 millones de votos en 2012, 7,6 millones en 2017 y 8,1 en 2022), algo hizo crac en la cabeza de Jean-Marie en cuanto cedió el testigo a su hija. El patriarca hizo comentarios humillantes en público sobre la necesidad de Marine de buscarse un buen logopeda si quería jugar a la política en serio… Lo que lógicamente sentó mal a su hija.

Marine ejecutó el parricidio en 2015: expulsó a su padre del partido/negocio familiar que había fundado.

"Su condición de presidente de honor no le autoriza a secuestrar al Frente Nacional con provocaciones groseras"

La hija tenía motivos para la purga. A cada intento por ampliar el nicho del Frente Nacional (con lo que el padre consideraba cesiones vergonzantes a la izquierda), Jean-Marie respondía con declaraciones escandalosas sobre la Francia de Vichy o el Holocausto: "Las cámaras de gas alemanas son solo un pequeño detalle de la historia". O las provocaciones de Jean-Marie para dinamitar la apertura del Frente Nacional. La hija respondió matando al padre autoritario, requisito psicológico imprescindible para que el pajarillo volara al fin fuera del nido. O algo. Freud sabrá.

"Su condición de presidente de honor no le autoriza a secuestrar al Frente Nacional con provocaciones groseras cuyo único objetivo es molestarme", justificó Marine.

"Un asesinato orquestado por tu propia hija nunca es agradable", respondió el patriarca.

Marine confesó los aspectos íntimos de la ruptura política a un periodista francés en 'Vanity Fair': "Su padre la había avergonzado. Le había apoyado en su conquista del Frente Nacional solo para apropiarse de una victoria inevitable. No podía soportar que ella ganara legitimidad". En ese mismo reportaje, con el parricidio en caliente, hablaba también Jean-Marie: "El enfrentamiento con su hija, el regreso de los periodistas, los mensajes de apoyo que inundan su móvil, todo eso le sumerge otra vez en un baño de juventud. Se regocija al dañar a Marine. Su último cara a cara se remonta a unos meses atrás. 'Su manera de hablarme no fue la de una hija a su padre", lamentó el prohombre.

Por cierto, la hija mayor del clan, Marie-Caroline, ya había matado antes políticamente al padre, al apoyar una escisión que desangró al Frente Nacional a finales de los 90. Las hijas de Le Pen, por tanto, siempre han orbitado sobre el juguete político de papá, pero con unas terribles ganas de liquidar a papá. De ese tipo de endogamia tóxica hablamos, con el acicate de que los conflictos familiares se resuelven dentro de un partido de masas.

Foto: Marion Maréchal en la inauguración de su escuela para promover valores, no solo enseñanzas, de derechas. (Reuters)

El periodista Claude Askolovich profundizó en 2015 sobre los motivos psicológicos del giro de Marine hacia posiciones políticas más vendibles o transversales. ¿Cálculo electoral o jorobar a su padre? Ambos: "Marine no giró a la izquierda simplemente por conveniencia o convicción política, sino también por necesidad psicológica. ¿Hacerse comunista de palabra para desafiar al viejo antibolchevique, herirlo tanto como sea posible, romper sus cadenas? Puedo estar divagando. Sin embargo, en el clan Le Pen, Marine es la menos frentista de todas. Dureza infinita contra la inmigración, violencia estremecedora contra el islam y los musulmanes, sí, pero vestida de un laicismo integral que busca confundir el asunto. Renuncia a las posturas petainistas y antisemitas, y préstamos de los programas de las izquierdas antiliberales".

Puede que todo fuera maquillaje político, pero Jean-Marie se subía por las paredes mientras su hija desnataba el partido. Ahora bien: ¿le molestaba el contorsionismo ideológico del Frente Nacional o que su hija tuviera éxito y él no siguiera al frente del negocio familiar?

En los días en que fue guillotinado por su heredera política, el padre realizó una espectacular 'performance' mortuoria: irrumpió desafiante en un mitin de su hija…

placeholder El patriarca saboteando un mitin de su hija. (Reuters)
El patriarca saboteando un mitin de su hija. (Reuters)

"’Diríjase a la Place de l'Opéra’", le dijo Jean-Marie Le Pen (87 años) a su chófer el pasado 1 de mayo. En el momento exacto en que su hija Marine Le Pen se acercó al atril para pronunciar su discurso, el 'viejo demonio' (como le apodan en Francia) se subió al estrado. Sin dirigir ni una palabra ni la mirada a su hija, levantó los brazos en señal de triunfo. Abría la boca forzando una sonrisa socarrona. Aplausos y abucheos por igual. Marine le miraba perpleja. Un miembro de seguridad del Frente Nacional le ayudó a bajar del escenario. Montó en su coche y se fue sin escuchar a su hija", que empezó su discurso calificando de "broma" la aparición por sorpresa de su padre, narró Alberto Pinteño en este artículo.

Tras purgar a su padre, Marine Le Pen siguió viviendo en uno de los pisos de la enorme mansión familiar de Montretout, al oeste de París. En 2016, la líder del frente nacional dejó la casa tras un extraño suceso: según ‘L’Express’, un dóberman de Jean-Marie devoró al gato de bengala de Marine. En efecto, a Freud le explotaría la cabeza con esta anécdota.

"Lo del perro de Jean-Marie asesinando al gato de Marine en pleno enfrentamiento político entre padre e hija es una buena metáfora de lo difícil que es separar las relaciones personales de la política en esa familia", cuenta Mathieu de Taillac, corresponsal en España de ‘Le Figaro’ y ‘Radio France’.

"Cuando a Marine le preguntan por su padre, no responde como si hablara de un dirigente más, se muestra incómoda y molesta. Igualmente, Jean-Marie se tomó su expulsión del partido como una afrenta personal, por más que su hija lo justificara como el necesario alejamiento de un antisemitismo que no tenía sentido electoral", añade De Taillac.

La sobrinísima

Aunque reducir políticamente a los Le Pen a los psicodramas familiares puede ser un enfoque esquemático y colorista (bodas, bautizos y funerales, por broncos que sean, son material escapista de papel cuché), no es menos cierto que el factor humano explica al menos el extraordinario grado de inquina política entre ellos. Y, cuando el patriarca parecía agotado de dar la batalla por pura desintegración biológica, llegó la sobrina querida…

En 2012, Marion Maréchal Le Pen se convirtió en la diputada más joven de Francia con 23 años. Estrella emergente del Frente Nacional apellidada Le Pen, es decir, perfecta para acabar disputando el liderazgo a su tía, con la que se llevaba muy bien, hasta que dejó de hacerlo… La ambición política, por tanto, iba a caldear al máximo las ya frágiles relaciones familiares.

Marion empezó a ejercer pronto de Cayetana Álvarez de Toledo del partido. Críticas punzantes a los giros obreristas de Marine Le Pen y a su abandono de la agenda conservadora. Tía y sobrina chocaron por el aborto. Marion Maréchal se fue del Frente Nacional dando un portazo y anunciando su salida de la política.

Quizá porque su 'retirada' fue vista con escepticismo, Marion renunció al apellido Le Pen para remarcar su cambio de vida y su salto al sector privado. Por supuesto, lo que hizo fue exactamente lo contrario: ser más Le Pen pata negra que nunca.

placeholder Marion Maréchal-Le Pen en 2018. (Reuters)
Marion Maréchal-Le Pen en 2018. (Reuters)

Marion llevó la agitación conservadora a otras capitales europeas, de Londres a Madrid, donde fundó una escuela para cuadros de Vox. El palazo final a su tía fue hace unas semanas, cuando pidió el voto para su principal rival, el efervescente ultra Éric Zemmour, que en la precampaña pareció capaz de dar el sorpaso al Frente Nacional (ahora llamado Agrupación Nacional).

A Marine le sentó como un tiro la traición de su sobrina: la calificó de "brutal y violenta". Estaba en juego el futuro del partido.

Antes de seguir, es importante detenerse en algo: los Le Pen han tenido tantos divorcios, amantes e hijos extramatrimoniales que parecen salidos de la típica película francesa sobre profesionales liberales con desórdenes sentimentales postsesentaiochistas. Uno de los bebés llegados vía amante externo es precisamente Marion, hija de Yann Le Pen. El dato es relevante, ya que su tía Marine fue el gran apoyo de su hermana durante y después de la azarosa concepción de Marine. Sobrina y tía fueron uña y carne.

"Jean-Marie se tomó su expulsión del partido como una afrenta personal"

"Yann y Marine compartían el segundo piso de la villa en Montretout. Yann estaba embarazada y sola, Marine estaba terminando sus estudios de Derecho. Comían bocadillos de tomate y ternera con cebolla. Cuando Yann fue a dar a luz el 10 de diciembre de 1989, Marine la acompañó al hospital. Esperó durante el parto y la llevó de vuelta a casa con la pequeña Marion. Eran dos mujeres jóvenes, un bebé y un padre ausente. Cuando Marine empezó a trabajar, Marion, aún bebé, se enfadaba con ella cuando llegaba a casa tarde por la noche, como si fuera su verdadero padre", según Askolovich.

Yann Le Pen era la tercera en discordia, su rol en el Frente Nacional había sido estrictamente alimenticio, trabajó (de telefonista) para ganarse un sueldo como madre soltera. Llegó a ser despedida cuando el partido entró en crisis en 1999. Que su hija Marion se convirtiera luego en la gran esperanza blanca de la derecha radical francesa ha sido interpretado como la venganza simbólica de Yann a su rol subalterno en la empresa política familiar.

Con la familia Le Pen, por tanto, las cosas nunca están del todo claras ¿Dónde acaba la lucha política y dónde empieza la batalla familiar? No es fácil de decir. "Con los Le Pen, la política es el pretexto o el teatro, nunca la razón principal", zanja Askolovich.

Dado que la bestia negra de la derecha populista es mayo del 68, con sus llamadas a la revolución y a la destrucción de instituciones burguesas como la familia y el matrimonio, no deja de tener gracia que (quizá) nadie haya hecho tanto por destruir el concepto de familia nuclear en Occidente como la familia Le Pen.

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