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La inoperativa sala de prensa de 3 M de euros para la sociedad secreta de Westminster
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Johnson rechaza la transparencia

La inoperativa sala de prensa de 3 M de euros para la sociedad secreta de Westminster

El primer ministro cancela los planes para televisar los 'briefings' informativos con los cronistas parlamentarios para no dar "oxígeno" a historias difíciles para el Gobierno

Foto: La 'briefing room' de Downing Street. (Reuters)
La 'briefing room' de Downing Street. (Reuters)

Cuando Downing Street presentó finalmente en marzo su nueva sala de prensa, esta fue una auténtica decepción. El 'superproyecto' del que se venía hablando desde finales del año pasado se tradujo en una moqueta azul a juego con el panelado de la pared, un atril de madera acompañado de cuatro banderas británicas y una pantalla de televisión en la esquina. Francamente, después de que el Gobierno hubiera invertido 2,6 millones de libras (alrededor de 3 millones de euros), uno esperaba otra cosa. Y el hecho además de que en la primera fotografía pública no se hubiera quitado ni siquiera la aspiradora tampoco aportaba especial glamur. La responsable a cargo de la “reforma”, por cierto, fue la empresa Megahertz, con sede en Moscú, algo que creó controversia y obligó al Número 10 a especificar que “en absoluto había un problema de seguridad”.

Pero, estilismos aparte, lo importante era que la sala representaba una nueva era. El Ejecutivo abogaba por la transparencia y estaba dispuesto a copiar el formato de las sesiones informativas de la Casa Blanca. Mientras en los Estados Unidos es todo televisado, la manera en la que históricamente opera Downing Street es a través de 'briefings' donde el portavoz del primer ministro se reúne con los crónicas políticos, pero es todo “off the record”. El círculo es tan reducido que se les llega a llamar, incluso, la 'sociedad secreta de Westminster'.

En cualquier caso, tras seis meses hablando de ello, tras la inversión de 3 millones de euros y tras el fichaje estrella de la periodista Allegra Stratton como portavoz del Gobierno, Boris Johnson se lo ha pensado ahora mejor y ha decidido descartar finalmente los planes. Esto, por el “riesgo político” que ello implicaría, ya que, en definitiva, se daría “oxígeno” a historias que puedan ser difíciles para los ministros.

Foto: Foto de archivo del ex primer ministro británico David Cameron. (EFE)

Cuando un Gobierno plantea sesiones informativas con los cronistas políticos sabe que no se va a hablar precisamente de cricket. Y Johnson conoce mejor que nadie la dinámica porque, antes de ser líder 'tory', fue periodista. Lo cierto es que, de entre muchas de las contradicciones que hay en el Gobierno, quizá una de las que más llama la atención es que para estar liderado por dos ex periodistas —el propio primer ministro y su viceprimer ministro, Michael Gove— el tema de la comunicación no es precisamente su fuerte.

Es más, llegó a su momento más oscuro en los tiempos en los que el ya ex todo poderoso asesor Dominic Cummings llegó a establecer una red de espías en los restaurantes repartidos por el distrito de Westminster para enterarse si algún ministro o diputado quedaba a comer o a tomar un café con un periodista.

La cancelación de los planes coincide ahora con la investigación interna que Downing Street ha abierto para saber quién ha filtrado los mensajes de texto intercambiados entre Johnson y el magnate James Dyson (al frente del imperio de las aspiradoras y generoso donante del Partido Conservador). A principios de la pandemia, el empresario, que por aquel entonces vivía en Singapur, aceptó el encargo de fabricar los ventiladores para el Reino Unido. Pero a cambio pidió al primer ministro que modificara las reglas fiscales para garantizar que el personal con sede en el extranjero no pagara impuestos adicionales. El Ejecutivo aceptó relajar los impuestos para los no residentes por un período temporal de tres meses.

Foto: El primer ministro británico, Boris Johnson, sujeta una pinta de cerveza. (Reuters) Opinión

El responsable de Gabinete, Simon Case, lleva tiempo aconsejando al primer ministro que cambie su número de teléfono. Es el mismo que lleva utilizando hace más de una década y está demasiado “extendido” entre una gran red de amigos que constantemente le piden favores. Y la gran preocupación es que Johnson responde a todos ellos.

Con todo, el cambio de planes tiene consecuencias más allá en la historia de más de 140 años del 'lobby' de Westminster. Durante décadas, se trató de un círculo extremadamente reservado. El legendario editor político de la Press Association, Chris Moncreiff, reveló en su momento que, cuando comenzó a trabajar por primera vez en el Parlamento en la década de 1970, se le advirtió que ni siquiera debía decirle a su esposa que había estado en una reunión informativa con el Número 10.
Las reglas para quienes tenían derecho a asistir a estas sesiones privilegiadas incluían la advertencia de “NO HABLAR DE LAS REUNIONES DEL LOBBY ANTES O DESPUÉS DE QUE SE CELEBREN”. Así, en mayúsculas.

Según explica Carole Walker, presentadora de Times Radio y autora de 'Lobby Life - Inside Westminster’s Secret Society' (La vida del 'Lobby', dentro de la Sociedad Secreta de Westminster), se ponían incluso misteriosas notas en el tablón de anuncios del pasillo que conducía a las salas de prensa, con las palabras “Manto rojo a las 4 pm” o “Manto azul a las 14:30 horas”. El rojo era el código para avisar de una sesión informativa del Partido Laborista. El azul, el equivalente para los 'tories'. El problema es que, como los periodistas no podían revelar sus fuentes, se publicaban noticias que no se podían atribuir a nadie.

Foto: Boris Johnson y Vladimir Putin en una imagen de archivo. (Reuters)

En 1986, se hizo un esfuerzo para cambiar el sistema. El recién lanzado periódico Independent, seguido por The Guardian y The Scotsman, decidió boicotear las sesiones informativas como parte de sus esfuerzos para que fueran abiertas y se pudieran citar las palabras del portavoz del Gobierno. Bernard Ingham, quien era el secretario de prensa de Margaret Thatcher en ese momento, estaba decidido a acabar con lo que él llamaba una “tendencia estúpida”.

Pero, tras una votación entre los propios cronistas parlamentarios, se decidió continuar con la misma fórmula, especificando en los textos tan solo “fuentes del Gobierno” o “fuentes cercanas al primer ministro”. Fue en el apogeo del Nuevo Laborismo, después de la aplastante victoria electoral de Tony Blair en 1997, cuando se produjeron los cambios más importantes de los últimos años. El detonante fue la conversación indiscreta con periodistas que tuvo lugar fuera del pub Red Lion de Westminster, donde Charlie Whelan, entonces asesor del responsable del Tesoro, declaró que el Gobierno descartaba unirse al euro.

Desde ese momento, se estableció que sesiones informativas debían atribuirse al portavoz oficial del primer ministro. Fue un cambio significativo, aunque no radical. Aunque se valoró ya entonces la posibilidad de que los 'briefings' fueran televisados, llegó la guerra de Irak y se consideró que ya había polémica de sobra. Posteriormente, cuando Gordon Brown se convirtió en primer ministro, se retomó la cuestión, pero se volvió a posponer por los malos sondeos de cara a las elecciones de 2010 (cuando los laboristas perdieron el poder).

Para Johnson ahora habría supuesto un gran momento. La exitosa campaña de vacunación ha impulsado de nuevo la popularidad del Ejecutivo. Pero, de nuevo, el proyecto se ha metido en el cajón. Igual el 'premier' tendría que haberlo pensado antes de invertir 3 millones de euros en una sala con moqueta azul.

Cuando Downing Street presentó finalmente en marzo su nueva sala de prensa, esta fue una auténtica decepción. El 'superproyecto' del que se venía hablando desde finales del año pasado se tradujo en una moqueta azul a juego con el panelado de la pared, un atril de madera acompañado de cuatro banderas británicas y una pantalla de televisión en la esquina. Francamente, después de que el Gobierno hubiera invertido 2,6 millones de libras (alrededor de 3 millones de euros), uno esperaba otra cosa. Y el hecho además de que en la primera fotografía pública no se hubiera quitado ni siquiera la aspiradora tampoco aportaba especial glamur. La responsable a cargo de la “reforma”, por cierto, fue la empresa Megahertz, con sede en Moscú, algo que creó controversia y obligó al Número 10 a especificar que “en absoluto había un problema de seguridad”.

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