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No habrá acuerdo comercial entre UE y UK en octubre, pero hay razones para ser optimistas
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CUANDO HAY VOLUNTAD, HAY CAMINO

No habrá acuerdo comercial entre UE y UK en octubre, pero hay razones para ser optimistas

¿Ha habido avances? No, ninguno. Sin embargo, las negociaciones se han situado ahora a un nivel político y todos los sentados a la mesa han recalcado su interés en cerrar un pacto

Foto: Boris Johnson. (Reuters)
Boris Johnson. (Reuters)

Partamos de una premisa: si el acuerdo de libre comercio entre la UE y Canadá tardó en fraguarse más de siete años, ¿hasta qué punto es realista pensar que el pacto que ahora negocian Londres y Bruselas puede cerrarse en tan solo unos meses? El problema precisamente es ese, partir de premisas, cuando en el mundo Brexit no hay referencia que valga. Nunca antes un Estado miembro del peso del Reino Unido —que no hay que olvidar era la segunda economía más importante de la UE— había salido del club. Por lo tanto, con este divorcio todo funciona con otro tempo.

Desde febrero, ambas partes han estado negociando a un nivel técnico sin conseguir apenas avances. La mayoría de los planes de contingencia de bancos y empresas se prepararán para una salida abrupta para finales de año. Pero todo ha cambiado este lunes tras la videoconferencia entre el premier Boris Johnson y los líderes de las tres principales instituciones del club comunitario, Ursula von der Leyen, Charles Michel y David Sassoli.

¿Ha habido avances? No, ninguno. Sin embargo, las negociaciones se han situado ahora a un nivel político y todos los sentados en la mesa han recalcado su interés en cerrar un pacto para evitar que, cuando acabe el periodo de transición el 31 de diciembre, las relaciones se rijan únicamente bajo la directrices de la Organización Mundial del Comercio.

Foto: Boris Johnson. (Reuters)

Esto es muy significativo. Sobre todo, para valorar la estrategia de Downing Street. El viernes pasado —el mismo día en el que la Oficina Nacional de Estadística informaba del desplome en abril del 20,4% del PIB británico (una caída récord desde que comenzaron los registros)—, el Gobierno de Boris Johnson comunicaba de forma oficial que no pediría prórroga. Legalmente, tenía de plazo hasta finales de junio para poder hacerlo.

Boris, pegado a la silla

Cerrar un pacto comercial en seis meses es muy complicado. Pero en los círculos de Westminster reina ahora el optimismo por una sencilla razón: el primer ministro sigue sentado en la mesa de negociaciones. Probablemente, el excéntrico líder 'tory' —que tiene una amplia mayoría en los Comunes— sí sería capaz de saltar al vacío sin ningún tipo de pacto si las cosas se tuercen demasiado. Pero, hoy por hoy, ha quedado probado que su voluntad política es garantizar algún tipo de acuerdo.

Por el momento, ambas partes han apoyado los planes para intensificar las conversaciones en julio con reuniones semanales. Y esto es un buen punto de partida. Pero ahora queda lo más complejo: realizar concesiones. Hasta ahora, Londres ha rechazado las demandas de la UE sobre regulaciones de pesca y competencia (el tan repetido 'level playing-field'), al considerar que no respetan la ansiada “soberanía nacional”, la que siempre ha sido el gran emblema de la causa euroescéptica.

Retóricas y propagandas aparte, ni Londres ni Bruselas quieren quedar bajo los términos de la Organización Mundial del Comercio

Pero Bruselas quiere evitar a toda costa que las empresas británicas se conviertan en una competencia desleal. Esto, dice la UE, es imperativo para proteger la “integridad” del mercado único. ¿Por qué se va a conseguir en seis meses lo que no se ha logrado hasta ahora? Porque Johnson sigue sentado en la mesa de negociaciones. El premier había amenazado con retirarse en junio si no había atisbo de avances para ir preparando al Reino Unido ante una salida caótica. Pero, hoy por hoy, no se ha levantado.

Obviamente, como en toda negociación, cada parte tiene que vender su mensaje a su propia audiencia mostrándose como la figura más fuerte. Pero, retóricas y propagandas aparte, ni Londres ni Bruselas quieren quedar bajo los términos de la Organización Mundial del Comercio, ya que sería mucho menos lucrativo que hacerlo sin aranceles ni cuotas, como pretenden. La UE insiste ahora en que el 31 de octubre es la fecha límite para llegar a un acuerdo, teniendo en cuenta que luego debe ratificarse antes de diciembre. Pero —atención 'spoiler'— es más que probable que el calendario no se cumpla.

placeholder Michel Barnier. (EFE)
Michel Barnier. (EFE)

La fumata blanca estaría más cercana de diciembre que de octubre si ambas partes están dispuestas a realizar concesiones. En pesca, el acercamiento sería posible si la UE renuncia al sueño de mantener las mismas cuotas que tiene hasta ahora para pescar en aguas del Reino Unido. A cambio, en lo relativo a competencia, Londres tendría que comprometerse a no debilitar las regulaciones laborales y ambientales por debajo del nivel actual.

En definitiva, más que una cuestión técnica, todo se trata de una cuestión política. Y, en este sentido, la clave de todo es cómo estará la figura de Johnson a nivel interno para otoño. El premier tendrá que elegir entre renunciar a un poco de soberanía nacional (como exigen básicamente todos los acuerdos, en mayor o menor medida) y ser criticado por los 'brexiters' más puristas o apostar por una salida caótica (declarando que era imposible ceder ante las demandas de la UE) y enfrentarse una protesta de muchos británicos y comunidad empresarial. ¿Salir por las bravas y culpar al coronavirus de todos los males o intentar cerrar un pacto que no dañe aún más la economía británica?

Foto: Dominic Cummings, en el 10 de Downing Street. (Reuters)

De momento, la popularidad del líder 'tory' está bastante tocada por su gestión ante la pandemia, por lo que va a influir mucho si para después de verano hay otro pico del coronavirus en el Reino Unido, que con cerca de 42.000 muertos es el segundo país más afectado del mundo por el covid-19. Independientemente de lo que traigan los próximos meses, los negociadores de ambas partes reconocen en privado que probablemente este verano sea demasiado pronto para realizar grandes avances. De haberlos, sería para después del receso estival.

Si el 'momentum' se lograra en noviembre no habría problemas de calendario. Cierto es que legalmente los plazos acabarían el 31 de diciembre. Pero, como dicen los británicos 'where there's a will there's a way' (cuando hay una voluntad, hay un camino), por lo que ya se encargarían los 'abogados inteligentes' de ambas partes de encontrar un solución.

Diferentes fuentes consultadas por este diario coinciden en que “si ambas partes quieren, no habría problema para extender el periodo de transición llamándolo de otra manera”. Por lo tanto, para finales de este año se podría cerrar un acuerdo de mínimos, dejando la puerta abierta para ir definiendo luego detalles. Si en política una semana es un mundo, seis meses son una auténtica eternidad. Nadie en el mundo del Brexit se atreve a descartar nunca por completo cualquier escenario. Pero, hoy por hoy, Johnson sigue sentado en mesa de negociaciones.

Partamos de una premisa: si el acuerdo de libre comercio entre la UE y Canadá tardó en fraguarse más de siete años, ¿hasta qué punto es realista pensar que el pacto que ahora negocian Londres y Bruselas puede cerrarse en tan solo unos meses? El problema precisamente es ese, partir de premisas, cuando en el mundo Brexit no hay referencia que valga. Nunca antes un Estado miembro del peso del Reino Unido —que no hay que olvidar era la segunda economía más importante de la UE— había salido del club. Por lo tanto, con este divorcio todo funciona con otro tempo.

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