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Un pato cojea por los pasillos de Bruselas: así es el fin de la administración Juncker
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ELECCIONES EUROPEAS 2019

Un pato cojea por los pasillos de Bruselas: así es el fin de la administración Juncker

Se llama ‘pato cojo’ al momento en el que una administración sabe ya que no va a ser reelegida. Cuando el ave empieza a cojear se queda atrás y es vulnerable a los ataques

Foto: Una persona entra por una de las puertas del Berlaymont. (Reuters)
Una persona entra por una de las puertas del Berlaymont. (Reuters)

Ya se olía la caída desde hace tiempo. Los funcionarios europeos, esos seres absolutamente deshumanizados por los discursos euroescépticos que les acusan, falsamente, de dirigir los destinos de naciones soberanas, lo saben. Esta vez la transición de la administración Juncker a la que esté por venir no va a ser como antes.

¿Lo huelen? No, no es, como diría un 'brexiter', el olor a “burócrata no elegido democráticamente” a primera hora de la tarde bruselense, es el olor que dejan las mudanzas, el de las cajas de cartón y el papel de celo con el que algunos se preparan poco a poco para decir adiós a la que ha sido su oficina durante los últimos cinco años.

Hay un pato cojo en la decimotercera planta del edificio Barlaymont, sede de la Comisión Europea. Desde la habitación en la que se celebra el colegio de comisarios, algo así como el consejo de Ministros, se tienen vistas a la izquierda del Servicio de Acción Exterior de la UE, con el Parque del Cinquentenario de fondo, y hacia la derecha se ve el resto del barrio europeo: el Consejo de la UE, el edificio Europa del Consejo Europeo, y al fondo del todo, el Parlamento Europeo.

placeholder Una serie de trabajadores de la Comisión Europea pasean por delante de la sede del Ejecutivo comunitario. (Reuters)
Una serie de trabajadores de la Comisión Europea pasean por delante de la sede del Ejecutivo comunitario. (Reuters)

Allí hace semanas que la mudanza se completó. Los eurodiputados que sabían que no repetirían, algunos de los cuales han hecho un duro trabajo durante los últimos años como Beatriz Becerra o el popular Ramón Luis Valcárcel, aprovechaban sus últimos días en Bruselas para recoger todos los recuerdos esparcidos por sus oficinas en el Parlamento Europeo y para despedirse de colegas, corresponsales y el resto de personajes que les rodean en el día a día.

Cuando la Eurocámara puso el modo ‘ahorro de energía’ para que los eurodiputados se centraran en la campaña de las elecciones europeas del 23 al 26 de mayo, fue cuando el pato comenzó a cojear de forma definitiva: el proceso legislativo se bloquea durante un tiempo, de forma significativa hasta que no haya una nueva Comisión Europea, y eso no ocurrirá, como mínimo, hasta el 1 de noviembre.

Foto: Elecciones al parlamento europeo. (EFE)

Se llama ‘pato cojo’ al momento en el que una administración sabe ya que no va a ser reelegida. Es una alegoría bastante clara: cuando el ave empieza a cojear se queda atrás y es vulnerable a los ataques. En el caso de la Comisión Europea hace ya mucho tiempo que Jean-Claude Juncker, actual presidente, anunció que no se presentaría de vuelta.

Hay varias características de las administraciones que se quedan ‘cojas’. Una es su incapacidad de sacar adelante medidas, y la otra es que la gente con talento empieza a hacer las maletas, las oficinas empiezan a quedarse vacías. En Estados Unidos, al final del segundo mandato de un presidente, lo normal es que sus asesores y trabajadores estrellas abandonen la Casa Blanca para implicarse en el trabajo de fontanería de la carrera presidencial de un posible sucesor. El caso europeo es algo diferente.

La Comisión Europea sí que ha sido capaz de sacar adelante medidas de última hora y en el Parlamento Europeo han apretado el acelerador en vez de levantar el pie de él, y además, a diferencia del caso americano, los funcionarios estrella no suelen salir a trabajar en la campaña de candidatos a sustituir al presidente del Ejecutivo comunitario, pero sus actuales jefes sí que aprovechan los “minutos de la basura” para promocionarlos, situarlos en un buen lugar. Algunas veces ese nombramiento es muy merecido, en otras ocasiones levantan sospechas o molestias.

placeholder Juncker abraza a Martin Selmayr. (Reuters)
Juncker abraza a Martin Selmayr. (Reuters)

El primero de estos movimientos se produjo hace cosa de un año, y fue un auténtico escándalo en Bruselas. Martin Selmayr, el alemán que hasta entonces había sido jefe de gabinete de Juncker, el hombre más poderoso de la capital comunitaria, apodado “el monstruo del Berlaymont”, había dado, de la noche a la mañana, un salto brutal en su carrera. Había pasado de dirigir la oficina del presidente a convertirse en secretario general de la Comisión Europea.

Fue un escándalo porque una serie de revelaciones periodísticas demostraron que el nombramiento había sido un proceso sucio, retorciendo todas las normativas. En la sala de la reunión del colegio de comisarios se fraguó el acto final del golpe de mano: muchos de ellos, que tenían que dar el visto bueno, se enteraron unos minutos antes de que iban a tener el asunto sobre la mesa. Selmayr fue ascendido a vicesecretario general. Su antecesor en el cargo dimitió al momento y el alemán ascendió a la posición más poderosa de toda la administración de la UE. Todo en cuestión de minutos.

Selmayr sí que se dedicó enteramente a la campaña de Juncker en 2014, y junto a él un puñado de fieles que acto seguido han sido recompensados durante los últimos cinco años. Ahora era el momento de salvar los muebles en un movimiento que puso al equipo de Juncker, desde entonces dirigido por la española Clara Martínez, contra las cuerdas.

Foto: Martin Selmayr, jefe de gabinete del presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker.
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María Tejero Martín. Bruselas

Otros nombramientos en las últimas semanas han sido más que aplaudidos. Por ejemplo el de Sabine Weyand, jefa negociadora técnica de la Comisión Europea para el Brexit y mano derecha del negociador político Michel Barnier, la auténtica pesadilla del equipo británico, fue ascendida recientemente al cargo de directora general de Comercio. La alemana será la encargada de lidiar con Londres cuando el Brexit se consuma y el Reino Unido quiera cerrar un acuerdo comercial.

Otro de los nombramiento sonados ha sido el de Ditte Juul Jorgensen, jefa de la oficina de la comisaria de Competencia Margrethe Vestager, que se postula como sustituta de Juncker, que ha sido ascendida a directora general de Energía. Un premio a un trabajo de cinco años al lado de la comisaria, un periodo durante el cual Juul Jorgensen ha sido clave en el trabajo de la oficina de Competencia, que ha impuesto multas récord sobre algunas de las compañías más grandes del mundo.

En la Comisión Europea se vive cinco minutos por delante del resto del mundo. Viven en una franja horaria distinta. Disciplinados y cuadriculados, muchos trabajadores tienen sus relojes adelantados cinco minutos, para nunca llegar tarde a las reuniones. Juul Jorgensen es una de ellas.

Fin de una era

Desde dentro creen que esta vez nada tiene que ver con 2013, la última transición que se produjo entre la comisión Barroso y la actual Juncker. Entonces todo el mundo tenía la confianza en que la siguiente Comisión Europea sería del Partido Popular Europeo. Y eso esta vez no es así. La fragmentación del Parlamento Europeo y el resultado de las elecciones europeas hacen prever que el Ejecutivo comunitario podría caer en manos de una persona como Vestager, con sus propios aliados y prioridades. Además entrarán comisarios que llegan de países con gobiernos abiertamente euroescépticos, como Italia o Polonia, que traerán a su gente de confianza.

“Sí que se respira el fin de ciclo. La incertidumbre de quién va a llegar hace que se sienta como un verdadero adiós”, explica una de las personas que lo está viviendo desde dentro.

“Hay un cierto orgullo por los esfuerzos de estos años, no sentí lo mismo con el adiós de Barroso”, añade, aunque cada persona gestiona la incertidumbre de forma distinta, “hay gente que está triste, otros agotados, algunos ilusionados con lo que llega”. Porque lo que es seguro es que lo que está por venir es distinto a lo que se ha venido viviendo en los últimos quince años, incluso a todo lo que se ha visto hasta ahora. Para algunos significa que su carrera se complica, para otros es un soplo de aire fresco.

placeholder Banderas europeas frente a la sede de la Comisión Europea. (Reuters)
Banderas europeas frente a la sede de la Comisión Europea. (Reuters)

Muchos funcionarios se están dejando el resto en estas últimas semanas y meses, con más valentía a la hora de hacer propuestas, de destacar también con la intención de evitar ser relegado a un cargo que trunque la carrera dentro de la institución.

Un buen puñado de comisarios, entre los que se encuentra el vicepresidente de la Comisión Europea, el holandés Frans Timmermans, tendrán que abandonar sus oficinas en las próximas semanas ya que han obtenido un escaño en el Parlamento Europeo. Y así irá vaciándose cada vez más los despachos del Berlaymont mientras que a solo unos metros, cruzando la acera al otro lado de Rue de la Loi, los líderes de los distintos países negocian a cara de perro quién va a dominar políticamente esta maquinaria burocrática engrasada que ahora espera impaciente el siguiente capítulo.

Ya se olía la caída desde hace tiempo. Los funcionarios europeos, esos seres absolutamente deshumanizados por los discursos euroescépticos que les acusan, falsamente, de dirigir los destinos de naciones soberanas, lo saben. Esta vez la transición de la administración Juncker a la que esté por venir no va a ser como antes.

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